Un vestido Rosa pálido posa sobre la gran cama de su habitación, Hannah lo mira ceñuda mientras dibuja en su libreta lo que parece ser un delicado rostro de mujer. Segundos después regresa su mirada al vestido, decide rendirse, levantándose del sofá a regañadientes para meterse al baño.
- Parece que no podré zafarme después de todo.- Replica ella mientras se dirige al baño.
Su padre Abraham White, un empresario multimillonario, dueño de gran parte de las empresas de Port Hidden y sus alrededores, incluido el Hospital White Memorial, dará una Gran fiesta esta noche y ha prometido dar un anuncio importante. Toda la prensa de la ciudad cubrirá el evento, por tratarse de tal personalidad. Para Hannah resulta tedioso asistir a esta clase de eventos, pero su padre ha insistido sobremanera, además ha escuchado a su padre decir que su primo Abel vendrá a la fiesta.
Abel se fue al extranjero a estudiar medicina hace seis años, al parecer ha culminado ya su carga curricular y ha escogido al White Memorial para ejercer su residencia. Ella siempre lo ha recordado como un joven apuesto y dulce. Y la verdad, volver a verlo la emociona mucho. La última vez que lo vio, ella era una pequeña adolescente de doce años con frenos, él en cambio, era alto, rubio y apuesto, ya pesar de haberlo visto en fotos actuales, le inquietaba mucho saber que lo vería en persona, y no solo eso, que regresa definitivamente a la ciudad.
Ya ha salido de la lucha, envolviéndose en una gruesa de bata de baño, colocando su larga cabellera mojada en una toalla que enrolla en modo de turbante sobre su cabeza, sale del cuarto de baño y se acerca a la cómoda dispuesta a su derecha.
- No puedo creer que estés de vuelta.- Recuerda ella, al mismo tiempo que desliza su dedo por la esquina del portarretrato que muestra la foto de su primo Abel hace unos años atrás.
Han pasado dos horas y media desde que Hannah comenzó a arreglarse. Estefan, un maquillador que contrata siempre su padre para eventos, se encuentra ultimando los detalles de su maquillaje.
- Hermosa como siempre.- Le repite mientras termina con los últimos retoques de rubor.
Hannah es de estatura promedio, delgada, su cabello es lacio, con suaves ondas naturales al final, castaño oscuro, largo hasta el final de la parte baja de su espalda.
- Gracias Estefan.- Responde ella con dulzura.
Ella se inclina hacia el espejo para detallar su maquillaje. Estefan destacó sus ojos azules con sombra y máscara y en los labios colocó un suave color rosa. Su rostro luce angelical. En su larga cabellera realizó ondas marcadas, no lo recogió porque a ella le gusta llevarlo suelto, por lo que juntos decidieron que lo llevaría de lado para lucir el escote del vestido.
*
Abel había llegado en la mañana a la ciudad, Port Hidden es una ciudad pequeña, con clima de montaña y debido a que se acerca el invierno hace mucho más frío. Él avisó a su madre con una corta llamada y enseguida se fue al pent-house que le regalaron sus padres cuando anunció que regresaría. Un lugar exageradamente grande para un joven soltero con una profesión tan demandante.
Ya había tomado una larga siesta y se disponía a prepararse un bocadillo antes de salir. Estaba casi listo cuando sonó su celular. Era su madre.
- Abel amor, ¿Vienes a buscarnos? Quiero que lleguemos juntos al evento.- Anunció su madre con dulzura.
- Mamá, no tienes que hablar en plural. Sé que es cosa tuya.- Respondió él en tono consolador.
- Tu padre tiene tantas ganas de verte como yo, hemos respetado que no quisieras que te buscáramos en el aeropuerto. Pero ya ansiamos verte, amor.- Concluyó con anhelo y amor a su hijo.
- Nos vemos en el evento mamá.- Respondió al fin, terminando la llamada.- No quiero ver aún a Albert White.- Agregó con desprecio en su voz. La relación entre Abel y el marido de su madre, Albert White, nunca había sido buena.
Tiró la mitad del sándwich que estaba comiendo al plato que posaba sobre el mesón de la cocina y regresó a la habitación a cepillarse los dientes para salir.
*
Hannah bajaba las escaleras con cautela, pues llevaba unos tacones de punta muy altos, en su descenso su padre esperaba al final con una mirada de admiración y amor infinito.
- Luces espectacular pequeña.- Entonó su padre con voz ronca.
- Gracias, papá.- Respondió ella al elogio de su padre.
Abraham White era alto, canoso, de voz fuerte, su espalda era ancha. Llevaba un traje negro con pajarita que lo hacía lucir elegante, como siempre, impecable. Tomó a su hija de la mano y juntos se dirigieron al jardín de la mansión White.
Todo estaba listo, la fiesta se llevará a cabo en el inmenso jardín de la mansión White, en el lugar, están dispuestas más de cincuenta mesas, todas estratégicamente distribuidas, copas de cristal, vajilla italiana, Abraham no escatimó esta noche, la estancia era todo un lujo, su padre sabía dar una fiesta de alta sociedad. Él se dedicaba a recibir y atender a los invitados que poco a poco iban llegando. Hannah en cambio, esperaba a su lado saludando a todos con su peculiar media sonrisa forzada.
- Eres toda una señorita de sociedad.- Dijo admirado, un antiguo socio de su padre que se había acercado a saludar.
- Es mi hija hombre ¿Qué esperabas? - Respondió Abraham con orgullo.
Hannah se estaba cansando de estar ahí, y comenzaba a removerse sobre sus propios pies incomoda. Fue entonces cuando algo atrajo su atención. Entre la gente parecía abrirse paso hacia ellos un joven rubio, alto, atlético. Era Abel, lo reconoció de inmediato, ahora se veía más alto, sus rasgos se han endurecido un poco, haciéndolo escandalosamente atractivo para Hannah quien no podía apartar los ojos de su primo.
Abel se acercaba con una elegancia envidiable, se detenía a saludar a uno que otro, y seguía su camino. Hannah no podía dejar de verlo, traía un traje gris plata, sin corbata, se veía elegante y jovial al mismo tiempo. La dejó sin aliento.
- Mira quien ha regresado a su hogar.- Anunció Abraham emocionado, abriendo los brazos para recibirlo.
Abel siempre había tenido una estrecha relación con su tío Abraham, quien además le guardaba mucho cariño. Siempre lo había visto como un hijo y él lo respetaba quería por eso.
- Tío, ¿Cómo estás? - Respondió Abel correspondiendo a su abrazo a su vez.- Te has lucido ¿No? - Agrega, mientras hace un gesto con la mano para referirse a la gran fiesta.
- Si no es en grande, no lo hagas.- Confirmó su tío con risas.- ¿Recuerdas a Hannah? - Preguntó mientras la atraía hacia sí.
- Eh… Claro tío, solo me he ido unos cuantos añitos.- Respondió Abel mientras dirigía su mirada a ella.- Has crecido un poco.- Continuó diciendo, refiriéndose ahora a la chica, pero ahora su tono había cambiado.
- Bienvenido Abel.- Dijo ella con voz tímida. Esbozando una sonrisa.
Hannah no dejaba de mirarlo a los ojos, eran azules como los de ella, en ellos reflejaba que no decía todo lo que estaba pensando. Su corazón ahora latía frenético, su primo se había convertido en un modelo de revista, sexi, varonil y elegante, todo en un solo paquete. Él no dejaba de mirarla tampoco, aunque en ocasiones debería dirigir su atención a su tío, quien había comenzado a contarle una emocionante anécdota.
Ambos hombres continuaron hablando entusiasmados por el reencuentro, de pronto parecía que olvidaron la presencia de la chica.
- ¿Dónde están tus padres? - Señala Abraham.
- Los vi en la entrada tío, aunque no vinimos juntos.- Aclaró el joven.
Hannah aprovechaba la distracción de su padre para dar un vistazo de vez en cuando a su celular. Él odiaba que hiciera esto en sus fiestas. En una última oportunidad había un mensaje de su amiga Megan.
¿En donde estas?
En la fiesta que te comente ayer. Tecleo con rapidez.
Un nuevo zumbido avisó la entrada de otro mensaje. Y otro.
Escápate, Hannah…
¡Ya paso por ti!
* ¿Qué ?, ¿Se ha vuelto loca? * Pensó tras leer los mensajes de su amiga.
- Guarda eso niña.- Reprendió su padre apretando los dientes.
Abel intentó disimular una sonrisa por el leve regaño de su tío, Hannah guardó su celular tratando de disimular su vergüenza por el hecho.
En ese momento Abraham esboza una enorme sonrisa y arreglando su saco anuncia:
- Llegó el momento.- Alejándose de los jóvenes en dirección al podio que previamente había dispuesto para la ocasión.
Hannah y Abel observaron con incertidumbre la caminata de aquel hombre. Mientras Abraham se posiciona frente al micrófono.
- ¡Muy buenas noches que tengan todos !, familia, amigos y colegas. Sean todos bienvenidos a esta celebración.- Hizo una pausa para los aplausos que no se hicieron esperar.- Ésta noche los he reunido para anunciarles el nombramiento del nuevo Vicepresidente del Hospital White Memorial-. Continuó, mientras los presentes miraban con cautela al millonario en el podio.- He decidido, nombrar a Abel White como el nuevo Vicepresidente de mi Hospital-. Confirmó con entusiasmo.- Aplausos.- Continuo, Los aplausos acompañaron su anuncio. Su tío extiende la mano para invitar a su sobrino a acompañarlo al podio.
Abel había enmudecido, su rostro se endureció. Hannah lo miraba desconcertada sin emitir el mínimo comentario. Abel se acercaba nuevamente a su encuentro diciendo:
- ¿Qué significa esto, tío?
- Eres Vicepresidente del mejor hospital de la ciudad sobrino, eso pasa-. Respondió como si fuera obvio.
- Es evidente que no voy a aceptarlo-. Replicó Abel sin titubear.
- Vamos a mi despacho.- Invitó Abraham, percatándose de la molestia de su sobrino.
Ambos se alejaron del montón, la incertidumbre predomino la velada y todos se preguntaban el porqué tío y sobrino abandonado la estancia. Albert, quien es el hermano menor de Abraham e Isabella, su esposa y madre de Abel, no puede esconder la dicha que les causó el anuncio del millonario. Hannah algo confundida por los cambios decidió retirarse a su habitación, su padre estaba bastante entretenido con Abel y no notaría su ausencia.
Tumbada en su cama otro zumbido despertó su atención. Era Megan.
Estoy afuera.
Hannah meditó rápidamente cuan grave sería escaparse de la fiesta de su padre. Y entonces tecleo un nuevo mensaje.
Voy.
Sacó el vestido rosa por encima de su cabeza mientras corriendo soltaba sus tacones. Un jeans, una franela gris, su chaqueta marrón de cuero favorita y unas botas corte bajo fueron suficientes. Metió los dedos en sus rulos perfectos para soltarlos un poco y verse más relajada. Al final dio un último vistazo en el espejo.
- Mejor.- Aprobó mientras salía corriendo.
Hannah logró escabullirse de la mansión White, Megan su mejor amiga desde los siete años, la esperaba en las afueras de la casa.
Megan había sido su cómplice incondicional desde que la conoció en segundo grado de primaria, desde entonces han sido inseparables, ella era la rebelde de este dúo. Quien ahora conducía velozmente su pequeño Audi R8 rojo.
- Hola nena.- Saludó Megan.
- Gracias por sacarme de ahí.- Dijo Hannah aliviada.
- Claro nena, tenía que salvarte de esa reunión de ancianos.
Megan era una carismática chica rubia, el cabello le llegaba hasta los hombros, siempre con ondas relajadas, sus ojos eran verdes, alta y delgada. Siempre sonriente y traviesa. Era su mejor amiga y Hannah la apreciaba mucho.
Una vez en la fiesta, Hannah notó que no conocía a nadie entre los montones de personas.
- ¿De quién es la fiesta? -. Preguntó.
- No tengo idea amiga-. Contestó Megan mientras bailaba la música de fondo. Hannah soltó un bufido y negó con la cabeza.
Estaban en un vecindario que no conocía. La música sonaba a un volumen ensordecedor. Megan lucía como pez en el agua entre los desconocidos. Típico de Megan, colarse en fiestas de personas que apenas conoce, la verdad solo le importaba pasarla bien, nada le impedía relacionarse, ni clases sociales, religiones, en fin. Su único propósito era divertirse, si la fiesta era al borde de risco, daba igual.
* Seguro estamos aquí por un chico *. Pensó Hannah mientras se abría paso para avanzar.
- Voy a salir.- Avisó a su amiga al paso que se alejaba a la salida trasera.
Megan asintió al tiempo que bailaba seductora con un joven moreno que la tomaba por la cintura.
Afuera estaba un ambiente más tranquilo, solo los fumadores y las parejas buscando privacidad.
Hacía frío así que Hannah frotaba sus brazos para brindarse calor. En ese instante un grupo de chicos salieron muertos de risa, al parecer le he jugado una broma a alguien adentro y escaparon a reírse al patio. Entre ellos estaba un joven alto, parecía el cerebro de la broma, mientras comentaban entre risas, éste joven se percata de la presencia de Hannah. Les comenta algo entre susurros a los demás y regresan adentro. Hannah lo ve acercarse.
- Hola.- Saluda sonriente.- ¿Saliste a refrescarte un poco? - Continuó, esperando alguna respuesta de la hermosa chica frente a él.
Hannah se limita a observarlo. Era solo un poco mas alto que ella, apenas unos diez centímetros más, de contextura delgada, aunque su espalda era ancha, tenía una mirada pícara, sus ojos eran oscuros, su piel tostada, su cabello negro lacio. Llevaba uno de esos cortes actuales en el cual su cabello en la parte superior era más largo y caía con estilo hacia adelante, lo que hacía que constantemente lo arreglara con su mano. Tenía esa pinta de chico rebelde que a muchas les gusta, unos jeans gastados ajustados, una franela negra y una chaqueta gris ancha con capucha, más sus tenis que también eran negros, haciendo juego con todo.
- Si-. Respondió por fin.
- ¿Puedo acompañarte? - Inquirió el joven con picardía.
Ella lo meditó unos segundos y respondió.
- Ahmm… Supongo que no hay problema.
Él sonrió satisfecho con su respuesta.
- Una respuesta elaborada, una chica culta ¿Eh? - Continuó el joven, a la vez que la observaba con atención.- ¿No eres de por aquí verdad? - Preguntó al notar algo diferente en Hannah.
- ¿Ah que viene esa pregunta? - Inquirió Hannah al mismo tiempo que se aferraba a las solapas de su chaqueta con fuerza.
Estaba nerviosa.
- Relájate, solo intentaba conversar.- Respondió él, alzando las manos en señal de paz.- Yo estudio en la secundaria del centro. Port hidden es una ciudad pequeña, la debes conocer.
- Sé cuál es. Respondió ella, más tranquila.
- Me gusta tocar la guitarra, canto muy bien de hecho-. Agregó con orgullo. - Los video-juegos me obsesionan, y no hacer nada productivo con mi vida según mi madre. Eso es lo mejor que hago.- Continuó simulando sentirse orgulloso de ello.
Hannah esbozó una enorme sonrisa. Él intentaba ser un chico amable y chistoso. Pronto comenzó reírse y Hannah se sintió cómoda con su presencia. ÉL no dejaba de hacer bromas de sí mismo. Era un joven muy elocuente.
Una hora más tarde ya está hablado de todo. A Hannah le resultaba muy fácil soltarse con él.
- Las hamburguesas, definitivamente son mis preferidas.- Confirmó el chico.
- Eso es comida chatarra.- Dijo ella entre risas.
Fue en ese instante que la música dejo de sonar adentro, pero otro ruido extraño se colaba. Entre los gritos de todos se consiguió escuchar:
- Corran todos, es la policía.
El joven saltó de pronto la cerca trasera de la casa, Hannah quedó paralizada al ver tal hazaña. El joven cayó de pie al otro lado y se echo a correr, pero algo lo hizo voltear. Al darse cuenta de que la chica que se había quedado atrás frenó de golpe su carrera. Pensó algo unos segundos y se regreso tras soltar una maldición entre los dientes.
Al subir nuevamente la cerca vio a la chica mientras forcejeaba con un policía que la tomaba del brazo con fuerza. No pudo abandonarla así que saltó de la cerca para caer nuevamente en aquel patio, otra policía le tomó tomó por la capucha de su chaqueta.
- ¿Por qué regresaste ah? ¿Qué se te quedó?
- Ella.- Señaló a la chica con un ligero gesto con el mentón.
Hannah no podía creer que había regresado por ella.
*
Abel entraba dando largas zancadas en la estación de policía. Se detuvo en la recepción donde le informaron la ubicación de su prima. Sin dudar fue por su búsqueda.
Hannah se encontró en una celda con otras dos chicas. Éstas eran mucho mayores. Su vestimenta era muy vulgar y olían a cigarrillos. Ella esperaba sujetada a los barrotes mientras las otras chicas compartían el frío banco en el fondo. Se sintió muy asustado y ahora mismo se arrepentía por completo de encontrar escabullido del evento de su padre, pensar en él la hacía temblar, sabe que debe estar furioso.
Abel entro en aquel recinto buscando desesperado a su prima con la mirada, ya no llevaba saco, solo su camisa blanca doblada hasta los codos, lucía preocupado. Al encontrarla en aquella celda su mirada cambio. Parecía ser alivio lo que mostraba.
- ¿Cómo estás?
- Asustada, pero bien.
El tono de Abel había sido cálido. Al parecer estaba muy preocupado.
- Voy a sacarte de aquí de inmediato-. Aseguró mientras se retiraba nuevamente.
Minutos más tarde estaba de regreso con el guardia de la celda que traía consigo un manojo de llaves que agitaba mientras caminaba.
- Hannah White-. Gritó el oficial.
- Soy yo.- Respondió Hannah con alivio.
- Estas libre.- Anuncio el oficial a la vez que abría la puerta.
Ella sale de la celda de inmediato.
- Gracias Abel.- Dijo ella con alivio.- ¿Qué ha dicho mi padre?
- Que te dejara aquí toda la noche.- Respondió con dureza.
Ella no pudo reprimir el miedo que esa declaración le generaba. Abraham White era un padre amoroso, pero odiaba las estupideces que podrían dañar su imagen ante los medios y esto seguramente calificaba como eso.
Juntos se dirigían a la salida mientras Hannah buscaba con la mirada al otro chico.
- ¿Y el otro chico? ¿El que detuvieron conmigo? - Pregunto ella preocupada al oficial que los custodiaba a la salida.
- Él no tendrá la misma suerte.- Informó con ironía.
- Abel tenemos que sacarlo.- Exigió Hannah con firmeza.
Abel frenó de golpe su caminata.
- ¿Tenemos?
- Lo han detenido por mi culpa. Regres�� por mí. No puedo dejarlo.- Suplicó a su primo, quien la veía como sino comprendiera su request.
Abel la dejo ahí plantada y salió en dirección a la recepción de la estación, sin emitir ningún sonido, su rostro no reflejó nada. Era desesperante.
Hannah lo veía alejarse, él intervino a otro oficial y parecía explicarle algo con total serenidad. Al cabo de unos minutos el otro joven fue liberado. Hannah lo veía acercarse sin demora.
- ¡Qué noche, eh! - Resoplo el joven con una sonrisa en su rostro.
- Ni que lo digas.- Respondió Hannah.
- Soy Liam, por cierto.
- Hannah.
- Te queda.
Ambos sonrieron. Abel interrumpe cortando de golpe su conversación.
- Liam Clark.- Articuló con ironía. - Cuarta detención en el año ¿eh? -
- Así es. Trato de romper mi propio records.- Respondió Liam con humor.
- Aléjate de mi prima.- Advirtió Abel con un tono amenazante.
Hannah se sorprende ante su reacción e interviene.
- Abel.- Poniéndose en medio de ambos.
- Es un delincuente de cuarta, Hannah.- Gritó desesperado.
Ella estaba sorprendida ante su reacción, no era para nada aquel chico dulce que recordaba, éste en cambio era un hombre autoritario que le hablaba con dureza.
- ¿Quién te crees estirado? - Gritó Liam también, empujando a Abel con ambas manos.
- Liam, basta.- Grita Hannah a la vez que extiende sus manos para apartarlos.
- No hagas que me arrepienta y te deje aquí, idiota.- Amenaza a Liam, dándose la vuelta para salir de la estación.- Te espero en el auto-. Avisó a Hannah.
La autoridad con la que le habló a ella le puso los nervios de punta, así que sin dudar ni un segundo obedeció.
- Debo irme.- Afirma ella y sale corriendo.
En el auto el ambiente es tenso. Abel solo conduce con una mirada impasible. Hannah voltea a mirarlo, pero éste sigue fijo en la carretera. Unos minutos después, él pregunta en un tono más calmado.
- ¿Quién es ese idiota? - Aunque sus palabras no dejaban de ser hirientes.
Hannah respira hondo para poder hablar sin que se note su nerviosismo.
- No es ningún idiota.- Aseguró ella, tratando de mostrarse fuerte y ofendida por su comentario.
- ¿Tu novio? - Continuó, para forzarla a responder.
Su tono ahora era inquisitivo, trataba de ser dócil y sacarle información.
- Lo conocí en la fiesta, Abel.- Volteando su mirada a la ventana.- ¿Por qué has venido tú por mí? - Cambia el tema para zafarse.
Funciono.
- El tío Abraham está furioso. Lo han llamado para avisarle de tu arresto. Subimos a tu habitación y el no verte ahí detono su ira. Creo que estas castigada. Entonces me ofrecí para buscarte, él iba a dejarte ahí hasta mañana- Informó mientras la veía de vez en cuando.
- Lo sé.- Se limitó a responder con voz cansada.
- No deberías frecuentar ese tipo de amistades. Es un maleante Hannah, es su cuarto arresto en lo que va de año. Tuve que pagar su fianza.
- ¿Por qué lo hiciste entonces? - Preguntó desconcertada.
- Me lo has pedido tu.- Dijo como si pareciera obvio.
Hannah se mostró confundida ante su respuesta. Él en ese instante se veía muy molesto. Aunque sus acciones eran muy buenas, había ido por ella en cuanto supo que su padre la dejaría pasar la noche en esa estación, y pagó la fianza de Liam en cuanto ella se lo pidió.
Pero su trato resultaba tan frió en otras ocasiones. La hacía sentir como una niña estúpida. Siempre se había caracterizado por ser una niña bien portada, su padre nunca había tenido problemas con su conducta. Era primera vez que le pasaba algo así, y que fuera precisamente Abel quien la sacara de éste apuro era demasiado vergonzoso para ella.
Hannah evitaba mirarlo a los ojos, parecía reprenderla con la mirada. Al llegar a casa, Abel apagó el motor de su auto, todo un espectáculo ese vehículo, un bugatti color negro mate, lograba captar la atención de muchos en cuanto llevaba, él se giró sobre sí, quedando de frente a ella, alargó su mano para tomar la suya y la apretó. Hannah tembló ante su repentino contacto.
- Disculpa mi reacción desmedida en la estación- Su tono era dulce.- Ese idiota necesita modales.- Aseveró con irá al recordarlo.
- Ok.- Respondió ella. No era capaz de articular más.
Esa noche Hannah fue castigada. Le prohibieron todas las visitas, las cuales solo afectarían a Megan, que vivía metida en la mansión White. Sin salidas, hasta que su padre considerará que había aprendido la lección. Ella acepto con humildad su castigo, estaba de acuerdo con su padre, era algo que se pudo haber evitado si no se hubo escapado del evento.
Esa semana transcurrió tranquila, Hannah estudiaba para sus parciales, mientras Megan curioseaba en su teléfono.
- Busqué a tu chico en las redes, es un biscocho, Hannah.- Le informa su amiga metida de cabeza en su teléfono.- ¿Como no pude verlo antes?
- Ya basta Megan, sigo molesta contigo por haberme dejado ahí.
- Lo siento amiga, mi instinto de supervivencia actuó por mí esa noche. Pero te juro que me sentí muy mal después. Unos amigos me contaron luego que un chico se quedó contigo. Eso me tranquilizó.
- Que conveniente.- Aseguro Hannah burlona.
Ambas chicas se dirigían a la salida del instituto. Y justo ahí, frente a ellas, estaba Liam. Recostado a su moto, era negra, muy grande. Él apoyaba sus brazos sobre su casco. Llevaba una chaqueta de cuero negra y unos jeans negros ajustados. Lucía rebelde y muy atractivo. Hannah se acerca, mientras Megan impresionada le dice:
- Un biscocho Hannah.
- Cállate Megan.
Liam la ve acercarse, al encontrarlo, éste dedica unos segundos para detallar su uniforme. Constaba de una camisa blanca, corbata azul oscuro con rayas blancas en diagonal, falda azul oscuro con rayas blancas de plises, con un blazer negro abierto, medias negras hasta la rodilla, y zapatos negros cerrados, muy formal, lo indicado tratándose de un Instituto tan prestigioso. Hannah esta vez llevaba una cola alta de caballo.
- Impresionante.- Dice al fin.
- Hola.- Enuncia Hannah con timidez.
- Eres la hija del Multimillonario Abraham White. No lo mencionaste esa noche.
- No pensé que hiciera falta.- Dijo ella bajando la mirada a sus pies.
- Ok, ok… ¿Un paseo? - Dice él, posando una mano en el asiento trasero de su espectacular moto.
Hannah sonríe y se sube en el asiento trasero sin dudar. Megan ha abierto la boca de manera dramática ante la acción de su amiga. La verdad no se dio tiempo de pensarlo, solo lo hizo. Una reacción no muy propia de ella, pero ese joven lograba hacerla sentir valiente y arriesgada.
Unos segundos después corrían a gran velocidad. El instituto estaba ubicado en la cima de una colina. Al este de la ciudad, "la zona de los ricos" le decían. Descendían colina abajo a una velocidad increíble. Hannah se aferraba a él con fuerza. Podía verse una enorme sonrisa en el rostro de Liam a través del cristal del casco.
Son las nueve de la noche cuando Hannah llega a la mansión. Sabía que su padre ya debería estar durmiendo, así que no fue problema entrar sin ser vista. Se quita los zapatos para evitar hacer el menor ruido y sube corriendo las escaleras, al llegar al primer piso es encontrada por su primo Abel, quien salía de la habitación de su padre. Hannah se detiene de golpe al encontrarlo. Su corazón ahora mismo late tan fuerte que puede sentirlo en la garganta. Abel observa que aún lleva uniforme y entiende de inmediato la situación. Cierra la puerta del dormitorio y se acerca con cautela.
- ¿Dónde estabas y por qué llegas escabulléndote? - Pregunta él, echándole un vistazo.
- Salí… Por ahí.
- ¿Con el idiota? - Su rostro se endureció al mencionarlo.
- Si.
- No hagas más estupideces Hannah. Mi tío se ha sentido mal. Muestra respeto por ello.- le suelta sin más y se marcha, dejándola plantada al pie de la escalera.
* Mi padre *. Piensa preocupada. Le parecía injusto que fue precisamente Abel quien la encontrara escabulléndose. Venta corriendo a su habitación. Decide darse un baño y luego irá a ver a su padre. * Quizás se sintió mal y ha llamado a Abel para que lo revise * pensó mientras se terminaba de secar el cabello aun húmedo con la toalla. Cuando se dispone de salir en su búsqueda un zumbido la distrae. Era un mensaje. Al levantar el teléfono puede ver que se trata de Liam.
Pequeña riquilla, ha sido una tarde increíble.
Tecleó rápido, una respuesta para el chico.
Concuerdo contigo totalmente.
Ha sido formidable.
Pulsa enviar y se detiene a esperar su respuesta. Un nuevo zumbido advierte que ya ha respondido. Sonríe.
¿Formidable?
Estoy seguro que nunca he usado esa palabra.
Lees mucho, ¿verdad?
La conversación se está poniendo interesante pero Hannah decide cortarla por, ahora quiere asegurar que su padre este bien.
En un rato te escribo.
Ha surgido algo importante.
Minutos después, aun con el cabello húmedo, Hannah toca la puerta de la habitación de su padre, como de costumbre. Éste no le responde y asume que se ha dormido. Decide entrar de todos modos, las luces siguen encendidas y eso la desconcierta. La cama está vacía, luce desatendida, lo que la hace asumir que se ha levantado.
- Papá.- Dice en voz baja, mientras avanza hacia el otro lado de la cama.
Su padre yace en el suelo, está tirado boca abajo. Por la posición en la que se encuentra parece haber llegado desmayado. Hannah corre a su encuentro pero Abraham no emite ninguna respuesta. Ha sufrido un infarto.