Chapter 18 - II

La nieve comenzaba a caer con más volumen; el cielo estaba gris y en tonos azules muy oscuros. Aquella noche las estrellas no harían su aparición como de costumbre, y la temperatura había descendido hasta menos diez grados Celsius. Cualquiera que habitara en el exterior de esa Zona tendría problemas para adaptarse al frío filoso y penetrante.

Sin embargo, el demonio élite recorría las primeras callejas que conducían al interior de la ciudad insignia de la Piedra Gris sin importar el clima extremo; traía cubierto su rostro por una capucha y sus alas estaban cerradas. Su tez era de un tono pálido morado y sus ojos se perdían por la negrura de su iris. Los cuernos estaban arrojados hacia los costados contrarios y eran anchos y color oscuro. A pesar de que su cara estaba cubierta, con ayuda de las luces externas, a veces se percibían unos colmillos que sobresalían de su boca. Los pasos del demonio eran presurosos y evitaba las miradas de los guardias y otros que pasaban por las calles. Cualquiera podría pensar que sólo era un visitante más, pero había una razón especial para estar allí; tenía un objetivo en ese sitio y ya había encontrado el camino que lo llevaría hasta el castillo de la Piedra Gris.

Una vez el edificio quedó frente al demonio élite, evitó la puerta principal protegida por agentes de turno y buscó otra ruta alterna. En uno de los costados encontró una ventana abierta; no estaba muy alta y seguramente lo llevaría hasta el tercer piso del castillo. Con la agilidad de un guerrero, el sujeto trepó por las paredes y usó algunos árboles para llegar hasta la apertura. Entró con cautela y visualizó la habitación.

La sala era rectangular y no muy grande; quizá de unos veinte metros cuadrados. Había una mesa alargada en la pared derecha; estaba llena de tacitas, platos pequeños y algunas teteras con formas variadas y colores claros. En la pared contraria se apreciaba una especie de mueble que contenía frascos con plantas diferentes; el joven demonio no era capaz de reconocer todas las plantas así que ignoró ese detalle. Casi al final, a un costado de la puerta, había una especie de reloj redondo de manecillas de garras diabólicas.

El demonio élite caminó hasta la puerta, abandonó el salón de té, y luego se cercioró de que los pasillos estuvieran vacíos para andar con precaución por un rato prolongado. Por poco había olvidado el motivo de su visita a la Piedra Gris ya que los detalles exquisitos del castillo lo hicieron sentirse en una especie de sueño fantástico.

Hasta que unas voces captaron la atención del demonio élite, se detuvo y se acercó a la puerta cercana. Aquellas voces pertenecían a dos de los Señores del reino. A pesar de que el demonio élite había pegado su oreja a la madera de la puerta, era incapaz de comprender todo lo que decían los otros demonios.

—Es la verdad —divulgó la voz jovial y cercana a la puerta—, esa máscara puede ayudarnos a caminar por el Domino de las Sombras. Es excelente para convivir con ese plano; aunque no funciona con todos.

¿El Dominio de las Sombras?, inquirió en silencio el demonio élite. Aquellas palabras eran familiares para él, pues estaba allí para hablar de algo que estaba conectado a eso.

—Bien, es bueno saber que el esclavo tenía algo más que su presencia para ofrecer —se escuchó una voz seca y un tanto alejada.

—¡Oye! —de pronto un reclamo inmediato sonó junto al demonio élite; había sido un tono chillón y grave—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Cuando el encapuchado volteó hacia la izquierda vio a un demonio regordete y enano de alas chicas; sabía que esos demonios solían ser la servidumbre de los Lores, pues en el castillo de la Piedra Púrpura también existían.

—¡Te hice una pregunta! —insistió el demonio gárgola con exaltación.

—No estoy haciendo nada malo. Necesito hablar con Lord Astaroth —aseguró el desconocido con seriedad.

—¿Necesitas hablar con Lord Astaroth?

—Sí. Es urgente.

—¿Es urgente?, ¿y crees que sólo porque dices eso voy a creerte? Además —dijo y señaló con el dedo índice el demonio obeso—, estás espiando la conversación de Lord Astaroth.

—Te digo la verdad.

De un momento a otro, la puerta frente al demonio élite se abrió, y apareció una figura. Lord Astaroth mostraba su máscara representativa y su túnica alargada de tonos grises y platas. Junto al demonio Lord se posaba otro ser, uno más joven pero también con un toque excéntrico. Lord Mammon vestía sus ropajes ligeros que combinaban con su tez bronceada y sus ojos dorados; además usaba joyas en casi todo su cuerpo.

—Swan, ¿qué ocurre? —Astaroth cuestionó con su voz profunda y seria.

—Este individuo estaba espiando, mi Lord. Le pedí que me dijera qué hacía aquí, pero respondió que necesitaba verlo a usted —explicó Swan con enojo.

—Es la verdad —aseguró el demonio élite—, necesito hablar con usted, milord. —Hizo una reverencia.

—Pero, Señor —rebatió Swan—, no sé por dónde entró este sujeto. ¡Puede ser un espía!

Astaroth ordenó a Swan guardar silencio con la mirada. A continuación, ofreció al joven demonio la entrada hacia la habitación acogedora. Swan se quedó en el exterior y contempló la puerta al cerrarse.

***

En la habitación el demonio élite se sentó en el sillón de triple cojín cercano a la chimenea y contempló a los dos demonios frente a él. Retiró la capucha que cubría su rostro y permitió que los otros dos lo miraran con cierta impresión.

—¿Cuál es tu nombre? —inició Mammon el interrogatorio.

—Beherith —replicó el joven demonio.

—Beherith, ¿qué haces aquí?

—Necesito informar a Lord Astaroth o a Lord Samael sobre una situación en la Piedra Púrpura; más específico, en el castillo de Lord Baphomet.

El Lord de la Piedra Gris guardó su sonrisa y sólo dio unos pasos por la sala. Por fin había llegado el momento de enjuiciar a Baphomet y desterrarlo del reino.

—Habla —ordenó Astaroth.

—No es sobre la Resistencia, milord. Lord Baphomet no ha ayudado a nadie de los traidores, pero sí ha hecho otras cosas.

—¿De qué estás hablando? —nuevamente cuestionó Mammon.

—Lord Baphomet tiene una sala especial en su castillo, cerca de los calabozos profundos, milord. Allí ha iniciado con unos rituales bastante peculiares. Al inicio me pareció que no era nada especial, pero una vez comprendí lo que pasaban, creí que era momento de decir algo y actuar.

—Si no eres claro, no podremos entender —Mammon se acercó más a Beherith y le mostró una postura amenazante.

Con calma, Astaroth tocó el hombro de su homólogo para evitar un conflicto, luego contempló a Beherith.

—¿Qué tipo de rituales hace el Lord de la Piedra Púrpura? —dudó Astaroth con severidad.

El rostro de Beherith se llenó de terror por dos cosas; la primera era el recuerdo de lo que había presenciado en el castillo de la Piedra Púrpura, la otra era la mirada de Astaroth que parecía penetrar todo su ser entero.

—Control del Tiempo, control de la mente, consumo de energía en los planos existentes y —el demonio élite tragó saliva—, creación de entes híbridos.

—No es el único que hace eso.

—No… Lo sé, milord. Sé que Lilith ya había sido acusada por algunas de estas razones, pero… —Beherith recordó uno de los acontecimientos donde él había estado involucrado. Cerró los ojos y suspiró. Había contemplado la posibilidad de que sus palabras fueran sólo falsos testimonios. Empero, conocía sobre el Balance y sobre una raza de seres tan antiguos que alguna vez habían mantenido ese poder; estaba enterado de que sólo tres entes en toda la Creación poseían esos conocimientos y nadie más debía utilizarlos. Volvió a respirar con profundidad para continuar con sus palabras—: pero está usando poderes que el Consejo A Cargo prohibió hace años. Vi las escrituras y lo que es capaz de hacer.

—¿Eh? —Mammon expresó con confusión.

—En ese caso —Astaroth repuso prontamente—, Beherith, te agradecemos por tu cooperación. Nosotros nos haremos cargo de que Lord Baphomet pague las consecuencias de sus actos. De hecho, quería decirte que este valor que has mostrado al decir la verdad será tomado en cuenta por todos nosotros. Te ofreceremos algo sumamente bueno a cambio de tus acciones.

—Muchas gracias, milord —Beherith sonrió con libertad y demostró en su rostro más calma.

—Lord Mammon, hay que cambiar la fecha de la reunión con el Consejo; debemos vernos cuanto antes y hacer un juicio público.

—Espera, Astaroth… —Mammon se acercó al otro demonio Lord y le susurró al oído—: ¿le crees?

Por supuesto que creía las palabras de Beherith. Astaroth había sospechado muchas cosas sobre Baphomet y había corroborado otras. No le sorprendía que un ente así tuviera interés en ese tipo de poder; aunque Astaroth creía que Baphomet jamás sería capaz de controlarlo.

—Lord Mammon, recuerda lo que hablamos la vez pasada con el Consejo de Señores. Si permitimos que Baphomet continúe sin supervisión, pondrá en riesgo al reino antes de que podamos defendernos. Además, él aseguró que sería nuestra decisión y eso fue lo que resolvimos.

—Bien. Yo me encargo de llamar a los líderes de la política de la Piedra Púrpura y al resto de la corte.

***

La organización fue rápida. Habían pasado tan sólo unas horas desde la llegada de Beherith al castillo de la Piedra Gris y casi todo el reino se había enterado de lo que estaba por proceder. El resto de los Lores se presentó en la sala de juicios que Astaroth había prestado para el momento. Incluso Belphegor había ordenado a sus mejores generales llevar a Baphomet hasta el lugar.

La sala de juicio era una especie de torre acondicionada que conectaba con los calabozos centrales de la construcción; era circular y el techo estaba a más de doscientos metros de altura. Los palcos, alrededor del centro, se expandían hasta unos ochenta metros hacia arriba, y había unos balcones privados que se resguardaban para el uso exclusivo de los Señores. El resto de la corte estaba conformada por demonios de influencia militar, representantes de los programas sociales y aquellos que se involucraban directamente en la política.

En el centro de la sala, Baphomet había sido exhibido sobre el peldaño que tenía la insignia de Astaroth; estaba esposado y encadenado. Su apariencia era la clásica figura sombría que no tenía facciones en su rostro y sólo sus ojos rojos se apreciaban.

—Hermanos y hermanas demonios, estamos aquí reunidos para presentar el caso más alto de traición de esta nueva época en el Infierno —Samael expresó con elegancia y solemnidad; estaba en el palco que le correspondía y junto a él se encontraba Lilith—. Lord Baphomet ha sido encontrado como responsable de ayudar a la Resistencia de los demonios desertores. No sólo ha sido su influencia un paso importante para estos enemigos internos del reino; sino que también se ha encontrado información que apunta a otro acto de alta traición.

A pesar de que los ojos de Baphomet eran carentes de una pupila, se achicaron para denotar su molestia. En realidad le causaba un poco de rabia escuchar las mentiras por las que era acusado.

—Lord Baphomet ha mantenido contacto con los ángeles y él ha sido responsable de algunos enfrentamientos que hemos tenido con nuestros odiados enemigos.

Las voces y susurros se escucharon en toda la sala. Parecía increíble que después de la creación del Consejo de Lores, uno de ellos los había engañado. Beherith estaba como espectador del juicio, pero se sentía incómodo al escuchar aquellas acusaciones, puesto que eso no era lo que él había declarado frente a los Señores.

—Lo que Lord Samael ha dicho es verdad —informó Belphegor para apaciguar a los presentes—, Lord Baphomet nos ha traicionado y ha puesto al reino en peligro. Sus actos no pueden ser ignorados y su título como Lord debe ser removido. Sin embargo, mis compatriotas, Baphomet deberá recibir el castigo máximo que todo traidor debe pagar: el destierro eterno.

Los sonidos de recriminación acontecieron en toda la sala; los demonios gritaban y señalaban a Baphomet. Aquello demostraba que el reino había crecido en unión y disciplina ante los Señores del Infierno; o eso creía Astaroth.

—Baphomet —Samael se interpuso en el caos—, de ahora en adelante ya no eres un ciudadano del Infierno, has perdido tu título y tu territorio aquí en el reino. Deberás marcharte cuanto antes. Por otra parte, debemos agradecer al demonio Beherith por su ayuda para corroborar los cargos que aquí se presentan ante ti. Beherith, por favor, pasa al frente.

Durante unos minutos los presentes contemplaron a Beherith. El demonio élite clavó su mirada en Baphomet y tomó su decisión. Se puso de pie y se quedó junto al ex-Lord de la Piedra Púrpura.

—Lo siento mucho, Lord Samael, pero no puedo aceptar ningún título o poder aquí. Siento tranquilidad al haber ayudado al reino con la información que revelé, pero no puedo quedarme en el Infierno —Beherith habló de forma elocuente y falsa.

—¿Qué?, ¿por qué no? Sin ti esto no habría sido posible y la Resistencia no habría sido terminada.

—Lo sé, milord. Pero no puedo. Agradezco la oportunidad que me ofrecen ustedes nuestros Señores; sin embargo, he decidido que lo mejor será partir del Infierno también. Espero puedan comprenderlo.

Los ojos de Astaroth se clavaron en la figura de Beherith y observó con elogio al muchacho. Sin importar los gritos y exclamaciones de sorpresa de los presentes, Astaroth estaba molesto porque eso demostraba el control inestable en los sentimientos de pertenencia de los demonios; empero, respetaba la resolución del demonio élite. Al final, Astaroth también sentía una atracción desmedida ante el poder, y sabía que Baphomet era eso para Beherith: una obsesión por lo desconocido y lo prohibido.