No he acabado de pronunciar la última palabra y le ataco con mucha ferocidad.
Llega a mi mente el recuerdo de la persona que desde que llegué a éste sitio me extendió su mano sin conocerme en lo absoluto, y aunque fue poco el tiempo en que nos conocimos, yo lo consideraba como un gran amigo mío.
Ya prácticamente puedo sentir el olor de su sangre en mi mente a punto de dividirle la cabeza a la mitad, cuando me doy cuenta que estoy cortando el aire.
Me quedo completamente confundido por un segundo, hasta que Elizabeth me sorprende arrebatando mi arma de mis manos y me dice muy asustada. —Irán, él no es nuestro enemigo.
Yo le respondo intentando recuperar mi espada inútilmente, porque se teletransporta lejos del alcance de mis manos. —¡¿Cómo te atreves a decir semejante cosa?! ¡Él es un demonio, igual al que asesinó a Alfred y usó su cuerpo como títere hasta el final! ¡Seres así lo único que se merecen es morir por el filo de mi espada!
—Ese es el problema, él no es un demonio. Solo está enfermo.
La información me hace recordar a la cicatriz que me mostró Melias, me detengo y me calmo un poco pero de igual forma todavía desconfío así que sugiero para salir de dudas. —Es posible lo que tú dices según lo que me contó el instructor Melias. ¿Pero que me asegura que en verdad no es un demonio? Necesito pruebas si quieres que confíe.
Luther me confirma con elocuencia. —Estás en lo cierto Irán. Además después de lo que te sucedió es perfectamente normal que seas así de desconfiado. Aspecto que considero que debes mantener. Pero la prueba que necesitas es fácil de mostrar y te la doy con una pregunta. ¿Desde el momento en que cruzaste el portón, tu arma o la de los de cualquiera aquí presentes les hizo algún tipo de advertencia como la que hacía cuando se enfrentaron al Sombra del Abismo?
Entro completamente en razón al darme cuenta que eso no sucede en lo absoluto y me expreso muy arrepentido. —Estas en lo cierto, mi espada jamás hizo nada similar.
Luego me dirijo incapaz de verle a los ojos de la vergüenza por mi actitud irracional, al Administrador que me observa seriamente. —Lo lamento mucho, señor. Me dejé llevar por las apariencias y las emociones, sin haber pensado con claridad antes de actuar. Sé que vos me dijiste que debía corregir eso la primera vez que hablamos antes de la primera prueba, y yo le aseguro que me he esforzado por corregirlo, pero me han sucedido tantas cosas difíciles en el trayecto hasta aquí, que no puedo evitar ser impulsivo.
El Administrador me responde comprensivo. —Lo importante es saber reconocer los errores propios y arrepentirse de haberlos cometido, para cada día hacer lo posible por enmendarlos buscando así superarse cada vez más a uno mismo. Recuerda estas palabras que estoy seguro que te serán de mucha utilidad en el futuro.
Se da la vuelta y continúa hablando observándose en un espejo con mucho sufrimiento plasmado en sus ojos. —Yo te lo digo no solo por compartirte una frase de sabiduría, sino que también porque yo mismo una vez fuí impulsivo e irracional en el pasado que conllevó a consecuencias terribles que aún hoy después de tanto tiempo tienen sus efectos y no es solo el mal que consume mi cuerpo— Suspira con una expresión de sufrimiento y continúa. —Todo lo que ha sucedido hasta ahora tienen su inicio en mis acciones. Por haber cometido la gran estupidez de no haber mostrado piedad cuando en verdad tenía que haberla tenido; pero me dejé llevar por la ira y ni tan siquiera quise escuchar antes de blandir mi espada. Yo pensaba que por ser un arcángel no iba a cometer errores y eso fue lo que más hice durante aquella guerra que está a punto de volver a ocurrir— Se gira y le comunica a todos con modestia. —Se que a todos les puede parecer que yo simplemente los estoy usando para enmendar mis errores del pasado, pero os suplico que no lo vean de ese modo, porque de ser posible yo mismo lo haría, pero estoy condenado igual que los demás instructores y la sanadora Ilina a esta prisión dimensional para evitar que nos conviertieramos en lo que nuestros compañeros acabaron siendo por estar tan lejos de la luz de Dios como si fuéramos exiliados.
Elizabeth le pregunta desconfiada. —¿Pero qué hicieron en sí para acabar encerrados aquí, que no haya sido algo indebido?
—Los doce arcángeles decidimos renunciar a nuestras alas para salvar a Helment de la destrucción por las hordas de demonios comandadas por el emisario del caos, Kairon. Y tras haber librado muchas batallas le logramos derrotar en una gran batalla final donde dos de los nuestros murieron. Pero lo peor vino después por varios de nosotros haberse corrompido por la codicia y las ansias de poder desencadenándose la Guerra de Los Caídos y arrastrando a muchas personas que apoyaron a los dos bandos. Nosotros ganamos, ¿pero a qué precio? Xaviel mi subcomandante me traicionó y ahora está liderando los ejércitos del Señor Oscuro como su nuevo emisario.
Steven decide aclarar una inquietud observando incrédulo al instructor Luther. —¿Entonces eso quiere decir que todos ustedes son arcángeles?
El imponente instructor mismo le responde. —Si lo somos y te lo puedo comprobar fácilmente para que no me continúes mirando de ese modo.
Seguidamente saca una daga y se corta ligeramente la palma de la mano permitiendo que desde su interior brote en vez de sangre, luz.
El asombrado chico se expresa inmediatamente lo mira. —¡Es luz, es cierto, esto es increíble!
Todos quedamos maravillados con la demostración de Luther y el Administrador continúa hablando al observar con agrado que plasma en una sonrisa ante nuestra reacción. —Increíble verdad. Parece incierto que esa luz pueda ser corrompida. Todos excepto Dios, somos seres imperfectos que pueden ceder ante las malas tentaciones.
Seguidamente cambia radicalmente el tema de conversación. —Ahora me les presento que no he tenido la oportunidad de hacerlo con todo lo sucedido. Mi nombre es Silvant, comandante de la división de arcángeles para salvar a mundo de Helment— Termina alzando una espada completamente plateada muy detalladamente trabajada con decoraciones de espirales, creando un magnífico patrón en su empuñadura y cruces en su hoja dispuestas consecutivamente una debajo de otra que hace surgir entre un haz de partículas luminosas en su mano nada más la extiende.
Después yo le pregunto ante la incertidumbre que me causa pensar en las siguientes pruebas por los pocos que quedamos ya. —Disculpe señor Silvant, pero mis compañeros y yo necesitamos saber cómo van a ser las pruebas que nos faltan.
Hace desaparecer su espada de la misma forma en que la hizo aparecer y nos dice. —Precisamente de eso es de lo que les quería hablar cuando pedí que los trajeran aquí. Ya no habrán más pruebas. No queda tiempo ya, ni la cantidad de ustedes necesaria para continuar. Solo podemos enviar a cinco personas a cada mil años, mi poder no me da para más.
Elizabeth le reclama al entender que desde un principio nada más podían ir cinco y por consiguiente el objetivo de las pruebas era ir reduciendo el grupo hasta solo conseguir la cantidad deseada. —Si nada más pueden ir cinco, ¿porque solo no trajiste hasta acá esa cantidad y no tener que hacer sufrir a tantas personas en vano?
Silvant le contestas con pesar. —Tienes razón en lo que dices en parte, porque a mí mismo no me gusta en lo absoluto este método de eliminación. Pero tuvimos que recurrir a este método porque podemos traer a personas hasta aquí tras su muerte pero no podemos elegir a los que traemos y por consiguiente en una ocasión que solo trajimos a la cantidad exacta enviamos a personas que nunca merecieron esa oportunidad porque acabaron algunos haciendo todo lo contrario para que los deseábamos. Pero ahora urge más que nunca que ustedes los cuales han demostrado con honores que son dignos de ir, vayan y cumplan su misión.
Kingsley es el primero en comenzar a festejar por la noticia. —¡Si, finalmente vamos a poder reencarnar!
Todos nos abrazamos muy alegres y Claudine hasta deja salir un par de lágrimas por la felicidad.
Entonces se percibe un gran estruendo que sacude bruscamente todo el lugar haciendo que caigamos al suelo.
El Administrador dice confundido. —¡¿Pero qué fue eso?!
Inmediatamente despliega algo similar a una pantalla circular con su magia y podemos ver como surge un portal de color violeta justo en medio de la sala principal de donde empiezan a salir cientos de demonios con apariencia muy similar a la humana, lo que considerablemente más altos y con dos cuernos en sus cabezas, armados con todo tipo de armas toscamente fabricadas con armaduras negras que solo dejan ver el rojo intenso de sus ojos.
Al ver lo que sucede pronuncia Silvant completamente sorprendido. —¡¿Pero cómo es esto posible?!