Después de explicarle a su amiga lo sucedido, Ethel volvió a guardar el violín en el casillero y fue con Ivette a recorrer los pasillos más vacíos de la escuela, para poder hablar con más calma.
—Esto es muy extraño, no me gusta no poder distinguir entre la realidad y mis sueños. Aunque en este caso al parecer lo que creía un sueño fue realidad, y no me pasó nada grave como cuando soñaba con ese hombre británico que me pedía ayuda y en la realidad me encontraba en el lago del parque provocándome un terrible resfriado.
Además ¿Por qué un violín? Yo ni siquiera sé tocarlo —habló Ethel con libertad frente a su amiga, lo que usualmente no podía hacer.
—El hombre británico —reflexionó Ivette tratando de procesar todo en su cabeza, pues era lo más confuso e interesante que había escuchado en mucho tiempo. —Dices que siempre aparece en tus sueños, pero nunca ves su rostro, y que siempre pide tu ayuda.
—Me dijo que tocara el violín para él — respondió Ethel acomodando sus ideas.
—¿Y por qué no lo haces?
—¿No me has escuchado? Yo no sé tocar el violín.
—Ethel, es un violín mágico que encontraste en el bosque...
—No sabemos si es mágico —la interrumpió Ethel.
—Por favor, debe serlo. Y es posible que se toque solo o algo parecido ¿No sería genial?
—Ay, no sé qué pensar. Siempre quise que me pasaran cosas extraordinarias y mágicas, pero este es el peor momento porque tengo que lidiar con mi papá que me presiona para seguir en la academia, con mi mamá que quiere que viva con ella, nos alejemos de mi papá y nos mudemos a Australia. Todo era más fácil cuando vivía con...
—¡No, no, no! Espera, calma. Recuerda, debes actuar "normal" —escucharon ambas al final del pasillo.
—No sé cómo —esa era la voz de una chica que claramente no hablaba bien el francés, a diferencia del chico que la aconsejaba.
Ambas amigas se asomaron para tratar de ver de quien se trataba. Era un chico alto y apuesto de cabellos rubios, era Markian, el chico que le gustaba a Ethel, pero lo que llamó la atención de ambas es que estaba junto a una chica desarreglada de cabello lacio muy rojo.
—Oye, sé que crees que es malo, pero tenemos que disimular aquí. No puedes usar...
—Nos escuchan —dijo la chica mirando directamente a Ethel y a Ivette.
Markian volteó a verlas y se apenó un poco.
Tratando de no parecer grosero, Markian fue directo con ambas chicas y saludó. —Buen día, discúlpenme, no sabía que había alguien aquí —dijo con tono educado mientras sonreía.
—Buen día, Markian ¿Quien es tu amiga? —preguntó Ivette al ver como Ethel no dejaba de mirar a la extraña chica de cabello rojo.
—Dina— contestó rápidamente la chica como si quisiera evitar que Markian respondiera por ella —Soy Dina —dijo esforzándose por decirlo bien.
—Oh, un placer, Dina —Ethel le ofreció su mano esperando que Dina la saludara, pero la extraña chica lo dudó un momento. Miraba a Ethel como si algo en ella le causara asco, pero aún así terminó dándole la mano —¿Eres de America?
—Si —contestó rápidamente —¿Como te llamas?
—Ethel — respondió sonriéndole —Y ella es Ivette.
—Es... extraño —mencionó Dina antes de voltear a ver a Markian, ambos parecían comunicarse con las miradas, lo que incomodó un poco a Ivette, quien trató de cambiar el tema de inmediato.
—¿Y que hacían aquí arriba? Ethel y yo conversábamos sobre los problemas familiares de Ethel.
—¡Ive! —la regañó Ethel por indiscreta, aunque no había revelado la parte mágica.
Markian rió ante esto —Le enseñaba a "Dina" la escuela, pero... unos chicos allá abajo comenzaron a molestarnos con ese raro asunto de que soy un súper, así que mejor vinimos aquí —se explicó.
—Ah, entiendo —dijo Ivette algo avergonzada, pues ella también creía en ese rumor.
—¿Por qué me miras tanto? —quiso saber Ethel al no poder ignorar los extraños ojos azules de Dina que parecían querer perforar su cabeza.
—Es que... hueles familiar, pero... eres... normal —dijo de forma seria.
—¿Qué?
—Ah... debe haberse confundido de palabras, aún no habla bien francés —dijo Markian algo nervioso mientras alejaba a Dina de Ethel agarrando sus hombros.
"Ring"
La campaña de la escuela sonó, alertando así a los chicos, quienes decidieron correr para llegar a sus respectivas clases.
Ivette y Ethel entraron al salón número 156 con rapidez y cerraron la puerta al entrar.
Mientras que Markian y Dina se quedaban en los pasillos, esperando que todos los demás alumnos entraran a clases para poder quedarse completamente solos.
—¿Qué fue eso? —la regañó Markian al no ver a nadie cerca.
—Ella, la rubia, es rara —respondió.
—¿Ethel? ¿Que quieres decir? ¿Crees que es...
—¡No! —lo interrumpió rodando los ojos con molestia —Su olor me recuerda a... alguien.
—No puedes decir esas cosas. No puedes usar tus poderes aquí, debes tratar de encajar o harás que me descubran a mi y a mi familia.
—Lo siento, es que normalmente no tengo que esconderme —se disculpó poniéndose algo triste —O al menos no de esta manera.
—No te preocupes, solo... trata de encajar ¿Ok?
—Lo intentaré.
—¡Oigan! ¿Qué hacen en los pasillos? Deberían estar en clases.
—Disculpe, señor, solo íbamos al baño —mintió Markian.
—¿Y sus pases?
—¿Pases? Ah... no nos dieron.
—Acompáñeme a dirección, por favor —dijo el hombre notoriamente molesto.
Markian ya estaba nervioso, pero sus nervios se convirtieron en miedo al ver cómo Dina extendía su mano, dirigiéndola al profesor, mientras pequeñas ondas sonoras salían de su palma, desmayando al hombre.
—¡Ondina! —la regañó al ver como el hombre se estampaba contra el suelo.
—Ah, si, encajar, lo siento, lo olvidé —dijo algo apenada —Estará bien en una hora.
—Ven, mejor entramos a alguna clase para disimular —dijo Markian tratando de caminar con rapidez para dejar al hombre.
El día fue demasiado largo, más porque Ethel no lograba concentrarse en nada, pues tenía una curiosa melodía en su cabeza que no la dejaba pensar.
—¡Dugès! —le gritó la maestra de matemáticas —Ya que está "tan" metida en su cuaderno ¿podría decirme el resultado de la operación del Pizarrón?
—Ah... 34 —dijo al azar con temor a ser echada de esa clase también.
—Correcto —dijo la maestra.
—¿Enserio? —preguntó Ethel algo confundido —Ah, digo, creí que la tenía mal.
—Suertuda —dijo Ivette a lo bajo sonriéndole.
La clase acabó unos minutos después de eso, dando fin al día de escuela.
Ethel, con rapidez se dirigió a su casillero en busca del violín.
—Ethel —la llamó Markian, sacando un tremendo susto, pues no lo había visto —Wow, tranquila ¿Qué te pasa?
—Ah... perdona, estoy algo nerviosa.
—Si, se nota —respondió Markian riendo un poco —Bueno, quería disculparme contigo por lo de la mañana. Dina es... especial ¿Entiendes? Hace cosas extrañas, pero no era su intensión asustarte.
—No tienes que disculparte, siendo tan lindo.
—¿Qué?
—Ah, que, qué. Eres un lindo amigo, todo bien, eh. No me molestó en lo absoluto, de hecho me gustaría conocerla mejor. Deberíamos salir juntos algún día.
—Si, suena bien. Ay, ya debo irme, Hablamos al rato —dijo con rapidez al ver a Dina olfateando los casilleros.
—Espera, Markian, se te cayó esto —Ethel recogió una pequeña tarjeta de presentación que se le había caído a Markian de su mochila, no sin antes ver lo que tenía escrito; "Emma Storm, estamos en contacto. Crifder de lobo"
Markian, le quito rápidamente la tarjeta a Ethel y le agradeció por ello antes de retirarse.
Mientras la mente de Ethel comenzaba a unir las piezas de ese pequeño rompecabezas.
Emma Storm era el nombre de una ex-agente de una rara organización mejor conocida como Búho, y era buscada por GLYNIS, la organización anti-supers más famosa del mundo, pues se suponía que la agente Storm había cometido traición tras ayudar a que un súper, conocido como Crifder Ghost, a escapar del país.
Pero ¿Por qué Markian estaría en contacto con esa mujer? ¿Markian también sería un súper?
Comenzó a preguntarse Ethel mientras abría su casillero para sacar el violín.
—Espera, no me importa si Markian es un súper, y si lo mantiene en secreto debe ser por una buena razón. Así que mejor me meto en mis asuntos— se aconsejó en su mente mientras tomaba el estuche para luego salir de la escuela en dirección a casa de Ivette.
Mientras tanto en Rumania.
Diaval se encontraba cenando con su familia y dos invitados de la casa.
Odiaba cenar en ese gigantesco comedor, pues sentarse ahí significaba tener que escuchar como sus padres presumían los logros de su hijo sin permitirle hablar al respecto.
—Tu hijo es encantador, Leopold —mencionó uno de los invitados —Escuché que toca el arpa.
"No, no, no, por favor" pensó con molestia al saber lo que vendría.
—¿Crees que pueda tocar para nosotros?
—Seguro. Diaval, toca esa bella canción que compusiste —le pidió su madre.
Obligándolo a ponerse de pie e ir por su enorme arpa para comenzar a tocar.
Despues de prepararlo todo, Diaval tomó asiento y se dispuso a tocar esa aburrida canción que sus padres habían aprobado para él.
Mientras tocaba sentía un extraño calor en sus dedos, aún así siguió tocando, sintiendo como el calor se extendía hasta sus muñecas,
—¿Qué sucede, Diaval? —preguntó su madre con algo de preocupación al ver a su hijo no tocar con normalidad.
—Mis manos... ellas —y en eso, sus manos se iluminaron con un extraño brillo rojo que asustó un poco a Diaval. —¿Qué mierda? —exclamó antes de sentir un horrendos piquete en la espalda, causando que se doblara un poco del dolor.
El joven cerró los ojos pero escuchó fuertes gritos de agonía a su alrededor, y se respiraba un extraño aire muy cálido. Diaval abrió los ojos y vio como toda la mansión se quemaba a su alrededor. Todos morían lentamente menos él.
El joven, horrorizado miró sus manos, las cuales emanaban ese mismo fuego —¿Qué está...
—¡Diaval!— el furioso grito de su padre lo obligó a despertar.
Todo había sido un sueño, uno muy extraño.