-Un poco más, un poco más- pensaba Troy, mientras apuntaba con su arco a un conejo que comía hierba frente a él. Cuándo tensó el arco al máximo, soltó la flecha que se hundió en el animal, muriendo éste en el instante.
Troy no pudo evitar saltar de la alegría, aunque ello conllevaría que espantase a otro conejo que se encontraba cerca. Cogió a su presa, le sacó la flecha y salió corriendo a casa orgulloso de su proeza. Era la primera vez que cazaba con el arco, pero había tenido una puntería digna de todo un profesional. Aunque su madre se enfadaba cada vez que se interesaba por los arcos, supuso que el hecho de tener algo para llevarse a la boca le haría cambiar de opinión.
-Parece un conejo bastante grande-dijo una voz frente a Troy -Qué pena que no vayas a poder disfrutarlo-. Era Alex, un chico de la edad de Troy. Su padre era un hombre de negocios adinerado y eso le hacía creer que podía hacer todo lo que se propusiera
-No pienses ni por un segundo que voy a dártelo- respondió Troy. -Preferiría dormir en el campo antes que ceder a tu chantaje-
-Bueno, quizás no tengas más opciones- soltó una sonrisita burlona e hizo una señal, tras de sí apareció Laur, un descerebrado corpulento y perrito faldero de Alex. Se acercaba a Troy con actitud amenazante, y éste sólo pudo correr hasta entrar en el pueblo para estar a la vista de todos. De este modo buscaba aplacar las ganas de los matones. Corrió hacia su casa y cerró la puerta tras de él con un suspiro de relajación.
-Yo no estaría tan tranquilo- sentenció su madre. Troy maldijo para adentro. Había estado tan preocupado por Alex que no recordaba la amenaza que suponía su madre si lo veía con un arco en las manos.
-Creía haberte dicho que tienes totalmente prohibido acercarte a un arco. No sólo me desobedeces, sino que además sales a las afueras del pueblo a cazar, y para rematar te metes en problemas con esos niños. Sabes que sus familias son adineradas y que no tienes nada que hacer contra ellos. Por favor, trata de evitarlos, Troy-. La ira de su madre se iba transformando en preocupación conforme avanzaba con su discurso. -Bastante duro fue perder a tu padre,... no soportaría perderte a ti también-. Una lágrima empezó a recorrer la mejilla de su madre, y Troy no dudó en correr a abrazarla.
-Mamá, yo solo quería que comiéramos algo distinto,... y pensé que te alegraría descubrir que soy un buen tirador- Troy se arrepintió de sus palabras conforme las decía, pues sintió como su madre volvía a enfadarse.
-¡Troy Levac! De nada me serviría que tires como un profesional si eso consigue que te maten ¿lo entiendes?-.
Troy no lograba comprender por qué su madre le tenía tanta fobia a los arcos. La ambición de Troy era hacer las pruebas y, algún día, poder formar parte del ejército; eso supondría un sueldo fijo y la posibilidad de ir ascendiendo de estatus social.
Después de esto, Troy colgó el arco y limpió la flecha que dio muerte al conejo para después colgarla en la pared como si de un trofeo se tratase. Acto seguido, se fue a duchar, pues olía demasiado debido a la carrera que tuvo que dar para poder dejar atrás a sus perseguidores. Una vez duchado y vestido, bajó para pedirle perdón a su madre, pero cuál sería su sorpresa al ver que estaba preparando el conejo que había cazado hacía un rato. Sin querer hablar demasiado del tema, se dedicó a preparar la mesa para una comida de la que disfrutaron como hacía tiempo que no disfrutaban.
-Troy, quiero que entiendas el miedo que me da perderte... y el ejército no es sitio para un chico como tú- dijo su madre sin levantar la mirada del plato.-Ya lo sé mamá- respondió Troy- pero los magos protegen este país y apenas hay revoluciones. A día de hoy, pertenecer al ejército es más seguro que no hacerlo. Además, el aporte económico nos sería de gran ayuda- concluyó Troy ante la atenta mirada de su madre, la cual parecía no dar crédito ante la madurez de su hijo.
-Vale, alístate- sentenció- pero me tienes que prometer que serás el mejor tirador del imperio y que jamás pondrás tu vida en peligro- Dos lágrimas recorrieron su mejilla y Troy se levantó a abrazarla-no llores madre, te lo prometo- la besó en la mejilla y se dispuso a recogerlo todo.
Después de esto, salió a la calle y fue en busca de su amigo Fede, que conocía desde pequeño y el cual le ha acompañado en todas sus aventuras. Fede es bastante alto para su edad y tiene el pelo largo hasta los hombros y al igual que Troy, adora el tiro con arco y desea unirse al ejército tanto como él o más pese a que su situación económica no es tan desesperada. Su motivación es que no confía en los magos y sus salvaguardias.
Una vez juntos, los dos amigos se adentraron en el bosque, rutina que tienen todos los fines de semana después de la comida para buscar nuevas zonas para cazar y seguir entrenando con el arco.