Revancha.
Después de que Lu se quejara por décimo quinta ocasión del calor, el hombre de las cadenas se hartó de caminar. Mientras comían el caldo verde que Maldra llamó «almuerzo» él le preguntó a la niña por cómo escapó del cielo.
—La puerta del cuarto de las voces se abrió y yo salí corriendo.
«Lo que quiere decir que hay un traidor en la casa de Golowy». Pensó mientras dio el último sorbo a su plato. Lu le regresó la cortesía al preguntarle de dónde sacó sus cadenas. «De un lugar muy caliente» contestó sin prestar mucha atención al notar que se acercaba una paloma. Mató el animal y leyó la carta. Sonriente le contó a la niña de cabello blanco su nuevo destino. «Encontré una casa para ti y no está muy lejos». Los dos se marcharon de inmediato. Maldra ya se imaginaba contando los sacos de oro.
Los dos llegaron a una granja. A Maldra se le hizo extraño que en las plantaciones no existieran rastros de vida. Aun así, su confianza fue restituida al conocer a sus clientes. Dos ancianos que los recibieron con una sonrisa. Él mostró la habilidad de la niña. Ellos quedaron encantados y le ofrecieron quedarse a cenar.
—Entonces estimado Maldra, ¿Se gana bien trabajando en las reventas? —preguntó el anciano.
—Siempre y cuando tenga buenos clientes, el negocio va con viento en popa —. El vio que ellos tomaban cucharadas de la sopa al mismo tiempo.
—Pero bueno, dejemos de quitarle el tiempo a este honorable sujeto mi vida. De seguro tendrá negocios más lucrativos que atender.
—Ninguno más que el de las colinas infinitas ¿te he contado esa historia Lu? —la niña lo negó con la cabeza—. Pacté una tregua con el idiota de Lenet y cuando el muy crédulo se dio la vuelta no tenía nada —. Todos en la mesa rieron a borbotones. Lu lo hizo solo porque la risa exuberante de Maldra le parecía graciosa.
El anciano se secó las lágrimas de tanto reír y agregó:
—Pero no saliste de ahí con las diez millones de piezas de oro.
—Es curioso cómo la gente cuenta las historias. Porque yo que recuerde, nunca mencioné qué fue lo que le quité a Lenet ni mucho menos cuánto. Eso solo lo podrías saber tú Bli.
La tierra se estremeció. Los dos ancianos se desplomaron. Maldra le gritó a la niña «Detrás de mí». El techo de teja de la antigua casa se rompió. Al aterrizar, el enviado favorito de Sahidra despedazó el piso de madera como si fuera un cometa muy pequeño. De piel pálida como la nieve. Cabello dorado como las monedas de Maldra. Ojos grises. Una pequeña boca que desvelaba satisfacción de al fin estar de frente a su enemigo. Bli saludó diciendo:
—Oh poderoso Maldra, mayor de los herejes hijos de Sahi. Creo que tu sabiduría es tan grande como para darte cuenta que manejas fuerzas que no puedes controlar.
—¿A qué te refieres engendro de Kenot?
—Esa niña es un peligro para los mortales, entrégamela y yo con mi piedad eterna prometo no repetir un desastre tan grande como el de la última herejía.
—Te tragaras tus palabras niño malcriado —. Maldra hizo aparecer sus cadenas.
—¿En serio? —Respondió Lenet confiado.
De la mano de Bli salió un rayo de luz azul que sacó disparado a Maldra de la vieja casa. El hombre de piel morena enterró uno de los bloques lo más profundo que pudo en el suelo. Arrancó un gran trozo de tierra. La jaló con su cadena. Le dio una patada que generó una onda expansiva de viento.
Lu se arrastró para no recibir el impacto. Bli repitió el ataque para frenar la velocidad del proyectil. Lo logró estallar antes de que llegara a la puerta de los ancianos. Lenet no se percató lo que venía atrás. Maldra con su pierna extendida estaba listo para machacar el cráneo del hijo de Sahi. Doblando su espalda hacia la izquierda, el niño logró esquivar el golpe. Puso sus manos en el suelo. Puesto en pie, no dudó en ir a afrontar a su adversario. De sus puños salieron dos esferas blancas. Fue con toda la intención de quebrar la enorme nariz de Maldra quien apenas se levantó del suelo.
Maldra esquivó el izquierdazo iluminado. Recibió con su oído el derechazo. Le regresó la cortesía al niño. Aprovechó el impulso del hijo de Sahi para hundirle su rodilla en el abdomen. Lenet apoyó sus manos en el suelo. Tomó fuerza para dar una voltereta hacia atrás. Con sus pies le atinó una patada a la barbilla fina del hombre de piel morena. Quería acabar la pelea de una vez. Alistó un ataque de luz con su mano para destruir por completo la cabeza del hombre.
El hombre de las cadenas sintió una punción en su espalda que lo hizo levantar su brazo. Su muñeca logró desviar el ataque de la mano de Bli a pesar de que no estaba equilibrado. Enterró su puño en el rostro del niño y a su vez la cabeza de Lenet se clavó en el suelo.
Lu y Maldra salieron huyendo en medio de la noche. Bli se levantó. Mareado lanzó varios ataques contra los dos. Los rayos de luz levantaban la tierra. El hombre de piel oscura se quedó atrás para hacer tiempo. Usó sus cadenas para enredar los pies del niño mas no lo logró. Él era más ágil. Lenet se elevó y atacó con su brillo desde la planta de su pie. El señuelo encandiló al hombre de las cadenas. Desde sus espaldas, lo atacó con su puño iluminado.
Desorientado, Maldra vio como Bli perseguía a la niña. Extendió su cadena por los cielos y atrapó la cima de una colina. Agarrándose con sus dos manos y enterrando sus pies por el esfuerzo la arrancó. Lenet alzó su mirada e intentó destruir el proyectil con su luz, pero se dio cuenta demasiado tarde.
El impacto empujó a Lu montaña abajo. Maldra dio un salto y giró sobre su propio eje. El peso de los bloques le dieron tal velocidad que abrió un portal. Lo llevó a la niña. La tomó de la mano. Toleró el dolor de las líneas azules subiendo por su brazo. Se montaron al carruaje con toda prisa.
La cerca de la granja moviéndose les dio a entender que la tierra se estremeció de nuevo. Bli se elevó. Concentró tanta luz en su mano derecha que la niña creyó ver una estrella en la tierra. Lenet al mover su torso hacia adelante la dirigió hacia los dos fugitivos.
Maldra se subió al techo del carruaje «Sujétate de lo que puedas Lu», le dijo a la niña a lo que ella contestó llena de pánico «Pero si yo no me puedo agarrar de nada». El hombre de piel oscura giró uno de los bloques con su muñeca hasta que la misma parecía haber desaparecido. La jaló y al apoyar su tronco hacia atrás. Le dio una patada que generó tres ondas expansivas. El choque entre la roca y la luz resquebrajó la tierra. Desapareció el camino y trajo las laderas a bajo.
Lu creyó que moriría, pero Maldra tomó las riendas del caballo. Lo dirigió entre las partes del camino que se caían. Cuando este se acabó, él clavó una de sus cadenas en tierra firme y con la otra sostuvo su carruaje. Sin gran complicación puso a sus pertenencias a salvo.
—¿Crees que lo vencimos? —preguntó la niña que paralizada había enterrado sus manos azules en el piso del carruaje.
Satisfecho contestó:
—Sí y además podemos salir gananciosos.
Los dos fugitivos se aventuraron montaña arriba donde encontraron al niño inconsciente y enterrado en lo más profundo de una fosa. Maldra lo encadenó a su carruaje, lo subió al techo del mismo.
—¿Será buena idea llevarnos a quien casi hace un par de minutos nos mata?
—Creo que lo podría vender por unos cuantos sacos de hermoso oro—. Dijo sonriente al subir al carruaje y partir al siguiente pueblo.