Chereads / Symphonix: El violín de Ethel / Chapter 8 - Capítulo 7

Chapter 8 - Capítulo 7

Ethel apareció nuevamente en la escuela, esta vez en el baño de chicas, el cual en realidad no estaba solo. Había dos chicas haciendo sus necesidades, y  por suerte no se percataron de la repentina aparición de Ethel, quien dejó el violín en el lavabo y se observó tratando de pensar.

—Markian si es un super, y no solo eso, es el superhéroe de la ciudad —dijo en su mente —Sabía que tenía buenos gustos —se felicitó mientras le sonreía a su reflejo —Espera ¿Por qué el violín me llevó hasta allá? Esto es tan extraño.

—¿Ethel? —una de las chicas salió del baño y reconoció a la rubia —¿Qué haces? —preguntó riendo un poco.

Ethel volteó y solo sonrío con nerviosismo —Ramona, hola, solo, me acomodaba el cabello —dijo Ethel esponjando su cabello.

—¿Y ese violín? Es hermoso —dijo antes de agarrarlo, poniéndole los nervios de punta a Ethel, quién solo podía pensar en que Ramon acababa de salir del baño y no se había lavado las manos.

Ramona revisó el violín, mientras admiraba su belleza.

—Es mío —dijo antes de quitárselo con delicadeza y alejándolo de Ramona, quien de inmediato cruzó los brazos.

—¿Y porque lo traes al baño?

—Ah... es que  estaba practicando en el salón de música, pero vine aquí para-para... para acomodarme el pelo, pero me lo traje conmigo porque no quería que se me perdiera ¿Entiendes? Es que es muy caro y así  —trató de explicarse mientras sonreía amigablemente, pero Ramona seguía mirándola seriamente  —Este... bueno, creo que yo me voy, con permiso  —dijo antes de agarrar el arco del violín también e irse del lugar en busca de Ivette.

Mientras tanto, en la pequeña cafetería de la escuela.

La pobre Dina se moría de aburrimiento por culpa de Ivette, que no paraba de hablarle sobre cosas que a ella claramente no le interesaban.

—Dina —la llamó Markian llegando con algo de prisa.

Dina se levantó rápidamente al verlo —Ya era hora, sácame de aquí. no deja de hablar de cosas... de humanos —susurró lo ultimo para que Ivette no escuchara.

—¿Fuiste a una papelería fuera de la escuela? —le preguntó Ivette levantándose también y acercándoselo a Markian —¿De casualidad Ethel esta contigo? Ella también faltó a la clase.

—Ah, no. Perdona, Ivette, tengo que hablar con Dina en privado —dijo agarrando a la chica extraña del brazo y alejando la de Ivette y dirigiéndose a la zona ruidosa de la cafetería, ósea, cerca de la tienda de golosinas.

—¿Qué? —preguntó Dina al verlo tan preocupado —¿Se lo llevaron? ¿Los dejaste escapar?

—No, no —negó tratan de no parecer ofendido —Es que... vi a alguien desaparecer frente a mis ojos —dijo sorprendido.

—Solo un super es capaz de hacer eso —comentó Dina —Y... él no esta aquí.

—Era una chica —aclaró Markian —Y evitó de algún modo que los caza-recompensa se fueran y se llevaran la esfera.

—¿Y? —dijo sin interés.

—No conozco a ningún super de por aquí que pueda hacer esas cosas. Lo que significa que hay nuevos super en la ciudad, lo que también significa que los demás se pondrán nerviosos y violentos cuando se enteren. Sabes lo territoriales y paranoicos que pueden llegar a ser —le dijo en voz baja.

—Entonces... no... les digas —aconsejó tratando de recordar bien las palabras.

—Pero...

—No les digas —repitió muy seria —Si... el nuevo super es... problemático ellos solos lo averiguaran. No causes pánico por nada.

—Bien, creo que es... un buen consejo —dijo Markian —Supongo.

—Ive, Ive, Ive — Ethel entró en la cafetería y fue corriendo con Ivette para contarle todo.

—¿Qué pasó? ¿Por qué te fuiste? ¿Volviste al bosque? ¿Terminaste en el lago de nuevo?

—No, fue... más normal —respondió sonriendo antes de voltear su vista un segundo hacia Markian y hacer que su sonrisa creciera un poco —Y creo que querrás escuchar esto. 

Mientras tanto, en un lujoso hospital en Rumania.

—Diaval —la voz de su padre lo tomó por sorpresa, obligándolo a despertar.

El pobre muchacho se encontraba en una cómoda cama de hospital con las muñecas atadas con esas cintas blancas que le ponen a los pacientes para evitar que se hagan daño. La piel de Diaval parecía estar bronceada, y las palmas de sus manos estaban vendadas.

—Ya era hora —dijo el padre con cansancio.

—¿Qué-que paso? —preguntó con algo de temor antes de notar las ataduras y tratar de romperlas —¿Y mamá? —El hombre no respondió, solo mostró una cara fría, como si no quisiera mostrar ningún sentimiento, pero su hijo sabia que algo estaba mal —¿Qué soy? —se limitó a preguntar, pues prefería aclarar esa duda que volver a preguntar sobre su difunta madre.

—Es difícil de explicar —dijo finalmente mirándolo directamente —Yo... no soy de este lugar, vengo de un mundo que ya no existe —comenzó a explicar —Mi padre me salvó la vida transportando aquí, toda nuestra raza murió junto con nuestro mundo, menos tu y yo. Somos magos alma de dragón. 

—¿Por qué no lo sabia? ¿Por que no me dijiste algo? ¿Por qué no me enseñaste a usarlo? —preguntaba con enojo, recordando lo que había pasado antes de la explosión.

—Tu magia estaba sellada, creí que nunca serias capaz de usarla por tener una madre humana, pero... no sé que hiciste. La dejaste salir y explotaste, lo cual es... vergonzoso —dijo con desprecio.

—Debiste decirme igual —le reclamó Diaval con gran odio.

—Lo importante es que ahora lo sabes, y debes aprender a nunca usarlo de nuevo. Mantenerte frío y sereno todo el tiempo, evitando usar tu poder aunque te queme por dentro.

—¿Qué?

—Eres uno de los magos más poderoso e inestables del universo. No tenemos permitido usar nuestros poderes.

—¿Según quien? Dijiste que todos murieron —volvió a reclamar intentando soltarse de sus ataduras.

—Las enseñanzas de nuestro pueblo viven en mi —aseguró —Así que al salir de aquí comenzará tu entrenamiento, nos mudaremos a la mansión que tengo en Rusia, donde nuestras nuevas vidas comenzaran —dijo mientras el joven comenzaba a negar con la cabeza, preocupado de que su temor de convertirse en su padre finalmente se hiciera realidad.

—Leopold —un hombre de traje con un extraño escudo bordado de una planta entró sin si quiera tocar y se dirigió al padre de Diaval —Debemos hablar.

—Por supuesto —dijo acodándose el traje y retirando se de la habitación, dejando al joven Diaval solo.

—No me quedaré aquí —pensó Diaval antes de cerrar los ojos y tratar de concentrase, mientras sentía como sus palmas comenzaban a arder. El muchacho logró tocar las ataduras con sus dedos y comenzar a dejar salir su extraño poder hasta lograr que las ataduras se quemaran y se rompieran, dejándolo libre.

Se puso de pie, y busco su ropa, pero esta no se encontraba en ningún lugar, así que, sin importarle mucho que solo tuviera su bata de hospital salir de la habitación —De todos modos, ya no tengo nada que perder —dijo para si mismo con algo de pesar mientras se echaba a correr por el pasillo, rezando por no toparse con su padre en ningún momento.

El lugar era como un enorme laberinto lleno de aire melancólico y casi depresivo. Había pasado por lo menos dos horas corriendo en círculos sin dar con la salida del extraño lugar, y entonces sucedió. Esa hermosa melodía volvió a sonar en su cabeza, o como el la percibía, en los pasillos del lugar. Era la melodía de un violín, pero a diferencia de la ultima que había escuchado, esta era un poco más rápida y le daba la impresión de que debía correr más rápido mientras trataba de encontrar el origen de tan bella canción. La música lo guión hasta una habitación abierta y vacía que tenia ropa doblada en la cama tendida y convenientemente una ventana abierta. 

DIaval, sin si quiera tomarse un momento para preguntar si era algo que de verdad quería hacer, tomo la ropa, se la coloco con rapidez y se aventó por la ventana, aunque no sabia ni en que piso se encontraba. El joven cerro los ojos, esperando que no fuera una fea caída, y que pudiera levantarse con facilidad después, pero en vez de simplemente estrellarse contra el piso depuesto d caer tres pisos, el joven termino suspendido en el aire a quince centímetros del suelo, para luego ser bajado lentamente por lo que parecía magia azul que lo rodeaba.

—¿Ok?—dijo para si mismo tratando de no analizar ese extraño suceso y mejor observar el lugar en el que se encontraba para usarse e irse rápidamente del lugar, olvidando por completo que estaba descalzo.

Y de vuelta en Francia

Ethel dejó de tocar el violín y dio una buena bocanada de aire y mirando confundida a su alrededor. Estaba en casa de Ivette de nuevo.

—Ahora no se movió nada —le aseguró su amiga —¿Qué paso?

—No sé, fue como si tocara para alguien —trato de explicar —Sentí que... salvaba a alguien