Con los elementos necesarios, adentrarse a las bodegas del santuario real de Sahidra fue tarea fácil para los tres bandidos de la calle. La excusa era creíble para Lenet. «Un gran botín» le dijeron a los hombres que cuidaban la puerta.
Los tres entraron a una bodega dorada llena de pasillos interminables de tesoros. Estatuas, monedas, insignias y botines. Todo ofrecido a la diosa de la justicia Sahidra para la expiación de pecados. Ellos no se sentían a gusto mientras las estatuas de huele pecados los observaban desde lo alto.
Tanto Lu como Maldra y Bli pasaron cuatro horas rebuscando entre los pasillos dorados. Fue hasta que los ojos azules de la niña vieron una caja de cristal el mítico engranaje.
Lu intentó crear la ruta de escape al tocar una de las paredes. Al momento del contacto se electrocutó y fue lanzada con violencia hacia atrás.
—Las paredes están protegidas por el poder de Sahidra —. Dijo una voz detrás de los tres bandidos.
Con sus capuchas blancas y el símbolo de las tres flechas apuntando al centro, los Monjes engañados hicieron su presencia ante los espíritus embusteros.
El mayor de ellos conjuró una mano gigante hecha de los botines y atrapó a Maldra.
—Ni intentes tu brujería con el suelo —. Le dijo uno de los monjes a Bli.
El niño no sabía que hacer, un movimiento en falso con sus ataques de luz y Maldra podía acabar muerto y ellos atrapados por siempre. Debía arriesgar. Estaba seguro. No tenía otra opción.
—Suelten a Maldra o destruiré el engranaje—. Gritó la niña.
Ellos aseguraron que no se atrevería. Ella tocó la caja de cristal. El vidrio se hizo polvo. Lu les pidió retroceder. Accedieron. Bli tomó la pieza. Los monjes también abrieron la puerta por petición de la niña.
Antes de ser atrapados, Maldra impidió lanzó uno de sus bloques. Las puertas del santuario de Sahidra se trabaron. Aún tenía una oportunidad mínima de escapar. Lenet hizo tiempo con un ataque de luz. El hombre de piel morena enredó a los guardianes con sus cadenas. Los tres bandidos pasaron por la abertura. El niño estaba listo para la pelea pero una flecha que atravesó las cabezas de los Monjes y regresó a su dueño frenó todo.
—Mi amo, Saigona está complacido con los tres bandidos de la calle por recolectar la corona y el engranaje para él.
—No entregaremos nada si no hay una paga de por medio.
El hombre con un ojo verde y el otro amarillo lanzó una flecha contra la niña. Ni las cadenas de Maldra ni la luz de Bli la detuvieron. El proyectil la enganchó de su vestido blanco al santuario.
—Perdonaré la insolencia de la mocosa. No es intención de mi amo causar daños graves a tan ingeniosa banda de ladrones. Por ello les suplico que cuando sus conciencias lo apetezcan entreguen con toda felicidad y parsimonia las dos piezas. Estoy seguro, no quieren afrontar grandes pérdidas —. El hombre vio a la niña.
A pesar de que tanto Bli como Maldra estaban en posición para pelear, él les dio la espalda. «¿Quién es él?» preguntó la niña mientras Lenet la ayudó a bajarse.
—Si Saleyman el arquero de las estrellas trabaja para Saigona ¿quién es él realmente? —respondió Maldra.