Otoño...
El viento que despeina mis cabellos,
los colores ocres y amarillos
que predominan en los árboles
las hojas secas
que vuelas por las calles...
El sol que tímidamente
acaricia con sus rayos...
Otoño me recuerda a cambios...
También a pérdidas,
a dejar cosas que amamos,
para ir a lugares nuevos y desconocidos.
A recibir los golpes
del viento en las mejillas,
a sentir las lágrimas
caer como la lluvia...
El otoño de mi vida,
llegó en forma sorpresiva.
No me dio tiempo
a buscar la ropa de abrigo,
a agregar las frazadas en la cama...
a barrer la vereda de las hojas secas.
Llegó con su viento
que todo lo arrasa,
como un remolino,
que todo lo mezcla y confunde...
Hasta las ideas
y pensamientos más profundos.
El otoño fue confuso,
melancólico...
Por momentos,
tuve días tan cálidos,
que parecieron verano...
Pero solo por momentos...
tan fugaces, tan efímeros,
que al poco tiempo me recordaron
que el verano había quedado atrás,
muy lejos,
y debía pasar mucho tiempo en mi vida
para que regresara...
Era otoño,
y debía acostumbrarme
a vivir en esta nueva estación.
Debía acostumbrarme al viento,
a las hojas volando, al desorden,
a las pérdidas...
a los cambios.
El otoño había llegado
para quedarse por un largo tiempo.