Liliana se dejo llevar por el hombre, sus movimientos parecían dóciles, pero una mirada fría y calculadora permanecía oculta tras los mechones que caían sobre su rostro.
El hombre, confiado al ver la sumisión de esta, no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción. Observo que no había nadie alrededor antes de sacar su teléfono del bolsillo. Con movimientos rápidos, se deslizo por sus contactos, hasta llegar al número deseado y lo marco.
El tono de llamada resonó un par de veces antes de que alguien respondiera al otro lado.
- Oye, tengo una -dijo con una sonrisa socarrona que se reflejaba en su voz-. Y esta de muy buen ver. La llevo a la habitación, te mando su foto.
La voz del hombre al otro lado respondió con entusiasmo, lo que provocó una risa en el hombre antes de colgar. Con confianza descarada, enderezó Liliana, retirando torpemente el cabello que cubría su rostro.
- Oye, preciosa, déjame ver esa carita -murmuró mientras encuadraba el rostro de Liliana en la cámara de su teléfono y tomaba una foto. Satisfecho envió la imagen y guardo el móvil.
Al guardar su dispositivo, el hombre dejó que se mirada recorriera a Liliana con deseo creciente, sus ojos intentaban enfocar el rostro de su atacante.
Esa expresión indefensa parecía alimentar aún más los impulsos oscuros del hombre, que dio un paso hacia ella, incapaz de contenerse. Sus manos comenzaron a recorrer su cuerpo.
- Sabes... -susurró con una sonrisa que helaba la sangre-. Podemos jugar un poco antes. No pasara nada por si te pruebo antes.
La intención en sus palabras y su tono cargado de lujuria generaba un ambiente opresivo. Liliana, comenzó a entender la magnitud de la situación. A pesar de su estado, tendría que actuar rápido. En el estado en el que se encontraba no podría noquear al sujeto.
Mientras divagaba en sus pensamientos el hombre, la guiaba hacia el ascensor. Cada paso que daba, su mente luchaba por despejarse, anqué el mareo iba en aumento.
Cuando este llegó, el hombre la empujo al interior con brusquedad. Un fuerte cuerpo la aprisiono contra la fría pared metálica, sus manos recorrían su cuerpo con desesperada obsesión, mientras sus labios se deslizaban por su cuello, lamiendo y dejando besos invasivos.
- Dejaras de sentirte mal pronto -dijo el hombre, con una sonrisa burlona y voz ronca- Verás que te lo pasaras muy bien.
Con una mirada dispersa, Liliana hacia lo posible por mantenerse alerta. Escuchó el sonido del ascensor indicando la llegada a la planta y, sin dudarlo, aprovechó el momento.
Con un movimiento rápido, su rodilla impacto en las partes bajas de su atacante. Un grito ahogado salió de los labios del hombre mientras se doblaba de dolor, llevándose las manos hacia la zona del dolor. Aprovechando su vulnerabilidad, Liliana le agarro del cabello con fuerza, y, con un segundo movimiento ágil, su rodilla aterrizo con precisión en su rostro. El impacto fue suficiente para que se tambaleara hacia atrás, provocando un nuevo alarido de dolor, la agonía de este era evidente.
Sin esperar a que se recuperara, Liliana salió corriendo del ascensor. Sus pasos eran rápidos y desiguales, impulsados por la adrenalina, necesitaba alejarse todo lo posible antes de que se recuperase y fuera tras ella. Los pasillos parecían interminables, haciendo que empeorara con el mareo, pero su instinto la mantenía en movimiento.
Mientras corría por el pasillo, Liliana pudo distinguir a una camarera del hotel saliendo de la habitación. Sin dudarlo, acelero el paso y, antes de que la joven lograra cerrar la puerta por completo, se escabulló al interior.
La camarera, sorprendida, apenas pudo procesar lo que había ocurrido. Observo con ojos muy abiertos como Liliana desaparecía en la habitación. Algo en su interior le decía que nada bueno iba a salir de todo esto.
- ¿Por que solo me pasan estas cosas a mi? -murmuro para si misma, con irritación y resignación en su voz-. Diosito, te lo suplico, que esto no me traiga problemas.
Sin embargo, la curiosidad pudo mas que su instinto de alejarse. Pego la oreja a la puerta, intentando captar algún sonido que le diera un pista de lo que ocurría adentro. Pero el silencio que le devolvió la habitación solo aumento su frustración. Con un suspiro resignado, recogidos su carrito de limpieza y se dirigió al ascensor de servicio. Mientras esperaba que las puertas se cerraran, un pensamiento fugaz cruzó su mente: "Ojalá no me haya metido en algo peligroso, ese hombre tenia pinta de tener malas pulgas"
En el interior de la habitación, Liliana soltó un profundo suspiro de alivio. Su cuerpo, tembloroso y debilitado, se dejo caer contra la pared, mientras sentía el frio del revestimiento en su espalda, fue deslizándose lentamente hasta quedar sentada en el suelo.
Su respiración irregular, cada inhalación un recordatorio del esfuerzo que había realizado. Cerro los ojos un momento, llevándose una mano a la frente y notando la humedad de su propia piel. El calor seguía ardiendo en su cuerpo; lo que la habían administrado estaba haciendo efecto. Necesitaba aliviar esa tensión desesperada que la consumió.
Con las fuerza que la quedaban, intento levantarse. Sin embargo sus piernas flaquearon debido al dolor en su pies. Para evitar caer, logro agarrarse al aparador de la entrada, pero uno de los adornos rodo hasta caer al suelo.
Sin preocuparse por el objeto. Toda su atención estaba centrada en deshacerse de los tacones que comenzaban a dejarle marcas dolorosas en los tobillo y plantas. Con dedos temblorosos, se inclino para intentar quitárselos, pero el vestido dificultaba la labor obligándola hacer un esfuerzo adicional.
Cada movimiento parecía una batalla; su cuerpo no respondía como ella quería, y el mareo persistente no ayudaba. Con un jadeo frustrado subió un poco el vestido, sin dejar de luchar contra los molestos tacones que parecían adheridos a su piel.
Cuando logro quitárselos, una voz resonó detrás de ella.
- Disculpe la habitación esta ocupada -dijo con voz autoritaria, y cargada de desconfianza.
Liliana se sobresalto al escucharle, levanto su mirada hacia él. Sus ojos parecían buscar alguna pista de las intenciones del hombre que tenía frente a ella. Sin dejar de observarlo, respondió con un hilo de voz:
-Lo siento... Pensé que estaba vacía...
Ninguno hizo movimiento alguno, ambos se observaban mutuamente, la sensación de calor no disminuía, haciéndola sentir cada vez mas incomoda.
- "Muy bien hecho Liliana, tu noche no puede emporar mas" -pensó con amargura
Salir de la habitación en ese estado no era una opción. Su respiración comenzaba a estar mas agitada, y su cuerpo parecía estar en un conflicto constante con su mente. Aunque su cerebro le decía que debía mantenerse alerta, sus movimiento escapaban de su control. Lo único que quedaba era confiar en el sujeto presente en la habitación, aunque la idea no inspiraba confianza.
No supo en que momento el hombre se acerco tanto a ella. Su mirada, casi involuntaria, no pudo evitar deslizarse por su toroso parcialmente expuesto, algo que encontraba realmente atractivo.
Liliana luchaba consigo misma, su mente luchando contra el deseo. Debía pedir ayuda, pero la sensación de calor aún la invadía, desorientándola y nublando su juicio.
- Yo... -comenzó a decir
No pudo terminar de hablar. Cuando unos labios se apoderaron de los suyos en un frenesí cargado de lujuria y deseo primitivo. El avance fue directo, hambriento, dejando poco espacio para dudas o titubeos.
Liliana, sorprendida al principio, sintió como el calor en su cuerpo se intensificaba, consumiéndola por completo.
Su resistencia se desvaneció en un instante, permitiendo que el hombre profundizara el beso, explorando cada rincón con urgencia. Sus manos, que hasta entonces habían permanecido rígidas a los lados, se movieron por instinto, buscando apoyo en los hombros de él, acercándolo aún más.
El momento era un torbellino de emociones y sensaciones. Las barreras que podrían haber existido entre ellos se desmoronaron en ese contacto, dejando solo el lenguaje crudo de sus cuerpos hablando por ellos.
Fue levantada. Esto le permitió aferrar sus piernas a su cintura, frotando su sexo ya húmedo contra el hombre. Provocando gemidos ahogados, en cada beso.