Mientras contemplaban el paisaje desde los asientos acolchonados del Mercedes, ingerían alimentos poco saludables. Gianluca había comprado todo el menú de un restaurante de comida chatarra para posteriormente emprender su viaje hacia la heladería más famosa de todo París, Berthillon.
Adeline no protestó en lo absoluto, después de todo siempre requería de algo dulce para finalizar con el almuerzo.
_ Cuando era un niño, solía frecuentar esta heladería con mi madre. _ Sonrió con melancolía al observar el sitio. _ Me dejaba escoger todos los sabores que yo quisiera, solo para disculparse de las golpizas de mi padre. _ Una sonrisa de amargura reemplazó la anterior. _ Un helado por cada golpe. _ Bajó la cabeza, sin atreverse a poder mirarla. _ Ser el niño consentido de mi madre no me favoreció en nada con la relación de mi padre. Él creía que me estaba volviendo débil por ser tan mimado y por el simple hecho de no querer trabajar en su estúpida empresa. _ Inmerso en sus recuerdos, cerró sus ojos. _ "El dolor te hará más fuerte hijo" eso decía cada vez que me veía para excusar porque debía de hacerlo. _ Musitó, apretando con fuerza el volante.
Adeline colocó su mano sobre la de él, causando que este se relajara de inmediato al sentir el cálido contacto de ella.
_ Las heladerías no me parecen tan repulsivas como lo son para ti. _ Aclaró, generando una escandalosa risa por parte de Gianluca. _ No seas el chico que todos quieren que seas, conviértete en el chico que deseas ser en realidad. _ Volteando el rostro de este, añadió. _ Sé la persona que yo sé que eres. _ Sus ojos de tormenta se encontraron con los de él. _ Detrás de toda esa fachada de tipo malo hay alguien sensible que teme ser lastimado y no quiero que te refugies en ello si piensas que podría hacerte daño, porque al igual que tú, estoy lo suficientemente jodida como para poder entenderlo. _ Aseguró aún con las manos ubicadas a ambos costados de su rostro.
Entre miradas meticulosas, el móvil de Gianluca sonó. Desmoronando con su discordante sonido la tensión palpable entre ambos.
Deseó para sus adentros que Adeline no pensara en apartarse de él pero, resultó siendo de ese modo.
Sin más alternativas atendió a regañadientes el llamado.
_ ¿Qué?. _ Soltó de mala gana, esperando a que la otra linea oyente colgara, pero en vez de eso provocó que este arrugara el entrecejo debido a las perturbables noticias que eran balbuceadas con nerviosismo por su colega.
_ André du musst dich beruhigen. Lassen Sie Jean Paul wissen, das ich in einer Stunde im Royal Empire sein werde. _ Exigió en alemán, para ulteriormente colgar la llamada.
La expresión de confusión en Adeline era notable, no solo porque no comprendía las palabras dichas en alemán por Gianluca sino por lo pensativo que estaba.
_ ¿Está todo bien?. _ La curiosidad la incitó a preguntar mientras lo miraba.
_ Tengo que solucionar algunos asuntos de la empresa con Jean Paul. Así que primero te dejaré en casa. _ A punto de arrancar el coche, esta intervino.
_ Quiero estar unas cuantas horas más en la ciudad. _ Mencionó con determinación, introduciendo ambas manos en los bolsillos de su abrigo color vino.
_ De acuerdo pero solo te daré dos horas y Garett será quien te recoja. _ Ladeó la cabeza un tanto vacilante en si debía concederle el permiso. Al tratarse de ella, nunca habían negaciones a cualquier cosa que pidiera, tenía más control esta de lo que él tenía en si mismo.
_ Te veré en casa Adeline Strange. _ Despidiéndose, presionó el botón del seguro para abrirle la puerta.
_ Nos vemos pronto Gianluca Sonobe. _ Bajándose del coche, cerró la puerta al salir.
El menor de los Sonobe presenció desde el retrovisor como Adeline se alejaba cada vez más de él, hasta desaparecer en las calles de la ciudad de París.
...
Adeline contemplaba con entusiasmo la fastuosa Bibliotèque historique de la Ville de París.
La estructura se hallaba embarnizada por un tono cremoso que contrastaba con el gris de los prominentes techos.
Los relucientes ventanales se encontraban situados en distintos puntos de la ingente edificación, otorgando un porte omnipotente al sitio.
Al cruzar por las formidables puertas de la biblioteca contempló una fila de vejestorios candelabros suspendidos en los altos techos del lugar.
Se encaminó entre inmensos libreros de madera sequoia, buscando un libro en específico.
Sus ojos grisáceos dieron con la colección de Julio Verne. Tales libros la sumían en recuerdos nostálgicos de su infancia.
Estos se encontraban apilados según el orden de la publicación de cada uno. Colocados en una de las partes superiores del estante. Siendo para Adeline inaccesible debido a su altura, sus intentos por ponerse de puntillas y saltar fracasaron.
Por estar tan absorta en su objetivo no se percató de la presencia misteriosa que la asechaba con la mirada. Acortando cada vez más la poca distancia que los separaba, alcanzando sin esfuerzo alguno el libro que ella tanto añoraba.
Sus fosas nasales inhalaron un costoso perfume varonil que impregnaba la estancia con un aroma placentero.
Cerró los ojos tras aspirar la frescura que provenía del causante enigmático detrás de ella.
Girándose lentamente hacia él, dio con aquellos herméticos ojos de oro que la admiraban minuciosamente, en tanto sostenía el libro entre sus manos...
_ De todas las bibliotecas existentes de la ciudad tuviste justamente que venir a esta. Vaya coincidencia. _ Ladeando la cabeza, apoyó su cuerpo a un lado del estante.
_ ¿Trabajas aquí?. _ Su voz cargada de escepticismo, espetó con asombro mientras fruncía el ceño.
_ ¿Serías lo bastante ingenua cómo para pensar que un Sonobe trabajaría aquí?. _ Negando con la cabeza, contratacó. _ Pero de igual modo responderé a tu pregunta. No Adeline no soy un bibliotecario más bien soy el propietario de este sitio. _ Introdujo ambas manos en los bolsillos delanteros de su pantalón azulado de vestir.
_ Solo entrégame el libro y me iré. _ Apartando la mirada, entrelazó sus brazos fastidiada ante la actitud sarcástica de Jean Pierre.
_ Pensé que nos estábamos divirtiendo. _ Alzando el libro, formó una media sonrisa. _ Tómalo, es todo tuyo. _ Encogiéndose de hombros, señaló el escrito.
Adeline un tanto indecisa estiró su mano para agarrar el libro que fue al instante devuelto en su respectivo espacio en el librero.
Molesta, se paró de puntillas sin poder siquiera rozar las puntas de sus dedos con el encuadernado.
_ ¿Sabes Adeline?. Tenemos repisas de menor tamaño en la sección para niños por si gustas mirar, apuesto que en esos lograras alcanzarlos sin problema alguno. _ Puntualizó con su tono impávido habitual, suprimiendo la diversión que le causaba la situación.
_ Ya no lo quiero. _ Rindiéndose, azotó las puertas al salir de la biblioteca.
El segundo hermano de los Sonobe hizo un llamado con la cabeza a un subordinado que se hallaba a unos cuantos metros del lugar.
Quien al ver de quien se trataba se dirigió hacia él con paso presuroso, cargando la gabardina beige de Jean Pierre.
_ Deseo comprar todo el muro. _ Ordenó, deslizando con finura sus brazos por el abrigo de botones.
_ ¿Habla de la colección entera amo Sonobe?. _ Su expresión facial como la entonación en su voz emanaban desconcierto.
_ No Ezequiel, quiero comprar cada uno de los libros que hay en esta repisa. _ Refutó mirando el estante, recordando lo malhumorada que se había puesto Adeline al no poder alcanzar el libro. Incitando que tal recuerdo le produjera una sonrisa que se esfumó con rapidez al ver que todavía seguía en compañía de su empleado.
_ Bueno... creo que necesitaremos una caja muy grande. _ Sugirió perplejo observando con sus ojos turquesa la infinidad de libros.
_ Te daré quince minutos para que los empaques todos. Así que si fuera tú me iría apresurando. _ Remarcó impasible examinando la hora desde su reloj plateado, alojado en su muñeca izquierda.
El castaño tartamudeó un "Sí" para después voltearse sobre sus talones y echar a correr en busca de una caja en la que pudiera introducir todos los escritos exhortados por su jefe...