Nos movíamos por las sombras de la noche. Las calles de París suelen ser más amenazadoras cuando la oscuridad cubre sus rincones y las luces de los faroles iluminan pobremente aquellas calles.
El consultorio del doctor Dejules se encontraba en la zona más acaudalada de la ciudad, es decir la más infectada de ladrones y por ende más peligrosa de todo París.
Janette caminaba tranquilamente por las calles, pobremente iluminadas. Su aspecto no solo sobresalía sino que además parecía inspirar un gran respeto a los que la veían. Aun siendo una mujer, ella misma, al sostener ese mosquete con sus guantes, mostraba una imponencia que hacía a más de un ladrón alejarse.
Iba a su lado con un cierto temor en mis movimientos y acciones. Incluso me colocaba en los rincones de las paredes para observar si no había un peligro cercano, a la vez que hacia sonidos de temor. Creo que a estas alturas estaba claro que no era un aventurero valiente, como los héroes de las novelas que leía, sino un pobre y mísero cobarde. Janette, por otro lado, lejos de molestarse, se mantenía serena y calma, como si esperase ese estado de mí. Al ver que hacía mucho ruido puso su dedo índice sobre su boca susurrando
- ¡Shhh!, ¡no hagas mucho ruido!, ¡te van a oír!
- Si, tienes razón, lo siento mucho- me disculpé a lo que ella, riendo, me dijo
- No hace falta, no todos son perfectos su primera noche. Es comprensible que estés asustado; pero eres un buen peleador por lo que sabrás defenderte cuando un peligro serio se aproxime, además, yo estoy a tu lado Jean, por lo que no debes temer riesgo alguno- luego guiñándome un ojo dijo- no lo olvides amigo, todos para uno y uno para todos ¿o era al revés?
- No importa Janette, lo que importa es llegar a nuestro destino- le dije retomando mi serenidad, ella sonrió y asintió
Continuamos camino, por las silenciosas y oscuras calles de Paris, hasta que llegamos a nuestro destino.
Janette desapareció de mi vista para luego abrir las ventanas desde adentro, sonriendo me dijo
- Entra Jean, tenemos trabajo que hacer
- ¡De inmediato!- exclamé adentrándome al lugar
Cuando entré pude ver como la oficina del doctor Dejules se encontraba lleno de libros de medicina en sus amplias bibliotecas. En una mesa, hecha de roble, descansaban varios escritos que tenían los diagnósticos médicos de algunas personas importantes dentro de la sociedad Francesa. Por respeto a esas personas no diré sus nombres, sin embargo si diré que muchos de esos diagnósticos se veían escritos de forma casi borrosa, imposible de saber que decía o que indicaban dichas diagnosis. Janette, por otro lado, estaba interesada en otro tipo de búsqueda. Tenía en su mano una botella de Ginebra que estaba casi terminada, el líquido se encontraba cerca del fondo de la botella, Janette bajó la botella y abrió los cajones del escritorio. Con una sonrisa en su boca dijo
- ¡Eureka!- después tomó algo que guardó en su bolsillo diciéndome- es hora de volver a nuestra guarida, mañana desenmascararemos al asesino frente a todos
- Entendido- asentí dejando de lado cualquier cosa que pudiese serme de interés para el caso
Janette me pidió que saliese primero. Me negué argumentando que las mujeres debían ir primero, por lo que sin mediar palabras me tomó de la camisa y me arrojó hacia afuera. Cerró desde adentro la ventana, reapareciendo delante mío diciendo
- ¿Y cómo pensabas cerrar las ventanas desde adentro sin tener la llave de la puerta principal "Don Quijote"?
Al poco tiempo salimos de allí volviendo a nuestra guarida, donde Janette prepararía las cartas para citar al inspector a cargo de la investigación, al hijo de Jineville y al doctor Dejules, a un punto de reunión exacto: la Universidad de Medicina de París, donde la sociedad médica se reunía para hablar de sus últimos descubrimientos… y al parecer Janette estaba a punto de mostrar el suyo a todos ellos.