Comenzar a contar la historia no es difícil, lo difícil será mantenerla coherentemente durante toda la trama; pero si debo comenzar por algo entonces que sea justo donde inició esta aventura, sentado bajo un árbol con el sol iluminando un lago cercano mientras estaba comiendo una deliciosa manzana.
Me encontraba leyendo un libro de ciencias que trataba de explicar cómo funcionaba el organismo humano, durante dicha lectura podía entender el por qué de todo mi cuerpo, también me ayudaba a entender que este no era una cubierta de carne del llamado espíritu, sino una especie de autómata o maquina natural con funcionamientos comprensibles y totalmente racionables. Cuan irónica era la vida en aquel momento en que daba por sentado como todo lo relacionado al alma era solo un mito o una superstición sin sentido. No había vida después de la muerte ni tampoco cosas como los ángeles, los fantasmas y demás supercherías relacionadas al tema del espíritu.
Sonriente, siendo yo, un muchacho de cabello negro con una pequeña cola de caballo que crecía en mi nuca, llevando un pequeño lazo color azul que la sujetaba, portando unos anteojos de marco fino, de ojos negros. Llevando una camisa blanca arremangada, con un pantalón negro, chaleco marrón claro y unas medias largas con unos zapatos de color marrón oscuro, leía sobre esa máquina sorprendente llamada cuerpo humano. Viendo que se hacia un poco tarde para ir a la biblioteca, me levanté en dirección a mi destino; pero ¡ay! Dicho destino no fue alcanzado por mí, debido a que al adentrarme a la ciudad en una de sus calles unos dos maleantes me tendieron una emboscada.
Caminaba leyendo un poco más sobre otras partes del cuerpo humano, como lo eran el corazón o los pulmones, cuando caí al suelo. No tardé tiempo en darme cuenta que dicha caída no fue accidental sino intencional. Un jovenzuelo que conocía de hace bastante tiempo me hizo dicha zancadilla, de cabellos castaños claros, llevando una camisa blanca, unos pantalones similares a los míos; pero con un saco negro, observaba risueño mi caída
- Hola ilustrado- me dijo aquel joven conocido como Jaques Rubou, uno de los muchachos más ricos de toda Francia; pero de todos modos un ladronzuelo, le acompañaba su amigo Arviu, alguien de similar aspecto; pero con un sombrero de copa, Jaques mirando sonriente me dijo- ¿Qué llevas allí? Oh si es otro libro aburrido que te gusta leer. Supongo que, aparte de dicho libro, tendrás algo más de valor como unas monedas
- No tengo nada- le respondí molesto- sabes que apenas si puedo costear mi propia comida
- ¡Y ese tomo también al parecer!- rió Jaques- mejor que me des algo o será peor para ti
- ¡Vil ladronzuelo!- exclamé; pero antes de poder pararme aquel muchacho me estaba dando una paliza
Me pateaban con sus zapatos en las costillas, la cabeza y mi pobre cadera, reían al hacerlo, era claro que no estaban tan interesados en el robo en sí como en querer hacerme daño, ¿Los motivos te preguntaras fiel lector? Poder, esa será la respuesta a la mayoría de las situaciones a las que me vería involucrado, todos, sin excepción alguna, harían actos deleznables por el mero hecho de sentir ese estupefaciente natural llamado Poder.
Por muy cómico que suene ahora, yo me sostenía de ese libro como si de un escudo protector se tratase, lo abrazaba con fuerza para que no me lo arrebatasen mientras que ellos me daban patadas sin siquiera mostrar signos de cansancio, ¡¿cuán joven e inocente era yo en aquel momento, como para no levantarme y huir o hacerles frente en lugar de solo sostener ese tomo pensando en que daría mi vida para protegerlo?!
No puedo decir con certeza si ellos me hubiesen pateado hasta la muerte o si se habrían cansado en un momento dado, porque antes de que ellos pudiesen continuar una voz amistosa les dijo
- Disculpen muchachos, podrían dejar de golpear a ese chico, no creo que tenga algo de valor para darles
Ambos se detuvieron y yo abrí los ojos para poder ver, parado frente a nosotros, una figura alta. En un principio pensé que era un hombre mayor, debido a que su cabello era blanco por completo, como si fuese canoso, después de un segundo vistazo logré divisar que era plateado. Al brillar con el sol se veía de gran imponencia y esplendor. Sus ojos eran azules, eso si podía notarlo a primera vista, de rostro muy juvenil, al punto de que contradecía dicho cabello blanco, no tardé en darme cuenta de que ¡era una mujer! Llevaba una camisa blanca, con una capa o algo que parecía una capa, un manto quizás, de color azul. En dicho manto se veía la Flor de Liz inscripta en su frente, tenía un cinturón marrón claro que tenia distintas bolsitas de pólvora, unos pantalones negros con unas botas del mismo color que el cinturón, unos guantes de ese mismo color y su cabeza llevaba una sombrero de ala ancha, literalmente enorme, con una pluma al costado. No tardé en deducir que estaba llevando los atuendos de un mítico Mosquetero del Rey. Su cabello despeinado le daba un aspecto salvaje y sosteniendo un arma de fuego demasiado larga, nos sonreía tiernamente, aquella arma parecía ser un fusil, sin embargo, por lógica, me di cuenta de que era un Mosquete. Una espada fina de mango redondo descansaba en su cinturón.
- ¿Pero qué diantres?- preguntó aquel ladronzuelo de Jaques
- ¡Vamos muchachos! Estoy segura de que no deseaban dañarlo a propósito sino que tenían hambre y por eso actúan así. Él no lleva nada, ya pude ver en su cabeza corroborando mi afirmación. Lo mejor será que se vayan a pescar o hacer lo que hacen los muchachos de su edad, ya estoy algo anticuada para saber que hace la juventud estos días- rió aquella mujer con una inocencia que me sorprendió
Los ladronzuelos molestos decidieron dejar de patearme para acercarse a ella con una mirada que no puedo describir de otra forma que no sea libidinosa.
- Hola madmuaselle, si es que ese término vale contigo ¿Acaso estás sola? Porque nosotros dos si lo esta…- no continuó hablando por que aquella mujer le disparó en su zona genital con una rapidez tal que incluso yo mismo tuve que pestañear para poder creer lo que había visto
- Y lo estarás toda tu miserable vida, depravado- le respondió ella con un gruñido que no era humano, sin añadir palabra alguna sacó su espada y al ver a Arviu este negó con la cabeza; pero era tarde. Ella, de un movimiento, le cortó el cuello
Vi como Jaques intentaba huir de allí arrastrándose y al cuerpo muerto de Arviu caer al suelo dando horribles sonidos de arcadas, era como si se ahogase en su propia sangre. La Mosquetera cargó su arma y le apuntó a Jaques, quien, al ver aquello, levantó la mano y gritó con voz fina
- ¡NOOOOO!
Ella le disparó sin mostrar piedad alguna. Aterrado, abrasé mi tomo esperando que ella me asesinara, cuando me dijo con un tono amoroso.
- Está bien muchacho, estas a salvo ahora
- ¡No me hagas daño por favor!- le pedí y ella, riendo, me dijo
- ¿Daño?, para nada, ¿No ves que acabo de salvar tu vida?- después se señaló con su pulgar diciendo- mientras yo esté cerca, ¡La justicia prevalecerá!
- ¿Quién…? ¿quién eres?- le pregunté aterrado, ella me dio la mano y, tras un momento de duda, la acepté, de un solo movimiento me hizo levantarme. Riendo me contestó
- Mi nombre es Janette Turox, la ultima Mosquetera en pie y detective privada en su tiempo libre, algo que últimamente tengo de sobra- tras presentarse dio una risa agradable que me hizo sonreír y tenerle un poco de afecto a aquella misteriosa Mosquetera llamada Janette.