—¿La sangre del híbrido?, ¿qué hay con ello? —indagó Mammon con un tono de sorpresa y un rostro confundido.
De un momento a otro, Astaroth se puso de pie y caminó de vuelta a la chimenea; clavó su mirada en el fuego danzante y aguardó por un respiro. Estaba consciente de que la próxima guerra sería más peligrosa que cualquier batalla que había librado contra el Cielo en su corta vida, ya que, esta vez, se enfrentaría a Samael y Belphegor. Además, existía la posibilidad de que Luzbel no aceptara seguirle; puesto que no era capaz de asegurar control absoluto sobre el joven ángel. Sabía muy bien de que debía actuar de la manera más meticulosa posible, aunque ello significara planificar su propia muerte.
—Astaroth —Mammon volvió a romper el silencio con su voz; a pesar de que no se levantó de su lugar, sólo movió su cuerpo un poco para tener una mejor visión de su homólogo—. Astaroth, ¿qué ocurre?, ¿qué quieres saber sobre la sangre del híbrido?
—¿Puedes asegurar de modificar la genética de dos entes para unirlos con las características deseadas?
Aquella cuestión hizo que Mammon retirara la mirada del otro demonio. Los experimentos del Lord de la Piedra Blanca eran todavía inestables, ya que sus quimeras habían nacido con deformidades. Empero, no estaba seguro de comprender lo que Astaroth requería.
—¿Qué quieres decir? —decidió cuestionar el joven demonio.
De pronto, Astaroth suspiró con profundidad y caminó hacia el sofá donde residía Mammon. Se quedó parado frente al demonio de cabellos blancos, luego sacó una pequeña daga de defensa e hizo una herida suave en su propio dedo índice. Las gotas de sangre cayeron con lentitud y mancharon los ropajes púrpuras de Mammon.
—Necesito que combines mi sangre y la del híbrido.
Con un movimiento brusco, Mammon se puso de pie y tomó la mano herida de su homólogo. Negó con la cabeza unas cuantas veces.
—¿De qué hablas? —insistió Mammon con miedo.
—Así como lo hiciste con los demonios-bestia; donde seleccionaste las facciones, características y controlaste su genética, quiero que hagas lo mismo con mi sangre y la de Gilbert. Crearás a un individuo que tenga una apariencia poco demoniaca, pero que emplee los poderes de un demonio Lord. Por supuesto que suprimirás el gen de la transformación como un archidemonio, ya que deseo que ese gen quede al azar para futuras generaciones —explicó Astaroth con seriedad.
Mammon se movió hacia la izquierda, soltó la mano de Astaroth y evitó la mirada del otro demonio; se sentía halagado pero también preocupado.
—Lo que me estás pidiendo es muy complicado. No soy capaz de concebir a un individuo bajo estrictas condiciones como el control total de su genética. Además —agregó el Lord de la Piedra Blanca—, no sé si pueda engendrar a un demonio de sangre pura. Gilbert era un híbrido y no es posible hacer una separación total; no es como si fuera una mezcla heterogénea.
—Lo sé —aseguró Astaroth al ponerse detrás de Mammon y tocar sus hombros; después acercó su rostro al cuello del otro demonio Lord. Prosiguió—: lo sé. Pero sé que puedes conseguir algo muy bueno si usas mi sangre y la de Gilbert. Tómalo como una medida de precaución por si ocurre algo en la siguiente guerra civil. Si no hay necesidad de usar a este individuo, tendrás más tiempo para que encubras mi pedido y que nadie más se de cuenta de lo que planeamos.
—Me tomaría años —informó Mammon con rapidez; había ignorado la sensación que lo empujaba a actuar en el instante.
—Por eso mismo te lo pido ahora. En algún momento del futuro yo estaré en peligro, así como tú, y deberé asegurar el linaje de mi familia, así como los poderes de los archidemonios.
—Astaroth —dijo Mammon con un suspiro; luego se dio la media vuelta y encaró a su homólogo—. Podría no funcionar. El mestizaje tiene límites, ¿sabes? Existen casos en donde la genética no es compatible y ello lleva a engendrar sin capacidad de una vida prolifera, así como nulos poderes. Gilbert y tú pueden no ser compatibles.
—No lo sabremos hasta haberlo intentado. Tienes mucho tiempo, y quiero que quede claro algo, Mammon.
—¿Qué?
—Ninguno de los otros Señores del Infierno deberá enterarse de esto. Quiero que lo mantengas en secreto y te encargues de que nadie tenga acceso a la información aquí tratada.
El demonio de cabellos blancos asintió con la cabeza y arrojó una mirada de inquietud. Por otra parte, Astaroth sólo mostró su mueca inmutable y la mirada de seriedad que lo caracterizaba. Astaroth se movió unos pasos hasta el sofá; empero, Mammon sujetó su mano.
—¿Lo amabas?
Aquella pregunta resonó como un eco en toda la habitación. El Lord de la Piedra Gris se quedó pasmado y movió sus ojos hacia abajo. Por unos minutos prolongados el único sonido presente fue el crujir del fuego en la chimenea; y, por supuesto, los pensamientos de Astaroth que asechaban por abandonar su boca. Después, Mammon se acercó unos pasos al otro demonio y buscó su rostro.
—Puedes contármelo; Astaroth, no hay nada de malo en aceptar que sentías algo por ese híbrido.
—No seas ridículo, Mammon —rebatió Astaroth con recelo—, ¿cómo puedes decir que siento algo por un híbrido?
—No encuentro otra razón lógica por la que decidieras usar su sangre con la tuya. Eres un demonio orgulloso —opinó el Lord de la Piedra Blanca—, sé que no aceptas a cualquiera. En especial no aceptarías manchar tu sangre con demonios como Samael o Belphegor. Eres un archidemonio, y sé que tus poderes son intransferibles su así lo deseas. Pero, me has pedido a mí ayuda para crear a un demonio usando la sangre de un desconocido, un sujeto sin ningún peso en el Balance ni la Creación. No encuentro otra explicación factible.
—Te equivocas —se atrevió a replicar Astaroth con honestidad—, te equivocas en dos cosas, Mammon. Gilbert era alguien muy importante; quizá no para el Creador, pero sí para el Balance. Él mantuvo a salvo un objeto que podría modificar al Balance mismo en algo totalmente nuevo. Además, era un individuo descendiente de los primeros demonios que huyeron del reino cuando el antiguo mandato comenzó la esclavitud. Gilbert sí tuvo influencia en todo este caos que el Creador dejó.
De forma repentina, Mammon desistió de su deseo por tocar al otro y agachó la mirada. Había notado algo nuevo en las palabras de su homólogo, algo que jamás había escuchado cuando el Lord de la Piedra Gris se expresaba de él u otros.
—Gilbert también fue marcado por un demonio-arcano, con una maldición. Él fue el único en comprendió algo que me atormentó en el pasado. Es por estas dos simples razones por las que he decidido honrar su existencia.
—No es necesario fingir —aseguró Mammon con pesadez—, ¿sabes? He escuchado a otros hablar de un individuo al que aman y usan el mismo modo de expresión que tú. Es un simple híbrido, sin poderes sorprendentes ni otra influencia en la Creación. Ahora sé que él era el poseedor de la reliquia conocida como Las Siete Llaves; aunque no voy a reclamarte nada.
—Te repito que no es amor —insistió con molestia Astaroth. A continuación, dio unos pasos y acortó la distancia con el otro demonio Lord; empero, encontró un rostro dolido y decepcionado—. No hay necesidad de que te molestes, Mammon. Ese híbrido fue un buen amigo.
—No te voy a juzgar, ni voy a reclamarte nada. Y si deseas, podemos dejar esta conversación así —Mammon parló con sequedad; y se dirigió hasta la puerta de la habitación pero no salió del lugar—. Astaroth, yo… —empero, acalló.
Unos instantes después, la puerta se abrió y Swan entró con presura; se excusó con el Lord de la Piedra Blanca y caminó con pasitos hasta su amo.
—Mi Señor, lamento mucho interrumpir, pero es algo de suma urgencia —se escuchó la voz cortada del demonio regordete.
—Habla —ordenó Astaroth ignorando la presencia de su homólogo.
Swan miró hacia la puerta con rapidez y dirigió sus ojos hacia su amo; entonces comprendió que Mammon podía escuchar la información ya que así lo deseaba Astaroth.
—El ex-Lord de la Piedra Púrpura ha replicado a su llamado, Mi Lord. Dice que lo recibirá en Exilia, en la dirección que adjuntó en la carta. Aunque dice que lo verá únicamente hoy por la noche, hora local de la Piedra Gris, que no habrá otra oportunidad y que no recibirá a ninguno de sus otros súbditos, sólo a usted.
—Excelente —aseguró Astaroth con complacencia. Terminó su té de un sorbo y caminó hacia la puerta—. Swan, quedas a cargo del castillo; si requieres una excusa di que estoy ocupado con la próxima gira de la campaña política.
—Sí, mi Señor —replicó Swan con cotidianeidad.
—Mammon —Astaroth pronunció el nombre del otro demonio Lord y se quedó parado su lado—. ¿Quieres venir?
El rostros de Mammon se iluminó de duda y contempló con sutileza al demonio enmascarad. Por la mente de Mammon un montón de cuestionamientos aparecieron como remolinos.
—¿Estás seguro?
—Sí —reiteró Astaroth con una sonrisa en su rostro.
—Está bien —repuso el Lord de la Piedra Blanca.
En seguida, ambos demonios Lord abandonaron la sala y caminaron por los pasillos del castillo. Ninguno de los dos decía nada, sólo el eco de sus pasos resonaba de cuando en cuando. Astaroth tenía en mente un objetivo al llevar a Mammon a esa reunión, además de que deseaba mostrarle su interés genuino en la relación que se forjaba entre ambos.
Una vez arribaron a la sala del trono, Astaroth abrió un portal con sus poderes; era un círculo en el suelo que estaba tallado con unas runas en las orillas, éste resplandecía de un tono azulado claro y desprendía un gas oscuro que ennegrecía esa zona en el piso. Ambos demonios se adentraron a través de la circunferencia y desaparecieron del castillo de la Piedra Gris.
***
Una vez llegaron hasta una calle concurrida que tenía unos edificios cimentados en piedra y con hermosos pilares tallados con gárgolas, leones y centauros, inmediatamente Astaroth reconoció la construcción oscurecida que pertenecía al nuevo territorio del ex-Lord de la Piedra Púrpura. Tomó el brazo de su homólogo y lo encaminó hacia la entrada del lugar. Allí se encontraron con un sujeto de aspecto jovial y familiar; sus ojos negros y cuernos largos hacia afuera lo hacían reconocible para los dos demonios Lores.
—Beherith —Astaroth habló con un tono solemne y respetuoso—, un placer verte de nuevo.
—Su señoría —Beherith replicó el saludo con una reverencia elegante pero falsa; además mostraba una sonrisa casi impuesta por la obligación del momento—. Mi amo lo está esperando.
—¿Tu amo? —cuestionó Mammon con asombro.
Con un movimiento obtuso, Beherith arrojó una mirada de enojo hacia Mammon; empero no actuó por instinto y obedeció a los mandatos de Su Señor. Hizo una reverencia para recibir al otro Lord Infernal.
—Sí, mi amo los está esperando. Aunque, Lord Astaroth, mi amo le pidió que se presentara usted solo.
—No —contrapuso Astaroth—, tu amo dijo que no enviara a ninguno de mis súbditos. Así que Lord Mammon puede entrar.
Beherith no replicó de inmediato. Sus ojos negros hacían un contraste con su tez bronceada que parecía alimentarse de la luz tenue del atardecer. A pesar de que portaba ropajes ligeros, había cierta presentación y elegancia en su porte. Después, se movió y abrió la puerta; dejó entrar a los dos demonios Lores primero y luego él se adentró al edificio.
El interior del lugar parecía más como un bar adorando por unos pequeños candelabros negros, había unas ocho mesas redondas y cinco sillas por cada una, en el fondo se apreciaba una mesa-barra alargada que separaba los estantes de vidrio que tenían algunas botellas de licores oscuros. Astaroth encontró exquisito el detalle de las ventanas cubiertas por cortinas oscuras, así que no juzgó el sitio. Beherith indicó el camino y se acercó hasta una puerta cercana a la barra, abrió y dio el pase a los invitados.
—Mi amo los espera en la parte superior. Sigan estas escaleras y encontrarán una sala de invitados.
Ni Astaroth ni Mammon agradecieron por el dato; sólo subieron con rapidez. A pesar de que Astaroth tenía algunas dudas respecto al sitio, prefería aguardar para resolverlas con el ex-Lord de la Piedra Púrpura; mientras que Mammon no sabía qué esperar de esta reunión, ya que podía sentir el poder de oscuridad y sombras que la zona emanaba, por lo que esperaba un enfrentamiento.
***
La sala de invitados tenía tres sillones de brazos altos y eran de un rojo rústico; rodeaban una mesita de centro adornada por unas figurillas de porcelana en forma de mujeres de alas negras. En los costados se apreciaban unos gabinetes y vitrinas que se encontraban repletas de reliquias con formas de cráneos de ternera y estrellas. En uno de los sillones se hallaba un muchacho de cabellos castaños y cortos; cubría su rostro con una máscara de cráneo de una ternera con cuernos alargados. Ese joven no portaba ropas en la parte superior de su cuerpo, a excepción de unos guantes negros; traía puesto una especie de pantalón holgado y unas botas cafés.
—Lord Astaroth, Lord Mammon, es un gusto verlos por aquí —resonó la voz jovial proveniente del interior de la máscara del joven—, por favor, tomen asiento. ¿Desean algo de beber?
Astaroth y Mammon obedecieron y se sentaron en el sillón de cojines triples. El sujeto de la máscara de cráneo se levantó y sirvió tres vasos enanos y los llenó de un licor de un tono dorado oscuro; luego regresó a su lugar y aguardó.
—Baphomet —Astaroth se expresó con un tono elegante—, me es grato saber que te encuentras bien.
—Sí, de maravilla, en realidad. La expulsión del Infierno fue lo mejor que me pudo haber pasado.
Sin previo aviso, Baphomet retiró la máscara de ternera y la colocó sobre la mesita de centro; su rostro rejuvenecido mostró una sonrisa segura y unos ojos carmesí que se incrustaron en las dos figuras demoniacas frente a él. Había un tinte de demencia en su expresión, aunque aparentaba cierto control.
—Entonces, Lord Astaroth, ¿cómo haremos el intercambio de información? —preguntó con descaro Baphomet.
Astaroth bebió un poco del licor dorado y saboreó el tinte amargo y suave en su paladar; después dejó el vaso sobre la mesita y sonrió con extravagancia.
—Justo como te lo ofrecí en la carta, Baphomet.