A pesar de que estaba anocheciendo, ella me acompañó durante todo el trayecto. A pesar de que no dije nada desde que me tendió la mano hasta que llegamos a la biblioteca, mi interior estaba tan lleno de dudas, de preguntas y de curiosidad. Internamente deseaba saber cómo era ella, quien era ella y por qué podía desaparecer de la nada a la vez que sabía lo que pensaba o sentía. El miedo siempre fue enemigo de las iniciativas más bellas del mundo, teniendo tantos deseos de saber quién era Janette y porque deseaba ayudar a los demás portando el manto de un mosquetero, aun así su impulsivo accionar me impedía formular cualquier pregunta, resolver cualquier duda y satisfacer la imperante necesidad de saber algo sobre ella.
Nos encontrábamos llegando a la biblioteca cuando Janette esbozó una sonrisa traviesa en sus labios y me dijo:
- Puedes preguntarme lo que quieras Jean, no muerdo
- ¡¿Como supiste mi nombre?!- exclamé asustado volviendo a abrazar mi libro
- Telepatía- me respondió sonriente, luego añadió alzando sus brazos y deteniéndose a unos pasos de la puerta- es un beneficio que tienes al estar muerta durante unos cuantos años
- ¡MUERTA!- grité de horror- ¡¿acaso eres un fantasma?!
- Sip- rió ella ,haciendo una expresión cómica de un espectro, levantando sus brazos y moviendo los dedos mientras gemía- buuuu quiero sangre
- ¡Eso es imposible!- exclamé asustado- según este libro, el cuerpo humano es un compuesto orgánico de nervios que responden en base a estímulos provocados por el cerebro, algo similar a una especie de autómata. El alma no existe ni mucho menos los fantasmas
- ¿Y qué sabe ese libro?- gruñó Janette cruzándose de brazos desviando su mirada, con una sonrisa romántica, dijo- ¿Acaso has visto a un autómata reír, llorar, amar y soñar? Los estímulos nerviosos, o incluso las mismas neuronas, podrán recopilar información, responder a determinados eventos o incluso a actuar de un determinado modo; pero aquello que somos por dentro, aquello que tenemos en nuestro interior es lo que nos hace especiales, lo que hace que no seamos como un autómata. Las emociones no están ligadas al cerebro sino al alma, puedo asegurarte que un objeto inerte como ese libro jamás podrá emitir las emociones que yo o que tú mismo tienes ni mucho menos sentir esa hermosa sensación llamada amor y alegría
- Mujeres- me quejé en voz muy baja- siempre tienen que ser tan cursis hablando del amor y los sentimientos
- Creo que la biblioteca va a cerrar- me indicó Janette riendo- mejor que entres a devolver el libro o tendrás problemas con tus amigos
- ¡Si claro!, ¡gracias!- exclamé adentrándome a tiempo a la biblioteca
Al devolver aquel ejemplar, salí esperando verla afuera; pero ella ya se había ido. Suspirando con pesar supe que, posiblemente, no la vería otra vez a menos que estuviese en un peligro inminente, algo que no deseaba tener en ese momento. Con una voz dura, susurré:
- Ya se fue, Jean ¿Por qué tienes que ser tan cretino amigo mío?- me retiré de allí; pero antes de poder alejarme un metro siquiera, la oí decirme
- ¿Por qué tardaste tanto?
Me di vuelta y la vi. Estaba apoyada sobre la pared de la biblioteca mirándome con agrado con sus ojos azules, sonriendo, añadió:
- Creí que no saldrías nunca
- Janette, yo… gracias por esperarme; pero ¿No hay nadie que necesite de tu ayuda en este momento?- le pregunté y ella me respondió
- Si, muchas personas; pero no puedo ayudarlas yo sola, seré una fantasma valiente; pero aun sigo siendo una sola chica, bueno el espíritu de una- largando una risa, me dijo- Jean, como te expliqué hace poco, tengo telepatía. Sé que deseas saber de mi y que no tienes muchos ingresos económicos, por lo que me preguntaba ¿quieres ser mi asistente?
- No lo sé Janette, es decir, apenas si te conozco y no sé donde te encuentras- le contesté con un tono de duda real, ella se apartó de la pared y se acercó a mí buscando algo en su bolsillo. Al sacarlo, Janette, me dio una especie de papel que tenía una dirección anotada en la misma
- Aquí es donde me encuentro, estaré esperándote- nuevamente se desvaneció añadiendo- tranquilo Jean, no es un cementerio, soy una Mosquetera fantasma, no una lunática morbosa
Tuve aquel papel en la mano y después de unos minutos leyendo la dirección, volví a mi casa.
Acostado en mi cama lo pensé con detenimiento, quería saber de ella, deseaba ayudarla y a la vez tener un ingreso económico estable; pero, por sobre todo, tener un amigo, o amiga en este caso, con quien poder vivir hermosas e increíbles aventuras. Después de pensarlo durante varias horas me dormí y al despertar a la mañana siguiente fue que me levanté dispuesto a ir a verla.
Corrí por las calles de la casi devastada París en dirección a la catedral donde ella se encontraba, abrí las puertas y pude verla sentada en el altar esperándome. Con un grito, le dije
- ¡JANNETTE, ACEPTO TU PETICION!
- Bienvenido entonces mi aprendiz de Mosquetero- me saludó ella con una sonrisa amistosa- algo me dice que este es el inicio de una bella amistad
Y en efecto lo fue, siendo así como me convertiría en el asistente de Janette la Mosquetera Detective.