—Invasión —la voz gruesa de Samael llenó la sala de guerra. La habitación era grande y tenía una mesa rectangular con los mapas del Cielo—. Una invasión. La vez pasada ellos fueron los que vinieron a nuestro territorio, esta vez nosotros destrozaremos sus ciudades y aniquilaremos a sus habitantes.
El resto de los presentes estaba expectante; al rededor de la mesa podían ver con lujo de detalle las coordenadas y la estrategia del Alto General de la Piedra Negra. El General Osthar estaba junto a sus dos guerreros élite de más alto rango; también estaba el General Azahrim con dos soldados poderosos. Belphegor escuchaba con atención el plan de Samael; se encontraba junto a Astaroth. El General de la Legión Gris estaba presente en otro de los costados de la mesa; aunque su rostro joven denotaba inexperiencia, era, en realidad, un demonio élite de grandes capacidades para la guerra.
—Marcharemos con las tres Legiones más grandes directo al territorio enemigo. La puerta del sur es la más vulnerable, pero será muy obvio nuestro enfrentamiento allí. Por lo que enviaremos a un grupo reducido comandado por unidades bien entrenadas, creando una distracción.
—La estrategia de Lord Samael es bastante formidable —aseguró Astaroth con seriedad. Luego dio unos pasos hacia la mesa y con su poder dibujó una ruta en el mapa—. Las tres Legiones entrarán por los bosques sagrados del este del Cielo. Lord Samael y Lord Belphegor comandarán a esta armada y tomarán las decisiones necesarias.
—¿Sólo nosotros dos? —inquirió Samael con respeto.
—Sí. Yo me infiltraré con un grupo de soldados élite y buscaré información que nos pueda dar una ventaja —agregó Astaroth.
—Bien —Belphegor se interpuso antes de que Samael y Astaroth comenzaran una discusión cotidiana—, Lord Mammon y Lord Leviathan serán los defensores del reino, pero uno de ellos será nuestro refuerzo para la siguiente fase de la batalla.
—Lord Belphegor —Astaroth apresuró sus palabras—, propongo a Lord Leviathan como nuestro refuerzo.
—Lord Mammon también es un guerrero poderoso, además de que con su ayuda nuestras legiones han crecido en combates distintos. ¿Por qué no lo dejamos ser nuestra carta maestra? —inquirió Samael con duda genuina.
—Lord Leviathan tiene más experiencia en el combate —repuso Astaroth.
Belphegor notó otra vez los tonos de voz de sus homólogos; aunque ya se había acostumbrado, no era placentero escuchar una y otra vez las discusiones de ellos dos. Consideraba que a veces era necesario otorgar un poco de poder a uno de los dos si la situación así lo ameritaba; pues el Lord de la Piedra Roja no era idiota. Belphegor estaba consciente de que Samael y Astaroth mantenían una riña por el control total del reino, y no era algo negativo por el momento, pero sí complicado de sobrellevar.
—Lord Mammon se quedará —el tono de voz de Belphegor inundó la sala con fuerza—, con ayuda de sus ingenieros y la fábrica de armas, Lord Mammon será quien brinde apoyo desde aquí, y su Legión quedará a cargo de la defensa de emergencia del reino.
—Leviathan usa magia defensiva y es capaz de crear estrategias de protección —divulgó Samael con una cara de molestia.
—Lo que nos daría una ventaja en el campo de batalla —reiteró Belphegor.
Por unos instantes la sala quedó en silencio.
—Mi Señor —el General Osthar se atrevió a involucrarse en la conversación —¿cuándo comenzaremos el movimiento y el ataque?
—General Osthar —replicó Belphegor con un tono solemne—, primero posicionaremos a los soldados. Una vez inicie el ataque en el sur, nosotros sorprendernos al Cielo desde nuestra posición. Si ha quedado claro, les pido que se preparen para partir esta misma noche. Nos reuniremos en el borde del norte, en la Piedra Roja. Yo los estaré esperando allí.
La reunión terminó con despedidas formales y la partida de los tres Lores del Infierno.
***
—Te quedarás aquí por órdenes de Belphegor; pero hay una tarea especial por la que te necesito en el reino, Mammon —Astaroth parló al aire sin dirigir la mirada a su homólogo.
El demonio de cabellos blancos estaba sentado en uno de los sillones de brazos altos y contemplaba al otro demonio quien se alistaba para la guerra. Mammon no replicaba con reclamos, a pesar de que estaba molesto y deseaba participar en la guerra más activamente; sólo aguardaba.
—Comenzarás con la segunda parte de los experimentos de ADN que estás realizando con los híbridos. Quiero que obtengas una muestra de sangre de Gilbert, el híbrido que nos entregó la reliquia de la máscara. También quiero que uses un poco de mi sangre y veas la compatibilidad que hay entre nosotros.
Sin importar que la petición de Astaroth fuera como una locura, Mammon no respondió con su voz. Su rostro mostraba sorpresa y recelo; su mente divagaba en dudas una tan misteriosa como la otra.
—Enviarás los resultados a la dirección que yo te pedida. Quiero que sigas así: encubierto; y que ninguno de los otros Señores se de cuenta de lo que estamos haciendo. Arregla tus tiempos de modo que no afecten con tus trabajos referentes a la construcción de armas y la mutación de los demonios-bestia.
—Sí, mi Señor.
Una vez Astaroth terminó de arreglar sus ropajes, dio una media vuelta y se acercó a Mammon; no se inclinó y lo único que hizo fue arrojar una mirada de seriedad.
—¿Mi Lord?
—Ésta será tu primera vez sin mi supervisión, Mammon. Podrías traicionarme, ya que yo me adentraré al Cielo con un grupo reducido de guerreros.
—No voy a traicionarle, mi Señor —repuso con una reverencia el demonio más joven.
—Las palabras son falsos testimonios que quedan al aire y que no tienen ningún peso cuando son pronunciadas por víboras.
—Mi Lord, le pido que confíe en mí.
De forma repentina, Astaroth tocó los mechones largos del cabello del otro demonio; sus caricias habían sido cuidadosas y casi cargadas de aprecio. Empero, Mammon no se dejaba llevar por esas situaciones ya; conocía muy bien a Astaroth y no podía fiarse de nada que proviniera de ese sujeto.
—Mammon, no dejes que te maten.
El rostro del Lord de la Piedra Blanca se inundó de sospecha. Sus ojos se abrieron un poco y su mueca quedó pasmada. De pronto, Mammon agachó la cabeza y analizó con rapidez.
—¿De qué hablas, Astaroth?
Astaroth soltó el cabello terso del otro demonio; se alejó unos pasos hacia la parte trasera del sillón y se colocó frente al respaldo. Su mirada contemplaba con consternación a su homólogo; estaba seguro de que en esta ocasión no sería capaz de proteger a nadie, en especial a Mammon. Ese demonio se había convertido en una pieza clave en su plan, sin contar que sus poderes asombrosos y habilidades en la biología e ingeniería eran imprescindibles. Astaroth no tenía aprecio por la vida de Mammon como un ser vivo, sino por el peso que ahora tenía en su camino.
—Esta guerra está perdida.
Aquella frase alertó al demonio más joven. Mammon se incorporó y usó el sillón para sostenerse de rodillas y encarar a Astaroth.
—¿Perdida? Pero tenemos a los demonios-bestia con las nuevas modificaciones, los cañones de dardos explosivos y las armas impregnadas de magia negra. Nuestras Legiones son más poderosas ahora y estoy seguro de que el Cielo resentirá estos cambios.
El Lord de la Piedra Gris no replicó. Su rostro vacío y sin expresión fue lo único que se hizo presente. Astaroth se había percatado de que el orgullo de Mammon era dañado por esas palabras.
—Todo aquello es inútil. Los ángeles ganarán esta guerra y el Infierno caerá en crisis. Las tres Legiones de ataque serán devastadas y Leviathan no llegará a tiempo para salvarnos. Tú quedarás atrapado en una batalla imposible de abatir y es muy probable de que intenten matarte.
La mirada de Mammon cambió y mostró enojo. El demonio menor retaba a su homólogo, puesto que le causaba molestia la manera de expresarse.
—¿Me estás advirtiendo o me estás dando una opinión?
—Te estoy diciendo lo que pasará —aseguró Astaroth.
Mammon se apoyó en el respaldo del sillón y agachó la cabeza. Se sentía como un idiota; aunque no era por el hecho de ser usado por Astaroth, sino por haber creído que Samael era el traidor. Sin embargo, Mammon estaba frente al individuo que había vendido al reino, el que había entablado conexión con un ángel y ahora volvería a sabotear los planes del Consejo del Infierno. El cuerpo de Mammon temblaba de ira y sus ojos se cristalizaban; no podía hacer nada para impedir que Astaroth continuar, ya que había jurado lealtad a ese demonio.
—Procura no morir porque será complicado para mí buscar un reemplazo con tus conocimientos, Mammon.
Sin más retrasos, Astaroth se dirigió hacia la puerta y anduvo con un paso lento.
—Traidor.
La voz de Mammon había sonado casi al borde del dolor. Astaroth detuvo su andar, pero no dio una media vuelta para visualizar al menor.
—Tú declaraste la guerra al Cielo. Tú eres el demonio que mantiene contacto con nuestros enemigos, ¿no es así? —inquirió con un tono acusatorio Mammon. Abandonó su lugar con rapidez y se acercó a Astaroth.
El otro demonio no replicó. Astaroth no estaba de humor para discutir con un súbdito sobre sus planes; y tampoco tenía suficiente tiempo para enseñarle una lección a ese peón. Sabía que no podía darse el lujo de matarlo, ya que necesitaba de sus conocimientos. El Lord de la Piedra Gris suspiró con pesadez.
—Puedes guardarte tus opiniones y reclamos para cuando la guerra termine, si es que sobrevives.
—Astaroth, ¿por qué no lo niegas?
—No hay nada que negar —reiteró Astaroth con severidad—, absolutamente nada. Todo lo que dices es verdad. Yo fui quien violó el acuerdo de paz entre el Cielo y el Infierno; yo soy el demonio que mantiene contacto con un ángel del Cielo y el que pasa información al otro reino. En estos momentos el Cielo ya sabe de nuestra invasión y no serán sorprendidos por nuestro ataque. Es necesario que en esta ocasión tengan la carta ganadora, pero a cambio de un pequeño sacrificio. Tú no puedes comprenderlo, porque eres sólo una pieza más. Así que deja de reprochar y haz lo que te he pedido.
—Entonces, ¿trabajo para el traidor del Infierno?
—No —reiteró el Lord de la Piedra Gris—, trabajas para aquél que engrandecerá al reino y colocará a los demonios como la raza más temida de la Creación.
Aquella explicación no tenía lógica aparente para Mammon. Sus sentimientos de nacionalismo impedían comprender qué era lo que conseguía Astaroth con todo ese engaño. Mammon creía que no había posición más baja en el Infierno que ser un esclavo, pero el esclavo de un traidor y un demonio que, aparentemente, destruía al reino y lo ponía en peligro; era un sentimiento paupérrimo.
—Mammon —la voz de Astaroth hizo al otro demonio salir de su trance—, tengo que irme. Por favor, cuídate y no dejes que nadie descubra sobre los experimentos. No puedo hacer esperar a Lord Belphegor.
—No me pidas que me cuide porque sabes bien que soy reemplazable para ti. Lo único que quieres es que nadie se entere de tus planes.
Astaroth sonrió con complacencia.
—Sí, es verdad. Lo único que quiero es que nadie se de cuenta de lo que estoy haciendo. Así que es una orden, súbdito.
Cuando el Lord de la Piedra Gris terminó su frase, salió de la habitación y dejó en soledad al otro demonio. Mammon suspiró y dio unos pasos hacia el sillón de cojín doble y se sentó con pesadez; su mente vagaba en todas las recriminaciones que se hacía al haber aceptado trabajar bajo el comando de Astaroth. Mammon era conocido como el demonio de la Codicia, un concepto que lo definía erróneamente, pues no era la avaricia por el dinero, reliquias ni poder lo que lo motivaba. Mammon deseaba el conocimiento; una especie de poder que lo satisfacía a un nivel superior. Sin embargo, ahora se había convertido en un pedazo de carne que podía ser sometido a los placeres de Astaroth.
Con el paso del tiempo, Mammon descubría que el Lord de la Piedra Gris era más que cruel, era despiadado y no se regía bajo ninguna código de honor. Mammon se había rebajado al aceptar a un traidor como Astaroth.
Repentinamente, Mammon negó con la cabeza; se convenció de que era momento de actuar. Primero seguiría los comandos de Astaroth por unos años, después descubriría todos los planes del demonio y por fin se vengaría de la forma en que lograría destruirlo por completo. En ese instante, Mammon se juró lealtad a sí mismo; así jugara un papel doble y fuera visto como un objeto por su enemigo. Estaría listo para aguardar y descubrir el punto débil de Astaroth.