Chereads / El Juego de los Elegidos [Finalizada] / Chapter 30 - Capítulo 30

Chapter 30 - Capítulo 30

Kingsley que se despierta con mis gritos dice tan sorprendido como yo. —¡¿Pero cómo es posible?! Si cuando yo le entregué la guardia estaba en perfecto estado. Ni siquiera había tenido yo ningún tipo de dificultad; la noche estaba muy tranquila.

Gabat le dice acusándolo y sacando sus hachas listo para atacar. —¡No te hagas el tonto Kingsley! ¡Ese fuiste tú! ¡Tú eres el Sombra del Abismo!

El enfurecido chico después se dispone a ir en contra del nigeriano para matarle pero es detenido por Elizabeth que se interpone en el camino dándole un fuerte empujón con sus manos para reprocharle su actitud tan poco razonable. —¡No seas estúpido Gabat! Acaso no te das cuenta que eso es lo que quiere el asesino; que nos dividamos y peleemos entre nosotros. ¿O acaso el frío te ha nublado el juicio? Kingsley solo era el que estaba por delante en la guardia, más nada.

—¡¿Y entonces porqué no le mataron a él y si a Vladimir?!— Se mantiene el chico inculpando a Kingsley.

Steven le responde con su habitual e insondable voz elocuente y arrogante. —Porque Vladimir era un blanco mucho más fácil. Recuerda que Kingsley puede hacer su piel tan dura que no hay que sea capaz de atravesarla. Y menos aún el Sombrero del Abismo se atrevería a atacar a alguien tan temprano en la noche sabiendo que estaría muy alerta al no poseer demasiado sueño.

Gabat entra en razón de que sus acusaciones son infundadas y sin ningún tipo de coherencia, se calma un poco pero entonces su desconfianza se gira hacia el chico de cabello teñido y le pregunta. —Tienes razón en todo lo que dices. Pero, ¿qué me asegura que el asesino no eres tú? Porque como veo lo razonaste todo con mucho detalle como si lo fueras.

Steven le contesta sin ningún tipo de presión. —Pues nada. Como nada concreto a parte de tus suposiciones de que porque soy mucho más inteligente que tú y fui capaz de deducir el porqué de que Kingsley no lo hizo; que es en lo que te basas para inculparme.

Gabat le dice muy ofendido y furioso. —¡Yo no sé si tú eres el asesino o no; yo lo que si sé es que te voy a enseñar a respetar a los demás!

El chico se dispone a arrojarle una de sus hachas a Steven cuando Alfred le toma la mano y le realiza una técnica para dejarle inmóvil derribándolo y posicionando el brazo que este tenía en alto por detrás de su espalda y concluir diciéndole con algo de ira y desconfianza. —Por si no te has dado cuenta ahora mismo el que parece el más sospechoso eres tú Gabat. Desde que te despertaste lo único que has hecho a sido estar acusando a otros de ser el asesino y estar buscando pelea. Te recomiendo que te calmes y pienses un poco en tu actitud, sino quieres acabar siendo tachado como el culpable que tanto buscas.

El exmilitar lo libera de la llave y el chico solo se queda callado por unos segundos mientras mueve su adolorido hombro para hablar muy sumiso. —Tienes razón aquí el paranoico y sospecho he sido yo. Pero les voy a demostrar mi inocencia, denlo por seguro— Concluye viendo con recelo a Steven.

Ya resuelto éste peligroso incidente, le hacemos una tumba a Vladimir cubriéndolo con varias rocas y después le ponemos una cruz improvisada con dos ramas atadas con una corteza de árbol.

En el momento que estamos manteniendo silencio por nuestro compañero, Kingsley me murmura bastante perturbado. —Irán, temo mucho de como vaya a acabar esta prueba.

Le hablo acompañándole con su angustia. —A mi también Kingsley, a mi también.

Terminado el humilde entierro comenzamos a reunir toda la carne de oso que podamos llevar en bolsas que hacemos a partir de la misma piel de la bestia.

Proseguimos con el viaje y poco más tarde del mediodía conseguimos salir del bosque para comenzar a adentrarnos en las laderas rocosas de las montañas.

No logramos avanzar demasiado, por que la noche nos alcanza viéndonos obligados a acampar entre las grandes rocas de los riscos casi que a la intemperie. Por suerte todavía hay uno que otro árbol seco que nos sirve para hacer algo de fuego. Pero no obstante ya las temperaturas a esta altitud son ligeramente más bajas que en el altiplano y Kingsley junto a Gabat no hacen más que temblar descontroladamente por mucho que se acercan al fuego. Cosa que es muy normal en ellos ya que en las regiones de donde provienen no hay semejantes temperaturas tan bajas. Les veo tan mal que llego a pensar que puede que no vayan a conseguir llegar al amanecer.

Nada más amanece lo primero que hago es ir a comprobar si se encuentran bien, y me encuentro con la sorpresa de que ambos están durmiendo muy acurrucados uno con el otro que nada más que les sacudo para comprobar si están vivos, se despiertan y al verse uno frente al otro inmediatamente se alejan con expresiones de rechazo rotundo.

Gabat comenta asqueado. —Pero que cosa mas horrible se siente el saber que dormí abrazado de un hombre.

Kingsley pronuncia con el mismo escozor en sus palabras —Y que lo digas es horrible. De sucederme algo así en mi país me estaría ganando que me ejecutaran por tacharme de gay.

Continúa hablando Gabat tratando de calentar su manos con las brasas del fuego. —En verdad pensé que yo anoche iba a morir. En Filipinas nunca había sentido un frío así de intenso.

Yo les digo muy aliviado al ver que están bien. —Olvidando el incidente extraño, lo bueno es que están bien. Que es lo que en verdad importa.

Luego Kingsley pronuncia asustado al notar algo insólito en sus pies. —¡Oh, mierda! ¡No siento los dedos de mis pies!

Edith que escucha nuestra conversación acude rápidamente a examinar el pie de nuestro compañero quitándole con su permiso las botas, y en cuanto ve los dedos completamente ennegrecidos con algo de escarcha en los extremos, pronuncia con pesar. —Ya es demasiado tarde. La hipotermia te los ha quitado.

El nigeriano solo puede lamentarse por la adversidad de perder sus dedos. —¡No me lo puedo creer! ¡Esto es algo horrible!

Edith le advierte. —Te recomiendo que envuelvas tus pies por fuera con tela o el mismo cuero con que traes la carne, eso si quieres impedir que la hipotermia siga avanzando.

Kingsley sin objetar las indicaciones comienza a rodear sus botas con listones de la piel de los sacos que corta con la ayuda de mi espada.

Termina de abrigar bien sus pies. —Listo— Dice muy satisfecho.

Luego nos asustamos todos por un fuerte rugido que proviene del cielo.

Steven pregunta inquieto. —¡¿Qué rayos fue eso?!