En la caverna más cercana en oscuridad al cuarto de las voces, Lu y Maldra buscaron una salida. Ella pretendía seguir a pesar de su nueva mala idea. El hombre de las cadenas ignoró sus excusas y disculpas hasta que la niña de cabello blanco no aguantó más.
—Ya fue suficiente, sé que odias verme disculpándome, pero sé que sigues molesto por lo del día de la luna llena ¿debo sentirme culpable o no? ¿Cómo quieres que entienda lo que te sucede si como siempre no me dices nada?
—Es la misma estúpida historia de siempre, te digo que no hagas esto y vas tu pregunte y pregunte y pregunte ¿puedes hacerme caso por una maldita vez?
—Sé que hice algo malo, no por ti, sino por Bli ¿Cómo es eso posible? ¿Qué te cuesta ser honesto conmigo?
—¿Quieres honestidad? Tómala. Es un fastidio tener que escucharte llorar y disculparte por cuanta mierda pase. ¿Tienes idea por qué? Porque pasé años sirviendo a Sahi y escuchando todos los días cuán miserable era por ser una diosa y oprimir a su creación. Tú no debes ser como ella. Fui yo quien te pegué. ¿por qué te disculpas? ¿por qué te sientes culpable? Tú no eres el monstruo, soy yo.
* * *
Yalep y Bli caminaron de un lado al otro pensando cómo sacar a Maldra y a la niña de ahí. El montañés tenía más prisa. «Tranquilo, él es Maldra, ha salido de situaciones peores que esta».
El pelirrojo expresó su descontento. Ese era el problema. No tenía tantas historias como el hombre de las cadenas. «Míralo, después de todo lo que ha pasado y ella lo ama».
—Nadie nace con una historia. Tal vez esto es señal de que tu inicies la tuya—. El niño sonrió para sí— Me recuerdas a alguien que conocí en otra época —. Lenet se sentó a descansar.
Yalep lo entendió de inmediato. «El otro día escuché lo que él dijo...»
—Lo que sé es que tiene más que suficientes razones para odiarme. Hizo algo por mí y se lo agradecí diciéndole cosas muy horribles.
—¿Cómo qué cosas?
—Las que ni la vara puede deshacer —. interrumpió Kaleck.
* * *
—Al menos admiré que esto es mi culpa —. Murmuró Lu cuando Maldra la vio fastidiado—. Es decir, tampoco era muy brillante que digamos usar mi luz para hacer un atajo.
Los dos levantaron sus miradas. Frente a ellos encontraron un rollo con la inscripción. «Me encontrará quien acepte que está perdido».
Era una pésima idea, pero los dos no tenían otra alternativa. Lu dejó que su luz la invadiera en una de sus manos, con la otra se sostuvo fuerte del bloque. Maldra le dio un gran impulso. Ella fue abriendo paso entre las enormes rocas hasta que vio el sol.
Kaleck tenía en serios aprietos a Bli. Él recibió como una gran bocanada de aire fresco la ayuda de Maldra. El hermano de Lenet se agarró de la cadena. Dirigió un derechazo cargado de rayos al rostro del hombre de piel morena. El conquistador lo esquivó. Aprovechó el impulso de su víctima al levantar su puño izquierdo. Él enterró su mano en el suelo. Preparó sus sentidos.
Lenet levantó rocas he intercaló con sus rayos de luz. Su hermano esquivó los proyectiles con dos volteretas hacia atrás, anticipó el color blanco. Puso sus ojos en su objetivo. La niña estaba lista. Ella pidió a Yalep cubrirla. Con sus ataques el montañés alteró la puntería del segundo enviado. Lu pidió impulso a Bli. Él enterró su vara en el suelo y le dio la velocidad de una bala de cañón. Kaleck la recibió con su electricidad. Extendió su mano azul, dividió la energía en dos y llegó al rostro del hombre pelirrojo. Le dejó otro recuerdito.
Maldra la atajó con su cadena. Lo último que recordó fue aproximarse a toda velocidad a Kaleck.