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Chapter 38 - 38: El sacrificio por el poder.

Mí interior estaba ardiendo todavía, cuando empecé a ser curado recién sentí el alivio, por la gran cantidad de adrenalina en mí cuerpo recién noté el dolor intenso, era como si mis músculos se hubieran prendido fuego a si mismos del trabajo que tenían que hacer y para aumentar la fuerza de mí magia de fuego. Cerré mis ojos mientras que estaba acostado en una camilla con el cuerpo cubierto por unas telas para tapar mí intimidad. Mis ojos estaban cerrados, pero podía sentir como anestesia fría para bajar mí temperatura corporal la cual era como tener una fiebre extrema, además del dolor que sentía. Mí madre estaba afuera de la habitación, y cuando la magia de curación de nivel 6 dejó de hacer efecto y el maná de 6 personas fue totalmente vaciado se retiraron con algo de lentitud.

Únicamente allí ella entró, no se había cambiado aunque la batalla terminó hace unas horas. Sus heridas estaban ya mayormente tratadas, ya que ella había sido lastimada más que nada con armas simples como espadas, hachas y alguna que otra flecha, además de que su cuerpo era recorrido por un aura de protección causada por su clase de bárbaro. El hecho de vernos frente a frente fue incómodo. Su rostro totalmente serio mirándome sin ninguna clase de alma o intenciones de decir mucho.

Que tu supuesto hijo débil el cual conoces desde hace muy poco sea una persona que fue capaz de eliminar a una parte algo importante de los magos hasta reducirlos a ceniza, contrarrestar el hechizo de la representación de la diosa del sol en tierra y otras cosas... No estaba enojado si simplemente era desterrado, o intentaría eliminarme, al ver hacía arriba su rostro seguía siendo serio, pero poco a poco las lágrimas saldrían de sus ojos grises. Justice decidió levantarme y ponerme contra su pecho, besando mí rostro y mí cuerpo. Al terminar con los besos estaba un poco avergonzado, pero me sentía bien. Ella reía un poco mientras que acariciaba mí cabello, por suerte parecía que se había salvado de ser consumido por mí hechizo.

Intenté usar magia de fuego nuevamente, pero nada sucedió. Parecía que mí cuerpo no era capaz de cambiar el maná a plasma o siquiera de mantener el ritmo para usar un hechizo de fuego. También algunos otros, el único utilizable con normalidad era el agua. Cómo si mis canales mágicos estuvieran quemados por el anterior uso de la habilidad de mí espada. Eso no era del todo malo, solamente empecé a purificar poco a poco mí núcleo de maná, que al verlo poco a poco tenía un color oscuro que necesitaba ser quitado poco a poco, con flujos lentos de maná llegué a concentrar aquella capa oscura para quitarla poco a poco, tuve que hacerlo por mí boca. Mi tos liberó algo como un petróleo algo que mí madre supo identificar al instante.

"¿Estás envenenado? ¿tu núcleo está bien?" Eso que salió parecía alguna clase de flema, tenía un sabor horrible así que para la próxima vez lo sacaría por alguna herida.

"Solo usé... algo y creo que es este el precio."

Me volví a la cama en la que estaba antes acostado, cerré mis ojos mientras qué controlaba mí respiración poco a poco, empecé a usar fuego y agua para curar aquella especie de venas que liberaban el maná. Era como tener que limpiar un poco de basura pegada a un aguja desde dentro. complicado el no dañar mí cuerpo. Pasó un poco más de tiempo, en el que volví a vomitar aquella sustancia negra, nunca más iba a usar el poder de aquella espada de nuevo. Me sentía como recién salido de una operación y con la anestesia todavía en mí cuerpo, el brazo adormecido, mí mente en blanco y con mí madre haciendo que use sus muslos como almohada, su sonrisa era algo agradable. Parecía que de usar nuevamente la habilidad quedaría incapacitado de usar magia por un tiempo hasta purificar me. Un precio que no estaba nada dispuesto a pagar.

"¿Estás bien? estabas convulsionando y tu cabeza no se mueve cuando la tengo en mis muslos. Además eres como un gatito~" La mujer sonrió muy contenta, mientras que me ayudó a levantarme, estaba temblando un poco y sentía frío, pero sus manos eran calentitas. Al verme un poco mejor todo mí cuerpo tenía algunas marcas de quemaduras, como si hubiera puesto la mano en el fuego unos segundos y la hubiera quitado rápido. Lo siguiente que sentí fue dolor en mis nervios hasta el punto de caer rendido. Sentí las caricias de mí madre. Mañana sería otro día y uno mejor, el día que me presentaba el Alabasta.