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Chapter 2 - Capítulo 1

Debo ser la única persona en este maldito mundo que decide poner veintiocho alarmas para despertarse un sábado temprano, la razón: debo empezar a buscar trabajo. Desde que terminé la escuela mi madre insistió con que debía conseguir un empleo, y yo siempre había ignorado eso. Pero acá estamos, a una semana de empezar la facultad y yo sigo sin saber cómo mantenerme en un país que conozco hace poco más de un mes.

Viví toda mi vida en Argentina pero había logrado aplicar en una prestigiosa universidad de Londres. Fue difícil adaptarse a todo, acostumbrarme a la idea de que tenía que dejar de ver a mi familia y amigos por mucho tiempo, pero decidí que sería una buena aventura que contar. El problema en cuestión es que Julio estaba terminando, el verano igual y yo lo único que sabía era cuantas cuadras caminar para llegar a la facultad.

Logré apagar la alarma la cuarta vez que sonó, y decidí levantarme para empezar a hacer algo productivo de mi vida, no podía quedarme encerrada en mi cuarto para siempre. Había encontrado un departamento chico pero con dos habitaciones. Decoré la mía a mí gusto, había traído fotos que no dude en colgar e instalé una hermosa repisa para acomodar mis libros, no tenía mucho aún pero poco a poco lo iba haciendo mi espacio. El lugar que alquilaba no era muy lejos de donde estudiaría, ahora solamente debía encontrar un compañero para dividirnos los gastos. Pequeño detalle, no conocía a nadie. No había tenido mucha oportunidad de hacer amigos, me costó instalarme y como mantenía la relación con Ross, Emily, Matt y por supuesto Lea no lo veía muy necesario.

En fin, me levanté, tomé una ducha y me puse una remera de manga corta negra junto a un jean roto en las rodillas. Intenté peinar mi rubio cabello y agarre una fruta mientras salía a buscar alguna cafetería o lugar donde pudiera trabajar. Yo no era la típica chica que vivía maquillada o se preocupaba por su vestimenta, si me gustaba verme bien pero nunca tenía ganas suficientes como para maquillarme.

Empecé a recorrer las calles de Londres, todavía no me acostumbraba a estar aquí y sinceramente no sé si algún día lo haría. Me encantaba caminar por la ciudad, era un lugar hermoso, tanto que no me di cuenta que ya era el mediodía cuando llegué a la décima tienda.

-¡Hola! Lo siento, soy Alisson y vengo por el puesto de mesera.

- Claro, cielo. Él es Martin, nuestro jefe, preséntate.- Sonreí a la mujer que me había hablado, era la primera que me trataba bien en toda la mañana. Debería tener entre treinta y cuarenta años, tenía un hermoso pelo negro que le llegaba hasta los hombros y unos ojos azules que deslumbraban en su rostro.- No tengas miedo, es más simpático de lo que piensas.

- Gracias...

-Sara

Sonreí, había intercambiado dos frases con ella y parecía ser una buena persona. Totalmente lo contrario era Martin. El hombre debía tener cincuenta años, con un semblante serio, pelo castaño con canas que lo hacían ver más sofisticado. Era alto, debía llevarme al menos tres cabezas, bueno igual yo no era un buen parámetro, con suerte llegaba al metro cincuenta.

-Lo siento, soy Alisson. Sara me envió a hablar con usted, vengo por el trabajo.

- Muy bien, si te parece hacemos ahora la entrevista ahora. Puedes comenzar contándome el motivo por el que estas acá.

...

La tarde pasó rápido, la entrevista había resultado bien y eso significaba que había conseguido trabajo. Esa noche, mientras estaba cocinando la cena, (agradecía haber heredado de mi padre la fascinación por la cocina, de lo contrario viviría a base de pizza), llamé a mi madre.

-Hola mamá. ¿Cómo anda todo por allá?

- Hola, cariño. Todo bien, tu papá recién llega de trabajar y tú hermana esta con Ross. ¿Vos? ¿Lograste conseguir trabajo?

- Aunque te sorprenda, sí, lo hice. No es el mejor, pero para empezar está bien, es en una cafetería a un par de cuadras del departamento.

-Me alegro, Pipi. Espero que estés lista para empezar la universidad. Escucha, debo colgar que me está llamando mi jefe, luego te llamó. Adiós, cariño.

- Adiós, mamá. Suerte y manda saludos.

Corté con ella y me dispuse a comer mientras miraba una película que estaban dando en la televisión, aunque en verdad no le estaba prestando atención. Estaba aterrada por empezar la facultad, no sabía cómo sería estudiar en otro país, con otro idioma. Además, no me olvidaba el hecho de que estaba sola y eso era aún peor.

...

Esa noche me costó dormir, empezaba la universidad la otra semana pero mi ansiedad era demasiada. Al día siguiente, estaba agotada, los nervios y el estrés ya me estaban atacando y ni siquiera había preparado las cosas. Me había anotado para ser diseñadora gráfica y tarde o temprano, más bien tarde, debía averiguar que clases me tocaban. Además, debía terminar de acomodar el departamento y organizar mi primera semana de trabajo.

De golpe limpiar mi casa no me pareció una tan mala idea. Tomé las cosas necesarias, puse música y mientras barría comencé a cantar y bailar. Sin embargo, mi concierto duró poco, atendí mi celular.

- Hi, Emily.

-Hola, Ali. ¿Cómo va todo por allá?

-Bien, los extraño demasiado. Pero la próxima semana arranco las clases y sé que ahí me voy a poder distraer más. ¿Cuándo piensan venir a verme?

- No lo sé Ali, es complicado. Pero te prometo que lo estamos intentando, ¿sí? Solamente no te olvides de nosotros cuando conozcas a tus compañeros ingleses.

- No lo sé, yo creo que me vendría bien cambiarlos un rato. Tal vez incluso me enamore, ¿quién sabe?- reí al ver su cara- Obvio que no tonta, no me olvidaría de ustedes aunque quisiera.

-Eso espero querida, no tengo ganas de viajar a Londres ahora para dejarte claro quiénes son tus amigos.

Hablamos una hora sobre temas triviales, pero pronto tuvo que colgar para estudiar. En la Argentina, mis amigos estaban en plena cursada de sus respectivas facultades y ella no era la excepción.

Para ese momento, mi departamento y mis horarios de la universidad se encontraban igual que cuando había empezado.

-Vamos Alisson- comencé a hablar conmigo misma- debes hacer las cosas. Empiezas la facultad en una semana, el trabajo mañana, no has buscado un compañero para el departamento. Necesitas empezar a moverte.

Traté de motivarme a mí misma, pero eso era demasiado difícil.

Volví a poner música, una canción pegadiza sonaba en la radio mientras me dispuse a terminar de acomodar un poco. Empecé por la cocina que se separaba del comedor por una isla enorme. No solía usar este último, estaba guardándolo para cuando tuviera visitas, pero seguía sin conocer a nadie así que para que eso suceda debía esperar.

Cuando por fin terminé con el lugar, me puse a investigar mis clases. Había elegido horarios de mañana para poder trabajar por la tarde, y por suerte Martin había aceptado eso, haríamos turnos con Sara. Ella era demasiado dulce, no borraba la sonrisa de su rostro y siempre hablaba tranquila.

Cerré mi laptop y agarré mis cosas. No me quedaría encerrada a ver como todo sucede, no quería estar sola por siempre, no tener amigos con quien pasar el rato dolía.

Me acerqué a una cafetería que estaba a la vuelta de mi departamento, había solicitado trabajo aquí en cuanto llegue al país pero no tenían vacante. Sin embargo hacían una cookies exquisitas y yo no podía dejar de comerlas. Me senté en una mesa al exterior y tomé un cuaderno, tenía la costumbre de anotar algunas cosas que consideraba importantes sobre mi vida en él, como me sentía, que hacía, cualquier cosa.

-¿Estás sola?- preguntó la camarera, asentí- ¿Quieres que te acompañe? Mi turno termina en cinco minutos.

-Eso me encantaría, necesito conocer una amiga.

Sonrío y se fue para volver con un café para ella también.

-Soy Alexandra,- se acomodó su rojo pelo y me miró a través de sus ojos verdes- puedes decirme Alex.

-Alisson.

Sonrío.

-¿De dónde eres?

-Vengo de Argentina, me mude hace poco más de un mes. Vine a estudiar, empiezo la semana que viene y estoy aterrada.

-Tranquila, verás que no es tan difícil. Mira, saliste a tomar un café y ya tienes una amiga.

Ella tenía razón, después de todo no era un domingo tan malo.