El pequeño espacio metálico estaba impregnado de una atmosfera opresiva. Los gemidos de dolor resonaban en el espacio, amplificados por las paredes cerradas. El grotesco olor metálico de la sangre invadía todo, envolviendo al involucrado en una realidad de dolor y sufrimiento.
La zona golpeada aun palpitaba con un dolor intenso, una punzada constante, que aumentaba al igual que su rabia. Cada inhalación era un recordatorio del daño recibido, mientras la sangre, aun corría desde la nariz rota hasta su barbilla dejando un rastro cálido y pegajoso. Tanto el olor, como el dolor reflejaban la crueldad recibida en el ataque. El tono morado comenzaba a extenderse bajo su piel, evidencia de la brutalidad del impacto.
Aun con la agonía del dolor presente, logro incorporarse con esfuerzo, los daños infligidos en sus partes y rostro, le impedían levantarse. Cada movimiento arrancaba una mueca de sufrimiento, el escozor y la pulsación constante en las zonas dañadas.
Comenzó a buscar en los bolsillos del pantalón. Finalmente encontró su teléfono. Al sacarlo, sus dedos, torpes por el dolor y el temblor, navegaban entre sus contactos. No se detuvo hasta encontrar el numero de su becario, presiono para marcar. mientras esperaba ansioso una respuesta.
No fue mucha la espera; ya que una voz suave, sonó al otro lado de la línea.
- ¿Louis? ¿Esta todo bien? -preguntó la joven, con evidente preocupación.
Inhalando con dificulta, respondió:
- Necesito que vengas.... ahora mismo -logró decir con la voz quebrada, intentando mantener su habitual tono.
- En seguida voy. ¿Dónde está? -dijo, captando la gravedad de la situación.
- Primera...planta... Ven rápido.
Colgó antes de escuchar una respuesta, su cuerpo al limite debido al dolor y la fatiga.
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La habitación parecía respirar junto a ellos, el aire denso y cargado de una tensión inusual. Todo una mezcla de sensaciones intensas y confusas: el ardor en sus pieles y el deseo desbordante. Conscientes de que no debía suceder, pero sus cuerpos ya habían aceptado lo que esta por pasar.
La tenue luz de la luna se filtraba a través de las cortinas, cubriendo los cuerpos entrelazados en un halo plateado. La habitación impregnada por un calor palpable, los rastros de ropa desgarrada marcaban el camino.
Los gemidos aumentaban con intensidad, sincronizados con la urgencia de calmar sus cuerpos, la necesidad primitiva de entregarse por completo. El sudor cubría su piel, reflejando destellos plateados bajo la luz lunar, mientras cada movimiento se volvía mas urgente, mas frenético.
Liliana no supo cuanto tiempo duro su desenfrenado encuentro. Su cuerpo tembló violentamente cuando el climas la alcanzo, desbordando cada fibra de su ser. Sintió como su acompañante sucumbía también al éxtasis.
Cerró los ojos, intentando recuperar el control de su respiración aún errática. Podía sentir como su acompañante se apoyaba en su hombro, su respiración agitada al igual que la suya.
El colchón cedió bajo el peso del cuerpo ajeno cuando él se dejo caer hacia el lado opuesto, rompiendo el contacto entre ellos. Liliana permaneció boca abajo, sus músculos aun tensos, mientras abrió los ojos con lentitud. La luz de la luna bañaba su piel desnuda, destacando la delicada elevación de su pecho con cada bocanada de aire. Miro hacia el hombre, la poca iluminación no le permitía distinguir los rasgos del hombre junto a ella.
La fatiga comenzó a envolverla, sus parpados pesados cedieron con facilidad. Sin palabras, sin pensamientos claros, permitió que Morfeo la arrastrara, mientras el eco de lo vivido aun vibraba en el aire.
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La luz de la mañana se filtraba a través de la apertura de las cortinas. El estridente sonido del teléfono rompió el silencio, obligando que se levantase de la cama. Al extender su brazo hacia el otro lado de la cama, solo lo encontró vacío y frio al tacto. Su acompañante había ido antes, sin dejar rastro.
Provocando una una risa de desprecio en William.
"Primero me usan y después lo desechan", pensó dejando que la ironía le arrancase una sonrisa torcida.
El teléfono seguía sonado insistentemente, interrumpiendo sus pensamientos. Recorrió la habitación con la mirada, hasta localizar sus pantalones tirados en el suelo. Se dirigió hacia a ellos, inclinándose para buscar en los bolsillos. Hasta encontrar el dispositivo, todavía vibrando con una persistencia irritante.
- ¿Sr. Park?¿Donde se encuentra? -preguntó Joseph con tono urgente-. El Sr. Oliver, me comunico que no apareció, durante la noche y que no logro localizarlo.
- Quiero que me traigas las grabaciones, de las zonas en las que pase anoche, después de salir del nigth club -ordeno William, su voz cargada de autoridad-. Y tráeme una muda -añadió, dejando entre ver una clara irritación en su tono.
- Si Sr. Park -respondió Joseph con tono firme para después colgar.
Tras terminar la llamada, William se dirigió al baño, sus pasos pesados resonando en la habitación. Mientras el agua corría en el lavabo, sus recuerdos comenzaron a vagar hacia los eventos de la noche anterior, fragmentados como piezas de un difícil rompecabezas difícil de armar.
Tras salir del baño, William encontró un portatrajes cuidadosamente colgado del gancho que sobresalía del armario empotrado. Sin pensarlo demasiado, lo descolgó y lo coloco sobre la cama. Comenzó a cambiarse con movimientos metódicos, casi automáticos.
El silencio de la habitación lo envolvía, roto solo por el leve roce de la tela mientras se vestía. Cada acción parecía meticuloso, pero su mente seguía atrapada en los fragmentos de la noche anterior. Cada recuerdo, envolvía al hombre en un rostro frio y distante.
Tras terminar de cambiarse, camino hacia la puerta, dejando la habitación atrás. Su rostro era una mascara de frialdad, al cruzar el umbral, Joseph se encontraba esperándolo en el pasillo.
La figura de Joseph, impecable y calmada, proyectaba una amenaza silenciosa. Sin embargo, su mirada envió un escalofrío que recorrió la columna del hombre. Aquellos ojos helados hablaban de ira contenida, de una furia meticulosamente controlada.
Alguien cometió el imperdonable error de ofender al mismo diablo, su sola presencia bastaba para transmitir a aquel que había osado desafiarlo no tendría escapatoria.
Sintiendo el peso de la situación, la postura de Joseph se irguió. Su espalda recta y su mirada fija proyectaban una seguridad aplastante.
- Sr. Park, estos son los videos recuperados por las cámaras de seguridad -dijo Joseph con voz firme, extendiendo una Tablet hacia el.