Con la segunda paloma que llegó, Maldra sabía hacia dónde debía ir. Contento tomó el rumbo. Quería reencontrarse con sus dos viejos amigos.
Perselok y su esposa Shentil esperaron a los tres invitados. Él era un hombre que de no ser por su barriga que aparentaba haberse comido de un bocado una enorme sandía, pasaría perfectamente como un esqueleto andante. La esposa era esbelta, de piel morena al igual que su marido. Con una sonrisa tan grande como el campo de manzanas. Con cabello oscuro como la noche misma.
El nuevo posible hogar de Lu era una plantación de manzanas que para los ojos azules de la niña era tan grande como el cielo. Las filas de árboles con los frutos rojos parecían perderse en el horizonte celeste. Lu creyó que la cosecha caída era una alfombra. «Tal vez los árboles se sientan ahí para ver el atardecer».
El hombre de las cadenas abrazó a sus dos ex compañeros de batalla. La esposa de Perselok se asustó al ver al hijo de Sahi en la parte trasera del carruaje. Maldra explicó lo sucedido. La mujer rio muy fuerte y agudo. Bli pensó que perdería sus oídos.
Con la excusa de mostrarles las habilidades de la niña, Maldra y Perselok se aventuran junto al resto del grupo en la plantación. Los dos hombres de piel oscura intentaron diseñar un plan para sacar al máximo la luz de la niña. «Tal vez para combatir plagas». El hombre de las cadenas descartó esa opción. Demasiado peligroso para los frutos. «Ella puede cuidar la plantación». Lenet se rio ante la idea. Después de como ella reaccionó ante un siempre huele pecados, le pareció una absurda opción.
Lu estaba aburrida de escuchar a los hombres discutir y refutarse. Por un breve instante recostó su mano en el tronco de uno de los árboles. De inmediato lo quitó. Todas las manzanas cayeron. Shentil estremeció a todos con su risa aguda.
Los cinco pasaron por la plantación recogiendo manzanas. Lu la pasó bien con las historias de Maldra y su amigo de bajito. Lenet pensó que a ese ritmo morirá de la locura si aguantaba una hora más de la risa aguda de la esposa de Perselok.
Con la tarde llegó la hora de negociar. Los hombres acordaron la venta en doce mil piezas de oro. Aunque era caro para Perselok, el tiempo que le ahorraba valía para él la pena. Ahora podría cerrar más a menudo sus cansados ojos amarillos.
Maldra y la niña conversaron. Ella le aseguró estar bien. No quería preocuparlo. Lo abrazó sin ponerle sus manos en la espalda. «¡Gracias por todo!» le dijo dolida. Se marchó con Shentil. La acompañó pues debían de recoger las últimas manzanas y a la mujer no le gustaba adentrarse en ese montón de árboles sola.
Acompañados con un puro cada uno, Maldra y Perselok hablaron como tenían años de no hacerlo. El hombre de las cadenas contó todo lo que había sucedido. De cómo encontraron a Lenet. Confesó no querer pasarle la carga a otro.
—Soy el responsable de ella. Solo yo puedo hacer que mis pesadillas no se vuelvan realidad.
—Pero tú mismo lo dijiste, que sea parecida no la convierte en ella.
—Lo sé, pero también sé que hay algo de ella en Lu. Quiere arreglarlo todo cuando ni puede arreglar sus problemas —. Sonrió—. No puedo permitir que termine igual. Lo juro por mi hijo.
Un grito interrumpió la conversación de los dos amigos. Maldra se percató de lo peor. «¿Dónde está Lenet?». Corrieron a la plantación. La tarde caía, el miedo no. Con su habilidad manipulativa Bli tenía a la esposa de Perselok suspendida en el aire. Escondida detrás de una piedra, Lu temblaba de miedo.
—Hombre de las cadenas. libérame y déjame partir con la niña. No tengo otra opción.
—Eres muy iluso si crees que te dejaré hacer tal cosa.
—¿Iluso yo? ¿Realmente crees que esto va a funcionar, sabiendo como termina la historia?
—Tú ayer lo dijiste. Ella no es tu Madre.
—No lo es, no aún. Y si llega a serlo ¿Qué harás tú? ¿Qué puedo hacer yo?
—Aún no ha lastimado a nadie.
—No quiero verla cometer los mismos errores. No puedo soportarlo. No de nuevo. Tú sabes que no quiero lastimar a esta mujer. Tú quieres lo mismo que yo. Lo sé porque lo vi en tu mirada aquel día bajo la luna llena. Quieres ponerla a salvo de sí misma. También lo deseo. Por eso me dejarás partir para acabar con este engaño de una buena vez.
Maldra aceptó. Bli bajó a la mujer y sin muchas contemplaciones se marchó corriendo con la niña. El hombre de las cadenas volvió a ver a su amigo. Tenía el mismo plan.
Cuando los dos niños se alejaron lo suficiente. Maldra y Perselok los rodearon. Tarde, Bli se dio cuenta de la emboscada. El viento empezó a soplar. Las estrellas fueron cubiertas por las nubes. Con un rayo que empujó al niño por la ladera, El hombre de baja estatura inició la tormenta.
Con su mano en el suelo y su luz verde Maldra hizo unos discos de tierra. Con sus patadas los lanzó como proyectiles al niño. Lenet los esquivó. Devolvió la ofensiva con sus rayos de luz blanca. Caminó por los trozos de tierra. Con su pie Bli creó un látigo de luz que mandó a rodar por la pendiente a su amo.
Bli persiguió a la niña. Perselok destrozó sus árboles con sus rayos. El fuego corrió por la plantación. Maldra levantó por el cielo sus dos bloques. El contacto con la tierra desprendió el suelo. Lenet usó su luz para agarrar impulso. El hombre de las cadenas lo esperó. Con una patada, el hijo de Sahi lo quitó de su camino.
Con una bola de luz azul Lenet esperó detener la tormenta. Perselok cayó por el barranco. Apenas pudo enterrar su mano en el borde y volver a la batalla. Bli manipuló la mano derecha de la niña. La extremidad controladora del niño se llenó de líneas azules. Con dolor aguantó. Estaba seguro de que nada lo detendría. Los dos amigos atacaron juntos. Uno con un rayo, otro con la luz verde. El hijo de Sahi dio una voltereta hacia atrás. Dejó escapar a la niña. «Lo pagarán caro» pensó.
Maldra lanzó sus cadenas. El niño las esquivó. Manipuló las manos de Maldra Recibió la frente del hombre de piel morena con su rodilla. Tomó una de las cadenas. Con el bloque tumbó a Perselok. Se impulsó con su luz blanca. Alcanzó a la niña y con una patada en su rostro frenó la dejó inconsciente. Shentil lo sorprendió con un rayo a sus espaldas. Bli se levantó adolorido «Insensata, has firmado tu sentencia de muerte».
Marido y mujer electrificaron el suelo. Lenet no podía moverse. Al levantar su mirada vio como los dos bloques de Maldra cayeron del cielo. Él los atajó con su cabeza.
Maldra se disculpó por los disturbios. Les ofreció dos mil piezas de oro por los daños. Perselok no las aceptó. Shentil y su marido le desearon un buen viaje a Maldra y a Lu. No se despidieron de Bli. Él estaba inconsciente en el techo del carruaje.