Regresar al colegio después de ganar el campeonato es algo extraordinario. Todo el alumnado ha preparado banderas, papel picado y gritan alentando a cada uno de los equipos cuando vamos llegando a la escuela.
En la formación de izado de bandera, la directora hace pasar a cada equipo con sus trofeos para felicitarnos.
Las chicas del equipo de fútbol me entregan el gran trofeo para que lo levante ante toda la escuela.
Y allí estamos. Cristal con su trofeo, Gael con el de los varones y yo.
Un escalofrío recorre mi espalda al vernos a los tres ahí. Mientras todos aplauden intento disfrutar de este tan merecido triunfo. Pero unos celos terribles me inundan al recordar las palabras de Cristal y su cercanía con Gael.
Luego de un tiempo de festejos, cada uno debe ir a su curso porque los profesores continuarán con las clases.
Aurelia Castro entra al aula y el ambiente queda en completo silencio. Comienza a dar la clase, escribe en el pizarrón y explica un tema nuevo.
Miro a Cristal allí tan sonriente sentada en el banco y no puedo evitar odiarla y sentir completo desprecio por ella.
Con solo dieciséis años ha tenido relaciones sexuales.
En realidad, ese no es mi problema. Mi problema es que justo haya sido con Gael, mi Gael.
Si bien he decidido dejar de lado este incidente y seguir mi relación a pesar de esto, mi mente no puede olvidarlo.
Últimamente, cada abrazo o beso que Gael me da, pienso que antes la abrazaba a ella, la besaba a ella… y eso me genera sentimientos horribles.
—El lunes próximo tendrán una evaluación sobre este tema—agrega Castro—, estamos próximos a cerrar un trimestre, así que les sugiero que estudien.
Miro la pizarra y no entiendo nada.
Suelto un suspiro frustrada. Tengo que buscar a alguien que me explique esta materia.
Al salir al recreo, Gael me está esperando.
—Buenos días—me dice con una amplia sonrisa—. ¿Cómo has estado?
—La primera hora fue terrible—explico—. Aurelia Castro explicó tema nuevo y no entendí nada… y el lunes tomará evaluación.
—Si quieres puedo ayudarte—responde—, siempre me fue bien con Castro. ¿Qué tema es?
—Revolución Industrial… creo.
—¿Por qué no vienes a casa una tarde que no tengamos entrenamiento? ¿Podemos estudiar juntos?
—La propuesta suena muy interesante…
—¿Te parece el jueves? Podemos irnos desde la escuela y almorzar juntos…
—Suena muy bien.
Gael se acerca, me abraza y me da un beso.
—¿Sol?—escucho decir con una voz muy conocida—. Mamá va a matarte.
Corto el beso con Gael y me encuentro con Bruno parado justo frente a nosotros.
«¡Soy tan tonta que olvidé que mi hermano está en el mismo colegio!»
—Bruno, déjame explicarte…
—¿Tú… y Gael? ¡No puede ser cierto! ¿Qué le viste a mi hermana?
Miro a Gael, quien sonríe divertido ante los comentarios de mi pequeño hermano.
—¿Podrías dejarme sola con mi hermano?—le pido—. Nos veremos en el próximo recreo.
—Bien, hasta pronto, cuñadito—le dice pasando por el lado de Bruno.
Mi mente se pone en blanco. ¿Qué voy a decirle? ¿Y si me acusa con mamá? Terminaré tres meses de penitencia.
—Escucha… no le digas nada a mamá.
—¿Estás loca? Gael es dos años mayor que tú… además ya sabes lo que piensa nuestros padres sobre los noviazgos a nuestra edad.
—Bruno, te lo pido por favor. De verdad Gael me interesa… solo te pido que no digas nada.
—¿Quieres que les mienta a nuestros padres?
«Oh por Dios, estoy por pedirle exactamente eso».
—No, no… solo te estoy pidiendo que no les cuentes… si ellos te preguntan: ¿Sol está de novia con un chico de la escuela? Entonces puedes decirles que sí, pero mientras te pregunten: ¿Sabes algo de Sol? ¿Le pasa algo a tu hermana? Entonces solo no les cuentes.
—Digamos que es lo mismo que mentir.
«Vaya, mi hermano es bastante sincero».
—Bruno, haré lo que quieras. Si necesitas que haga tus tareas, o que limpie tu pieza… lo haré, pero por favor… guarda este secreto.
Su cara cambió ante mi chantaje.
A esta altura no me importaba lo que tuviera que hacer para poder seguir en esta relación con Gael.
—Ahora eres la oveja negra de la familia—me dice con una amplia sonrisa—. Siempre pensé que algún día me mandaría una macana y sería el rebelde, el hijo perdido… me alegra que ganaras ese puesto—lo dice como una broma, pero sus palabras me calan profundo.
—Bien, soy la oveja negra—admito.
—El tío Alex estaría orgulloso, ya tiene sucesor en la familia.
Me quedo allí parada, reflexionando en sus palabras.
«Acaba de compararme con el tío Alex».
El timbre toca con fuerza sacándome de mis pensamientos y regreso a mi aula. Ahora tengo una nueva preocupación en mi cabeza. Bruno.
…
En la hora de la cena papá nos contó que el original del libro estaba listo. Pronto comenzarían el proceso de impresión.
Una revista lo había citado para una entrevista acerca de su libro y todo parecía marchar bien con su trabajo.
Mamá nos comenta que había hablado con la tía Paloma y que ya estaban en Córdoba.
—Y tengo una buena noticia, sobre todo para Sol—dice poniendo un poco de suspendo—. Noah vendrá el fin de semana. Se quedará sábado y domingo en casa. ¿No te alegra?
«Oh, no. Noah vendrá a Rosario, y yo quiero desaparecer del planeta».
—Sí, mamá—respondo.
Aunque en realidad me preocupa la presencia de Noah. ¿Cómo voy a ocultarle mi relación con Gael? ¿Se dará cuenta de que algo en mi ha cambiado?
Esperaba que no fuera así.
—Mamá, el jueves tengo que terminar un trabajo con una compañera del curso al salir del colegio, ¿puedo ir?
—¿Cuál compañera?
Hasta ese momento no había pensado ese detalle. Mamá sabía que con las chicas de mi curso no tenía una buena relación, y nunca había ido a la casa de ninguna.
—Cristal—agregué.
—¿Cristal? ¿Acaso no es la chica que te molestaba?
Uh, había olvidado que en algún momento le conté sobre las palabras hirientes de la rubia.
—Sí, es cierto, pero después de las olimpiadas… ya somos más amigas.
—Bueno, me parece bien—responde—, solo que no regreses muy tarde.
«Y aquí estoy, mintiendo de nuevo».
Bruno me mira achicando los ojos, como descubriendo que no es verdad, pero no dice nada.
«Tendré mucha tarea esta semana», pienso al recordar mi chantaje.
Me estaba metiendo cada vez más y más en un enredo de mentiras del cual no sabía cómo iba a salir.
…
El jueves a la salida del colegio Gael me estaba esperando.
—Me encanta que vengas a mi casa—dice con una amplia sonrisa—. Mi mamá estaba feliz cuando le dije que te llevaría a comer.
—¿En serio?
—Siempre le cuento de ti, y las cosas que compartimos. Sé que se llevarán muy bien. Vamos a ir en el colectivo, porque mamá prefirió quedarse preparando el almuerzo en vez de buscarnos.
—Me parece bien.
Luego de un corto viaje, llegamos a la casa de Gael.
Es una casa bonita, muy prolija y con hermosas flores en el jardín.
Entramos y lo primero que percibo es un fresco aroma a limpio, seguido del olor a la comida casera.
—Pasa—me dice Gael—, puedes dejar la mochila en el sillón.
Lo sigo en silencio.
Entramos en una pequeña cocina, donde su mamá está atareada picando una ensalada.
—Hola, Sol—exclama mientras deja lo que está haciendo y se seca las manos en un repasador—. Me alegra mucho que vinieras.
—Hola, señora Serrano, gracias por la invitación.
—Soy, Nora—me dice riendo—. Jamás nadie me ha llamado señora Serrano, prefiero que me digas simplemente Nora.
—Bien, Nora. Gracias por invitarme.
Gael se dirige hacia su madre y le da un beso cariñoso.
—Eso huele fantástico… ¿hiciste pastel de papa?
—Tu preferido.
—Gracias, ma.
—Bueno, si quieren cambiarse los uniformes, en diez minutos comemos.
—Puedes usar el baño—me dice Gael señalando una puerta en el pasillo.
—Bien—digo buscando mi mochila.
La mamá de Gael es una hermosa mujer. Tiene los ojos celestes, igual que él, solo que su cabello es oscuro.
No le he preguntado por su padre.
Miro los muebles alrededor y no hay ninguna foto de ellos. No hay fotos familiares… es extraño.
Me cambio rápidamente y regreso a la cocina, donde Nora está poniendo la mesa. Le ayudo a acomodar los platos.
—Gael está tan feliz—me dice con una sonrisa—. Nunca ha traído una chica a casa, ni siquiera me ha hablado de sus anteriores conquistas… pero lleva un mes entero hablando de ti.
Me sorprende escuchar aquellas palabras.
«¿Nunca trajo a Cristal?... Punto para Sol», me digo mentalmente.
—Gracias por hacerlo tan feliz—me dice.
Gael entra al comedor con un atuendo cómodo y relajado. Lleva una buzo con capucha y una babucha negra que le queda muy bien.
Los tres almorzamos y pasamos largo rato charlando.
—¿No comes más? —me pregunta Nora—, puedes enfermarte, es muy importante la alimentación a su edad.
—Hoy comí un sándwich en la escuela—digo como excusa—, en general almuerzo muy poco.
—Bien, pero deberás comer todo el postre que preparé.
Nora nos sirve un delicioso postre de chocolate con crema y me esfuerzo por terminarlo. Luego lava los platos y Gael pone la televisión con un poco de música.
Reímos y conversamos de las olimpiadas y lo bueno que estuvieron los partidos. Tenemos que estudiar, pero ninguno de los dos tiene demasiadas ganas.
Nos sentamos en el sillón de la entrada y saco mis carpetas para intentar que Gael me explique el tema de historia.
Terminamos abrazados y besándonos sin estudiar nada.
Cuando veo la hora, ya es tarde y debo regresar a casa.
—¿En serio tienes que irte? —protesta.
—Mi mamá es muy exigente con los horarios… no quiero terminar castigada.
—Bien… vamos te acompañaré.
Caminamos hasta la parada, mientras lo hacemos aprovecho para sacar mis dudas sobre su familia.
—¿Puedo hacerte una pregunta personal?
—Claro que puedes, Sol, somos novios—aclara como si fuera tan normal.
—¿Tu padre?—suelto de golpe—. ¿No vive con ustedes?
—No, mi padre… tiene otra familia… viene a casa algunos fines de semana de visita…
—Entonces ¿tus padres estás separados?
—No… es difícil de explicar.
Lo miro expectante.
—Mi padre está casado, y tiene otros hijos… vive con ellos.
—Oh…
—Cuando mi madre lo conoció ya estaba casado… ellos estuvieron juntos y mi mamá quedo embarazada…
—Pero se hizo cargo y te dio su apellido.
—Podríamos decir que sí.
—¿Puedes ser más claro?
—Mi mamá accedió a vivir así, nosotros somos… la otra familia.
Mi mente no podía procesar todo aquellos que Gael decía.
—Sé que puede sonar extraño… pero mi mamá lo ama y no quiere dejarlo…
—Pero… su otra familia… ¿sabe de ustedes?
—No. Ellos no deben saber de nosotros.
—Eso está mal, Gael.
—¿Por qué? ¿Quién dice que está bien y que está mal?
«Dios.Quise decirle que así no debían ser las cosas. Ni ese era el modelo que Dios tenía para la familia, pero me callé».
—Tú mamá es una mujer hermosa, podría tener un hombre que la amara y fuera fiel a ella solamente, y no tener que compartir a tu padre con otra mujer.
—Es su decisión. Yo la respeto.
—¿Es decir que tienes hermanos…? ¿Los conoces?
—No. Sé que son mayores que yo. Dos mujeres y un varón. Pero mi padre dice que conocerlos complicaría todas las cosas. Así que yo solo sigo con mi vida.
—Me parece una locura.
—¿Por qué? Es su decisión… Son adultos y pueden hacer lo que quieran con sus vidas.
—Quieres decir que… ¿te parece bien?
—Sí.
—Entonces… ¿para vos, estaría bien que yo tuviera otro novio? Es decir… compartirme con otro chico.
—Jamás—respondió con firmeza—. Soy bastante celoso. Que respete la decisión de mi madre no quiere decir que piense igual que ella. Si otro chico llegara a besarte…—dijo apretando los puños de sus manos.
—Eso no pasará—aclaré para tranquilizarlo—. Pienso en tu mamá… ¿No le dan celos?... ¿no le molesta compartir a tu padre?
—Creo que está acostumbrada a que es así, que lo de ellos es algo oculto.
—¿Tu padre no sale con ustedes?
—No.
—¿No han tenido vacaciones familiares o salidas a comer?
—No.
—¿Y los cumpleaños?
—Viene y cenamos en casa los tres juntos.
—Ay, Gael, es tan complicado…
—Ellos son felices así, es lo que eligieron. No voy a meterme en el medio. Y espero que la vida de mis padres no afecte nuestra relación… ¿Estamos bien?
—Sí, Gael. Nos vemos mañana en la escuela.
Nos despedimos con un beso, justo cuando llega el colectivo.
Mientras las cuadras avanzan, no puedo dejar de pensar en lo que Gael acaba de confesarme sobre su familia.
Siento una opresión en el pecho terrible.
Su vida está muy lejos de lo que Dios quiere.
No puedo dejar de pensar en Nora, y los diecisiete años que lleva viviendo como la otra. Teniendo que esconder su relación, sin poder salir a pasear con su esposo, sin tener juntadas con amigos, sin vacaciones en familia.
Todo porque eligió mal.
«Igual que vos Sol», me digo en reproche. «A escondidas, sin poder compartirlo con tu familia y amigos, sin poder salir en público». Intento callar a mi conciencia diciendo que lo mío con Gael es diferente.
Camino hasta mi casa aún pensando en todas estas cosas.
Agradezco que mamá no está cuando regreso, porque ya se ha hecho tarde.
—¿Todo bien con Gael?—me pregunta Bruno.
—¿Qué dices?
—¿Crees que soy tonto? Toda la escuela sabe que Cristal y vos son enemigas, ni pueden verse… ¿y le mientes a mamá sobre hacer un trabajo en su casa? Yo no te creo nada, seguro estuviste con Gael a los besos—dice haciendo gestos con la boca.
—¿Le dirás a mamá?
—No lo sé…—dice pensativo—, todo depende de cómo quede ordenado y limpio mi cuarto… y el trabajo de Arte que debes terminar.
«Me lo merezco».
…
Estamos en la terminal de ómnibus esperando a Noah. Su colectivo llegará pronto.
Una extraña mezcla de sentimientos me embarga. Estoy feliz de ver a mi mejor amigo después de más de ocho meses… pero a la vez siento un peso, porque sé que no soy la misma.
Desde la llegada a Rosario, mi vida espiritual está en picada.
Noah y yo hablamos mucho sobre lo que viví en esos primeros días. Pero cuando las cosas con Gael se concretaron, evité hablar con él y contarle lo que estaba pasando.
Cuando lo vi bajar del colectivo, me costó reconocerlo.
Estaba diferente. Noah también había cambiado. Su peinado, su forma de vestir. Se veía más alto, más maduro.
Antes jamás se fijaba en su apariencia. Nunca fue de vestir a la moda o tener un corte de pelo actual.
Mientras se acerca, veo sus ojos brillantes, los hoyuelos en sus mejillas y su sonrisa amplia y encuentro a mi mejor amigo.
—Mi Sol—dice abriendo los brazos y envolviéndome en un fuerte abrazo—, te extrañé tanto.
—Me estás asfixiando, Noah.
Me suelta y saluda a mamá y Bruno. Minutos después estamos bromeando y recordando viejas épocas mientras llegamos hasta casa.
—La casa es hermosa—comenta Noah—, y muy amplia.
—Sí, estamos cómodos—responde mamá—. Iré a la cocina a preparar el almuerzo, ustedes pueden quedarse aquí en la sala.
Los tres nos dejamos caer en los sillones del living.
—Rosario es muy lindo—dice Noah—. ¿Ya se han adaptado? ¿Cómo van las cosas en la escuela?
—Bien… Nos hemos adaptado bastante—le respondo.
—Sí, Sol es la mejor adaptada—agrega Bruno y yo lo fulmino con la mirada.
—Pensé que no tenías muchos amigos—comenta Noah prestando atención a mi hermano.
—Es la capitana del equipo de fútbol femenino y acaban de ganar el torneo provincial… Sol es muy popular en la escuela y tiene muchos amigos… buenos amigos.
—No exageres, Bruno—regaño a mi hermano.
—Me alegra, Sol, es bueno que tengas amigos—dice Noah. Entonces las cosas se están acomodando… espero que no piensen quedarse a vivir en Rosario para siempre.
Viéndolo de esa forma era verdad, las cosas se estaban acomodando. Y hacía tiempo que no pensaba en regresar a Córdoba. Es más, no quería regresar… no podía dejar a Gael… ¿Qué iba a hacer?
El libro de papá ya estaba por imprimirse… y eso significaba que pronto nuestra estadía en Rosario terminaría.
No quería continuar la conversación con el tema de la escuela y mis amigos, debía sacar a Bruno de la charla, o terminaría metiendo la pata y diciendo de mi relación con Gael.
—Hermanito, ¿por qué no nos dejas ponernos al día con Noah?—digo haciendo señas de que se vaya—. ¿No tienes nada de tarea por hacer?
—La verdad que no… ya tuve bastante ayuda con mis trabajos—dice recordándome que ayer me pasé la tarde haciendo su tarea.
—Bueno, entonces ve a jugar con tu videojuego…
—No me molesta que se quede —dice Noah, él siempre tan conciliador y paciente.
—Hace mucho que no conversamos… necesitamos un poco de tiempo—insisto, y Bruno protestando se levanta del sillón.
—Está bien, pero después Noah tendrá que jugar un partido de play conmigo—agrega mi hermano.
—Prometido, enano—le responde entusiasmado.
Bruno sale de la sala dejándonos allí solos sentados en los sillones.
—Has cambiado tu corte de cabello… y tu vestimenta—digo buscando alejarnos del tema escolar lo más posible.
—Sí, bueno… en la iglesia, en Nápoles… hice nuevos amigos… una de las chicas, estudiaba diseño de indumentaria… la moda es algo importante allí, así que, fui su modelo para algunos trabajos, creo que necesitaba un nuevo look—me explica.
—De verdad te ves distinto.
—Gracias. Tú también—me dice.
—Yo estoy igual—agrego—no he cambiado ni mi vestimenta, ni mi corte de cabello.
—Es cierto… pero de alguna manera… no eres la misma—dice con seriedad.
La sonrisa se borra de mi rostro y me siento descubierta.
Noah ha cambiado exteriormente, pero sigue siendo ese chico dulce y tierno, con una mirada trasparente y pura, además de ese sentimiento positivo de la vida.
Yo estoy igual exteriormente, pero he cambiado.
Ya no pienso, ni siento las cosas que antes sentía. Mi mirada ha cambiado. He dejado a Dios fuera de mi vida, he tomado malas decisiones… ¿Tan evidente es?
—¿Qué te ha pasado?
Bajo la mirada y no respondo.
¿Qué voy a decirle?
«Estoy de novia, le he mentido a mis padres, estoy chantajeando a mi hermano… no quiero ir a la iglesia… ya no oro, ni leo la Biblia».
Mi silencio crea un momento incómodo entre nosotros. Algo que nunca nos había pasado desde que nos conocemos.
—Está bien, Sol… si no quieres hablar de eso… lo entiendo. Pero algo te está pasando… yo te conozco… cuando quieras hablar…
Mamá entra a la sala con unos sándwiches.
—Vayan picando algo hasta la hora del almuerzo.
—Gracias, Tía—responde Noah.
—Esta noche hay encuentro juvenil—comenta mamá—, sería lindo que vayan juntos.
—Sí, ya quiero conocer tu nueva iglesia y los chicos de tu grupo.
—Pensé que mejor nos quedábamos en casa, así podemos charlar y ponernos al día… los encuentros juveniles no son muy emocionantes por aquí—le explico.
—¡Vamos! No puede ser tan terrible. Podemos ir un rato y regresar temprano—agrega Noah.
—Hija, sería bueno que vayan. Solo serán unas horas, antes tienen toda la tarde libre para conversar, pasear y mañana también.
—Bien… iremos—respondo, pero no estoy para nada convencida.
La tarde se pasa entre recuerdos y preguntas.
Noah me cuenta todo sobre su viaje, la casa de su abuelo, su curso de chef en un prestigioso instituto de Nápoles. También la visita que hizo a la casa de los tíos Andrew y Giuly en Cataluña, ellos tienen un hijo de nuestra edad que se llama Jimy, un par de veces vinieron a Argentina cuando éramos niños. Me relata que ahora son buenos amigos y compartieron muchas cosas en ese tiempo que estuvo en Europa. Los tíos planean viajar el próximo año a Córdoba.
También hablamos de Isabella, las cosas que hicieron cuando regresó de Nápoles…
Terminamos hablando de la iglesia en Córdoba, de los ministerios y nuevos proyectos misioneros.
Habla con pasión, no solo de la iglesia y el ministerio, sino de Dios, de su obrar en la vida de las personas, de su poder sin límites a nuestra disposición…
También habla de sus sueños, sus anhelos, las cosas que quiere estudiar el año próximo… de lo que haremos cuando regrese con mi familia a vivir nuevamente a Córdoba, de aquellas cosas que soñábamos cuando éramos niños…
Noah es un muchacho especial. Siempre lo fue. Completamente optimista, con esa mirada positiva y asombrosa de la vida… pareciera que no ha tenido derrotas, que no ha sufrido los golpes de las pruebas… que su vida sigue en verano, ese eterno verano del que he despertado hace tiempo.
La hora ha avanzado y debemos prepararnos para el encuentro juvenil. Voy a mi cuarto y al revisar mi celular, tengo más de treinta mensajes de Gael.
Me tomo un minuto y los leo y respondo.
—Estoy con un amigo de Córdoba. Vino de visita por el fin de semana, vamos a salir esta noche—le explico.
Veo que lee mi mensaje, pero no responde.
Seguramente no le gustó que me salga con un chico
«Tantas mentiras en mi vida y se me ocurre decirle la verdad justo a Gael», me digo como reproche.
Ya tendré tiempo el lunes para arreglar las cosas con mi celoso novio.
Papá nos lleva hasta la iglesia. Quedamos en regresar en un taxi cuando la reunión termine.
—Es pequeña—dice Noah mientras caminamos hasta la puerta.
—Te lo dije—respondo.
Al entrar nos encontramos con Flavia, Vanesa, Misael y Raúl están conversando y preparando las cosas para la reunión.
Nos saludan muy animados y aprovecho para presentarles a Noah.
Mi mejor amigo rápidamente comienza a hablar con Raúl y Misael. Admiro la facilidad que tiene de simpatizar con personas que apenas conoce.
Unos minutos más tarde llegan dos muchachos más y una chica que nunca había visto.
Raúl nos avisa que vamos a ver una película y después debatiremos sobre ella con una guía de preguntas.
Antes de que la película comience, otros dos muchachos llegan a la reunión.
—Estas muy callada—me dice Noah mientras nos sentamos—. Esas chicas parecen simpáticas, ¿no has intentado ser su amiga?
—No congeniamos demasiado…—respondo sintiéndome incómoda con sus preguntas—. Me parecen un poco superficiales e hipócritas…
—¿Qué dices? Acabo de conocerlas y me parecen muy buenas chicas… No eras de juzgar a las personas… ¿Desde cuándo hablas así de otros?
Me avergoncé de mis palabras. Nunca le había dado a Vanesa, ni a Flavia la oportunidad de mostrarme cómo eran, en realidad, nunca había demostrado interés en ser parte de ese grupo.
Parece que Noah había notado esto sin necesidad de que se lo dijera.
La película comenzó y eso evitó seguir escuchando los reproches de mi mejor amigo.
La trama era muy interesante. Se trataba de un grupo de amigos que va en un auto y tienen un accidente. Imaginariamente, los cuatro mueren. Cuando llegan al cielo, en la entrada solo uno de ellos puede pasar. Un chico que es cristiano.
Los otros tres irán a un juicio.
Ellos miran a su amigo enojados porque él consigue entrar al cielo, mientras que ellos no pueden.
En el juicio, el abogado, que es el diablo, presenta todas las acusaciones de la vida de estos muchachos. Todas las mentiras, engaños, burlas…
Ellos son culpables. Tienen que pagar la condena y serán llevados al infierno.
Antes de entrar a su castigo, los tres amigos acusan al cristiano de que él también mintió, engañó, se burló junto con ellos… ¿Por qué entonces es declarado apto para entrar?
Entonces aparece Jesús, y dice que el cristiano una vez en su vida se arrepintió de todas esas obras malas y que Jesús pagó el castigo de él y de toda la humanidad para que no tuvieran que ser juzgados.
Los tres amigos comienzan a llorar porque serán echados al infierno, dicen que ellos son muy jóvenes, que nunca pensaron en la muerte, que pensaron que tendrían más tiempo para resolver su eternidad…
Mientras son llevados hacia el infierno, por unos malvados guardias vestidos de negro, se encuentran con el cristiano en un pasillo y le reprochan que nunca les contó, que nunca les habló de Jesús, que no les dio la oportunidad de creer y ser salvos.
El cristiano termina llorando. Ve como sus amigos son llevados al infierno y comienzan a sufrir de dolores y oscuridad, mientras que él permanece allí observando y grita muy fuerte.
De golpe siento una opresión en mi pecho y el aire me falta en los pulmones. Nunca había pensado que Gael, Dana, Jaz, Vicky, Anto… y el resto del equipo, sino conocen a Cristo… ellos irán al infierno.
¿Y si cuando llegan… me culpan de que nunca les he hablado, de que nunca les he advertido? Tendrían completa razón, porque ni siquiera saben que soy cristiana.
La película continúa. Después de ese desesperado grito, el chico cristiano despierta y todo era un sueño. Nada de lo que había pasado era real.
Se seca las lágrimas y sale corriendo de su casa hacia la escuela y comienza a predicarles a todos sus amigos.
Algunos se le burlan, pero otros lo escuchan y creen en Jesús.
La película termina desafiando a los cristianos a no permanecer callados ante aquellos que nos rodean… un día llegarán al final de sus vidas y si no recibieron a Cristo, terminarán condenados en el infierno.
Raúl nos separa en grupos pequeños y cada uno debe responder una serie de preguntas.
Noah va para un equipo y yo para el otro.
Me mantengo en silencio.
Mientras Vanesa, Misael y el resto del grupo opina y responde, yo sigo pensando en mis amigos… en Gael.
Veo a Noah, hablando en su grupo. La chica nueva está llorando y escuchando a mi amigo. El resto del equipo mantiene sus cabezas agachadas como en oración.
Raúl se acerca a nuestro grupo y nos dice:
—Carolina está preguntando cómo puede hacer para ir al cielo. Dios habló a su vida a través de la película, dice que ella no tiene a Cristo en su vida y quiere ser salva. Tú amigo le está predicando. Oremos por ella, para que el Espíritu Santo obre en su corazón—termina diciendo.
Mientras todos oraban, me detuve a contemplar a Noah. La facilidad y sencillez con la que le hablaba a esta nueva chica.
¿Por qué no podía ser como él? Tener ese don de poder compartir lo que creía…
«¿Y qué crees?», me preguntó mi conciencia, «¿cómo vas a compartir con otros, si no puedes obedecer, ni vivir las cosas que Dios pide?».
Me sentí tan hipócrita, tan falsa.
Salí hacia el baño ocultando mis lágrimas.
Sabía que necesitaba un cambio en mi vida. Debía dejar a Gael. Debía predicarles a mis amigos. Tenía que dejar de mentirles a mis padres… Eran demasiadas cosas. Sentía que era indigna del perdón de Dios. Que necesitaba ordenar un poco mi vida y luego podría presentarme ante Dios para pedirle perdón.
Me lavé la cara y cuando regresé al salón todos estaban sonriendo y rodeando a la chica nueva. La abrazaban y felicitaban.
Su rostro se veía diferente. Su mirada era distinta a la que tenía al entrar.
—¿Estás bien? —pregunta Noah.
—Sí.
—Mentirosa—agrega buscando mi mirada—. ¿Estuviste llorando?
Bajo mi cabeza avergonzada de que me descubriera.
—Sol… ¿Qué pasó? —volvió a preguntarme.
«Debo pensar algo creíble, para que Noah no insista, él se dará cuenta si le miento».
—Estoy pensando en mis amigos de la escuela que no conocen de Cristo, y no les he predicado… me siento mal por eso—era verdad, una verdad a medias.
—Bueno, eso puede cambiar… todavía tienes la oportunidad de hablarles.
—No es tan fácil, Noah.
—Tampoco es tan difícil. Solo tienes que contarles lo que Cristo hizo en tu vida y como le recibiste en tu corazón…
—No me salen las palabras�� quisiera tener esa pasión que tienes al compartir el evangelio…
—Yo solo cuento mi experiencia… sin Cristo, hoy sería el más terrible de los pecadores, estoy seguro de que mi vida hubiera terminado tan mal…
—¿Qué dices, Noah? Eres el chico más bueno que conozco.
—Gracias a Cristo… pero el mal ha estado cerca muy cerca de mi vida…
Lo miré extrañada.
«¿Acaso había algo que no conocía de mi amigo?».
Raúl nos llamó para comer unas pizzas y luego hicieron unos juegos en ronda.
Cuando todo terminó tomamos un taxi a casa y nos fuimos directo a dormir.
Allí acostada en mi cama pensaba en la película e imaginaba a mis amigos en ese juicio, todos siendo declarados culpables, todos echados al infierno y culpándome de no haberles contado nada.
Comencé a llorar.
No podía parar. Era culpa, remordimiento, dolor, tristeza… nunca me había sentido así.
Me quedé dormida en esa angustia, sintiendo que no tenía salida ni solución.
El domingo fuimos a la reunión por la mañana y regresamos a almorzar a casa. Mientras mamá sugería que llevara a Noah a conocer el shopping se me ocurrió una genial idea.
«Llamaré a Gael para que nos encontremos en el shopping y le presentaré a Noah».
Sería como un encuentro casual. Los presentaría y luego inventaría alguna excusa para sacar el tema de la película de anoche y que Noah pudiera predicarle. ¡¡Era el plan perfecto!!