A donde quiera que viera se encontraba con antorchas en las paredes mientras que en cada cierto lugar del pasillo se encontraban estatuas pulidas en piedra de algunos animales como el León, caballo, delfín, o incluso había un dragón que no entraba en la categoría al ser una especie mítica.
La joven comenzó a caminar por el pasillo hasta que se encontró con una gran puerta de madera, no dudó en abrirla para pasar y encontrarse a varios hombres jugando con naipes mientras uno que destacaba de la multitud se encontraba tocando el piano.
— Esto es raro, pero parece muy entretenido.— pensó mientras pasaba por un lado de los hombres que se encontraban sentados al rededor de una mesa.
La de cabellos color miel solo miraba con atención cada acción de los hombres, hasta que él que se encontraba tocando el piano le habló. Quiso ignorarlo pero su cuerpo se movió en contra de su voluntad para ir directamente hacia donde se encontraba el pelirrojo sentado, a lo que Gaia se percató que solo sería espectadora de esa escena.
— Jamás creí que este lugar sería ideal para alguien como tú, Tierra.— sonrió.— siempre te vi deambulando por aquí, pero esta es la primera vez que te veo dentro. ¿qué te trae por aquí?.— le habló con amabilidad.
— Vine en busca de algo que me pidió mi padre.— respondió mientras miraba con atención a su alrededor.
— Oh, ya veo. ¿Pero no quieres divertirte?, trabajar mucho tiempo agota físicamente como psicológicamente a las personas.— dejó de tocar el piano.— vamos, únete a los demás.
— Me harás perder el tiempo.— respondió.
— Tierra, por favor, hazme el honor de jugar aquí. Tu presencia le da más valor a mi paraíso de las apuestas.— la tomó del brazo.— te prestaré un poco de dinero para que puedas divertirte un poco.
La elemental estaba negando todo lo que le ofrecía el joven de cabellos carmesí, bueno eso fue hasta que se fastidió por la insistencia de aquel.
— Jugaré, pero solo para que me dejes en paz.— suspiró.— solo explícame las reglas y como se juega esto.
— En primera... me llamo Nicolás. Y segundo... ven, yo te muestro.
Aún tomándola del brazo la llevó hasta una mesa para comenzar a enseñarle las jugadas y las reglas, la emoción con la que le mostró como jugar aquel juego le enseñó sus mejores jugadas para ganar. Nicolás se sentía feliz de tan solo tener a alguien como aprendiz en algo que amaba tanto como la música del piano, realmente fue amable con la elemental.
Después de dos días, la elemental de Tierra comenzó a jugar contra los hombres que se encontraban en ese lugar, olvidándose de su misión. La suerte le sonreía o tal vez era por lo que había aprendido de Nicolás, pero lo que cuenta es de que estaba ganando cada ronda, despojando a los jugadores de sus pertenencias.
— Ahg, estúpido Nicolás.— gruñó un hombre que se encontraba a punto de abandonar el lugar.— esta mujer pronto te dará una apuñalada por la espalda, te dejará en la ruina por haberle enseñado.
— Claro que no, además... ella es la elemental de Tierra, una creación perfecta y pura.— le respondió mientras sonreía.— no sería capaz de sentir ambición o descuidar su puesto.
El gran hombre solo bufó ante la actitud del dueño del lugar, quien solo sonreía al ver a su aprendiz jugando como toda una profesional. Los días pasaron y cada vez menos personas visitaban el lugar, provocando que Nicolás comenzara a desesperarse. Así que para detener todo ese caos decidió enfrentar a Tierra en una partida, todo o nada.
— Si gano te vas de aquí y me das lo que ganaste.— le mencionó Nicolás.
— Y si yo gano me das todo.— sonrío.
— Trato.— dijo aquel joven quien estrechó su mano con la elemental.
Los naipes se repartieron por un hombre que solo miraría la partida para asegurarse de que ambos no hicieran trampa. Al tener las cartas en mano, ambos comenzaron a jugar, hasta que Tierra le mostró una flor imperial a Nicolás, quien no tenía ninguna jugada en manos.
— Ahora... vete.— sonrió.
— ¡¿Por qué?!. Creí que estabas jugando, además... eres un elemento creado por el mismo dios... tienes que ser puro y piadoso.— la trató de tomar de las manos.
— ¿Piadosa con los humanos que hicieron que dos de mis compañeros desaparecieran y fueran castigados?... no gracias.— lo empujó.— prefiero acabar con ustedes que ayudarlos... son la desgracia que nosotros tenemos que proteger porque caen fácilmente en la oscuridad que el hermano de mi padre está creando...
El joven pelirrojo estaba a punto de abrazarla para comenzar a rogarle, pero esta solo le apretó el brazo con fuerza y lo sacó del lugar. Al cerrarle las puertas en la cara, Nicolás comenzó a tratar de abrirla a patadas, pero sus esfuerzos fueron en vano.
— Tierra... por favor...— le rogó.— hablemos de esto... tienes que ser...
Sus palabras se detuvieron al ver a dos hombres que se encontraban detrás de él, eran dos matones que habían perdido contra Tierra, y por eso buscaban venganza contra Nicolás quien le enseñó todo lo que sabía a la elemental.
— ¿Tus últimas palabras?.— le preguntó.
— No me harán nada, recuerden que la culpable es ella.— dijo eso y con temor dar un paso hacia atrás.
— Pero fuiste tú el tonto que le enseñó a jugar... así que... es tu culpa.— habló el segundo matón.
Comenzó a temer al ver las manos de ambos hombres que llevaban unas dagas con las cuales terminaron rápidamente con la vida del joven Nicolás.
Por otro lado, Gaia al ver a su alrededor notó que se volvió blanco y negro y que ya podía moverse a voluntad propia, así que decidió salir del lugar para ver que había sucedido. Al abrir las puertas se encontró con el cuerpo inerte de Nicolás en el suelo, cosa que le preocupó y rápidamente se arrodilló.
— ¡Oh, no!, ¡¿por qué hice esto?!.— dijo mientras tomaba el cuerpo entre sus brazos.— esto es lo contrario a proteger a las personas.
— Esto es lo que me histe tú. No puedo olvidar este maldito día.— se acercó mientras se quitaba un antifaz negro con detalles dorados.— éste recuerdo me atormenta cada día... aumentando mi odio hacia ti.
Al ver al dueño de aquella voz solo lo miró, percatándose de que se trataba de Pobreza. El joven solo se acercó a Gaia para luego quitarle su cuerpo, y con una sonrisa le habló.
— Gaia, por favor... dime que quieres remediar esto... tu error.
— ¡Claro!, solo dime cómo.— lo tomó de los hombros.— haré lo que sea.
— Dame tu cristal y yo lo usaré para retroceder el tiempo.... te prometo que voy a arreglar tu propio desastre, porque yo solo se como hacerlo.— le mintió.
— ¿Estás seguro?.— le preguntó mientras apretaba con fuerza su cristal con ambas manos.
— Gaia, no vuelvas a cometer el mismo error de no ayudarme.— le extendió su mano con el fin de esperar a que le entregase la esmeralda de la tierra.
Las palabras dichas por el jinete le hicieron derramar lágrimas de tan solo pensar en aquella acción de ignorarlo mientras era atacado le hacía doler su pecho, acto que comenzó a atormentar su corazón y a sus pensamientos.