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Chapter 26 - Capítulo 26

Steven se expresa expectante. —Para nuestro alivio los únicos enemigos que quedan son estos. Malo que cada uno de estos vale por veinte más que los de antes.

Yo le corrijo adoptando una posición de ataque con mi espada al lado de mi cuerpo. —Me parece que el número es mayor, porque yo maté por mi cuenta a muchos más de veinte y al anterior no le pude hacer ni un rasguño, solo darle un poco de dificultades.

Alfred organiza el plan de ataque. —Los arqueros y los que no tienen habilidad al centro para que nos sea más fácil a los demás apoyarles en caso de que estén en peligro— Luego señala a los nuevos enemigos y nos dice a Elizabeth y a mí. —Irán, Princesita, a por esos cabrones que nosotros les cubrimos la espalda cuando se les ocurra aparecer por atrás. Aquel nos tomó por sorpresa, pero estos no lo harán.

Me agacho casi al ras del suelo flexionando lo más posible mis piernas y tras sentir como estas se llenan completamente del poder espiritual salgo a tal velocidad como nunca antes lo había logrado, en el suelo donde tenía posicionados los pies solo queda un cráter. Y en el momento en que inicio el movimiento se puede escuchar un estallido similar a una detonación al haber superado la velocidad del sonido.

En acto inmediato llego hasta donde se encuentra el espectro con la espada larga y sin darle la más mínima oportunidad a escaparse, le rebano en dos mitades desde la altura del hombro.

Luego me dispongo a ir en contra del que tiene la lanza, pero nada más logro despojarle de un brazo, que interpone junto con la mitad de su arma.

Elizabeth se enfrenta al otro espectro pero a está le resulta un adversario muy difícil, ya que bloquea constantemente sus ataques con su escudo y después se le aparece en cualquier dirección alrededor de ella al punto que la logra herir en el hombro, pero cuando ella piensa que va a perder tras atacar a su enemigo demasiado lento, producto del agotamiento de lo prolongado del intenso combate que ya se ha hecho defensivo por su parte, el espectro surge en el aire justo detrás de ella ya dispuesto a acabar con su vida, aparece Gabat que a percibido su ataque sorpresa, clavándole una de sus hachas en las costillas.

El espíritu maligno se queja del dolor con un gruñido y después se teletransporta de la misma forma que hizo con la chica pero obviamente Gabat lo percibe y le bloquea cruzando sus hachas por encima de su cabeza, dándole la oportunidad a Alfred que se había acercado minuciosamente para decapitarlo.

Yo no le doy tregua al enemigo restante y le persigo a donde quiera que se intenta escapar, me hago el sorprendido al escaparse de uno de mis ataques esperando a sentir la ligera briza en mi espalda que causa su teletransportación; le atravieso el pecho sin mirar atrás con toda seguridad de su posición, al mismo tiempo que le digo arrogantemente. —Caíste imbécil.

Termino muy satisfecho con como enfrenté a los enemigos pero sumamente agotado, tanto así que solo tengo la oportunidad de sonreír a mis compañeros que se acercan a felicitarme y luego colapso sobre mis pies.

Claudine es la primera en llegar a donde estoy, sostiene mi rostro y me dice muy asustada. —¡¿Irán que te ocurre?! ¡¿Te hirieron?! ¡¿Irán?!

Empiezo a escuchar su voz que se va haciendo cada vez más distante, hasta que pierdo completamente el conocimiento; lo último que veo es a Gabat que hace girar el reloj de arena que hay en el centro del lugar, además de escuchar a Steven que advierte a los demás. —¡Preparence que ahí viene la última ola!

Tiempo después despierto sobre mi cama en el dormitorio con la muy adorable y gentil Claudine sentada junto a mí sosteniendo mi mano.

Sentirme así de apreciado me hace feliz como nunca en la vida, a tal medida que aunque me quiera hacer el dormido mi incontrolable sonrisa de alegría me delata.

Claudine lo nota de inmediato y con los ojos humedecidos, menciona a la vez que me da un cálido abrazo. —¡Irán, que alegría que estás bien! Aunque Melias nos había dicho que solo era que estabas muy cansado y necesitabas descansar, yo no pude evitar preocuparme. Verte caer al suelo como lo hiciste, te juro que hizo que mi corazón se resquebrajara de dolor— Pronuncia a la misma vez que me abraza con más fuerza.

La única idea que me pasa por la mente es... «Si esto no es el paraíso, nada lo es»

En el momento justo en que ella toma un poco de distancia, nuestras miradas se encuentran muy de cerca creando la situación perfecta para darme un gentil beso que en estos momentos mi corazón pide a gritos al notar su evidente intención en esos brillantes ojos claros como estrellas.

Escuchamos a alguien que hace un ruido con su garganta para llamar nuestra atención, provocando que nos separemos velozmente muy apenados, en especial Claudine que de forma muy graciosa y linda se sonroja y oculta la mirada, lejos de la expresión sonriente de Alfred que pronuncia con sarcasmo. —Bueno parece que se están llevando muy bien. Espero no haber interrumpido nada.

Al oír está frase lo único que pienso es... «maldito sinvergüenza se te ocurrió aparecer en el momento más inoportuno posible»

Continúa hablando insinuando descaradamente lo que sucede. —Y por cierto Irán, no te quieras imaginar como ella lloró mientras te traíamos al portal; por favor no le vuelvas a hacer algo así que verla así me puso muy triste. ¡Me entiendes insensible!— Me habla con rudeza tomándome de la camisa, a lo que yo hago sintiéndome mal por la gentil Claudine y algo intimidado por el carácter de mi compañero.

—¡Si te entendí Alfred! Te prometo que no volverá a suceder.

Tras escuchar el jadeo armado por la gruesa voz de mi compañero los demás se acercan a felicitarme por mi increíble desempeño contra los espectros, donde hasta el arrogante de Steven me realiza un cumplido diciendo sin poder mirarme directo a los ojos. —Te felicito Irán; en verdad que me sorprendiste con haber acabado con esos dos tan fácilmente.

Los demás también me inundan con elogios como... —¡Eso fue fenomenal! ¡Eres mi ídolo!— y otras cosas.

Pero la alegría que siento se desvanece al percatarme de algo y comprobar preguntando. —¿Aquí están todos?

Gabat me responde con total seguridad. —Si, a excepción de que perdimos a uno de los tres que faltan por descubrir su habilidad en la última oleada de monstruos, todos desde que cruzamos el portal no nos hemos separado esperando a que te despertaras.

Entonces yo respondo muy alarmado. —¡¿Y el chico que tiene el arco explosivo, dónde está?!