Todo era muy confuso para Lu. Maldra y Bli discutían por algo. No podía escucharlo. Estaba muy aturdida. Su mirada se aclaró y se empezó a llenar de miedo. Su luz estaba por todas partes. Yalep estaba tirado en el suelo.
Ella se levantó con prisa. Maldra la detuvo con su presencia. «No puedes volver a huir». Caminó hacia atrás. Lenet la esperaba. «Nadie huye de sí mismo».
—¿De qué hablan? —. Dijo desesperada —. Creí que todos lo sabían —. Volteó a ver a Bli—. Creí que ya lo entendías. ¡No soy tu madre!
Los árboles fueron desapareciendo conforme la risa de Bli aumentaba. «Un mecanismo de defensa lo llamaría yo. Si no eres mi madre, quién eres».
Ella contestó con su nombre. El suelo se volvió blanco. Sus manos se volvieron azules. «¿Eres Lu cuando tus manos son así?».
—Esto no soy yo, esto es el ojo que todo lo ve, es solo una habilidad.
—Pero lo usas a conveniencia. Entonces aceptas que eres un arma. Que hay una parte de ti que no está viva.
El suelo se volvió líquido. Ella no podía salir y veía como Maldra y Bli les daba igual.
—¿Qué tiene de malo? Maldra tiene su cadena, Lenet su vara, porque habría algo de malo en que yo tenga una forma de defenderme. Yo lo controlo.
—No lo haces. El control implica asumir las consecuencias. No solo llorar por ellas.
—¿Qué quieren de mí? Que me vaya al cuarto de las voces como era su plan original—. El suelo la escupió —. Lo supe todo el tiempo y no me importó.
—Mientes. Los sabías y sí que te importó. Buscaste el amor de Maldra para que no te dejara ir. Tu forma de encarar el problema fue evitándolo ¿Por qué nunca lo dijiste?
—Porque creí que si lo arreglaba si mencionarlo todo estaría bien —. Sus manos azules estaban mojadas del líquido blanco en el suelo —. Fue por mis manos. Por eso fue que Yalep está así. Siempre es por eso.
—No, quien no sabe lo que es capaz, nunca podrá controlar sus acciones.
Ellos preguntaron quién era. Ella respondía una y otra vez «Lu». Cada vez más rápido, los cuestionamientos se volvieron tormento. Su Luz fue tomado todo su cuerpo. A pesar de verse así, en su forma temida contestó gritando «Soy una persona».
Lu despertó de la introspección. Maldra ayudó al levantar a Yalep quien tenía un pie herido por las líneas azules. El bosque de los abetos estaba iluminado por las brasas azules testigos del poder destructivo de la niña. Quiso disculparse, pero cambió sus palabras. «Debo arreglar esto».
—Bien dicho —. La felicitó su maestro.