Me quedo completamente atónito con el trágico e inesperado suceso a tal nivel que mi mente se queda completamente en blanco por varios segundos, lo único que hago es dejar que mis lágrimas salgan por si solas con un rostro inexpresivo diciendo una y otra vez... —¡¿Por qué, por qué, por qué me pasa esto...?!— Después reacciono con una ira y deseo de venganza que jamás había sentido en toda mi vida. —¡Lo voy a matar yo mismo! ¡Ese era Alfred! ¡No sé cómo, ni porqué, pero esa fuerza era la de él!
Elizabeth manteniendo distancia al ver mi extremo enojo, me dice haciendo lo posible por que me calme un poco. —Irán por favor, trata de calmarte que me da miedo verte así.
Le respondo todavía enojado. —¡¿Y cómo quieres que me sienta tras haberla perdido así?! ¡Y por culpa de ese maldito que juro que le voy a dividir en dos con mi espada! ¡Hasta creo que ni haciéndole eso es suficiente para compensar todo el sufrimiento que me ha hecho pasar hasta ahora! ¡Si antes le quería matar ahora lo único que deseo!
Steven bastante afectado me habla para hacerme pensar con claridad. —Yo te apoyo Irán y te aseguro que en cuanto le encontremos voy a hacer lo posible por acabar con él al igual que tú. Pero en lo que tenemos que centrarnos es en continuar avanzando, que de seguro nos lo volvemos a encontrar antes de llegar al portal.
Le digo con saña y renuente a continuar esperando. —¡¿Y permitir que nos tienda algún otro tipo de emboscada como hizo ahora mismo?! ¡Primero me corto la garganta yo mismo a dejar que eso se repita! ¡El mero hecho de saber que ese engendro respira el mismo aire que yo, es algo que hace que mi sangre hierba! ¡Ahora mismo voy a por él y no me voy a detener hasta ver su cabeza rodar por el suelo!
Después miro con atención un rastro de sangre oscura como signo del estado en descomposición que se encuentra el cuerpo de Alfred, el cual a penas se puede ver en la nieve.
Digo antes de comenzar a seguirlo a toda velocidad. —Esa sangre es la suya y es la misma que me llevará directo a él.
Ignoro las palabras de mis compañeros que me dicen muy preocupados y precaviéndome del peligro. —¡No lo hagas Irán que eso es una trampa!— Pronuncia Steven.
—¡Eso es justo lo que él quiere que hagas!— Me advierte Elizabeth.
Sigo el rastro de sangre podrida bastante lejos, desviándome de la ruta que tenía que seguir, hasta que lo pierdo por la constante nieve que cae del cielo.
Al encontrarme en dicha situación frustrante, comienzo a cansarme de buscar una y otra vez la sangre para poder continuar con mi cacería.
Empiezo a gritar a los cuatro vientos muy furioso y desesperado. — ¡Mal nacido! ¡¿Dónde te ocultas?! ¡Ven, enfrentame y acabemos esto de una vez!— Pero no recibo respuesta.
La tormenta no hace más que volverse más intensa y los vientos son tan fuertes que me es difícil poder mantenerme en pie, la visibilidad es completamente nula con los copos de nieve adentrándose en mis ojos constantemente.
El frío comienza a hacer su mella también, tiemblo de forma descontrolada a tal nivel que mis dientes chasquean entre sí, me sangran los labios, arden mis ojos igual que la nariz con cada aspiración que hago, además que casi ni la siento igual que el resto de mi cara y los dedos de los pies y manos. Evidentemente me estoy congelando y lo que más me molesta y me hace seguir adelante sin rendirme ya no son las ganas de vivir sino el hecho de que muera sin haber podido vengarme de quién me arrebató a Claudine y a varios de mi compañeros.
Me encuentro a punto de ceder por el frío y el cansancio de batallar con la fuerza del viento y la nieve que no para de amontonarse, dificultandome el poder caminar aún más, agregando que ayuda a que el congelamiento en mis piernas se acelere por estar en constante contacto con la fría nieve.
Me comienza a dar mucho sueño, cosa que yo sé perfectamente que es una muy mala señal y que si no lo doy todo para no dormirme voy a perecer.
No importa cuanto me resisto comienzo a sucumbir quedándome medio dormido, tropiezo con una roca que está por debajo del manto blanco de copos de nieve, caigo de rodillas y casi por unos segundos me rindo, pero viene a mi mente la hermosa sonrisa de Claudine, logro alzar la cabeza negado a rendirme todavía. Entonces siento un aire caliente que me acaricia el rostro con gentileza y es cuando veo lo que parece la entrada a una calida caverna.
Arrastrándome y haciendo un esfuerzo sobrehumano consigo entrar a la bendita cripta y lo primero que hago es acercarme lo más posible a una grieta que por su interior circula lava hirviente.
Me retiro el abrigo y botas para exponer mis extremidades a medio congelar, al calor.
Una vez en un estado mucho mejor y empuñando mi espada comienzo a explorar los alrededores con la idea de que posiblemente el Sombra del Abismo se pueda encontrar aquí.
Después de haberme adentrado un poco puedo sentir un fuerte mareo que hace que pierda el equilibrio a la vez que me pregunto confundido —¿Pero qué me está pasando?— Caigo completamente desplomado sobre uno de mis hombros.
Estoy a punto de perder el conocimiento cuando escucho unos pasos acercarse lentamente acompañado del sonido metálico de algo que va rodando por el suelo, con la vista nublada apenas distingo a lo que se aproxima como una silueta oscura bastante confusa.
Meintras avanza hacia mí, una voz algo parecida a la de Alfred pero con la diferencia de oírse más grotesca lascivamente después de reír muy satisfecho, dice... —Respirar demasiado aire caliente hace eso, por si no lo sabías Irán. En cuanto a mí que soy un cadáver, no necesito hacerlo— Dice disfrutando de mi estado actual. —Sabía que ibas a venir justo hasta aquí. Así de dócil y sumiso es como te quería, para disfrutar destriparte vivo— Finaliza saboreando sus labios con placer, riendo nuevamente.
Dado a este fatídico desenlace, lo único que puedo hacer es observar a mi enemigo sintiéndome muy arrepentido de mi decisión, pensando asustado pero también con enojo. «¡¿Maldición, por qué ignoré lo que me dijeron Elizabeth y Steven de que era una trampa?!»
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