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Chapter 7 - LLUVIA DE OTOÑO

El celular vibra en mi bolsillo.

Número desconocido. Dudo si atender o no.

Varias veces en esta semana el mismo número me ha llamado y decidí ignorarlo. Pensaba que podía ser Cristal o alguna de sus amigas para seguir atacándome o insultándome como los hacen cada día en persona.

Decido atender y ponerlas en su lugar para que dejen de molestarme.

—¿Sí? ¿Quién es?

—¡Por fin atiendes mis llamados!—exclama la voz de mi mejor amigo del otro lado de la línea.

—¿Noah?

—Sí, soy yo, tengo un nuevo número. He intentado hablarte en varias oportunidades, pero no me atiendes. ¿Me estás ignorando?—pregunta.

—No sabía de quién era este número... ¡Te he extrañado tanto! ¿Cuándo regresas?

—En unas semanas quizás. ¿Qué tal Rosario?

Suspiro con fuerza pensando en la respuesta. Quizás unos días atrás hubiera dicho "terrible", pero después del campeonato, algo había comenzado a cambiar.

—Mejor... —respondí.

—¿Mejor? eso suena a malo... ¿qué está pasando?

—Digamos que no fueron muy amigables al comienzo... pero tengo nuevas amigas ahora y estoy en el equipo de fútbol.

—¿En serio? ¡Qué bueno! Por fin se cumplió tu deseo de jugar en un equipo... ¿Y la iglesia? ¿Cómo se han adaptado?

—Es una iglesia pequeña, no hay muchos jóvenes... los domingos me aburro bastante, y estoy sola...

—Pronto te adaptarás. Lo importante es que sigas buscando a Dios, que no te alejes de sus caminos.

Noah siempre tenía esas palabras justas que te hacían reflexionar.

Dios no había estado muy presente en estos días en Rosario. Me sentía un poco enojada con él por haber tenido que dejar mi casa, mi iglesia y ciudad para venir hasta este lugar.

—Sol, estoy estudiando mucho la Biblia en este tiempo, ya que no tengo muchos amigos en Nápoles, decidí hacer de Dios mi mejor amigo. Le cuento mis cosas, escucho su voz al leer su palabra y disfruto su compañía y presencia cada día. Deberías probar hacer lo mismo, que Dios sea tu mejor amigo.

—Qué bueno, Noah, me alegro tanto por ti. Yo necesito amigos de carne y hueso… te extraño.

—¿Has hablado con Isabella?

—Charlamos hace un par de semanas. ¿Pasó algo malo?

—No, solo que… estaba preocupada. Dice que te notó triste y deprimida.

—Es que, las primeras semanas no fueron buenas, me estoy adaptando—expliqué.

—Me alegro que todo estés mejor.... Bueno, mi Sol—dice, provocando que una sonrisa se dibuje en mi rostro—. Te llamaré pronto.

—Dale, Noah. Esperaré tu llamada.

—Dios te bendiga, amiga.

Quería decirle algo igual, pero me costaba nombrar a Dios.

«¿Qué me está pasando? Nunca me había sentido así».

...

Valeria nos hizo hacer nuevos ejercicios de entrenamiento. Me dolían las piernas de tanto correr. Pensar en las olimpiadas en Santa Fe nos llenaba de ilusiones y expectativas.

—Chicas, perdón si he sido muy dura con ustedes. Pero quiero que estemos en un buen estado físico, necesitamos ser veloces y resistentes si queremos ganar. Eso es todo por hoy, nos veremos el viernes.

Caminamos hasta los vestuarios con las pocas fuerzas que nos quedan. Al entrar, para nuestra desgracia, el equipo de hockey estaba terminando de usar las duchas.

—¡Oh que terrible olor que traen todas!—exclamó Nair—. Parecen una manada de chivos mojados.

Cristal y su séquito de amiguitas soltaron una risotada.

—Perdón por no traspirar con olor a fresa como ustedes—respondió Dana, y nosotras reímos.

—Eso se llama ser femenina y usar buen desodorante—respondió Cristal con sarcasmo—; pero no lo entenderían, está fuera de su alcance.

Leila y Nair soltaron una carcajada festejando las palabras de Cristal.

—Vamos, chicas, desocupemos el baño para el equipo de la Pulguienta—agregó dirigiendo su aguda mirada hacia mí—. Por favor, dejen todo limpio y ordenado cuando se vayan... Saben lo que es limpio y ordenado, ¿verdad?

Nadie respondió nada.

«Por hoy te dejo ganar, Cristal, pero me cobraré cada una de tus palabras»,pensé con toda la bronca contenida.

—Esa rubia desteñida es la maldad en persona—exclama Vicky cuando quedamos solas en el vestuario.

—Yo no sé cómo la aguantas, Sol—me pregunta Jazmín—. Todos sus ataques son contra vos.

Quizás era el momento de decir que yo era cristiana, por eso actuaba diferente, pero no quería alejar a estas nuevas amigas por causa de mis creencias. Así que opte por otra respuesta.

—No la aguanto—dije con bronca—, solo que no quiero rebajarme a ser como ella.

—La próxima vez, yo voy a arrancarle todos esos finos cabellos de su cabeza—agregó Luz, y todas reímos.

...

Otro domingo más.

Asistir a la iglesia se había vuelto algo aburrido y tedioso.

Mientras el pastor hablaba, mi mente estaba en el equipo de fútbol, en las jugadas, en las palabras hirientes de Cristal y en Gael Serrano.

Ese chico estaba cada vez más presente en mis pensamientos.

Nos veíamos todos los días en la escuela, algunas veces cruzábamos una charla sobre los entrenamientos y los futuros partidos de las olimpiadas en junio. Sabía que estar cerca de él era un ataque directo a Cristal. Su mirada y bronca al vernos juntos era mi mejor recompensa.

Además, Gael era el galán que cualquier chica quería a su lado.

Al terminar la reunión, quería irme lo antes posible. Mamá y papá siempre tenían alguien con quien conversar. Por mi parte, me recluía en algún lugar solitario hasta que papá me llamaba para irnos.

Las personas de la iglesia siempre eran atentas y amables con todos. Me saludaban con cariño y buscaban algún tema de conversación. Yo solo quería huir y alejarme de allí lo más rápido posible.

—¿Qué opinan del mensaje de hoy?—preguntó mamá.

—Estuvo bueno—respondió Bruno—, sobre todo los ejemplos que dio sobre su juventud.

—¿Qué opinas, Sol?—cuestionó papá.

—Sí, lo mismo que Bruno—dije rogando que no preguntaran nada más, porque ni sabía de qué trató el mensaje. No tenía ningún interés en escuchar, nunca me había pasado estar ausente de mente en un lugar como hoy en la reunión.

—Creo que deben tener en cuenta estos consejos que Daniel compartió. Los amigos son muy importantes en esta etapa de sus vidas, pero tener malos amigos puede llevarlos a alejarse de Dios y sus caminos—explicó papá, que creo que descubrió que no había prestado nada de atención al mensaje.

—¿Cómo va tu amistad con Vanesa y Flavia?—preguntó mamá.

«¿Quiénes son Vanesa y Flavia?», me pregunté, y de inmediato comprendí que se refería a las dos chicas de la iglesia con las que ni me hablaba.

—Bien —mentí.

—Quizás podrías invitarlas un día a casa—sugirió mamá.

—Sí, podría ser—respondí para evitar un largo sermón de su parte si llegaba a decir que no.

...

Los días fríos de mayo hacían más duros los entrenamientos.

Comenzamos a reducir los horarios de las prácticas hasta las seis de la tarde, para que pudiéramos regresar a nuestras casas antes de que se hiciera de noche.

Ese viernes al salir del vestuario, choqué con Gael.

—Perdón, Pulga, no te vi—dijo a modo de disculpa.

—Es porque soy pequeña—expliqué riendo.

—Oh, no, no dije lo de pulga como una ofensa, lo sabes,¿verdad?

—Sí, Gael, no te preocupes.

—Con los muchachos creemos que eres la versión femenina de Messi. Por eso lo de Pulga…

—Wow, qué honor. No creo que sea para tanto.

—Es en serio, Sol. Tienes un talento especial.

—Bueno, lo mismo puedo decir de ti.

—No es lo mismo—dijo meneando la cabeza—, debo practicar mucho para lograr mis jugadas, y los días que no entrenamos en el colegio, yo refuerzo mi entrenamiento en casa, pero veo que a ti te sale de forma natural... tus pases… tu visión del juego en la cancha… creo que deberías ser la capitana del equipo.

—¿Qué dices? ¿Estás loco?

—No, solo digo la verdad. Las chicas te respetan… todas te miran y buscan para las jugadas, y cuando Jazmín salió de la cancha, no fue Antonella la capitana, eso quedó claro... creo que le diré a Valeria.

—No, por favor. Creo que Jazmín hace un buen trabajo.

Caminamos juntos hasta la salida de la escuela.

—¿Puedo acompañarte hasta tu casa?—preguntó al llegar a la vereda.

—¿Tu mamá no viene a buscarte?

—No, iba a tomar el colectivo, pero... puedo tomarlo cerca de tu casa... si no te molesta…

Sus palabras me sorprendieron grandemente. ¡Claro que quería que me acompañara a casa! Pasar tiempo a su lado era lo que más quería desde que lo conocí.

Gael me mira esperando una respuesta.

—Entonces, será bueno caminar acompañada hasta casa—respondí.

Pude ver que una sonrisa se dibujaba en su rostro.

Caminamos unos metros en silencio. No un silencio incómodo, de esos que te hacen sentir mal, sino disfrutando de la compañía del otro.

Yo tenía tantas preguntas que quería hacerle. Principalmente en cómo había terminado su relación con Cristal y si aún seguía enamorado de ella.

Nuestras miradas se encontraban de vez en cuando, pero ninguno de los dos se atrevía a decir nada.

—¿Te gusta vivir en Rosario?—preguntó Gael rompiendo el silencio.

—Me estoy acostumbrando... Fue duro al comienzo. Extrañaba mi escuela, mi casa... mmm

«Iba a decir mi iglesia, pero prefiero callar».

—Imagino que no es fácil adaptarse a un lugar nuevo...

—Sí... y menos con alguien como Cristal en el curso—afirme, intentando llevar la conversación hacia el rumbo que yo quería—. Ella siempre me trata muy mal y no deja que ninguna de las chicas del curso sea mi amiga... todavía no sé qué le hice—agregué encogiéndome de hombros.

—No hace falta que le hagas nada. Ya te dije que Cristal es así. Le nace ser mala. Hay algo oscuro en ella, algo que te arrastra hacia su maldad... Por eso terminamos.

—¿Ustedes eran...?

—Salimos por un tiempo—aclaró, no dándole el título de "noviazgo" a lo que habían tenido y eso me alegró.

—Pero... ¿la querías?

—Es complicado, Sol... ella es linda... me dejé llevar por esa apariencia...

—El lobo con piel de cordero—dije sonriendo.

—Así es... ella tiene una apariencia bella, pero un interior horrible. Durante los meses que estuve a su lado, me convertí en una persona mala y despiadada como ella... me avergüenza admitirlo, no era lo que yo quería ser, pero... Cristal siempre logra lo que se propone... Es difícil oponerse a sus caprichos... Terminé dañando a muchas personas y sufriendo la pérdida de mis amigos... alejé a tantas personas...

—Todos le obedecen porque le tienen miedo.

—Yo no. Ya no la dejaré manipularme más. Sabe que sus manejos no funcionan conmigo. Y ahora estoy tratando de ser una mejor persona, de rodearme de gente buena.

Me alegré de escucharlo tan decidido.

—Me agrada estar contigo, Sol. Eres una buena chica, con un buen corazón, tienes un brillo especial.

Bajé la mirada avergonzada. Nunca nadie me había dicho tan lindas palabras.

Estábamos llegando a la puerta de casa, iba a despedirme cuando la mirada de Gael se encontró con la mía y sentí un fuerte cosquilleo que me recorría todo el cuerpo.

—Sol...—dijo suavemente—, si te invito a salir... ¿aceptarás esta vez?

—No lo sé—respondí dudando—, ¿cuál sería la invitación?

—¿Quieres ir al cine? ¿Te gustan las películas de Marvel?

«Vaya este chico sí que dio justo en el blanco».

—¡Me encantan! Las he visto a todas.

—Bueno, entonces... ¿te parece si vamos juntos a ver la última?

—Mmmm, me gusta la idea—respondí sin pensarlo dos veces.

«Es una locura… ¿Porqué acepté?».

Sabía que sería muy difícil que mis padres me dejaran ir sola con un muchacho al cine. Ya pensaría en algo. Pero no iba a perder la oportunidad de salir con Gael Serrano.

—Entonces... ¿el sábado?

—¿Mañana...?

—Si ya tienes planes... podemos dejarlo para otro día.

—No, me parece bien... ¿Puede ser temprano?

—Seguro, buscaré una función en la hora de la siesta, ¿te parece encontrarnos en el shopping?

—Sí, genial... hasta mañana.

Nos despedimos y me quedé allí como una tonta mirando cómo se alejaba.

«¡Tengo una cita con Gael Serrano!».

...

Papá llevaba semanas encerrado en su escritorio terminando los últimos detalles y correcciones del libro. Solo salía para comer, o para ir hasta el centro de investigación CONICET para hablar con su editor.

Mamá tenía sus horarios completos en un nuevo consultorio en el centro. Dejaba el almuerzo preparado para que comiéramos al regresar de la escuela y llegaba a casa por la noche. Seguí con poco apetito, odiaba comer sola, y tener que calentar mis comidas. Prefería solo picar una fruta o alguna galleta.

Golpeé la puerta del escritorio y abrí despacio, encontrando a papá con la mirada fija en su computadora.

—Hola, papá, ¿puedo pasar?

—Hola, Solcito—dijo desviando su mirada a mi persona—, ¿qué tal el entrenamiento?

—Bien…

—¿Has visto a Bruno?

—No, recién acabo de entrar, seguro está en su cuarto o jugando a la play.

—¿Puedes encargarte de preparar algo para que meriende tu hermano?, estoy terminando unos detalles y no quiero dejar a la mitad el trabajo.

—No hay problema, papá—respondí como hija obediente—. Quería... pensaba… ir mañana al cine con unos compañeros de la escuela...

«Mentira a medias, en realidad es un solo compañero».

—¿Qué quieren ver?

—La nueva película de los Vengadores... ¿me dejarías ir?

—¿A qué hora?

—Temprano, papá... Vamos a ver las funciones y la idea es que sea por la siesta... iremos al shopping...

��Por mí no hay problema... ¿puedes preguntarle a mamá cuando ella regrese?

—Está bien...

«Solo necesito el permiso de mamá, sé que ella hará más preguntas».

No fue tan difícil después de todo. Tenía el permiso de papá, que era un gran paso.

Luego de algunas preguntas exhaustivas, mamá accedió a que saliera con "mis compañeros del colegio" pero que regresara a casa antes de las 20 horas.

Me sentía tan feliz.

Debía buscar algo bonito para ponerme.

Quería verme bien para Gael.

Mi celular comienza a sonar y en la pantalla aparece el nombre de Isabella.

Me tiro sobre la cama y atiendo a mi amiga.

—Hola, Sol—escucho la voz emocionada de mi amiga—. Te extraño tanto.

—Isabella, ¡qué lindo escucharte! Hacía mucho que no hablábamos.

—Es que me tienes olvidada… se ve que has conseguidos nuevas amigas en Rosario…

—Pero ninguna como tú—interrumpo su conclusión errada.

—Sí, bueno, eso sería imposible, porque soy única en el mundo—exclama divertida.

—Yo también te extraño.

—¿Cómo va la escuela?

—Bien, estoy en el equipo de fútbol.

—¡Qué bueno! Es lo que siempre quisiste.

—Hay un grupo muy bueno de chicas, nos estamos haciendo amigas…

—¿Y en la iglesia? —me pregunta.

—Ese es otro tema… es una iglesia pequeña, con pocos chicos y chicas de nuestra edad…

—Oh, qué pena…

—No hay reunión todos los sábados, como en Córdoba, solo alguna de vez en cuando y tiene cultos generales los domingos… y son bastante aburridas.

—¡Amiga! ¡Eso es terrible! Por lo menos no vas a enamorarte de ningún rosarino que te haga quedar allá—agrega riendo.

No le respondo y mi silencio es justo lo que Isabella necesita para descubrir que sí hay alguien.

—¿Qué pasa, amiga? —interroga—. ¿Acaso estás enamorada?

Dudo en mi interior si contarle sobre Gael y estos nuevos sentimientos que crecen en mi interior. Ella es mi mejor amiga, y muchas veces hemos compartido de chicos de la escuela que nos gustan… así que me arriesgo y comienzo a contarle.

—Es un chico de la escuela…

—¡Vaya! —responde.

—Se llama Gael, es el capitán del equipo de fútbol…

—Guau, suena a alguien atlético… ¿Es de tu curso?

«Y aquí viene el sermón de Isabella. La conozco lo suficiente».

—Es de sexto año.

—¡Sol! —exclama sorprendida.

—¿Qué tiene de malo, Isa?, es solo dos años más grande… ¿Nunca te enamoraste de alguien mayor?

—Claro que sí y lo sabes, pero era alguien de nuestra iglesia, los chicos de la escuela… es otro tema…

—Gael es diferente. Deberías conocerlo. Es respetuoso y atento, tiene una mirada clara y pura…

—Y no es cristiano, supongo.

—No, no lo es.

—Amiga, ten cuidado. Las amistades y noviazgo con el mundo son una de las principales causas de apartarse de Dios.

—Isabella, no voy a ponerme de novia, ni voy a apartarme de Dios. Es solo que no puedo negar lo que siento.

—¡Al��jate de ese chico! Si sigues cerca de él, las cosas se pueden complicar… intenta sacarlo de tu corazón antes de que sea demasiado tarde.

—Bueno, mejor hablemos de otra cosa… ¿Ya regresó Noah? ¿Has tenido novedades de él?

—Hemos hablado seguido estos días. Llegan la próxima semana.

—¿Así que han hablado seguido?... ¿Pasa algo entre ustedes?

—No lo sé… es extraño… siempre vi a Noah como un buen amigo… pero desde que se fue a Italia, nuestras charlas telefónicas y los mensajes…

—¡Estás enamorada de Noah!—exclamo con fuerza.

—Te digo que no lo sé. Quizás cuando regrese y podamos compartir tiempo cara a cara se aclaren estas dudas que me inquietan.

—Ustedes harían una bonita pareja.

—¿Lo crees?

—Por supuesto.

—¿Y eso… no te molesta? —pregunta Isabella con voz entrecortada.

—¿Por qué habría de molestarme?

—Creí que estabas enamorada de Noah. Ustedes siempre han tenido… una relación tan cercana…

Al escucharla me quedo pensando en sus palabras.

Noah siempre fue mi amor platónico.

Desde pequeña, soñaba con que un día íbamos a ser novios, y luego casarnos.

Amaba a Noah, y lo admiraba. Una mezcla completamente plat��nica. Porque nunca nadie podría igualarse a él.

Conocía su corazón y pensamientos, lo puro y sincero que era. Sabía que, quien tuviera la dicha de estar al lado de mi amigo, sería alguien completamente afortunada, porque Noah es de esas personas que te aman, te protegen y darían su vida por ti.

Siempre tuvo muchas chicas enamoradas de él. En el colegio, en el barrio y en la iglesia. Eso no me extrañaba, porque además de tener un corazón tierno y bueno, Noah tenía una hermosa apariencia.

Delgado, con la tez trigueña, sus cabellos castaños y unos hermosos ojos grandes de color avellana, con largas pestañas que eran la envidia de cualquier chica.

Noah pegó el estirón en la adolescencia y yo quedé pequeña, apenas si llegaba a su hombro.

Sus facciones se volvieron finas y rectas, y sus hoyuelos en las mejillas siguieron dándole ese toque tierno a pesar de dejar de ser un niño.

Nunca fue del tipo deportista, sino más bien del bohemio e intelectual. Dedicado a la lectura y la música. Con un ritmo tranquilo en su andar y pacífico en toda su personalidad.

Jamás lo vi interesado en ninguna chica. O por lo menos, no hablaba de eso conmigo.

Siempre de perfil bajo. Evitando ser el centro de atención, aunque bien podría haberlo sido.

Aunque teníamos la confianza de hablar de todo, sentía que Noah me ocultaba algo, una pequeña sombra en su mirada me hacía intuir que mi mejor amigo tenía un pasado misterioso que yo ignoraba.

Nunca hablamos de su familia, ni de esos primeros años de vida, antes de llegar a la casa de los tíos.

Sin embargo, cada detalle en él resultaba especial, aún su lado misterioso.

Lo amaba. Sí, había estado enamorada de mi mejor amigo… Pero ahora… Gael Serrano ocupaba mis pensamientos y emociones.

—¿Sol?—me interrumpe Isabella—, ¿estás ahí?

—Sí, sí, te estaba escuchando.

—¿Te pregunté si Noah te gustaba?

—Para nada, Isabella. Eres libre de enamorarte de él—respondí.

Miré el reloj y ya estaba en hora de salir hacia el cine. No quería hacer esperar a Gael

—Amiga, tengo que dejarte… estoy retrasada…

—Está bien, Sol. Hablaremos en otro momento.

—Te extraño, Isabella y te quiero mucho.

—Y yo a ti, amiga. Nos vemos pronto.

Me apuro a terminar de arreglarme, la ropa me queda demasiado suelta, al parecer he bajado algunos kilos y no lo sabía… Busco algo que me quede un poco mejor y salgo corriendo hacia la parada del colectivo. Es la segunda vez que voy a tomar un micro estando en Rosario. Hace unas semanas atrás fuimos con Bruno hasta el shopping y buscamos en internet los recorridos, descubriendo que justo la línea que pasa frente a nuestra casa nos deja a unas pocas cuadras.

Al bajar del colectivo, me detengo en una vidriera. No para ver la mercadería, sino para repasar mi apariencia como en un espejo.

Tengo puesto unos jeans rotos en las rodillas, con una camisa a cuadros rosa, azul y violeta, con unas botas negras acordonadas y llevo un saco tejido de color negro. Mi cabello está suelto y las ondas caen como cascadas sobre mis hombros.

Me puse un poco de labial rosa y algo de rímel.

Me siento conforme con mi apariencia, y espero que a Gael también le agrade.

Al llegar me dirijo directamente a los cines, donde quedamos encontrarnos. Hay muchísima gente, no solo por ser sábado, sino porque es el estreno de la película.

Busco con la mirada entre la multitud, pero no logro encontrarlo. Una gran decepción se apodera de mí.

«¿Y si él no viene? ¿Y si se arrepintió de salir conmigo? ¿Si solo era una forma de burlarse?».

Hasta por un segundo pensé que Cristal podría haberlo manipulado para invitarme y luego dejarme plantada.

Mi mente podía ser muy imaginativa y rápida en momentos así.

Tan tonta me sentí, que hasta tenía ganas de llorar.

Bajé la mirada a mi celular buscando algún mensaje de disculpa, pero nada, no había ningún mensaje.

«Soy una tonta. Ingenua y boba», me dije a modo de reproche.

¿Cómo pude ser tan ilusa al pensar que el chico más guapo de toda la escuela, el capitán del equipo de fútbol, iba a fijarse en alguien como yo?

Siento que mis ojos comienzan a picar, poco tiempo más podré contener las lágrimas.

Quiero salir corriendo. Quiero regresar a casa, meterme bajo las colchas de mi cama y dormir por tres días seguidos, y olvidar que estoy en Rosario, olvidarme mis odiosos compañeros de curso y de Gael Serrano.

Me doy la vuelta para salir de la sala de cine, cuando de golpe, frente a mí, se encuentran Nair, Leila y Cristal.

«Lo único que me faltaba».

Las tres lucen como típicas modelos de revistas. Traen polleras de jean cortas, botas hasta la rodilla, blusas de color pastel y unas camperas cortas hasta la cintura. Parece que se pusieron de acuerdo con su ropa para combinar hasta en los colores.

—Hola, pulguienta—dice Cristal al verme ante ellas—. ¿Qué haces por aquí? ¿No sabía que permitían pulgas en el cine?

—Vine a ver la película de Los Vengadores—le respondo.

—Escuché que ya no hay más entradas—dice Nair sacudiendo las de ellas al aire.

—Pobrecita, tendrás que conformarte con ver Frozen—se burla Leila y las tres se ríen.

—¡Qué triste que seas tan patética de venir sola al cine! ¿Acaso ninguna de las "machotas" de tu equipo disfruta de venir a ver una buena película? —agrega Cristal con una sonrisa triunfal en el rostro.

Mi corazón late con fuerzas en mi pecho. Es una mezcla de bronca, impotencia, tristeza, dolor… no sé cómo describirlo.

Siento que mis piernas están clavadas sobre aquel piso alfombrado de la sala de cine, y aunque quiero salir corriendo de allí, no puedo.

—Hasta me das lástima, pulguienta—agrega Cristal dando un paso hacia adelante y tomando mí barbilla—. Siempre estarás así de sola, nadie te quiere, nadie será tu amiga.

De golpe, su mirada cambia, y la veo retroceder un paso hacia atrás. Siento una mano sobre mi cintura y una respiración cerca de mí oído.

—Lamento la demora—dice Gael depositando un beso en mi mejilla y buscándome con la mirada.

Las tres amigas se quedan con la boca abierta.

Cristal sacude su cabeza incrédula de lo que ve, pero no logra disimular el odio y bronca que siente.

—¿Te estaban molestando?—me pregunta mirándome a los ojos, y sé que ha visto esas lágrimas contenidas.

—No, estoy bien—respondo mientras bajo la mirada.

—Hola, Cristal—le dice en forma seca y fría—. Hola, chicas.

—Hola, Gael, seguimos teniendo el mismo gusto de películas—afirma la rubia, quien no va a darse por vencida—. ¿Podríamos sentarnos juntos si quieren?

Y su ofrecimiento hace que mi estómago sienta ganas de devolver todo el almuerzo.

«¡Por Dios! ¡Que Gael no acepte!», digo en mi interior.

—No, gracias. Preferimos que cada quien siga por su lado—responde mientras toma mi mano entrelazando nuestros dedos—. ¿Vamos, Sol? Aún debemos comprar algo para comer.

Quiero responder. Quiero decir algo. Pero todavía estoy tratando de asimilar todo lo que acaba de suceder.

La mano de Gael me arrastra a seguirlo. Mientras mi mirada y la de Cristal se encuentran y puedo ver las chispas y cortocircuitos en el aire.

Una sonrisa se dibuja en mis labios al ver la bronca de la rubia.

Una sonrisa de triunfo.

«Gael será mío, Cristal», quiero gritarle en la cara.

Y aunque sé, que es solo una salida de amigos, no quiero dejar de disfrutar ese dulce sabor de patearle el trasero a Cristal.

«Sol uno- Cristal cero».

Gael se detiene a comprar un balde de pochoclo y unas gaseosas.

—No tenías porqué defenderlas—me dice cuando nos detenemos en la fila del cine—. Sé que te estaban molestando.

—¿Y qué caso tenía?—respondo levantando mis hombros—. Ellas y sus palabras solo pueden dañarme si las dejo—respondo y Gael sonríe.

—Eres demasiado buena, Sol. Tienes un noble corazón, pero ten cuidado, porque Cristal te dañará aunque no quieras.

«Vaya que sí lo sé».

Esos minutos que pasaron hasta que él llegóhabían dolido como espadas clavadas en el pecho; y cada mirada de Cristal me hacía sentir más insignificante. Pero podía ser fuerte. Contaba con la amistad de Gael, y eso era el golpe más bajo que Cristal podía recibir.

Nos sentamos en el medio de la sala.

No volteé a mirar dónde se ubicaron Cristal y sus amiguitas, pero por sus voces y risas, sabía que era unas filas detrás nuestro.

Conversamos hasta que las luces se apagaron por completo. Y luego comenzó la película.

Cada tanto desviaba mi mirada hacia Gael.

El resplandor de la pantalla iluminaba sus ojos celestes dándole un brillo especial.

Como la película era demasiado larga hicieron un break en el medio para poder ir al baño y comprar algo más de comida.

Temía encontrarme a Cristal y a sus amigas, así que caminé un poco hasta unos baños más alejados de nuestra sala.

Cuando regresé, Cristal estaba hablando con Gael.

Nair y Leila no estaban. Los dos se veían bien juntos. No podía negar que hacían una bonita pareja.

Sentí queyo sobraba. Ellos estarían mejor si yo me iba.

Sabía que era exactamente lo que Cristal quería que sintiera y pensara.

Y no iba a dejarla ganar.

Caminé decidida y sonriente hacia ellos. Estaban conversando.

—Siempre pensé que cuando estrenara esta película vendríamos juntos, como a la anterior—estaba diciendo ella muy sonriente—, aunque fue poco lo que vimos aquella vez… ¿lo recuerdas? —comentó guiñándole el ojo.

Gael no sonrió ante su comentario. Bajó la mirada casi como avergonzado de que escuchara aquella información.

—Creo que elegiste bien en venir con la Pulga—afirma dirigiendo su mirada hacía mí—, con ella verás la película completa. Que la disfruten.

«Punto para Cristal», me digo mentalmente.

—Lamento mucho que tuvieras que escuchar eso—dijo Gael enojado—. Ella sabe bien cómo manipular y herir a los demás.

—Está bien.

—No, nada está bien. No me gusta que todo el tiempo se burle de ti, te agreda con las palabras, y siento que todo es por mi culpa.

—Ella me odia desde el primer día de clases. No solo es porque somos amigos… así que no te preocupes. ¿Vamos a ver la película? Quiero saber cómo termina.

—Gracias por ser tan comprensiva. Me agrada estar contigo, de verdad.

«Sí, claro, porque soy una buena amiga con la cual ver la película completa… Sol uno - Cristal uno».

Al terminar, nos dirigimos al patio de comidas a comprar un helado. Caminamos por los pasillos en silencio, mirando las vidrieras.

En mi mente estaban las palabras de Cristal, sus agresiones y miradas. Tanta bronca sentía que no podía disfrutar la presencia de Gael caminando a mi lado.

—¿Segura de que estás bien?—preguntó Gael.

—Sí.

—¿Te gustó la película?

—Estuvo mortal—exclamé sonriendo—, cada nueva que veo me sorprendo de lo bien pensadas que están todas… y cómo se relacionan…

—Eres una fan��tica en serio.

—Claro que lo soy.

—¿Y el fútbol? ¿Desde cuándo te gusta?

—También desde pequeña.

—¿Jugabas en algún equipo de Córdoba?

—No, siempre quise jugar… pero… en mi colegio no había equipos.

—¿Y dónde jugabas?

«Aquí, debería venir la parte, en que le digo que voy a una iglesia, y que allí era donde jugaba», pienso mientras seguimos caminando.

—Jugaba con unas amigas —respondo sin dar demasiados detalles y ruego que no pregunte más sobre este tema.

—Es asombroso que juegues tan bien y que nada más lo hicieras de forma recreativa.

—¿Y? Gael Serrano… ¿desde cuando tu amor por el fútbol?

—Desde siempre. Mi mamá cuenta que desde que aprendí a caminar comencé a patear, que pateaba todo. Hasta los autitos. Así que dejaron de comprarme juguetes, porque los rompía a patadas.

Los dos reímos.

—Así que torturabas juguetes—afirmé.

—Se podría decir que sí… Cada cumpleaños recibía tres o cuatro pelotas de fútbol… y yo era feliz con ellas, más que con un auto a control remoto.

—Apasionado por el fútbol desde chiquito.

—Bueno podemos decir que ya tenemos dos cosas en común… el fútbol y Marvel.

—Así es.

Compramos el helado y seguimos conversando.

El tiempo a su lado parecía detenido.

Hablamos del colegio, de lo que pensaba estudiar en el futuro, de sus sueños, de su familia, del equipo de fútbol.

La hora había avanzado y yo debía regresar a casa.

Caminamos hasta la parada del colectivo.

El cielo está completamente gris. Oscuros nubarrones amenazan con dejar caer su contenido sobre nosotros.

Allí estábamos los dos, parados detrás de una larga fila de personas, esperando que llegara el micro de mi línea para despedirnos.

—Ha sido la mejor cita de mi vida—confiesa Gael con una sonrisa.

—Sí, claro—dije con ironía.

—Lo digo en serio—exclama poniendo una mano en su corazón y parándose justo frente a mí—. Nunca había conversado tanto con alguien, ni me había sentido tan bien en compañía de una chica… Eres especial, Sol. Tienes… algo diferente a todas las chicas que he conocido.

Me quedé sorprendida ante sus palabras. ¿Acaso estaba hablando en serio? ¿Era yo especial?

«Mi madre diría en este momento: es porque tienes a Cristo en tu corazón».

¿Sería eso posible? Yo ni siquiera había mencionado a Dios ni mis creencias.

—No pareces creerme…—dice bajando la mirada.

—Es que… seguramente has tenido muchas citas y muchas películas en mejor compañía… no creo poder compararme con ellas…—agregué refiriéndome a Cristal y su cometario, pero sabiendo que la lista de novias de Gael era más extensa.

—Por eso… es la mejor—responde—, porque no puede compararse a ninguna, ¿sabes? Ninguna de esas chicas con las que salí se mostró interesadas en conocerme, en hablar de lo que siento y pienso… ninguna de ellas fue sincera al contarme de su vida, ni mostrarse tal como son…

Gael avanza un paso acortando la distancia entre nosotros y yo siento que el aire me falta en los pulmones.

Levanta su mano y corre un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. Nuestras miradas están conectadas de una forma especial. Intensa. De golpe unas finas gotas de lluvia comienzan a caer.

—Me gustas, Sol. Quiero conocerte más, quiero que me conozcas…

«No puede ser real. Esto no me está pasando a mí».

Una frenada cercana a nosotros nos indica que el colectivo ha llegado y las personas en la fila comienzan a subir.

—Tengo que irme—susurro.

—Lo sé—dice pasando su mano por mi mejilla—. ¿Nos vemos el lunes en la escuela?

—Nos vemos.

No quiero irme.

No quiero subir a ese colectivo.

No quiero alejarme de él.

Miro nuevamente el celular y son las 20:15.

Tengo dos mensajes de mamá y una llamada perdida. Va a regañarme al llegar, pero ya no me importa.

Miro nuevamente a Gael, y subo, o tendré graves problemas en casa y no podré volver a verlo.

Camino por el pasillo hasta un asiento en el fondo. Cuando me siento, miro por la ventana y su mirada sigue fija en mí. Esos ojos celestes me miran de una manera especial y quiero quedarme allí para siempre, frente a esa mirada.

Levanta su mano en señal de saludo y una hermosa sonrisa se dibuja en su rostro. El colectivo arranca y suelto el aire retenido en mí pecho.

Hace frío, pero yo me siento como en primavera. Hay viento, y una suave lluvia otoñal que moja las calles y empaña el vidrio de mi ventana… pero para mí, es el mejor día del año.