Los tres fueron rodeados por los esbirros de Yehbal. El gordo hombre reclamó la falsedad en el trato. Exigió la devolución de la niña.
Bli temió el resultado. No quería perder algo peor. Se armó de valor e inició el ataque. Maldra protegió a la niña mientras Lenet hizo tiempo para el escape.
Lenet esquivó los golpes, respondió a ellos con cientos de bolas de luz. Creó un látigo brillante, con él empujó a Saigona varios metros hacia atrás. El arquero de las estrellas intentó atinarle a la cabeza del sobrino de la diosa de la justicia. Bli le ordenó a la flecha cambiar de dirección al mover su mano izquierda. Saleyman tuvo que esquivar su propio proyectil.
Yehbal llevó sus palmas hacia atrás y con su onda expansiva, se abalanzó sobre Maldra. Lu y el hombre de las cadenas vieron como el dios se estrellaría contra su medio de escape. Maldra se lanzó del carruaje, invocó sus cadenas y amarrando a Saigona al gordo hombre logró cambiar la dirección.
Bli saltó hasta el techo del carruaje. El niño vio como la cabeza de Maldra fue atrapada por sus propias cadenas y golpeada por su tío abuelo hasta dejarlo inconsciente. Lenet pensó en abandonarlo. Tenía la llave y a la niña. No podía hacerlo, menos cuando habían arriesgado tanto juntos. «Espero me perdones Maldra». Amarró la cintura de Lu a las riendas del caballo. Juntó las piezas, se tiró al suelo. Se puso de pie «Necesito salvarlo» y giró la llave.
El niño se adentró en la oscuridad. Abrió sus ojos y en su mano estaba su preciada vara. Salió por la puerta de la fortuna. Giró el bastón y lo golpeó contra el suelo. La gravedad ya no estaba. Levantó su brazo y una gran roca se levantó del suelo. Cuando la madera volvió a tocar la tierra, fue tarde para el dios. Como un meteorito lo lanzó a él y a sus esbirros lejos del hombre de piel oscura.
—Aléjate de él —. Gritó el niño con toda la fuerza que su garganta le permitió.
—¿O sino qué?
Antes de que el dios diera un paso, Lenet volvió a girar la vara. La golpeó contra el suelo y todos incluso la flecha con dirección a su cabeza flotaron. Bli giró su muñeca. Los esbirros se detuvieron al escuchar los alaridos de dolor de su amo. Primero sus dedos, luego la palma y por último su muñeca derecha se volvió polvo. Por el cuerpo del niño corrieron líneas amarillas. Sentía como se quebraba por dentro. Debía aguantar hasta que Yehbal diera el brazo a torcer. Saigona le suplicó parar.
—Esta no será la última vez que nos veremos hijo de Sahi —. Dijo cuando sus súbditos lo ayudaron a levantarse.
Maldra despertó. Aturdido ayudó a Lenet a mantenerse en pie.
A como pudo la niña detuvo al caballo. Vio como Maldra cargó en sus brazos al niño mientras cojeaba.
—Lamento haber usado la llave.
—Me salvaste a pesar de que pudiste haberme abandonado.
—El trato era que te ayudaba a robar la llave para encontrar a tu hijo. No creas que me he olvidado de eso último. Recuerda que yo siempre cumplo mis promesas.
Maldra lo subió al carruaje. Se afligió al verlo sus heridas lineales en sus brazos y cara. «Eres un tonto» lo abrazó.
Lu vio a Lenet. Le sonrió. «Te pondrás bien» la niña arruinó la madera del carruaje con sus lágrimas «Te lo prometemos» dijeron Maldra y Lu.
A pesar del dolor, Bli estaba feliz. «Así me sentía con mamá» dijo antes de cerrar sus ojos.