Chapter 31 - XV

La barrera de contención mágica había encapsulado a La Bestia en un terreno evacuado, el poder era apenas suficiente para mantener al monstruo fuera de los poblados cercanos al resto de las fronteras de las Piedras. Leviathan, Astaroth y Samael habían conjuntado sus poderes para crear la protección, pero sabían que no durarían lo suficiente para actuar cuanto antes. Belphegor ya había organizado a un grupo de élites, cañoneros y soldados para proteger a los civiles afectados; aunque también había preparado una estrategia para mantener a La Bestia ocupada en el perímetro.

Los cañones lanzaban los explosivos que apenas causaban un cosquilleo en la piel del dragón gigantesco; ni los élite que sobrevolaban podían verse temibles por la diferencia abismal de tamaño. Astaroth no había estado de acuerdo con atacar a la creatura, pero sabía que no tenía opción si no deseaba causar sospechas.

La escena era desalentadora, con La Bestia desatada e intentando destrozar el territorio, los demonios sentían una profunda inseguridad respecto a sus Señores representantes. ¿Cómo había ocurrido?, ¿de qué manera los Lores Infernales habían permitido que otra catástrofe afectara al reino? Paulatinamente las dudas y las inconformidades se asentaban en el corazón del pueblo. Los cinco Señores sabían que con este desastre ya habían alcanzado un límite; un límite que conduciría a otra desorganización colosal, a una nueva revolución y a un cambio que podría no ser lo indicado.

De una forma violenta, La Bestia arrojó llamaradas de fuego que chocaron contra la barrera de magia; la imagen parecía una nube rojiza que se apilaba sobre sí misma hasta tapar el cuerpo del monstruo. Samael fue el primero en resentir la energía desvanecerse; su cuerpo todavía presentaba desgastes que marcaban sus poderes actuales. Leviathan fue el segundo, debido a que utilizaba todo su potencial y le costaba trabajo mantener su magia en el margen de la estabilidad. Por fortuna para los demonios Lores, Astaroth estaba en su mejor momento, ya que todavía era capaz de incrementar la energía del hechizo protector y así contener el ataque.

La organización de Belphegor había probado ser buena, puesto que las zonas cercanas habían sido evacuadas casi pasadas dos horas del incidente; empero, los ataques a La Bestia eran insuficientes para causar un daño aparente. Las garras de la creatura ya habían destrozado al grupo que había atacado por los aires y los cañones captaban la atención del engendro sin consistencia.

Por otra parte, Mammon se encontraba con sus elegidos, les había mostrado, en tan sólo unas horas, la forma para utilizar la magia de las reliquias en contra de La Bestia. Él era la única esperanza que el reino tenía para dormir a ese monstruo.

De entre las palabras de los residentes se podían escuchar dudas sobre el suceso. Primero que nada, La Bestia era una creatura mitológica que representaba el origen de los demonios; un monstruo feroz y de capacidades brutales que contenía la esencia de esa raza. Además, las leyendas se habían creado en base a lo que las primeras generaciones de proto-demonios habían dejado en sus códices y escrituras. La Bestia tenía representaciones en el folclor infernal, como un semi-dragón de aspecto temible que dormía en distintos puntos del Infierno; la historia variaba de acuerdo a la locación y la Piedra. Empero, todas coincidían en algunas cosas, como que los archidemonios habían nacido de ella, y los proto-demonios habían evolucionado gracias a esta creatura. Era una creencia en común: que todos los demonios poseían en su sangre una pizca del núcleo de ese monstruo. Esa era la razón por la que los demonios se describían como entes temibles, horrendos, poderosos, gigantes y bestiales.

Sin embargo, por mucho que los demonios desearan que La Bestia se quedara como una leyenda, el poder incontrolable del engendro era suficiente para hacer dudar a los demonios. ¿Si era un ser tan poderoso, por qué no se utilizaba a favor del Infierno para atacar al Cielo? El orgullo de los demonios era tal que los cegaba en una situación así de deplorable; La Bestia era incontenible, y nunca antes había sido despertada de esa manera.

Cuando Mammon posición las cinco reliquias en los alrededores del escudo mágico, comenzó el ritual de magia negra para dormir al monstruo. Del suelo unos lazos de luz conectaron a las cinco estatuas y crearon una estrella perfecta de cinco picos; de entre los bordes unas escrituras rúnicas aparecieron suspendidas en el aire. La creatura abrió sus alas e intentó volar; sin embargo, las reliquias funcionaban como contenedores que quemaban la piel escamosa de La Bestia.

Un estruendo trepidante aturdió a los presentes; había estado impregnado de dolor genuino, aunque ninguno de los demonios sintió lástima por ese engendro. Ni siquiera Leviathan, quien creía que preservar la vida de esa creatura debía convertirse en una prioridad; o Astaroth, quien mantenía una relación más cercana al ente debido a su procedencia como archidemonio. Todos los residentes preferían que La Bestia desapareciera o volviera a su sueño profundo.

El brillo de las estatuas indicó que el poder mágico funcionaba; la creatura se debilitaba con cada instante que pasaba y había dejado de arrojar fuego en direcciones aleatorias. Mammon activó la última de las reliquias con su propio poder y lanzó el conjuro final para dormir al monstruo.

La cabeza de La Bestia calló al suelo con pesadez, sus pupilas gruesas se cerraron lentamente y su cola dejó de balancearse de un lado a otro. El hechizo había funcionado y los demonios celebraban el acontecimiento. Los tres Señores descansaron su magia y se unieron a la celebración cercana.

Algunos curiosos se acercaron al cuerpo del semi-dragón enorme y tocaron con cuidado a la creatura; la respiración de La Bestia parecía inexistente, ya que no se escuchaba por la conmoción. El terreno alrededor mostraba un cuadro sublime: con una creatura demoniaca tirada en casi todo el territorio de la Zona Alta del reino, con un montón de soldados y civiles voluntarios que se abrazaban y gritaban de emoción. Los demonios Lores también mostraban su entusiasmo por el buen resultado; a excepción de Mammon.

El Lord de la Piedra Negra había descansado un poco, pero había notado a su homólogo de la Piedra Blanca quedarse cerca de las reliquias. Unos minutos después, Astaroth se unió a él. Samael sospechaba que esos dos demonios habían planeado todo.

Una vez Astaroth se posó junto a Mammon descubrió el rostro serio y apagado del demonio joven. Dirigió su mirada hacia las manos de Mammon y descubrió la reliquia que estaba conectada al resto de los objetos arcanos referentes a La Bestia; ahora estaba rota e inservible. Astaroth suspiró y tocó el hombro de Mammon en un acto de simpatía.

Antes de que otro acontecimiento tomara lugar, los líderes de los grupos inconformes pidieron el orden. El primero era un demonio común de tez azul oscura y cuernos cafés y chuecos. El segundo era una demonio élite de cabellos dorados y tez negra. Y el último era un demonio rinoceronte de color café y cuernos triples. Los tres comenzaron con un discurso solemne que capturó la atención de la masa presente, incluidos los Lores.

—Hermanos y hermanas demonios —se expresó el primer líder llamado Viketh—, este día debe quedar marcado en nuestras memorias como un verdadero momento de gloria. Sin embargo, no debemos olvidar que esto pudo haber sido planeado por uno de los líderes de nuestro Consejo.

Samael intentó replicar, pero Belphegor lo detuvo al tocar su hombro y negar con la cabeza.

—No podemos seguir permitiendo discrepancias entre nuestros gobernantes a tal grado donde tengamos que llegar a esto: una catástrofe de proporciones colosales.

De entre el público un sentimiento de aceptación se desprendía como una energía vibrante; la gente se sentía identificada con ese demonio y sus palabras.

—El líder Viketh dice la verdad —ahora dijo con fuerza la segunda demonio al mando de los movimientos—, como pueblo, tenemos la obligación de cuestionar a nuestros Señores por lo que ocurrió. Y debe ser ahora que sus respuestas tengan que ser escuchadas.

—Jar'gavi tiene razón —aseguró el demonio rinoceronte de nombre Trezal—, por eso exigimos a los Cinco Lores a que se presenten ante nosotros aquí y ahora en un juicio público.

De acuerdo a la Ley infernal, las únicas tres condiciones por las que un juicio público podía ocurrir eran por la expulsión de un miembro importante de la sociedad, el juicio de un traidor, la destitución de un cargo político. Sin embargo, había una ley que había sido creada por Samael, Astaroth y Belphegor donde se le otorgaba poder a la palabra popular si los gobernantes abusaban de sus cargos al grado de destruir al reino y causar otra rebelión.

Los cinco Lores se acercaron a los líderes sociales y subieron a un peldaño cercano para quedar visible ante las masas. Sus rostros mostraban seriedad y molestia. Tanto Samael y Astaroth se reprochaban la creación de una ley así de peligrosa; a pesar de que su primera intención había sido buena, ahora que estaban en el poder no parecía la mejor idea dejarla vigente.

—Lord de la Piedra Blanca —Trezal habló con fuerza ante el silencio que se había generado—, fue usted quien activó las reliquias para sellar a La Bestia, por lo que intuimos que usted sabe lo que realmente pasó.

Astaroth suspiró con calma; pues no podía actuar ni aconsejar a Mammon en esa situación.

No hubo respuesta por parte de Mammon, su mirada estaba colocada en el suelo para evitar que su rostro fuera observado. Aquello causó molestia en el público. De forma pronta se dispararon gritos y palabras que pedían una explicación.

—Lord Mammon no pudo haber despertado a La Bestia —la voz fría de Astaroth acalló a la multitud. Las miradas se clavaron en la figura sombría del Lord de la Piedra Gris—. Lord Mammon carece de la magia que los proto-demonios usaron para controlar a La Bestia. Los proto-demonios crearon un sello único plagado de la magia más antigua que existió en el reino, por lo que solamente un ser con ese conocimiento y poderes específicos pudo haber despertado a La Bestia. Lord Mammon fue capaz de dormir a La Bestia porque conectó el poder mágico que aguardaban en las reliquias ya activas. Quien activó a esas estatuillas no está aquí presente ante ustedes.

—¡Mentiroso! —gritaron algunos demonios.

Con rapidez la gente abucheó y señaló a Astaroth. Aquellas palabras se incrementaron y el enojo de la multitud se apoderó del juicio público. Con ayuda de los tres líderes sociales el público se apaciguó de forma controlada.

—Lord Astaroth tiene razón —Leviathan se atrevió a hablar. Dio un paso hacia el frente y arrojó una mirada de honestidad a la gente—. Ninguno de nosotros los Lores tenemos la capacidad de activar ese tipo de poder, pero sí de manipularlo una vez está vigente en alguna reliquia. Alguien más en el reino lo provocó, alguno de los pocos sobrevivientes de la Resistencia.

—¡Ese es el problema, Lord Leviathan! —aseguró un demonio que portaba una armadura en tono bronce—, ustedes debieron haber hecho algo con ese grupo, y no sólo dejarlos vivir en el reino con condiciones simples. ¡Para eso aceptamos la expulsión del ex-Lord de la Piedra Púrpura!

—Estamos de acuerdo —reiteró otro demonio de la multitud; era de clase ordinaria y no portaba armadura, por lo que era un civil—. Ustedes no son capaces de organizar al reino sin importar que hayan obtenido nuestro apoyo. Sus egos los han hecho llevar al Infierno a una serie de cataclismos. No dudaríamos de ustedes si fueran capaces de unificarnos como pueblo y si fueran capaces de tomar decisiones unánimes que sobrepasen sus propios deseos personales.

La gente estalló en una afirmación en coro. Ya era tarde para continuar con la política actual, el pueblo del Infierno no estaba conforme y había usado su poder para cuestionar a los cinco demonios más poderosos del Infierno. Sin embargo, Astaroth fue capaz de ver aquello como un estruendo de suerte; no, más bien de naturalidad. Ese juicio público representaba el verdadero parteaguas que había deseado crear con todos sus movimientos pasados; se había enfrascado tanto en sus homólogos que había subestimado la influencia de la voz popular.

—Entonces, ¿qué están sugiriendo? —preguntó Astaroth con una voz amable y respetuosa.

Los presentes se miraron entre ellos por unos segundos; luego volvieron su interés a los cinco demonios frente a ellos. Algunos de ellos asintieron con la cabeza como una especie de código o señal. A continuación, los tres líderes sociales se acercaron un poco a sus representantes políticos.

—Necesitamos un gobernante por encima de ustedes; en consecuencia, ustedes serán un verdadero Consejo para él o ella —explicó con calma Viketh—, de manera que ustedes hablen por nosotros y busquen nuestro bienestar ante él o ella. Este representante deberá estar como el líder supremo de nuestra nación y unificar al reino en las decisiones más importantes.

—¿Un rey? —inquirió Samael con incredulidad.

—¿Y cómo lo seleccionaremos de acuerdo a ustedes? —preguntó Belphegor con consternación.

—No lo sabemos aún; pero ese demonio deberá ser capaz de contener a La Bestia y superarlos a ustedes cinco para que no exista abuso de poder —complementó Jar'gavi.

—Estoy de acuerdo —replicó Astaroth. Su comentario causó aplausos en la multitud y ovaciones de aprobación.

—Yo también —ahora mencionó Mammon con decisión.

—Bien, si es lo que creen necesario, entonces estoy a favor de esta idea —Leviathan replicó.

Samael y Belphegor se contemplaron el uno al otro. Su primer pensamiento fue la Rebelión, donde habían peleado para quitar al supremo soberano ya que representaba un puesto tiránico. Ahora estaban a punto de acceder al mismo tipo de poder que ellos dos habían derrocado. Sus miradas arrojaron un sentimiento de inseguridad, empero comprendieron que todavía podían hacer algo si volvían a unificar sus mentes e influencia.

—Aceptamos su petición —sonó la voz de los dos últimos demonios representantes del Consejo del Infierno.