Ludwig Börne dijo: "El hombre más peligroso es aquel que tiene miedo". Ya sea el temor a la pérdida o al fracaso, todos los tipos de miedo tienen algo en común; todos causan una sensación de pérdida premeditada junto con una palpable inseguridad.
Eso es lo que convierte a un cobarde en el peor enemigo del valiente, ya que el cobarde no pensará en verse bien, solo pensará en ganar usando cualquier método para mantener el miedo alejado.
Ese fue el rasgo que impulso a un humilde niño a convertirse en la peor pesadilla del mundo antiguo. Tanto los titanes que protegen los territorios de cada una de las razas inteligentes, como los 9 poderosos señores del abismo llegaron a temerle.
Esto no solo le ganó el título del décimo señor del abismo y ya de paso ser el más joven entre ellos. Su corta edad causó que fuese considerado como el más débil de los diez en su momento, por ese motivo, él junto con su raza fueron cazados para ser esclavizados, pero con la caída del más fuerte de los señores del abismo, las cosas cambiaron.
Leubiathan, quien era considerado el más poderosos de los diez señores del abismo, encontró su final a manos del Rey Espectro, una criatura a cargo de una raza que hasta ese momento era considerada como una raza débil, una raza condenada a estar al servicio de las nueve grandes razas. Sin embargo, contrario a las expectativas iniciales, la raza coloquialmente conocida como Hearvester's, cambio de un bien de mucho valor en el mercado de esclavos a un objetivo de erradicación.
Así dio inicio la séptima gran guerra, los ángeles buscaban venganza por la muerte del protector de su raza y las otras especies simplemente tenían miedo de ser desplazadas por la nueva.
En una sangrienta guerra de todos contra uno, el Rey Espectro fue asesinado y sellado, usando como catalizador una de las sustancias más raras de todo el mundo: La sangre de héroe. Ese era el tipo de entidad que observaba con desprecio a la chica desmallada que yacía frente a ��l.
Priscilla había perdido el conocimiento por una gran carga de estrés acumulado en poco tiempo y no tenía forma de defenderse contra el potencial agresor que la observaba con desdén. Afortunadamente para ella, la curiosidad del potencial agresor era mucho más grande que su sed de sangre, por lo que su vida no corría peligro inmediato en aquel momento.
En un parpadeo el encapuchado había sido rodeado por los guardias de la familia Lombardi, un total de treinta soldados bien equipados rodeaban al posible perpetrador del ataque a su señora.
— "¡Identifícate!" Exigió Cristóbal, una persona que tenía bajo su cargo la guardia de la familia Lombardi.
Cristóbal observaba con desconfianza al sospechoso encapuchado que no se había molestado en intentar escapar. Era evidente que el encapuchado tenía algún as bajo la manga, ya que pese a estar rodeado no se lo veía ansioso o preocupado en absoluto.
Solo estaba ahí parado observando el cuerpo de su señora y eso era algo que Cristóbal no podía permitir. Solo había un problema, Cristóbal no tenía forma de saber qué tipo de expresión tenía el encapuchado en aquel momento, por lo que los soldados solo podían imaginar el peor de los escenarios.
— "¡Dije que te identificaras!" Repitió iracundo.
El encapuchado observaba a los soldados que lo rodeaban, todos portaban armaduras plateadas, en el interior de las placas de metal podía observar prendas blancas con decoraciones azules y un grifo plateado de un tono más claro que la armadura decoraba su pecho.
— "Ya veo, a juzgar por las armaduras pesadas deben ser caballeros... Mmm... Incluso si me entrego no me mataran, ya que querrán saber lo sucedido en este sitio y sobre todo quien es la persona que atacó a esta chica. Bueno, eso sumado al hecho de que este cuerpo provisional no puede sentir dolor también anula la posibilidad de que me torturen o asesinen." El encapuchado evaluaba silenciosamente sus opciones.
— "N-no soy más que un humilde vagabundo, mi señor. Le suplico que no me haga daño." La voz del encapuchado sonaba temerosa que, sumado a su postura suplicante y sumisa rogando por su vida, hizo que los soldados bajaran ligeramente la guardia.
En circunstancias como esas, incluso si Priscilla despertaba, era difícil probar la veracidad de sus palabras. No importaba lo que dijera o que excusa pusiera, siempre sería su palabra contra la de Priscilla, por lo que rendirse era la opción más viable.
Por ese motivo había elegido actuar con sumisión, ya que eso le restaría credibilidad a la joven cuando despertara y elevaba considerablemente las posibilidades de que él pudiese hablar a solas con ella en algún momento.
— "¿Qué deberíamos hacer, Señor?" Al ver que el objetivo no parecía peligroso, uno de los compañeros de Cristóbal pregunto a su superior cómo proceder con el extraño.
— "Aprésenlo, lo interrogaremos luego. En este momento nuestra prioridad es la seguridad de la señorita Priscilla."
— "Entendido." Habiendo recibido sus órdenes, el soldado se acercó al encapuchado y los revisó. Después de una exhaustiva revisión no encontró armas, lo que lo hizo relajarse.
— "Acompáñame." Con la ayuda de tres soldados más, apresaron al vagabundo y lo llevaron a la mansión Lombardi junto con el cuerpo desmayado de su señora.
***
Priscilla despertó en la seguridad de su habitación y en el segundo que sus parpados se separaron para observar la brillante luz del día, fue asaltada por su preocupado padre, quien había permanecido a su lado en todo momento.
— "¡Me alegro de que estés bien hija!" El Duque Lombardi no fue capaz de evitar que lágrimas de preocupación dejaran sus ojos.
— "¿Qué sucedió?" Priscilla aún estaba confundida y la consternación de su padre no ayudaba demasiado a despejar su confusión.
— "¿¡Qué hacías en un lugar como ese!?" En el segundo que el Duque confirmó el bienestar de su hija, su preocupación fue remplazada por una profunda ira.
— "Yo..." Priscilla intentó buscar una explicación para el enojo de su padre, cuando los recuerdos de los sucedido inundaron su mente.
Ella recordaba todo, el problema era que no podía decir libremente que existía la posibilidad de que uno de sus hermanos había enviado asesinos para eliminarla y tampoco quería creerlo.
— "Te lo explicaré luego papá. Ahora me gustaría preguntarle algo a aquel vagabundo."
— "Absolutamente no. No permitiré que te acerques a ese mal nacido." No había forma de que el Duque permitiera que su hija se acercara a su hija y menos después de lo ocurrido. Sin embargo, las palabras que dijo Priscilla a continuación lo sorprendieron aún más.
— "Quiero hablar a solas con él."
— "¿Has perdido la cabeza? No permitiré que..."
— "Te lo suplico papá." Priscilla se puso de rodillas frente a su padre y literalmente rogó por dicha oportunidad.
El Duque estaba en una posición difícil, esta era la primera vez que su hija le pedía algo de esa forma y si pensaba con más detenimiento la situación, no había problema mientras su hija fuese escoltada por la guardia y permaneciera en el interior de la mansión Lombardi.
— "Prometo contarte todo, cuando haya confirmado mis sospechas. Hasta entonces, quiero confirmar si mi suposición es realmente cierta." Prisilla hizo un intento adicional para convencer a su padre.
— "Si es lo que deseas, lo permitiré, pero quiero que me expliques todo cuando lo hayas hecho."
El Duque conocía muy bien la naturaleza de su hija y seguramente estaba tratando de proteger a alguno de sus hermanos. Después de todo no era estúpido y solo había dos posibles opciones para un ataque como ese.
La primera era que uno de los hermanos de Priscilla la quería fuera del camino y la otra que el Señor feudal del territorio vecino hiciera algún tipo de ataque tentativo con la esperanza de debilitar a la familia Lombardi.
— "Así será papá, gracias por confiar en mí." Priscilla abrazó a su padre con genuina gratitud, teniendo en cuenta que le había demostrado que confiaba en su juicio.
— "La guardia te acompañará, pero antes debes comer algo." Luego de decir eso el Duque hizo un gesto para que una de las criadas se acercara. "Dacy, sírvele sus alimentos a Priscilla."
La criada hizo un gesto de sumisión antes de acercarse cuidadosamente, solo para descubrir que Priscilla saltó de la cama con prisa y se dirigió a la puerta de su habitación sin vacilación.
— "Sígueme Dacy."
La sirvienta se quedó petrificada ante lo sucedido, simplemente podía observar en la dirección en la que escapaba Priscilla y luego a su padre en busca de una respuesta a la extraña situación. El Duque simplemente suspiró con pesadez e hizo un gesto a la criada indicándole que debía seguir a su hija.
Habiendo confirmado una forma adecuada de proceder, Dacy siguió a Priscilla llevando la charola con alimentos que había traído con ella.
Priscilla bajaba al calabozo que estaba ubicado bajo la mansión Lombardi, no se molestó ni en dar un segundo vistazo a los muros plagados de antorchas, ella simplemente avanzó a gran velocidad hacia la persona que podía responder a sus preguntas.
— "¡Espere señorita!" Su guardia gritaba a la distancia mientras la perseguía.
Luego de llegar a la entrada de una de las celdas, ella se detuvo frente a los dos guardias que la custodiaban.
— "Señorita, me temo que tenemos órdenes de no dejarla pasar a este lugar."
Cristóbal, uno de los guardias que acompañaban a Priscilla le hizo un gesto al carcelero y este entendió la situación casi instantáneamente. Luego de meditarlo unos segundos, simplemente abrió la puerta, dejando que Priscilla entrara a los calabozos.
El lugar en cuestión estaba completamente vacío a excepción de una de las celdas, en la que un extraño encapuchado descasaba sentado junto a uno de los muros. Priscilla no tenía forma de saberlo, pero un ligero destello apareció en los ojos del encapuchado cuando la vio y una macabra sonrisa se dibujó en su rostro.
— "Denme un segundo a solas." Solicitó de forma casual.
— "Me temo que no podemos permitirlo señorita, es peligroso que entre sola."
— "En ese caso, que Dacy me acompañe. Ella también tiene adiestramiento de combate y preferiría que esta charla sea los más privada posible."
Lo que Priscilla decía era correcto, las criadas de la casa Lombardi eran algo más que simples doncellas, al punto que un soldado experimentado pasaría un mal rato en su contra. Sumado a eso, el soldado no podía simplemente ignorar las peticiones de Priscilla.
— "Entiendo, pero estaremos cerca para garantizar su seguridad."
Las formalidades habían concluido y Priscilla finalmente entro a la celda acompañada de Dacy quien aún tenía en sus manos la charola con los alimentos de Priscilla. Por supuesto había una gruesa reja de metal separándolas del prisionero o de otra forma los soldados no hubiesen permitido que entrara con tanta facilidad.
— "¿Qué la trae a este polvoriento lugar, mi señora?" El encapuchado pregunto con un tono algo burlón.
— "No finjas ignorancia, sabes bien el motivo de mi visita." Al observar la seriedad en el rostro de la chica, el encapuchado se puso de pie y se acercó a la reja de su celda.
— "Lo mencionaste en ese momento, ¿cierto? Si no me equivoco era algo sobre quien me envió." Priscilla asintió con la cabeza en respuesta. "Bueno, no me envió nadie, simplemente fue una coincidencia que estuviese en ese sitio en ese momento. Dicho eso, puedo decirte un aproximado de la identidad del perpetrador del ataque."
— "¿A qué te refieres? ¿Crees que confiaré en tus palabras con tanta facilidad?" Por supuesto Priscilla no confiaría en un completo extraño con tanta facilidad.
— "Tienes un punto. Ahora, ¿has sufrido de dolores de cabeza últimamente?"
— "..." La repentina pregunta dejó sin palabras a Priscilla ¿Cómo podía un completo extraños saber algo como eso si no se lo había contado a nadie? Ella era el tipo de persona que no se queja demasiado y menos de cosas pequeñas como un dolor de cabeza. "¿C-cómo sabes eso?"
— "Pídele a la criada de ahí que se aleje un poco y te lo diré." La petición era peligrosa, pero también era cierto que había estimulado lo suficiente su curiosidad como para aceptar.
— "Dacy, mantente alerta y aléjate un par de metros."
La criada siguió las ordenes al pie de la letra y se aseguró de estar a una distancia en la que pudiera intervenir de manera inmediata.
— "¿Responde mi pregunta?"
— "Bueno, en esa charola... Específicamente en esa taza de té puedo percibir un la esencia de una planta llamada Higaria, las hojas de esa planta funcionan como un veneno de acción lenta que provoca un ligero dolor de cabeza en las primeras semanas, luego se convertirá en una fiebre alta, seguida de calambres y el colapso de los órganos internos. El que ese veneno este en la charola de quien presumiblemente es tu sirvienta personal, indica que quien esté intentando matarte es un miembro de tu familia o alguien muy cercano a ti." El encapuchado hizo una pausa para observar la expresión de sorpresa que se había dibujado en el rostro de Priscilla. "¿Tienes interés en lo que tengo que decir ahora?"