Después la chica añade tanto frustrada como con enojo. —Me irrita la idea aceptarlo pero después de haber visto lo que les hizo a los demás, creo que no vamos a poder vencerle.
Yo le digo teniendo en la mente un plan. —No, todavía podemos hacer algo. Ven, acércate para decirte cómo— Le invito con la mano.
Elizabeth se acerca al igual que Claudine, a las que le cuento mi idea en voz baja.
Tras oír mi propuesta Elizabeth reacciona dudando de sí misma. —¡Pero yo nunca he sido capaz de hacer eso!
Le respondo con toda confianza en sus capacidades. —Pues es momento de que te superes a tí misma, si quieres que salgamos con vida de está.
Mi amiga se toma muy en serio mis palabras y muy determinada acepta con movimiento de su cabeza.
El demonio pronuncia muy confiado y prácticamente burlándose al vernos tramar algo. —No importa lo que estén planeando, ustedes mismos saben que nada le va a impedir a mi hacha probar su carne. Para que vean que soy alguien misericordioso les tengo una propuesta. Si dejan que los mate sin ofrecer resistencia ni darme ningún tipo de dificultad, les prometo que lo haré de la forma más rápida e indolora posible. Simplemente les cortaré la cabeza de un solo corte. ¿Qué os parece? ¿Buen trato verdad?
Yo le contesto ofendido con arrogancia desmedida. —A mí lo que me parece es que estás cantando victoria muy pronto. ¡No vamos a hacer ningún trato contigo que no sea acabar con tu despreciable existencia!
Nuestro enemigo deja ir una carcajada burlándose de nuestro espíritu inquebrantable. —Me sorprende cuán ingenuos son. Yo sabía que eras una persona que no se rinde con facilidad Irán, pero no que eras tan estúpido de no aceptarlo cuando no tienes escapatoria. Pero bueno, yo les ofrecí una buena oferta y la despreciaron, no me culpen por el sufrimiento por el que les voy a hacer pasar ahora— Termina con una sonrisa macabra.
Le hablo desafiante. —Eso está por verse— De inmediato le ordeno a Claudine con un grito. —¡Ahora!
Ella de inmediato apunta hacia nuestro adversario y le envía una lluvia de flechas las que éste bloquea y desvía con mucha facilidad por medio de sus hachas, a lo que se expresa decepcionado. —Les hará falta algo mucho mejor si tan siquiera quieren que me sea un poco difícil acabar con ustedes.
El demonio se libra de la última flecha y justo frente a él aparece Elizabeth que desaparece casi al instante y vuelve a resurgir tras de él tratando de apuñalarlo, pero el astuto ser ya esto se lo había previsto y consigue atrapar la lanza antes de que entre en contacto con su piel y le menciona con total libertad. —Ya eso lo hiciste una vez y viste que no te resultó, ¿que idea absurda te hizo pensar que ahora iba a ser diferente?
Ella le responde molesta con su arrogancia, pero segura de lo que está por hacer. —¡Esto!—
Se teletransporta de nuevo pero está vez lo que hace es aparecer en la misma posición extendiendo completamente su arma hacia el frente, dando lugar a que está haya aparecido atravesando el cuerpo del completamente atónito demonio que nada más dice —¡¿Pero cómo...?!
Yo no lo doy la más mínima oportunidad a pensar en nada y luego de llenar completamente mis pulmones con aire a la par que preparo mis brazos con mi espada a la altura de mi cabeza, realizo un potente corte y acumulo el poder que mi arma me otorga; salgo cuál estrella fugaz contra nuestro tan odiado enemigo, para cortarle en múltiples pedazos a tal velocidad y certeza que solo después de haber terminado es que todos los fragmentos de su cuerpo se desploman en el suelo, y es cuando yo menciono con vos entrecortada por la falta de aliento que me causó este definitivo movimiento. —Veamos si ahora puedes unir todo tu cuerpo, como hiciste antes con tu brazo.
Termino de hablar y sucumbo sobre mis pies al perder hasta la última gota de energía como señal que he rebasado ampliamente el límite de la cantidad de poder espiritual que puedo usar.
Todo se torna oscuro en un santiamén y lo único que puedo oír es una voz que se va haciendo cada vez más distante; es Claudine muy asustada que dice una y otra vez. —¡Irán, resiste por favor! ¡Quédate conmigo! ¡IRÁN!
Lo último que alcanzo a percibir antes de perder todos mis sentidos es un gran rugido y la voz de Elizabeth advirtiendo. —¡No puede ser el dragón!— Precedido de algo muy parecido a una gran explosión.
Me despierto asustado, pensando en que ahora he muerto sobre una de las camas de la enfermería en la base por nombrar a aquel sitio de algún modo, junto a mí puedo ver a Kingsley y a Steven en otras dos camas más durmiendo plácidamente.
Suspiro aliviado al ver que estoy en perfecto estado y después recuerdo lo sucedido antes de desmayarme haciendo que entre en pánico pensando. «¡El dragón..., Claudine! ¡Tengo que ir de inmediato a ver si está bien!
En cuanto me dispongo a bajarme de la cama entra por detrás de una cortina azul que da a otra habitación la sanadora que me sonríe gratamente al verme despierto y le avisa a los demás que parecen estar en el cuarto contiguo —Chicos, ya Irán despertó. ¿No quieren verle?
La primera voz que escucho es la de Claudine que reacciona muy alegre y emocionada. —¡¿De verdad?! Apartense de mi camino que voy a verle.
Sale a toda velocidad que casi tira a la sanadora de la desesperación con que viene y salta sobre mí dándome un fuerte abrazo y diciendo tan emocionada que se le salen las lágrimas. —Irán no sabes lo feliz que me siento al verte bien. Casi me muero de la tristeza cuando te desmayaste de nuevo. Cuando te ví tan pálido pensé que en verdad ibas a morir. Me pongo triste tan solo de recordarlo— Comienza a sollozar. —Y para colmo está es la segunda vez que me haces eso. ¡¿Por qué siempre te esfuerzas tanto que pones tu vida en riesgo?ñ— Me reclama dándome ligeros golpes en el pecho con sus puños.
Yo le respondo sosteniendole las manos y mirando sus ojos que me observan con sorpresa. —Sino me esforzara así nunca hubiera sido capaz de proteger todo lo que es importante para mí.
Claudine se queda paralizada con mis sutiles palabras y tras haber vuelto en sí se sonroja como un tomate, agacha la mirada para que yo no vea su linda expresión de nervios.
Con todo el ajetreo creado por Claudine regañándome con anterioridad, Kingsley y Steven se despiertan, con éste último diciendo muy aliviado. —Que suerte que estoy bien pensé que iba a morir asfixiado por mi propia sangre.
Le responde seriamente la dama que nos salvó la vida. —Y la verdad que no faltó mucho para que eso sucediera. Tú e Irán me fueron casos tremendamente difíciles, hacía ya mucho tiempo que no trataba a personas en un estado tan crítico como en el que estaban ustedes— Después se me refiere mirándome. —En especial tú Irán. Se puede decir que te rescaté de los brazos de la muerte, porque tu corazón estuvo detenido por un par de minutos después de que te trajeron aquí.
Claudine de forma automática reacciona con una mirada furiosa que llego a pesar que ahora sí me va a pegar; cosa que casi hace alzando su puño, pero se detiene cuando irrumpe en el lugar los instructores Melias y Luther con el más corpulento, comunicándonos con autoridad al ver a la mayoría con pijama. —Alistense rápido que el Administrador quiere verlos.
Steven le corrije. —Será hablarnos, porque él nunca se nos ha mostrado en persona.
—No, está vez quiere hablar con ustedes cara a cara.
Todos en la habitación nos quedamos mirando uno al otro completamente asombrados.
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