Franceses con clase colmaban las aceras de la ciudad de París, por las cuales Adeline transitaba un tanto malhumorada, aferrándose con fuerza al cálido abrigo que portaba.
El frío del invierno empezaba hacer presencia en cada caminante de la zona, incluyéndola a ella. Que a pesar de estar congelándose, aún mantenía su rostro contraído a causa del enojo.
La limosina blanca enviada por el hermano menor de los Sonobe se hallaba aparcada a un lado del parque Bercy. Punto de encuentro que había sido impuesto por él.
Soltando un sonoro suspiro, Adeline se encaminó en dirección a Garett. Quien al verla, abrió al instante la puerta del coche.
Al cruzar la calle, otra limosina de color negro obstruyó su camino, haciéndola frenar de un modo abrupto. El guardaespaldas de Gianluca, se dirigió hacia ella desosegado por lo visto a través de sus lentes oscuros.
La ventana del vehículo se bajó, pudiendo apreciar al causante de tan imprevisible acto. Jean Pierre Sonobe ladeó la cabeza al contemplarla con aquellos profundos ojos miel.
_ Esta vez no fue por coincidencia que te encontré. _ El misterio envolvía su voz tanto como su mirada.
Adeline lo percibía como un fastidioso enigma del cual quería deshacerse lo antes posible.
_ Deberías pagarle un par de lecciones de manejo a tu chófer para ver si así aprende a conducir. _ Evocó con sarcasmo, siguiendo el trayecto en compañía de Garett.
Jean Pierre descendió del vehículo para posteriormente impedirle el paso a Adeline, sujetando su antebrazo y hacerla girar ante él.
_ Ya puedes retirarte Garett, yo seré quien la lleve a casa. _ Decretó al hombre con traje.
_ El joven Gianluca me dio instrucciones claras de que yo debía ser quien recogiera a la Srta. Strange. _ Desafió amenazante.
_ Le informo que está en presencia de este hermano, no del otro. Así que le sugiero marcharse sino quiere problemas con el Sonobe que está en frente de usted. _ Su mirada oscurecida ante la mención de Gianluca le causó cierta curiosidad a Adeline. ¿Acaso se pudo haber molestado por saber que su hermano estuvo junto a ella hace un rato?.
Aunque el semblante de Garett fuera el de un tipo duro, era ostensible el miedo que este le tenía al segundo hermano de los Sonobe.
_ Estaré bien Garett, no te preocupes. _ Su tono tranquilizador hizo asentir al guardaespaldas. El cual después de disculparse con Jean Pierre partió del sitio.
En silencio ambos caminaron hasta la limosina negra, de la cual Jean Pierre encargándose de abrirle la puerta al llegar, realizó una seña con la cabeza para que Adeline se adentrara al coche.
_ Además de intimidar a los empleados, veo que te gusta comprar cantidades obscenas de libros. _ Observó asombrada, las enormes cajas repletas de encuadernados que se alojaban a un lado de ella.
_ Solo ponte el cinturón. _ Cerrando la puerta, rodeó el vehículo para después posicionarse delante de esta.
_ Ya podemos irnos Damien. _ Demandó al hombre con boina. El cual asintió acatando la exigencia por parte de este.
_ Puedo prever que el viaje se me hará demasiado largo y desde luego será mejor ponerme ebria para que el camino se me haga más ameno. Así que dime. ¿En que parte de esta impresionante limosina está el alcohol?. _ Su mirada retadora lo contempló, en cuanto expresaba con sarcasmo aquel argumento.
_ Veo que nunca te callas. ¿Departe de quién habrás sacado tan fascinante cualidad?. _ Inclinándose a ella le respondió con el mismo tono.
_ ¿Por qué estoy aquí Jean Pierre?. No comprendo, primero te alejas, después te burlas de mí, por poco y me atropellas y ahora pretendes qué?. Ser considerado conmigo?. _ Enumerando los hechos con sus dedos, cruzó la pierna. _ No sé a que juegas pero será mejor que busques a otro jugador porque en estos momentos no me apetece jugar. _ Sus ojos grisáceos se desviaron de él para apreciar la vista que pasaba por su ventana.
En respuesta Jean Pierre ladeó la cabeza observándola con meticulosidad. Cada vez más atrapaba su interés aquel manto enigmático en el que se encontraba envuelta. Y cada vez más anhelaba por desmantelarlo y poder ver la verdadera esencia oculta a través de ella.
_ Compré toda la repisa. Me era algo complejo saber cual podía ser tu gusto respecto a colecciones, por lo cual decidí comprar lo mejor de lo mejor. Te aseguro que mis gustos por la lectura son estupendos. Así que probablemente lleguen a interesarte. _ Su mirada cohibida miró la alfombra roja tendida bajo sus pies, siendo incapaz de admirar aquellos ojos de tormenta en ese instante.
La confesión inesperada de este la había dejado completamente perpleja. Por lo tanto, se removió con nerviosismo al abrir la boca para hablar.
_ Pues... bueno... No creo que mi librero sea tan grande como para poder meterlos todos ... _ Farfulló desplazando sus ojos a ambos lados contrarios.
_ Le pedí a Damien que comprara una repisa más amplia, para que pudieras introducir cada escrito sin que tengas dificultades con la escasez de espacio por los nuevos libros que te he comprado. _ Explicó apartando la vista del suelo para colocarla en un asiento vacío al frente de él. _ Escogí gran variedad de colecciones clásicas que provienen de distintos autores alrededor del mundo y además recopilé todos los escritos de Julio Verne, pude notar que esos en particular llaman realmente tu atención. _ Sus dedos entrelazaban una antigua moneda de plata que hacia girar sin cesar entre estos.
Adeline entrevió ligeras ojeras bajo aquellos ojos miel. Intuyendo de que posiblemente se debía a no conciliar el sueño por las noches. Además podía percibir el cansancio que emanaban estos. Su piel estaba más pálida de lo habitual al igual que sus labios, los cuales habían perdido todo rastro de color carmesí, concediéndole un semblante destemplado.
Su mirada se encontró con la de él, causando que Adeline la retirara rápidamente sonrojándose. Aún la intimidaban aquellos insondables ojos miel que la contemplaban de forma indescifrable.
Quitándose su abrigo vino, se levantó de su asiento. Ubicándose al lado de él para cobijar su cuerpo tembloroso con el gabán de botones.
Su mano palpó su frente, incentivando a que Jean Pierre cerrara los ojos ante la calidez de su toque.
_ Hay disminución en tu temperatura, déjame buscar otra cosa para poder mantenerte en calor. _ Su voz cargada de preocupación le resultaba agradable, a pesar de estar tiritando por el frío, escucharla le proporcionaba calma.
_ Damien quítate tu saco ahora mismo. Lo requiero como cobijo para Jean Pierre. _ Exhortó intranquila al guardaespaldas de este. Quien deprisa se desabotono el saco color mostaza para entregárselo.
_ ¿En qué puedo ayudar Srta Strange?. _ Su tono inquieto y su mirada abstraída en el suceso provocó que disminuyera la velocidad del vehículo.
_ Yo me encargo de cuidarlo, tú solo acelera el maldito coche. _ Espetó, secando con un pañuelo el sudor gélido que caía de la frente de él.
Damien presionó el acelerador a toda velocidad, convirtiendo un par de millas a exiguos kilómetros que los separaba de la mansión Sonobe...