Megan se encontraba en la habitación tal y como le había dicho su hijo, con un cuchillo en cada mano. Las explosiones se sucedían en el exterior lo cual le asustaba cada vez más. Su hijo estaba en la calle, y le preocupaba que podría estar pasándole. Sin embargo confió en su palabra, su pequeño hombrecito tenía mucha habilidad con el arco y no habría Elfo que le supusiera un problema.
A Megan no le había hecho demasiada gracia que su hijo quisiera abandonar la seguridad de su casa por ir a ayudar a los Morris, pero es cierto que la amistad que le une con Fede roza lo fraternal.
Estaban a punto de pasar los diez minutos prometidos por su hijo y Megan empezó a ponerse nerviosa, no sabía nada de lo que estaba ocurriendo en el exterior y eso no le ayudaba a tranquilizarse.
Unos golpes sonaron en la puerta de la casa, quizás era su hijo, aunque él llevaba llaves podría haberlas perdido y Megan salió corriendo a abrir.
Megan se horrorizó cuando, al abrir la puerta vio a cuatro hombres enmascarados al otro lado, dió un violento portazo que le golpeó a uno de los enmascarados en la cara, quién gritó por el dolor causado, pero no logró cerrar la puerta.
Megan corrió hacia la habitación en busca de sus cuchillos, cuando los cogió fue corriendo a tratar de espantar al resto de atacantes quienes ya estaban en el salón
-Fuera de mi casa- gritó Megan empuñando un cuchillo afilado en cada mano- mi hijo y su amigo están al llegar y los dos saben pelear bastante bien, además tienen un arco y no dudaran en usarlo- los enmascarados rompieron a reír.
-Conocemos a tu hijo y al pequeño de los Morris, no serían capaces de hacer daño a seres humanos.
-Quizás ellos no, ¡pero yo sí!- gritó Megan, y tras estas palabras se abalanzó sobre uno de los hombres asestando una puñalada en un costado, dejándolo sin aliento.
Con la euforia de haber acertado su ataque descuidó su espalda, punto por el que le atacó otro de los enmascarados, dándole un golpe en la cabeza que le hizo perder el conocimiento.
Cuando despertó estaba atada de pies y manos, el salón estaba totalmente destrozado y el cuchillo con el que hirió al hombre tirado en el suelo.
-Dejaremos esto aquí para que ese idiota se crea que la sangre es de su madre, así aprenderá con quien no debe meterse.
Megan reconoció esa voz de inmediato, era Alex, el chico que tantos problemas le había dado a su hijo en el pasado.
-Señor, mi hermano esta sangrando mucho, deberíamos ir a un médico- Alex asintió con la cabeza -antes de salir deberíamos amordazar y tapar los ojos de esta mujer para que no sepa donde va y para que no grite, no vaya a ser que nos delate gritando.
El trayecto desde su casa hasta el sitio donde le habían encerrado no le había parecido demasiado largo, pero no podía concretar dónde estaba, sólo que debía ser alguna propiedad del señor Smith, el padre de Álex.
-Hola señora Megan, espero que estés cómoda, vas a pasarte en esta silla mucho tiempo, vamos a quitarte la mordaza, pero no la venda de los ojos. Como se te ocurra gritar aparte del golpe, vas a llevarte amordazada todo el tiempo que queramos, lo que significaría que no podrías comer... tu sabrás que quieres.
Megan, se resignó y agachó la cabeza en un gesto de aprobación de las condiciones, el hombre enmascarado se acercó, le quitó la mordaza y Megan aprovechó para dar una gran bocanada de aire.
-¿Porque me hacéis esto? somos gente humilde, no hemos hecho daño a nadie, ¿que razón es la que os mueve?- Megan trató de mantener la calma, a pesar de que el corazón se le salía del pecho.
-No lo sé señora, nosotros solo cumplimos órdenes. Es mi jefe quién debería responder a esas preguntas- a juzgar por la voz, el hombre que estaba allí era joven, quizás unos treinta años.
-Cuando mencionas a tu jefe te refieres a uno de los señores Smith ¿verdad? Alex odia a mi hijo tanto como para hacerme esto.
-Mi trabajo aqui ha terminado- sentenció el hombre y se alejó con un paso lento y pesado.
Dos lágrimas surcaron las mejillas de Megan, lágrimas de frustración y de miedo.
La maldad de ese chico era interminable, pagar a cuatro hombres para aprovechar el caos y secuestrarle, con el único fin de hacer daño a su hijo era retorcido. Sin embargo, ella ahora no podía perder tiempo pensando en eso. Necesitaba todas sus energías para pensar en cómo escapar de ese sitio y volver lo antes posible con su hijo.