El día después de haber descendido al tercer nivel de la mina, el grupo no tuvo ánimos de intentar nada nuevo, así que quemaron el tiempo descansando en la habitación inicial. Aún quedaban unos sabrosos insectos secos que podían echarse a la boca, además de los odres de agua que, afortunadamente, a todos les quedaba para beber.
Fue la última ocasión en que masticarían, ya que ahora sí que de verdad la comida se terminó.
Era mediodía, según lo estimado. A través del agujero del techo caía el agua de la lluvia que golpeaba torrencial ahí fuera. El sonido abrumador apenas permitía oír a los chicos cuando hablaban, forzándolos a levantar la voz. ¿Eso de ahora había sido un trueno? La luz era cada vez más opaca, como si fuera a anochecer pronto.
Ainelen tiritaba del frío. Cuando abría la boca el vapor emanaba de ella disolviéndose en el aire. Necesitaba orinar, así que se puso de pie y fue hacia la salida al túnel.
—¿Estarás bien? —preguntó Holam. Parecía empeñado en mantener un ojo sobre ella, lo que honestamente no la molestaba. Pero... ¿cómo se lo decía?
—Voy contigo —Danika se levantó y al hacer contacto visual con Ainelen, fue como que ambas comprendieran el asunto.
Salieron de la habitación y Ainelen se fue a un rincón lo suficientemente lejos de su compañera. Al finalizar, se tomó un tiempo para otra cosa. Sacó su camisa y desvistió su hombro izquierdo. La mancha escamosa no había cambiado en absoluto su apariencia. Ojalá fuera así con las molestias. En ese mismo instante, la parálisis comenzó a actuar.
Ainelen suspiró, preocupada de lo que estaba haciendo a escondidas de sus amigos. Usó la mitad de un hechizo curativo sobre sí misma, calmando las molestias y recuperando la movilidad normal de su cuerpo.
¿Tendría esto un fin? Solo parecía empeorar.
«¿Hasta cuándo pretendes seguir ocultándolo?», dijo una parte de su mente. «Sería mejor decirles la verdad».
«No puedo hacerlo. Si lo hago se irán. Me abandonarán».
«¿Tan poca fe tienes en tus amigos? Eres una farsante, Ainelen».
Claro que lo era. Estaba muy consciente de eso, pero su valoración de ella misma ya estaba por el suelo, así que no era nada nuevo.
Dándose prisa para no preocupar a Danika, la joven regresó y ambas fueron con los chicos.
Los siguientes dos días fueron de exploración. El equipo no encontró señales de goblins en los primeros dos niveles. Aparentemente la zona había pasado a control suyo, en contraste con el tercero, donde en un par de ocasiones fueron capaces de divisar desde la cavidad a tres goblins grandotes dedicándoles miradas asesinas.
Intentaron bajar al tercer piso, pero luego de debatir sobre lo peligroso que sería, dieron marcha atrás. Así pasaron tres días más, donde sobrevivieron comiendo planta que pillaron en cualquier rincón.
Esa mañana, el grupo discutió.
—Estoy cansado de toda esta mierda —espetó Amatori. Arrojó con ira el tallo de una planta luego de masticarla con cara de perro rabioso.
—Yo también lo estoy —respondió Danika, clavando sus ojos azulados en el muchacho—. Seguramente para Nelen y Holam también es así.
—¡¿Entonces por qué no bajamos y ya?! Tenemos a una curandera. Podemos hacerlo. Si nos quedamos aquí sin hacer nada, ahí sí que moriremos de hambre.
—Ojalá fuera tan fácil como dices.
El bajito se puso de pie de un salto y caminó a zancadas hacia el túnel.
—¡Todos son una tropa de cobardes!, Tú igual Danika, pensaba que eras diferente.
Ante la preocupada mirada de Ainelen, Amatori desapareció en las sombras. Esperaba que no hiciera ninguna locura por su cuenta.
—Perdón.
—¿Por qué te disculpas, Nelen? —Danika estaba serena a pesar de todo.
—Porque... bueno, ustedes son fuertes, pero yo no. Si no fuera tan débil, probablemente seríamos capaces de llegar más lejos. Debo ser una carga.
—Te equivocas. Eso no tiene nada que ver. Entiendo que Amatori esté enojado, pero la verdad es que yo tampoco tengo ninguna solución. Soy una cabeza de pollo cuando se trata de ser ingeniosa.
Ambas chicas estaban cabizbajas, sentadas la una frente a la otra.
—Los amigos están para apoyarse en momentos así —dijo Holam, llamando la atención de Ainelen y Danika. Al parecer ninguna se esperaba oír algo como eso de su boca—. Creo que Vartor habría dicho una cosa de ese estilo si estuviera aquí.
Oh.
Hubo sonrisas en los tres cuando recordaron a Vartor.
—Sí —Ainelen asintió.
—Somos amigos, y los amigos no dejan que uno de ellos caiga. Si eso pasara, en ese caso nos hundimos todos juntos.
—Igual puedes sonar poética, Danika.
—¡¿Poe...?!, ¡¿yo qué?!, ¡¿te estás burlando de mí, Holam?! —El rostro pecoso de Danika se enrojeció de la vergüenza.
—Era un halago.
Ainelen soltó una risita.
******
Ya llevaban alrededor de una semana en la mina abandonada. A pesar de las usuales discusiones que a menudo Amatori protagonizaba, de alguna manera el equipo lograba encontrar la calma y se reunía a pasar las noches cuidándose las espaldas fielmente.
La lluvia cesaba de vez en cuando, pero continuaba cayendo tal como se lo ordenaba el invierno. Una mañana, Ainelen se despertó con el sonido similar al de una cascada. De hecho, cuando abrió los ojos, sí que caía una cascada desde el agujero. Interesante. En el pasado se trataba solo de goterones y pequeños chorros, no obstante, ahora el flujo se había incrementado notablemente.
El grupo decidió que aprovecharían de usarla para bañarse, así que organizaron turnos para chicas y chicos.
Con todos los problemas que rondaban la cabeza de Ainelen, había olvidado cuan asquerosa se hallaba después de tanto tiempo sin limpiarse como era debido. Si pensaba detalle por detalle lo que ignoró, probablemente le daría un ataque al corazón.
Había bastante que la aquejaba, así que aprovecharía incluso de lavar algunas prendas.
Algo que la preocupó en ese momento, fue la idea de que Danika descubriera la mancha escamosa de su costado superior. Ainelen se hizo la tímida, dejando de lado esos pensamientos donde se veía apreciando desde cerca el físico de su compañera. Así que se bañó al otro lado de la cascada, sin posibilidad de que la rizada pudiera verla.
Uolaris, el frío era insoportable. Era como si el agua quemase la piel, dolían hasta los huesos.
Danika también estaba lavando esas prendas.
—A veces me pregunto por qué tuve que nacer mujer —gruñó ella—. ¿Cómo te ha ido a ti?
—¿Yo? Bueno, es complicado.
—Ajá. Ahora mismo ando con un dolor de cabeza.
—Oh, eso es desagradable. Por lo menos a mí no me dan muy fuerte.
—Eres afortunada.
Solo por curiosidad, Ainelen se había intentado aplicar un hechizo de curación en esos días, pero descubrió que los meridianos no se veían afectados. Al ser un proceso natural, era como si su cuerpo estuviera impecable. Rayos.
Luego de bañarse ellas, venía el turno de ellos. Ainelen y Danika prendieron una pequeña fogata en la habitación del yacimiento para secar su ropa y ganar temperatura corporal. Estuvieron largo rato conversando hasta que sus compañeros regresaron.
******
El frío que hacía era asqueroso, más que la suciedad que Amatori intentaba sacar diligentemente de su cuerpo. Refregó su cabellera ondulada con la yema de los dedos. Ahí debía limpiar bien.
«Maldición, ha crecido mucho», pensó, al estirar un mechón que llegaba más allá de su hombro. Era una cualidad del pelo ondulado, se veía mucho más corto de lo que en realidad parecía. Ahora que con la humedad se alisaba, pasaba la línea de la clavícula. La barba también se notaba áspera en su mentón, aunque ya se había hecho la idea de lidiar con ella.
Ni el agua fría le quitaba el revoltijo que sentía en la barriga. Tal vez en su estómago estuvieran creciendo bichos tan geniales como él. Qué bien.
Tímidamente, Holam se bañaba al otro lado de la cascada. Era como ver una estatua de mármol. El tipo era demasiado pálido.
«Qué me fijo en él. Como si me gustaran los hombres», pensó Amatori, quitando su vista rápidamente.
Se hallaba en un estado de constante molestia. Sentía que el tiempo pasaba demasiado rápido, que estaba perdiendo la oportunidad de intentar cosas nuevas. Y es que le habría encantado ser capaz de hacer todo por su cuenta, pero hasta alguien tan magnificente como él tenía un límite. Necesitaba a los demás para avanzar.
No había insistido más en su idea de bajar a los niveles inferiores, así que se había dedicado a explorar el territorio que les pertenecía, además de practicar con su diamantina. La espada se estaba comportando un poco rara, más endeble, por decirlo así. Danika mencionó que el diamante azul ante la luz del sol se volvía rígido, así que el efecto contrario podía ocurrir ante la oscuridad prolongada. Eso llevó a que descubriera un nuevo truco. Lástima que a este paso no podría ponerlo en práctica.
Los chicos se secaron y vistieron. Amatori tenía marcados bíceps y abdominales en su piel casi morena. Holam, por su parte, era delgaducho y sin sazón. Lo que no tenía de él era la altura, claro estaba.
Una idea llegó a la cabeza del bajito.
—Está muy helado, ¿no crees?
—Sí.
—Últimamente te llevas bastante bien con Danika. Se notan más cercanos. Supongo que esas noches dándose calor mutuo debieron ayudar —Amatori hizo una mueca burlesca.
Durante un momento, Holam se detuvo, entonces continuó abrochando su camisa.
—No pasó nada de eso.
—¿No? Qué pena. Creí que lo habían hecho. Yo con Nelen lo hicimos más de una vez.
Esta vez sí que el pelinegro se quedó estático durante más tiempo. Ahí, atento. Amatori observó con ojos sagaces la expresión de Holam. No era fácil deducir qué era lo que se le pasaba por la cabeza, sin embargo, de alguna manera detectó que se había molestado.
Eso era lo que buscaba. ¿Tal vez sí?, ¿tal vez no? Amatori sospechaba cada vez más.
—Ya veo —dijo Holam, poniéndose de pie para ir de inmediato hacia el túnel. Amatori lo siguió con una sonrisa triunfal.
El grupo se reunió alrededor de la fogata. Entre las llamas, a veces el joven de cabellera ondulada imaginaba que giraba un sabroso cordero o un vacuno jugoso. Supremo Uolaris, cómo deseaba comer carne. ¿Y si se comían un goblin? A todo esto, ¿Cómo sabía la carne de uno?
Amatori bostezó, entonces, antes de que dijera algo aleatorio, fue interrumpido por Ainelen.
—Chicos, vayamos a los pisos de abajo.
Todos se voltearon hacia ella con ojos abiertos de sorpresa. Parecía una broma, pero de verdad Ainelen tenía una mirada seria en su rostro.
—Usaré mis poderes curativos para sanarlos y también apoyaré en combate. No voy a dejar que uno de nosotros caiga otra vez.