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Chapter 3 - DESDE EL COMIENZO

La tarde estaba soleada.

Abigail se sentó con su cuaderno en aquel banco de la plaza. Respiró profundamente el aire fresco de la brisa de primavera, y se quedó contemplando aquellos bellos árboles florecidos.

Los grises del invierno habían acabado, y todo se pintaba de brillo y color.

El cielo celeste intenso, los árboles con sus retoños verdes claros, las flores violetas del jacarandá, las amarillas de los fresnos y las bellas acacias blancas que perfumaban y adornaban el paisaje, todo hacía de aquella una tarde perfecta.

Tomó su lápiz negro y comenzó a escribir.

Las palabras fluían sin poder parar.

Ese don que poseía de poder plasmar en papel, no solo imágenes, sino sentimientos y emociones, ese talento tan particular que pocos conocían, que era tan oculto y tan privado a la vez, la hacía sentir muy bien.

En ese instante, el mundo se reducía a su pequeño cuaderno y la mente que iba más veloz que la mano, frenaba sus millones de pensamientos para que pudiera registrarlos uno a uno en aquellos renglones.

Las letras la apasionaban, no solo escribirlas, sino también leerlas y recitarlas.

Aquella maravillosa fusión de letras que llegaban a formar palabras y luego la suma de ella formaban oraciones y luego poemas… y luego historias.

Amaba la lectura.

Los libros de Gabriel García Márquez, los poemas de Pablo Neruda, las Novelas de John Green o Nicolás Sparks, las sagas de Harry Potter, Los juegos del Hambre y tantas otras que había leído...

Cada libro que llegaba a sus manos era devorado como un sabroso manjar.

Llegaban a apasionarla de tal manera aquellas novelas; que podía pasar horas y horas leyendo.

Se sumergía en cada historia de manera que cada personaje parecía completamente real.

Reía y lloraba mientras recorría las páginas haciendo suyos los sentimientos, las experiencias, las decepciones, los romances de cada uno de los personajes.

Su mente soñaba y anhela vivir su propia historia de amor. Conocer al hombre de su vida, enamorarse, quizás sufrir por amor, y que su historia fuera la más romántica de todas las que había leído.

Los años del secundario habían quedado atrás, los amores temporarios y enamoramientos de campamento dejaron de tener su encanto. Con 19 años, Abby esperaba encontrar pronto al amor de su vida.

La escuela de Lenguas, donde estaba estudiando, era un lugar un poco extraño, luego de cursar en colegios cristianos y siempre relacionarse con buenos compañeros y profesores correctos y respetuosos, llegar a aquellas aulas y escuchar la filosofía de vida, ideales y creencias de docentes y alumnos, la había enfrentado a una realidad diferente. Aun así, su amor por la lengua escrita no había disminuido y luego de cursar un año y medio de carrera estaba convencida de que estaba en el lugar correcto.

Los temas nuevos la apasionaban. Las formas lingüísticas y los orígenes de nuestro idioma, las raíces de cada palabra, el latín.

Su corazón se aceleraba de alegría cuando podía asimilar cada uno de estos conocimientos y ponerlos en práctica en sus escritos.

Durante aquel primer año cambió hasta su forma de leer la Biblia. Descubrió que la riqueza literaria de este maravilloso libro era aun más grande de lo que ella imaginaba.

Los Salmos y su poesía tan descriptiva y hermosa. Los proverbios y su precisión para en cortas frases dar aquellos consejos tan sabios y necesarios para la vida.

Ese magnífico libro, realmente era obra de un autor supremo y superior a este mundo. Personas comunes jamás podrían haber escrito de una manera tan perfecta.

Sin embargo, durante este nuevo año de facultad, se habían planteado tantas filosofías humanas, tantas críticas al cristianismo de principios de siglo, que su pasión había disminuido.

La iglesia a la que asistía estaba pasando por una etapa difícil, los jóvenes estaban sin líderes, y la gente mayor no quería hacerse responsable de organizarles la actividad.

Algunos chicos por iniciativa propia se reunían los sábados a jugar al ping pon o al vóley, pero nunca nada de crecimiento espiritual, cosa que la preocupaba mucho.

En realidad lo único que la motivaba a ir era encontrarse con sus amigos, Nico, Luli y Sandra y… verlo a Thiago.

Desde hacía unos meses había comenzado a sentir una atracción especial por él, si bien sus sentimientos no eran claros, había muchas cosas de él que le atraían. Era tres años mayor que ella, muy fachero y divertido, todo un galán, sabía cómo hablar con las chicas y hacerlas sentir especiales. Su cabello oscuro, sus ojos verde claro y su seductora sonrisa, hacían un conjunto perfecto

Se conocían desde hacía bastante tiempo, ya que Thiago era el hermano mayor de su mejor amigo Nicolás.

Nico y ella, eran compañeros de colegio desde el cuarto grado. Inseparables desde ese día, compartían todas las cosas que les pasaban.

Hicieron el primario en el William Morris. Siempre estaban en el mismo equipo, siempre compañeros de banco, riendo y charlando de cualquier cosa.

Cuando pasaron al secundario, al colegio Agustín Garzón, la amistad cambió un poco en los primeros años, pero luego que Nico comenzó a ir a la iglesia, los lazos volvieron a fortalecerse y la amistad de hizo aun mayor.

Miles de veces Abby le había testificado y lo había invitado a la iglesia, pero los padres de Nico no querían saber nada de que su hijo fuera a una iglesia evangélica, así que cuando fue mayor, salió un día de su casa, sin decir a donde iba, y llegó a la iglesia.

Pocos sábados después recibió a Cristo y su vida cambió rotundamente.

Le costó que sus padres lo aceptaran, el proceso fue largo, pero al ver la vida y conducta de su hijo, no tuvieron más que ceder.

Abby y Nico compartían no solo las seis horas de escuela juntos, sino que se veían los sábados y domingo en la iglesia.

Aquella amistad era tan valiosa. No solo porque Nico era divertido, sino porque realmente él era sincero y frontal con lo que pensaba, y las cosas que no le gustaban o molestaba, siempre se las decía.

Era el mejor consejero. Parecía tener siempre una respuesta para todo.

Nico era esa persona a la que ella podía contarle sus secretos, preocupaciones, sueños y estar completamente segura de que nunca le fallaría.

Su hermano Thiago, comenzó a ir a la iglesia un tiempo después. Y si bien Abby lo conocía de todos los años de amistad con Nico, el estar en el mismo grupo le permitió ver en él una persona especial, tenía un compromiso especial en las cosas espirituales, un corazón sensible a las personas, pero un carácter un poco difícil y dominante… por esto quería conocerle y pasar más tiempo a su lado. Más aún después de que él directamente le dijera que estaba interesado en ella y quería conocerla más.

Nunca había estado de novia, y estaba ansiosa por enamorarse y poder comenzar una relación, pero no estaba segura de que Thiago fuera la persona correcta. Se propusieron orar juntos un tiempo y luego volver a hablar.

Un día común de clases, vio un afiche colgado en la puerta de entrada de la facultad que llamó poderosamente su atención.

En un mes se realizaría un concurso literario para elegir al mejor escrito juvenil de poesía de Córdoba.

Los aspirantes debían presentar una selección de diez poemas temáticos para un libro que se imprimiría con sesenta poemas de los seis mejores puestos concursantes.

Pero además, el mejor escritor ganaría una beca para estudiar un año en la Escuela Superior de Postgrado Campus Moncloa, una de las Universidades más prestigiosas de Madrid. Para realizar un curso dictado por famosos y reconocidos escritores europeos.

Los ojos de Abby se iluminaron mientras leía cada palabra del cartel, estaba realmente entusiasmada. Anotó los requisitos y condiciones, copió la página web donde debía enviar su trabajo y con una gran sonrisa pensó:

— Sería hermoso poder participar… que otros lean las cosas que escribo…

Su cajas llenas de libros y poemas en su placar nunca había sido compartida con nadie, ni aún con Nicolás. Muchas veces él le había insistido, pero a ella le daba vergüenza mostrar sus escritos. Esta vez, la idea de compartir su talento con el mundo le parecía correcta.

— Quizás sea el tiempo de escuchar qué piensan otros de mis versos… a lo mejor a alguien le gustan— se dijo a sí misma.

Siempre había sentido temor de que otros pudieran burlarse de lo que ella escribía, o simplemente no darle importancia o mal interpretar su visión de la vida.

Buscó en aquella gran cantidad de cuadernos y hojas sueltas algún viejo poema, algo que pudiera servir para presentar. Leyó y leyó por más de dos largas horas, pero ninguno terminaba de convencerle.

Separó solo tres. Le faltaban siete poemas más.

— Debo escribir poemas nuevos… solo quedan tres semanas antes del cierre de presentación… — pensó— Nunca podré hacerlo en tan poco tiempo… quizás no deba presentarme en el concurso… al final tantos papeles y nada que realmente valga la pena!...

En lo íntimo de su corazón estaba sembrado aquel desafío y no se rendiría tan fácilmente.

Esta tarde, bajo aquel sol tímido de primavera, en el banco de la plaza, las palabras surgían de una manera espontanea y fluida.

Su corazón latía con fuerza.

Mientras más escribía, más y mejores palabras y frases surgían. Ni ella misma se podía explicar de dónde surgía aquel torrente de ideas.

Era un día de inspiración y debía aprovecharlo.

¿Sería la primavera quizás? ¿Sería su enamorado corazón?

En realidad no importaba.

Se sentía feliz de lo que estaba sucediendo.

Los últimos rayos de sol se estaban apagando en el horizonte. Las farolas de la plaza comenzaban a encenderse y la brisa fresca marcaba la cercanía de la noche.

Abby cerró su cuaderno.

Había terminado.

— Solo debo darles una lectura de revisión y transcribirlos— dijo sonriendo

Se sentía satisfecha de lo que había logrado. En su interior sabía que era lo mejor que había escrito en mucho tiempo.

Se levantó de aquel banco y camino sonriendo aquellas cuadras que la llevaban a su casa.

Se sentía realmente feliz.