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Chapter 20 - Ojos grises.

Maldra apresuró el paso a pesar de la lluvia y el lodo. Temió que pasara lo pero con el niño. Aún no terminaba de comprender lo que le sucedía. Tenía tiempo de no sentirse tan impotente. No quiso mostrar su preocupación a la niña. No imaginaba lidiar con dos crisis a la vez. 

Lu sabía que Bli estaba mal. La incertidumbre la tenía con mariposas en el estómago. «Lenet se pondrá bien ¿cierto?» El hombre de las cadenas lo aseguró indeciso.

Feisa la amiga de Maldra los atendió en su viejo toldo en medio del bosque de la isla. Primero ella decidió calmar a los dos «Es Lenet, la mayoría de las cosas que dice y hace son puro drama». La mujer invocó su tablero dorado circular para diagnosticar el estado de Bli, mas al adentrarse vio una anomalía en el código del hijo de Sahi. Exaltada les pidió salir. 

Al tercer intento de Lu por preguntar lo que le sucedía a Bli, el hombre de las cadenas respondió al mostrar su inquietud:

—No entiendo lo que sucede. Vi a Lenet despedazar a un centenar de hombres con su vara y salir sonriente. ¿Por qué ahora se desmayó?

—Porque tus hombres eran eso, hombres —. Contestó Feisa quien salió del campamento—. Bli intentó desintegrar el código de un dios que es casi cien veces más complejo que el de cualquiera. 

Feisa habló a solas con el hombre. Lu los espió. No escuchó lo que dijeron, pero sí pudo ver el rostro de preocupación de los dos adultos. Ella guardó sus caras en su memoria. No la dejaron dormir en la noche. Así decidió ir a la fuente del problema. Mientras Feisa y Maldra descansaban, la niña se infiltró en la tienda de palmeras.  

Con cuidado se acercó a él. Bli dormía en una cama de bambú. 

—Hola Bli. Sé que estás descansando y todo eso, pero tengo que decirte gracias. Se que ya te lo dije, pero no sabes que tan agradecida estoy por lo que hiciste ayer o por lo de aquel día en la cueva. Se que no quieres hablar de ese día ni de muchas otras cosas como de que me quieres llevar al cuarto de las voces. —Ella no se sintió cómoda hablando de eso—. Sé que deseas volver a ver a tu tía, pero para qué volver si aquí hay personas que nos quieren —. Se dio cuenta del error—. Digo, que te quieren, tú me entiendes: Maldra, la campesina indigna, yo. —Le dio vergüenza admitirlo—. Quiero decir, —no había tiempo para enmendarlo— ya perdóname, no soy buena hablando. —Se percató que él no reaccionó—. No vas a decir algo. Por eso Maldra dijo aquello de ti aquel día en la playa. No quería decirlo, vez lo que me haces decir. Di algo niño tonto. —Lo tomó de los hombros y lo sacudió. No pudo contener sus lágrimas Las líneas azules subieron por sus antebrazos y por su rostro. El grito de dolor de Lenet despertó a los dos adultos. 

En la mañana Lu se disculpó por lo que hizo «No hay nada que disculpar» Feisa le sacudió el cabello blanco a la niña «No lo sabías». 

Lenet salió del todo con sus brazos vendados. «No había una forma de curarme sin esto tan estorboso». 

Lu miró feliz al niño. Él estaba de vuelta.