El viento sopló en contra de la montaña. Los sacerdotes sabían la señal. Los pies del segundo Lenet pisaron la ladera. Reclamó la insolencia de los líderes. Los hombres no se rindieron. Los rayos cayeron contra el foráneo. Las cadenas de Maldra lo pusieron a prueba. Sus manos controlaban el hierro. Él esquivó las embestidas montañesas. Destruyó las casas, puso en rigor las artes de los más grandes maestros. Los dos bloques lo golpearon. Se levantó inmutado.
Hedall lo recibió con un sin fin de rayos por la espalda. Maldra ayudó al montañés a rodear al hijo de Sahi. Él esquivó las cadenas. El padre de Yalep no recibió más de un golpe por infortunio. El envido lo hizo a propósito. Esperaba cansarlos y dar el último golpe. Weledyn temió lo peor. Le pidió a su hijo y a la niña buscar a Bli.
En la orilla de un río el niño de cabello rubio tiraba piedras para desquitarse por sus problemas. Asustado Yalep le recordó lo peor de sí. En el reflejo del agua él no estaba. Se disculpó y corrigió su error.
—No siempre podía hacerlo. Tuve que aprender para no espantar a la gente y a veces lo olvido.
Lu le preguntó por qué se asustó por el color de sus ojos. Desanimado recordó su temor.
—Es un vestigio de mi pasado. Es la forma en la que mi tía me recuerda que pude ser. Si ya estaba mal, ahora que escogí ganarme el cielo estoy peor. Infeliz y destinado a no importar más allá de la existencia.
Asustados le contaron de la visita inesperada. Al escuchar «Kaleck» el semblante del primer Lenet cambió. Decidido fue a enfrentar a su familia. Los dos niños lo detuvieron. «No puedes ir a enfrentarlo así de simple».
—A quién le importa. ¿Acaso importa algo de lo que haga?
—Claro que sí —. Afirmó Yalep. — Eres Lenet, el original Lenet. De seguro se te ocurrirá un plan ingenioso y genuinamente humíllate para acabar con tus víctimas.
Sonriendo para sí le dio la razón. Con un plan en mente los tres fueron al pueblo.
Sentado en el pozo en medio del pueblo Kaleck esperó a su hermano. Gritando el niño encaró al hombre de ojos verdes. Le advirtió de su humillación y le sugirió con amabilidad marcharse de ahí. A los alrededores sin ser vistos por el segundo Lenet los montañeses rodearon la escena. Frotaron sus manos para el momento.
—Nuestra tía, la siempre justa madre de la verdad Sahidra manifestó su tristeza al verte caer de forma tan miserable a la herejía.
Al subir al techo de uno de los vestigios de casas de madera Lenet respondió:
—Imagina que tan decepcionada estará cuando se entere que te derroté sin siquiera tocarte.
Antes de que el hermano mayor de Bli le cerrara la boca por insolente, Hedall, Dall, Toba, Weledyn y el resto de los montañeses electrocutaron el suelo. El hombre de ojos verdes y de gran estatura se encontró inmóvil. Al girar su cabeza vio como subida en uno de los bloques de Maldra con todo el impulso dado por el conquistador de mundos, Lu se aproximaba con su puño azul listo para romper su quijada. En su rostro quedaron marcadas las líneas del mismo color del cielo en el cual se perdió por la fuerza del impacto.
Aturdido en el cráter de su caída el segundo enviado entendió su error. Por eso habló con Saigona. Creó un plan. El hermano de Sahidra no participaría gratis. Necesitaba un incentivo.