La chica se queda pensativa un breve tiempo y no hace más que darme la razón respondiendo. —Pienso y siento lo mismo.
La conversación finaliza en un absoluto silencio hasta que vemos salir las primeras luces del amanecer.
Ya casi a horario del mediodía llegamos a una zona donde podemos ver la roca agrietarse por doquier y expulsar constantemente agua hirviendo por ya estar muy próximos a la cima del cráter.
La situación se complica cuando Kingsley mira en la distancia en el cielo, preguntando impresionado. —¿Y acaso eso que yo puedo ver es una de esas ventiscas que tanto ustedes le temen?— Dice mirando al gran cúmulo de nubes oscuras que se dirige a nuestra posición.
La tormenta no tarda en llegar y nos azota con sus fuertes vientos helados que crean hielo hasta en las pestañas. Kingsley ya prácticamente no puede caminar por los temblores que le causa la helada y yo me veo obligado a ir en su ayuda haciendo que se apoye en mi hombro al igual que Claudine por el otro lado que le alienta. —Vamos King no te rindas, tu puedes.
La ventisca es tan intensa que la nieve en el suelo no tarda en aumentar varios centímetros más, en menos de una hora y la visibilidad es muy escasa, tanto así que no se puede ver más allá de un par de metros al frente, cosa que hace muy difícil visualizar los pequeños géiseres que hay por toda la ladera, dando lugar a que Elizabeth meta su pie en uno de ellos y por el terrible dolor que le causa no pueda evitar dar un fuerte grito.
Poco después de ello podemos sentir un fuerte temblor a lo que Kingsley pregunta. —¿Qué fue eso, un temblor de tierra?
Claudine le responde muy asustada. —No, algo mucho peor— Después le advierte a Elizabeth. —¡Elizabeth una avalancha, ponte a cubierto tras algo!
Nosotros tres rápidamente nos protegemos tras un montón de rocas que tenemos cerca pero a Elizabeth no le va tan bien y cojeando se dirige hacia una saliente cercana pero desgraciadamente tropieza en el camino y cae.
Yo le digo muy preocupado por ella. —¡Vamos apresurate que ahí viene!— Mientras observa como la avalancha se acerca a toda velocidad llevándose consigo to aquello que se cruza en su camino.
Ya cuando veo que el tiempo no le va a alcanzar para escaparse yo digo muy dispuesto a ir a ayudarla. —Voy por ella— Pero Kingsley me detiene diciendo. —Detente, ya no puedes hacer nada por ella. Es demasiado tarde.
Yo me quedo a observar impotente mientras la gran y brutal masa de nieve se la lleva a rastras justo delante de mis ojos.
—¡No!— grito completamente destrozado y callendo de rodillas para mirar al suelo. —¡¿Cómo es esto posible?! Por muy irritante que fuera en ocasiones era muy buena persona—
Comienzan a querer salir lágrimas de mis ojos, cuando escucho una voz que hace que todo mi pesar y tristeza desaparezcan de golpe cuando dice bastante sorprendida.
—Increíble Irán. Quien diría que me tuvieras tanto aprecio— Cuando alzo la mirada puedo ver a Elizabeth muy risueña y en perfecto estado justo en el lugar adónde ella se dirigía, la que dice aliviada. —Por suerte que pude emplear a tiempo mi habilidad de teletransporte, porque sino ahora mismo estuviera rodando ladera abajo con toda esa nieve.
Después se expresa Steven para nada sorprendido apoyado encima de una de las rocas con las que nos pusimos a cubierto, seguido de haber descendido lentamente sobre está por haber usado su habilidad para escapar elevándose. —Suerte que a tí también te dió el tiempo suficiente para poder usar tu poder de teletransporte. Aunque no creas a mí también me fue difícil conseguirlo así de repentino.
Le digo un poco sorprendido con su aparición. —Ya me estaba comenzando a preguntar donde estabas que no te veía por ninguna parte. Por suerte lograste salir ileso también.
Luego miro a todas partes y pregunto muy preocupado. —¿Y Alfred?
Responde Kingsley dirigiendo la mirada hacia la cima. — Yo le ví saltar en aquella dirección justo antes de llegar la avalancha.
Casi de inmediato y golpeando muy fuerte con una pierna a las rocas que quedan junto a nosotros, aparece el Sombra del Abismo haciendo que mis compañeros a mi lado y yo rodemos directo hacia el vacío. Steven rápidamente toma mi mano y yo la de Kingsley que sostiene con su otro brazo a Claudine que no para de gritar aterrada mientras todos a excepción de Steven que sujeta mi mano con ambas manos desde el borde colgamos en el aire.
Mi mano comienza a ceder ante todo el peso que representan la chica y el nigeriano y yo me esfuerzo hasta mi límite por no dejarles caer, diciendo en pánico —¡No, no, no, aguanten por favor!
El Sombra del Abismo desenvaina su espada y se dirige contra Steven con está en alto, pero segundos antes de que corte a éste con su arma, Elizabeth le ataca muy enfurecida diciendo. —¡Eso no te lo voy a permitir! — Ataque que el demonio bloquea con su escudo con dificultad.
La pelea continúa y la chica se mantiene completamente a la ofensiva, pero el enemigo aprovecha que logra esquivar uno de sus ataques y da un fuerte pisotón en el suelo que hace que la piedra se rompa y se separe en varias porciones que se elevan, provocando que una de estas haga que la joven pierda el equilibrio quedando completamente a la merced del demonio que precipita su espada seguro de acabar con ella.
Pero eso no sucede, pues justo antes de que el hierro entre en contacto con su piel, ella se teletransporta justo detrás de él y le consigue apuñalar expresándose con aires de victoria. —Tú no eres el único que sabe hacer trucos— Pero ella se adelanta a los acontecimientos porque su arma no logra entrar demasiado profundo en el cuerpo de su rival, porque éste consigue sostenerla justo a tiempo.
Elizabeth que ve que no consiguió lo que se proponía comenta frustrada. —¡Mierda, no puede ser!
El demonio retira fácilmente la hoja de la lanza de su torso y después arroja a un lado a está con Elizabeth todavía sosteniéndola la cual todavía persistía en conseguir hacerle más daño.
La joven rueda por el suelo un par de metros y justo cuando se reincorpora ya el Sombra del Abismo ha desaparecido, dejándola mirando a todas partes con una mirada incrédula.
Steven le dice entre dientes ya en su límite de poder continuar sosteniendo a los demás. —¡Se largó ya, ven y ayúdame que no puedo más!
Pero ya es demasiado tarde, mi mano alcanzó su límite y contra toda mi voluntad libero a mis compañeros y yo no hago más que gritar completamente destruido. —¡NO!— Mientras veo como caen al precipicio, desapareciendo entre la espesa nevada.