Los tres bandidos llegaron a la conclusión de que había una única forma posible para robar el rubí. Solo lo podía hacer una cuarta persona desconocida para Saigona. Ellos tenían a la indicada. Por ello abandonaron la isla y fueron montaña arriba.
En el poblado recién libre de huele pecados, fueron a rogarle a Shelaví por ayuda. Prometieron una gran paga. La mujer aceptó siempre y cuando esa retribución fuera mayor a un millón de piezas doradas. Sin pensarlo mucho Maldra pactó.
Esa noche antes de dormirse Lu escuchó al niño y al hombre de las cadenas hablar sobre su plan:
—No es buena idea dejar a Lu sola. Todos debemos volver —. Recordó Maldra.
—El plan tiene que funcionar, si no, no hay llave.
—¿Acaso eres idiota? Me prometiste que la llevarías arriba a salvo.
Para la siguiente noche, el plan se llevó a cabo. El palacio de Saigona era dorado con estatuas de huele pecados de plata colgados en las columnas. El ventanal iluminaba a las parejas con la luz de la luna creciente. «Por eso la cerámica brilla tanto», pensó vislumbrada la campesina indigna.
Shelaví se infiltró con las mejores ropas que el oro pudo comprar. Su vestido verde llamó la atención del gordo hombre. Sus ojos azules lo atraparon. Mientras ellos dos bailaban Maldra esperó paciente vestido de servidumbre con un chaleco negro de lana. Bli también aguardó, pero tardó más en entrar. En el salón pudo reconocer a Saigona. Su piel se puso más pálida de lo común. Con prisa sin perder su postura de mayordomo buscó al hombre de las cadenas.
—Maldra, hora de irnos —. Dijo entre dientes con una sonrisa.
—De qué hablas niño, el plan marcha genial.
—¿A caso eres tonto? —Se secó el sudor frio— Ese rostro no te parece conocido. Ese es el hermano de todo poderoso padre del tiempo Yehbal.
—¿Qué demonios hace aquí? —respondió incrédulo—. No importa. Ya llegamos demasiado lejos.
* * *
Lu esperó a las afueras de la mansión con sus manos listas para hacer la ruta de escape. En su mente aún daba vueltas la conversación que escuchó. Tenía miedo de entender las palabras «llevarla arriba». La luz de sus manos eran lo único que iluminaba su noche. Unas pisadas la pusieron en alerta. A sus espaldas estaba Saleyman. Asustada pidió auxilio mas el hombre la calmó al verlo guardar su arco y flecha.
—Interesante que ayudes a estas personas. Después de todo ellos te quieren regresar al cuarto de las voces.
Lo negó en un primer momento. Los recuerdos la atacaron. No quería creerlo. Su brillo se extendió por sus brazos.
—Estás mintiendo.
—Es más que obvio. Maldra quiere la llave para recuperar a su hijo, Bli lo ayudará y a cambio te entregarán a ti para que pases una eternidad sin saber si eres real o no ¿O por qué otra razón esos dos están trabajando juntos?
—Ellos no me pueden hacer esto. Ellos
—¿Te quieren? Eres un simple billete para un premio más grande.
* * *
Cuando la campesina puso sus suaves manos en el cuello del dios, Saigona cayó sentado con estruendosas carcajadas. «De verdad creen que me pueden engañar con un plan tan absurdo». Los falsos empleados fueron rodeados. La luna creciente estaba en lo más alto. Lenet esperó que Lu abriera la pared. Con el mínimo retraso Maldra cambió de plan.
Con una de las cadenas por los cielos, Maldra, Bli y Shelaví escaparon. Lu quiso esperarlos. Las palabras del arquero no la dejaron. «Imagino que estar ahí fue una pesadilla diaria».
—Ni siquiera sabía que eran los días.
Ellos llegaron a buscarla. No estaba detrás de la mansión, ni cerca o en alguna otra parte. Huyeron a las afueras de la ciudad donde pelearon por el plan:
—Te dije que era una pésima idea dejar a Lu sola —. Reclamó el Maldra en voz baja.
—Yo te dije que nos fuéramos antes, tu quisiste seguir con el plan y ahora no tenemos nada.
La campesina los interrumpió. Ella tenía el rubí.
* * *
—Mi fiel Saleyman, que traes para mí.
—Él me trae a mí —. Respondió la niña por el arquero.
—Esto cada vez se pone más interesante —. Contestó complacido y riendo el gordo dios.
—Lo que sea para complacer a mi amo —. Dijo el hombre de la flecha.