- Ten -entregando un bolso de mano del mismo color que el vestido-. Ahora estás completa. Divierte y... ¡vuelve con muchos sobrinos para ir de compras!- exclamó Clara con gran emoción.
- Deja de decir eso -respondió Liliana, mientras tomaba el bolso y rodando los ojos.
Con un último vistazo en el espejo, se dirigió hacia a la puerta, despidiéndose.
- Luego hablamos, estate al pendiente del teléfono -le dijo a Clara mientras salía.
- No pasa nada si no vienes; solo tráeme un sobrino, es lo único que pido. Y no vuelvas si no es con él -bromeó Clara con evidente alegría, observado cómo su amiga marchaba sonriendo y negando con la cabeza.
La campana del ascensor sonó al llegar y, cuando las puertas se abrieron, el rostro de Liliana mostró una ligera angustia mientras se perdía en sus pensamientos.
Justo cuando las puerta estaban por cerrarse, Liliana logró recomponerse. Tomando una gran bocanada de aire, volvió a presionar el botón del ascensor y se adentró en él. Tras presionar su piso, el ascensor comenzó a subir.
Al ver su reflejó en las brillantes puertas metálicas, se giró para contemplarse una vez más en los espejos del ascensor.
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"Jayden, me debes una muy grande", pensó Clara mientras ayudaba a recoger el desorden en la habitación. Al ir ordenando, se encontró la ropa de Liliana, mientras las doblaba, notó algo en uno de los bolsillo. Al sacar el objeto, se dio cuenta que era la llave del habitación de su amiga. Con intención de devolvérselo se dirigió hacia la puerta, pero se detuvo en la puerta con una sonrisa picara.
"Oh, Jayden, espero que tu tarjeta no tenga límite de gasto, por que me las voy a ir cobrando por este pequeño favor", pensó Clara.
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- ¿Sra. Ivonne? ¿Qué es tan urgente que necesite hablar conmigo en privado? -preguntó William, frunciendo el ceño la persistencia de la joven.
- No es algo que se deba hablar aquí. ¿Podríamos ir ha una sala privada, para mas discreción? -respondió la joven con algo de incomodidad, debido a su penetrante mirada.
William asintió, mientras se alejaban del vestíbulo, dejando atrás las miradas curiosas de los demás.
Miriam los observaba alejarse del vestíbulo, su mirada clavada como un dardo envenenado. Cada paso que daban era una afrenta a su orgullo, siendo objetivo de burla por de los presentes, debido al desaire causado por William. Los recuerdos de los últimos tres años hizo presencia: las humillaciones recibidas por los medio de comunicación, cada rechazo y burlas por parte de las familias prominentes de la ciudad. A pesar de sentir el peso de cada una de ellas no se iba a dar por vencida; él tendría que ser suyo a toda costa, y con él, todo lo que le correspondía.
Con sus dedos, blancos por la tensión, sacó su teléfono del bolso. Con un movimiento brusco, marcó el número que conocía de memoria. La línea sonó en el otro extremo
- Haz exactamente lo que te diga; el dinero no es problema -ordeno, apretando el teléfono con tal fuerza que sus nudillos se volvieron aún más pálidos.
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- Estamos fuera de miradas indiscretas, sea lo más breve que pueda -escupió William, sin escrúpulos mientras observaba, a aquella mujer intrigante.
Una risa incómoda sonó en el pesado ambiente, generando mas desconfianza ante el erguido hombre.
- Un "gracias" no vendría mal -respondió Ivonne, tratando de restar frialdad ante las palabras del hombre.
- Si hubiese querido la ayuda, está claro que usted no sería la persona indicada -replico William, recorriéndola con una mirada de desdén-. Si no tiene nada importante que decir, me retiro. Agradecería que no volviese a dirigirse a mi -añadió, girándose con intención de abandonar la sala.
- ¿No le interesa saber qué de lo que realmente causo el accidente de Rebeca? -preguntó Ivonne, con voz suave pero firme.
Al mencionar ese nombre, William detuvo sus pasos. Lentamente, le dirigió a Ivonne una mirada siniestra, reflejando un mezcla de ira y suspicacia.
- Siéntese, William.. -dijo Ivonne, sin un rastró emoción en su mirada.
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Al salir del ascensor, Liliana se detuvo frente a los intrincados pasillos del hotel, incapaz de controlar sus nervios.
"Vamos, Liliana... es solo un cambió, un pie a la vez", pensó, aunque sus piernas parecían de plomo. El lugar se mostraba desolado; los únicos huéspedes del lugar se encontraban dando todo de sí en el night club del hotel, algo que agradecía, pues no se sentía preparada para enfrentar miradas ajenas.
"Vamos, Lili, ¿por que no te mueves....?" se dijo a sí misma una vez más. Con una respiración profunda, froto sus manos en el vestido, sorprendida al notar que estaban húmedas por el nerviosismo.
Con paso decidido, Liliana se dirigió hacia su habitación. Mientras caminaba por los silenciosos pasillos, se oían los murmullos de algunas parejas tras las puertas. Incomoda por la involuntaria invasión de privacidad, aceleró sus paso, sin saber agradecer agradecida o lamentar esa inesperada distracción. A tan solo unas puertas de su habitación, se detuvo y tomó una profunda bocanada de aire, algo que no era muy habitual en ella; siempre se mostraba decidida en todas sus acciones, pero esa noche era diferente.
Frente a la puerta, abrió el bolso con manos temblorosas, para sacar la tarjeta de acceso, pero en su nerviosismo, todo el contenido cayó al suelo. Se agachó rápidamente para recoger sus pertenencias, revisando el interior del bolso varias veces sin éxito. Frustrada, sacó su teléfono, dispuesta a escribirle a Clara, solo para encontrarse con un mensaje de ella:
*Yo tengo la tarjeta, no te la voy a subir, deja que se sorprenda (Carita guiño, berenjena, bebé)*
Al leerlo, una sonrisa afloro en sus labios, ayudando a calmar un poco sus nervios. Tras recoger todo, y se acercó a la puerta con una sonrisa, lista para tocar, pero notó que esta ya se encontraba entreabierta. La sonrisa en su rostro cambio a preocupación. Con cautela, empujó la puerta e ingreso en la oscura habitación. Para evitar hacer ruido, se retiro los tacones y los sujetó con firmeza, lista para defenderse si fuera necesario.
A medida que se acercaba a la estancia, las voces entrelazadas de dos personas parecían llenar el silencio, cargadas de deseo y pasión. Liliana la cautela del principio fue cambiando a una de tensión, indecisa de continuar o retirarse. El sonido de risas y murmullos apenas susurrados parecía intensificar cada latido en su pecho.
Con cada paso, sentía cómo su incomodidad aumentaba, sus dedos se aferraban con más fuerza a los tacones. ¿Había cometido un error al entrar? Sin embargo, una mezcla de emociones la impulso a dar un paso más, mientras sus pensamientos iban mas rápido que sus latidos.
Solo se encontraba iluminado las lampara de noche. Detrás de la suave iluminación. Liliana respiró profundamente, una sensación de alivio y ansiedad al darse cuenta que la tenue luz de la habitación y la pared decorativa le brindaban suficiente privacidad para observar sin ser vista. La siluetas de la pareja se movían lentamente.
- Violeta, no tendrás que esperar más. Hoy mismo la dejaré, te lo prometo -dijo Jayden, mientras la besaba con pasión, sus manos recorrieron se rostro con ternura.
- Siempre dices lo mismo, Jayden. ¿Qué va a cambiar esta vez? -respondió Violeta, su voz temblando mientras lágrimas caían sin control.
- Todo cambiará, Violeta. No me casaré con ella, solo será contigo. Este anillo es la prueba de lo que significas para mi -dijo, depositando un beso suave en la mano con el anillo.
Tras escuchar las palabras del que se hacia llamar su pareja y a la que llamaba su mejor amiga, dio un paso hacia atrás, dispuesta a salir sin hacer ruido.
Vagando sin rumbo, llego al night club, la cuál seguía en apogeo. Abriéndose paso logro alcanzar la barra.