Hannah se encuentra tirada en el sofá de su habitación. Hace dos horas que encontró a su padre tirado en el suelo de su dormitorio. Ha llamado a urgencias y luego a su tío Albert. Le han pedido que espere en su habitación. Nadie se atreve a darle la terrible noticia. Una hora más tarde, su tía Isabella, la madre de Abel entra a su habitación. Poco a poco se acercó al costado de la cama y decidió sentarse. Veía a todos lados sin mirar. Parecía buscar en los rincones las palabras idóneas para el momento.
- Hannah, cielo… - Buscó inútilmente las mejores palabras. Pero fracasó.
Hannah entendió el mensaje entrelineas que había venido a decir su tía plítica. El dolor la invadió por completo, rompiendo a llorar desconsolada.
*
El funeral había sido memorable. Toda la alta sociedad de Port Hidden y sus alrededores estuvo ahí. Abel se había dedicado a acompañar a Hannah durante todo el día. No decía nada, pero no hacía falta. En momentos apretaba su mano, y eso bastaba.
Regresaban a la mansión juntos en su auto. El silencio era consolador para Hannah, mucha gente se acercaba a dar sus condolencias, pero Abel notaba lo mucho que le afectaban y comprendió que el silencio y espacio a solas era lo que necesitaba y él decidió ser quien se lo brindará.
Para Hannah era devastador imaginarse ahora sin su padre. Ya había perdido a su madre años atrás por causa del cáncer, cuando apenas tenía tres años. Su padrea había dedicado su vida a criarla, nunca volvió a casarse, solo eran él y su hija. Abraham había sido su fiel admirador en todos sus nuevos proyectos; La equitación, la natación, y ahora la danza. Siempre la apoyaba en todo y la aplaudía con orgullo. Pero su corazón venia fallando los últimos años y pasó la factura. Su dolor era inmenso y desgarrador. Ahora se encontraba sola.
Cinco tormentosos días después, su tío Albert ha organizado una cena. Hannah no había bajado de su habitación hasta ese día. En el instituto le cedieron unos días de permiso por el duelo. Se mantuvo aislada del mundo. No había hablado con nadie, sus tíos se habían mantenido alejados porque Abel sugirió que se le diera el espacio que ella necesitaba.
Hannah lucía ojerosa y pálida. Vestía con un ancho sweater tejido verde olivo que le llegaba hasta los muslos, unos jeans y zapatillas negras. No arreglo su cabello, solo lo recogió sin cuidado en una cebolla. Al llegar al comedor ya se encontraban ahí sus tíos, Albert e Isabella.
- Hannah, cielo. Te ves enferma.- Le comenta Isabella con ironía.
Hannah ignora el comentario y toma asiento frente a ella. Isabella podía ser increíblemente insoportable cuando se lo proponía.
Su tío Albert ocupa el lugar de su padre, en la esquina de la mesa. Esto llamó la atención de Hannah, pero no lo suficiente como para preguntar por ello.
- Sobrina, hemos venido a comunicarte una serie de acontecimientos importantes para la familia.- Comienza Albert con tono firme.
- No me esperaron.- Interrumpe Abel, quien ha entrado al salón.
- Hijo mío. Pensamos que no vendrías.- Dijo Albert con un cariño fingido.
Abel aun con el uniforme del hospital hacia ver la importancia del anuncio de su tío. Hannah comienza a poner más atención a su tío, mientras mira ceñuda a Abel.
- Como decía, hemos venido a comunicarte una serie de acontecimientos importantes para la familia.
- Eso ya lo dijiste tío-. Comento Hannah expectante.
Algo en el tono de su tío la ponía alerta, sabía que tramaba algo.
- He sido nombrado por tu padre Albacea de tus bienes.
- Y su tutor, querido. - Agrega Isabella al ver que ha omitido ese detalle.
- También, gracias Isabella.
- ¿Qué?- Pregunta Hannah.
La noticia la ha tomado por sorpresa, la idea de que su tío Albert sea su tutor no le agrada ni un poco, su trato hacia ella siempre ha sido muy hostil.
- Es lo lógico cariño, no eres mayor aún.- Dice Isabella.
- Cumpliré dieciocho en un mes.- Declara ella mostrando total desagrado ante la noticia.
- Eso no te hace mayor, ni responsable de un emporio como el de los White.- Confirma Albert con dureza.
- Albert, ¿Por qué tu? - Inquiere Abel con sarcasmo.
- Soy el único pariente directo de Hannah. Hasta que cumpla veintiún años seré el albacea de sus bienes.
- Eso lo entiendo, pero ¿Por qué mi tutor? Seré mayor de edad en un mes.- Inquiere Hannah confundida aun.
- Es lo que la Ley exige, jovencita insolente.- Grita Albert y se levanta de golpe.
Hannah lo mira con rabia, no le parece justo que su padre le haya hecho esto.
- No hace falta que la insultes, ya tienes su dinero, no tienes que ofenderla.- Defiende Abel.
- Desde el lunes volverás al instituto y exigí que te negaran las salidas hasta que te comportes como una niña decente. Ya me había contado tu padre tus últimas acciones.
Hannah se levanta de golpe, dejando a su tío atrás. El rumbo que estaba tomando su vida era un desastre. Quedar a cargo de alguien que apenas toleras no promete ser buen augurio.
Sus tíos se mudaron a la mansión White esa noche. Acción que Abel desaprobó de inmediato. Isabella carecía de criterio propio, así que solo obedecía a su esposo.
Como lo advirtió Albert en la cena, Hannah tuvo que regresar al instituto días después. Nunca había estado interna. Su padre jamás habría hecho algo así.
El lunes por la tarde, Hannah se encontraba sola en el auditorio del instituto, había pedido permiso para ensayar. Bailar la ayudaba a drenar y despejar su mente. La música era suave, Hannah danzaba al ritmo de la música. En el transcurso de un salto cayó con gracia y un ¡Bravo!, se escuchó al fondo del auditorio. Las luces estaban apagadas en esa dirección, así que no podía ver de quien se trataba. Aquella persona salió de las sombras y la luz del centro lo cubrió. Era Liam. Hannah se llevo las manos para tapar su boca y ahogar un grito, estaba muy sorprendida por su presencia.
Hannah fue arrastrada por Liam a una fiesta, era muy ruidosa. Había muchos amigos de Liam. Hannah se acerca para poder decirle que saldrá a tomar aire. Liam asiente y la acompaña.
- No te sientes bien ¿Cierto? - Pregunta apenado.
- Eh… Lo siento, no es tu culpa.
- Ven-. La toma por la mano y la saca de la estancia.
En su moto, cruzaron una vez más la ciudad, Hannah agradece haberse traído su chaqueta marrón de cuero, además llevaba puesto un sweater rosa debajo y una bufanda tejida gruesa, rosa y marrón. La noche estaba fría. Liam condujo a toda velocidad por media hora. Parecían alejarse del ruido de la ciudad. Pronto se detuvo, estacionándose a un lado de la carretera. Hannah baja de la moto y se acerca al borde de la colina. La había llevado al mirador de la ciudad. La impactante vista nocturna de Port Hidden yacía a sus pies.
- Es hermoso.- Dijo atónita.
- Tu eres hermosa.- Respondió él con un tono que no le había escuchado antes. Tierno.
Liam la miró fijamente. Su semblante había cambiado, igual que su respiración. Parecía haber tomado una decisión en su mente. Ella sabía cuál había sido, la idea le causaba ansiedad. Él se inclinó sin titubear, sujetándole la cara con ambas manos, ella lo miraba expectante, y él la besó. Unió sus labios en un beso dulce y tierno.
*
El primer sábado por la mañana que Hannah pasaría en el instituto. No se había levantado de la cama, no tenía motivos para hacerlo. En ocasiones recordaba el beso entre ella y Liam aquella noche, siempre pensó que su primer beso sería alucinante, el tipo de beso que venden las películas, donde explotan fuegos artificiales en el cielo y la chica se derrite enamorada, no era para nada su caso, Liam le gustaba, era un chico atractivo, fácil de tratar. La relajaba estar con él, era tierno y dulce, pero no lograba esa ansiedad que le causaba ver a Abel, él era diferente, la alteraba apenas con su presencia, no decir que la besara, solo imaginarlo le erizaba la piel.
Alguien golpea su puerta, obligándola a salirse de la cama y aterrizar de la nube en la que andaba.
- Señorita White, su primo Abel la espera en el jardín.
*Abel*, pensó ceñuda *lo atraje con el pensamiento*. Diez minutos más tarde, se había lavado los dientes y recogido el cabello que apenas peinó con los dedos, aún con pijama salió a recibir a su primo. Abel seguía logrando que su estomago se contrajera de una manera extraña cuando sabía que lo vería. Ni siquiera Liam terminaba de lograr que dejara de pensarlo. Abel vestía un sweater salmón enrollado hasta los codos, un pantalón beige y una chaqueta de cuero marrón que sostenía en las manos. La luz del jardín le impedía quitarse los lentes oscuros, se veía muy atractivo, Hannah lograba admirarlo mientras se acercaba. Admiraba la impactante figura varonil que la esperaba a unos metros.
- Buenos días.- Dice en voz alta para que su primo note su presencia.
- Hannah.- Responde al voltearse.
Enseguida él esboza una enorme sonrisa que hace se le acelere el corazón a la chica que lo ve embobada.
- ¿A qué has venido?- Hannah va al grano enseguida.
- Bueno… No te alegran las visitas, eso es un hecho.- Reclama decepcionado por el trato que le da su prima.
- Disculpa Abel… No he estado de buen humor últimamente.
- Lo sé. Y a eso se debe mi visita. Vine a sacarte de aquí.- Afirma, a la vez que sostiene la mano de su prima con afecto.
Éste gesto pone nerviosa a Hannah, quien de manera súbita rompe el contacto, llevándose las manos a los bolsillos de su pijama. Él frunce el ceño.
- ¿A qué te refieres?- Pregunta ella, con voz nerviosa.
- Albert es un idiota, no debió internarte. Hablé con él y logre convencerlo de cambiar de decisión. Nos iremos a casa.
La noticia hace sonreír Hannah de inmediato. De nuevo hace cosas buenas por ella, sale en su defensa como un verdadero héroe. Éste tipo de acciones la hacen derretirse por él.
Hannah y Abel se encuentran nuevamente a solas en un espacio cerrado. Estas situaciones en particular la ponen muy nerviosa. Abel conduce camino a la mansión White, Hannah pasará este fin de semana en casa. Ella recibe un mensaje. Es Liam.
Buenos días, riquilla hermosa.
¿A dónde nos escaparemos hoy?
*Por Dios, es Liam* pensó ella, al darse cuenta que lo había olvido por completo. Hannah guarda su teléfono para responder luego.
- ¿Es el idiota?- Espeta Abel al notar que ella revisó su celular.
Su semblante se ha endurecido. Es obvio que le molesta.
- No le digas así, por favor.- Advierte ella con cautela.
- Perdón… - Se disculpa Abel. Guarda silencio unos segundos más y pregunta luego- ¿Sales con él?- Esta vez su tono era más dócil, pero expectante.
Ella se sorprende ante su pregunta. Internamente se pregunta si quizás sean celos.
- ¿Por qué quieres saberlo?- Pregunta ella sin dejar de mirarle.
- Soy tu primo… Quiero cuidarte. Es evidente que no sabes elegir tus amistades.- Su mirada se endurece.
Su respuesta la decepciona de inmediato.
- No hace falta que cuides de mi, Abel.- le suelta molesta.
- ¿Por qué eres tan fría conmigo hoy?- Se detiene enseguida.- ¿He Hecho algo que te molestará?- Continúa ahora con un tono más conciliador.
Hannah se paraliza de inmediato, no esperaba que se detuviera en medio de la carretera.
*Nada*, *Es que me gustas demasiado*, Piensa ella mientras su primo exige respuestas. Su mirada era penetrante e inquisidora, al parecer el trato frío de Hannah lo inquietaba.
- Abel, no has hecho nada, solo te pido que no te preocupes demasiado. Liam y yo somos amigos. Es buen chico, y seguirás viéndolo conmigo más a menudo, así que te recomiendo que te acostumbres.
- Ya.- Responde él, aun pensativo.
Pone en marcha el auto de nuevo. No esperaba esa respuesta, así que quedo totalmente descolocado.
El silencio reinó el resto del camino. Al llegar a su destino, Hannah bajó del auto sin despedirse. Sabía que estaba actuando de forma infantil, pero estaba molesta porque esperaba que Abel le admitiera estar celoso, y no fue así. Solo interviene porque se preocupa por ella de un modo protector. Las palabras "Soy tu primo… Quiero cuidarte" resonaban en su mente para castigarla.
El resto del día Hannah lo pasó en la piscina. Le gustaba nadar de vez en cuando para relajarse. Abel la miraba desde la distancia. No le gustaba la barrera que ella estaba interponiendo entre ellos, pero la respetaba.
En el fondo sospechaba sobre los sentimientos de su prima, lo que aún no deducía, era exactamente que sentía él. Desde su regreso a la cuidad, había algo en su prima que la hacía lucir diferente. Se había convertido en una joven muy hermosa. También había algo que lo obligaba a mantenerse cerca. Como si necesitara de su constante protección. Aunque en momentos debía repetirse a sí mismo que no era correcto ver a su prima de otra manera.
Hannah y Abel no eran primos de sangre. Abel no era hijo biológico de Albert. El padre de Abel era un militar que murió hace muchos años en batalla. Isabella conoció a Albert cuando Abel tenía dos años. En un año se casaron y desde entonces Abel lleva el apellido White. Todos en la familia conocen la historia, pero poco se habla de ello. Abel siempre fue tratado como un White legitimo.
Pasadas las cuatro de la tarde del sábado, ya Abel se había marchado al hospital. Liam estaciona el cadillac vino tinto de su madre frente a la mansión White. Hannah sale con una pequeña maleta, que Liam corre a guardar atrás. Albert no había regresado de su despacho, Hannah se limitó a informar a su tía política de su paradero, quien apenas le dio importancia y siguió con su pedicura.
Liam la había llamado para invitarla el fin semana a la casa de campo de su familia, estaba en las afueras de la ciudad. Unas dos horas de carretera. Ella agradeció la distracción enseguida.
Megan, y dos amigos de Liam iban detrás. Hannah iba adelante al mando del reproductor, cosa que muy a menudo disgustaba al género masculino a bordo.
- Siento que voy a vomitar.- Se queja uno de ellos y todos ríen.
La casa de campo de los Clark es acogedora. De una planta, toda su estructura es de madera. Con un largo barandal en la fachada que sirve de balcón. Grandes materos con flores silvestres adornan el barandal, dando un toque especial a la casa. Ésta ubicada entre las enormes montañas, y al pie de ésta, yace un lago, donde un pequeño bote se balancea con el movimiento del agua.
- Es hermosa.- Anuncia Hannah al entrar.
Las paredes internas son blancas, la decoración en general es sofisticada, con detalles actuales a pesar de tratarse de una casa de campo. Una vista abierta de la estancia que deja ver toda la distribución, sala, comedor, cocina. Los muebles son blancos. El comedor de madera. Todo muy pulcro y ordenado.
- Chicos al fondo están las habitaciones. En la cocina hay comida, pueden servirse.- Anunció Liam descargando las maletas en la entrada.
Los chicos corrieron a la nevera a buscar un bocadillo. Megan se lanzó en el mueble central y apoyando sus brazos extendidos, lanzó un vistazo a su alrededor.
- Nada mal.
- ¿Tú crees?- Responde irónica Hannah, lanzándose a su lado en el sofá.
Ambas rieron.
Esa tarde comieron malvaviscos alrededor de una fogata bajo los árboles. Entre chistes y bromas disfrutaron el rato. Liam les regaló un par de canciones acompañado de su guitarra.
La mañana del domingo, todos salieron a nadar en el lago y pasearon en las motos de agua de Liam. Al finalizar la tarde tenían que regresar a la ciudad. Empacaron con prisa y partieron, la amenaza de lluvia los obligó a salir antes.
Ya en carretera, unos minutos más tarde, comenzó a llover. Liam bajo la velocidad, para conducir con más cautela. Había notado que Hannah estaba un poco nerviosa. La lluvia se hacía cada vez más fuerte y la oscuridad de la noche lo empeoraba todo. Liam apenas lograba ver la carretera. Los demás chicos comenzaron a bromear.
- Conduces como mi abuela. A este paso llegaremos pasado año nuevo.
- Es verdad, hermano. Vamos muy despacio.
- Ya cállense los dos.- Gritó Liam.
Liam centraba su atención en la carretera, la cual tenía muchas curvas en su trayecto. Al interceptar la siguiente, las luces de lo que parecía un camión lo impresionaron, con agilidad logró esquivarlo pero el suelo mojado no ayudó con la fricción de los neumáticos, deslizándose con facilidad. Liam intentó maniobrar, pero fracasó estrepitosamente, saliéndose de la carretera, los gritos dentro del auto lo aturdieron, haciéndolo perder el control y estrellándose contra un árbol.
Todos en el auto perdieron el conocimiento. Horas más tarde fueron rescatados y trasladados a un centro médico de la zona.
Hannah comienza a reaccionar. Hace una leve mueca de dolor, lleva su mano a la cabeza como acto reflejo. Pudo palpar la venda que cubría la mitad de su frente. Entonces recordó como su cabeza rebotó contra el vidrió del parabrisas del auto. Al observar su entorno logra notar que se encuentra en el White Memorial, el Hospital de su padre. Está sola en una habitación. Una manta extendida sobre uno de los sofás hace notar que alguien ha dormido ahí. *Pero quien* pensó intrigada.
La puerta suena anunciando la entrada de alguien, Era Abel. Él se sorprende al encontrarla despierta. Llevaba su uniforme de trabajo, una carpeta y unos lentes de lectura. Hannah lo observa acercarse.
- Has despertado. ¿Cómo te sientes?- Pregunta él, con voz distante, examinándola a la vez.
- Bien… creo.- Responde con duda.
Abel revisa sus pupilas, iluminando sus ojos. Su actitud es fría y distante. Termina la revisión y toma notas en la carpeta que traía consigo. Se voltea para retirarse pero de inmediato se frena, regresando al lecho de la cama, está vez su enojo era palpable.
- ¿Te das cuenta lo idiota que me sentí por haber intercedido por ti?- Le grita con furia, señalándola irritado.
Ella palidece, ahora mismo no tiene ninguna respuesta para él.
- Y luego vas y te escapas con ese idiota, ¿En que estabas pensando?- gritó él, dando vueltas en la habitación consternado.
Hannah lo miraba aun paralizada, estaba realmente molesto, su cara estaba roja, y en la frente se marcaban sus venas.
- Pudiste haberte matado en esa carretera. Eres tan irresponsable, Hannah.- Agregó decepcionado.
Hannah seguía enmudecida, temblaba ante su reacción, era incapaz de articular palabra.
- ¿No te das cuenta que pudiste morir esa noche?-
En sus ojos se percibía rabia desmedida, pero también, miedo, miedo a perderla.
- Él no es bueno para ti, Hannah.- Concluyó tirando con rabia la carpeta en la cama.
Hannah se sentía devastada por las palabras acusadoras de él, le resultaba doloroso que la tratara de esa forma. La verdad no había sido su culpa, ni de Liam. Ahora mismo ella se sentía más pequeña, como una niña abandonada.
- Abel, no ha sido su culpa ¿Dónde están los demás?, ¿están bien?- Pregunta ella aun dolida por las palabras de Abel.
- Ellos están bien. Ninguna lesión mayor. Fueron dados de alta esa misma noche escasas horas después.- Su tono había bajado, pero seguía siendo duro.
- ¿Cuándo puedo irme yo?
- Llevas más de cuarenta y ocho horas inconsciente Hannah. Te haremos unos estudios primero.- Reclama.
Se da la vuelta sin mirarla. Sale y cierra la puerta con fuerza.
Las lágrimas no tardaron en salir, parecía un patrón que se repetía religiosamente desde la llegada de Abel, ella hacia algo malo, y Abel la reprendía, haciéndola sentir como una chiquilla irresponsable e idiota. Ahora mismo se sentía terrible, no entendía como una salida inofensiva pudo terminar así, lamentaba su suerte de terminar en problemas desde que regresó Abel.
Dos días después, Hannah regresa a la mansión. La relación entre Abel y ella era tensa. Abel apenas se limitaba a ayudarla si lo necesitaba. Sin hablarle. Esto no podía ser más doloroso para Hannah, Abel era mucho más frío de lo habitual, incluso indiferente. Se limitaba a examinarla sin comentar nada en el proceso, las indicaciones las dejaba en una nota sobre su mesita y se marchaba. Tampoco logró tener más noticias de Liam y los chicos, Megan no aparecía por ningún lado, su tío Albert había decomisado su celular haciendo más difícil la tarea.
Su primer día en casa transcurrió tranquilo. Abel no había llegado para revisarla. Su tío Albert ya la había regañado en el Hospital. Amenazó con demandar a Liam, o aprender a sus padres por no corregir a su hijo delincuente.
Hannah reposaba en su cama leyendo por tercera vez un libro que le habían recomendado. Le había encantado, como todos los que leía. Oyó que tocaron la puerta. No respondió, no quería hablar con nadie. Entonces llamaron.
- Hannah, soy yo, ¿Puedo pasar?- Era Abel.
Hannah saltó de susto y tapó sus piernas con una almohada, pues solo llevaba una sudadera grande con capucha color rosada, que usaba cuando no tenía ánimos de nada. No se había molestado en mirarse al espejo en todo el día, sabía que estaba espantosa.
- Pasa.- Carraspeo luego para aclarar su garganta.
Abel entra en la habitación, mientras se acerca la observa con atención.
- ¿Lees?- pregunta él al verla llevando lentes. Asumió que eran de lectura.
- Si… si.- Responde ella, quitándose los lentes apenada.
- Te quedan bien- Hace un gesto vago con la mano, para referirse a los lentes.- ¿Puedo?- Señala la esquina de la cama.
- Ok. Claro.
- ¿Qué leías?- Pregunta él, señalando el libro abierto sobre la cama.
- Nada importante.- Responde ella, lanzando el libro bajo un cojín.
Ella cruza los brazos incomoda con la presencia de su primo en su habitación. Además tan cerca y en su cama. Él lucía tan bien, como siempre. Llevaba puesto un pantalón mostaza ajustado, una camisa rosa pálido doblada hasta los codos y un saco azul rey que sostenía en su mano, mientras que en la otra traía un maletín negro. Se le veía cansado, ella asumió que venía de una larga guardia en el hospital.
Él tambi��n la veía con atención. Evaluaba cada detalle de su rostro. Su cabello recogido hasta arriba en una cebolla, desaliñado, sus grandes ojos azules enmarcados por sus cejas, tan oscuras y hermosas, las pequeñas pecas café claro que podían asomarse en sus mejillas. Él no las había notado hasta ahora. *Quizás porque no lleva nada maquillaje*, pensó. Y su boca, veía sus labios tan carnosos, con un rojo natural. Estaba hermosa, se dijo para sí mismo.
- Hannah, he venido a disculparme. Sé que me porté como un total imbécil en el hospital. No debí reprenderte de ese modo.- Explicó mirándola fijamente a los ojos.- Y de verdad quiero recompensarte por mí comportamiento.
Hannah arruga la frente, meditando las palabras de Abel.
- ¿Qué quieres decir con recompensarme?- No podía imaginar siquiera de qué modo podía él hacerlo, esto la intrigaba sobremanera.
- No sé Hannah… Pídeme lo que quieras.- Explica.
*Un beso* Pensó ella, pero rápidamente sacudió su cabeza, expulsando esa loca idea de su mente.
- ¿Puedo pensarlo?- Dijo ella para darse tiempo de pensar en algo bueno. La idea le resultaba inquietante.
- Claro. Hazme saber que decidiste. Ahora déjame examinarte- Anuncia, levantándose de golpe y acercando su maletín.
Abel se acerca y sostiene la cara de Hannah con su mano. Por unos segundos se pierde en la intensa mirada que lo observa, pero reacciona de inmediato y revisa con atención las pupilas de ella.
- Mira aquí.- Le indica, alzando el dedo índice de su mano libre, mientras con la otra ilumina las pupilas de Hannah.
Él extiende la mano para tomar un par de guantes de látex de su maletín, se los coloca con rapidez y retira con cuidado la venda de su frente.
Hannah no puede mantenerse quieta, sentirlo tan cerca, respirar su perfume, eran sensaciones que la alteraban de un modo nuevo para ella. Nunca antes se había sentido así con ningún hombre. Todo esto era una revelación, una excitante revelación.
Abel se limitaba a curar su herida ya casi recuperada en su totalidad. Ella observa con detalle sus perfectas facciones, sus ojos azules, sus labios perfilados, sus cejas rubias. Se le seca la boca.
- Parece que todo está bien y pronto quitaremos los puntos.- Afirma mientras vuelve a sentarse.
Ella intenta recuperarse al no tenerlo tan cerca.
- ¿Cómo te has sentido?- Pregunta él y adopta una posición relajada. Quiere ser cercano.
- Bien, aunque un poco aburrida en realidad.- Responde ella recordando que no ha tenido mucho que hacer en casa. Teniendo en cuenta que son muchas las restricciones que él le hizo.
- ¿Qué te gustaría hacer entonces?
Él se inclina levemente hacia un lado.
- Bailar.- Enuncia ella sonriente.
- No puedes volver a bailar ahora.- responde él en tono cansado. Fingiendo fastidio.
- Nadar entonces.
- Tampoco.
- Me dejas sin opciones.- Haciendo un puchero.
- ¿Comer helado?- Pregunta él con entusiasmo. La idea ilumina la cara de ella.
- Creo que no puedo salir.
- Yo lo arreglo.- Anuncia él a la vez que se levanta y sale de golpe de la habitación.
Hannah queda paralizada sobre la cama, se levanta y repasa en su mente los últimos minutos. Cierra los ojos y recuerda el contacto de la mano de Abel sosteniendo su cara, su mirada. Abel entra nuevamente y la sorprende. Su mirada va dirigida a las piernas desnudas de ella. Quien ahora posa de pie a un lado de la cama.
- Eh… Saldremos por unos helados.- Girando su mirada a otro lado.
- Ok.
- Creo que debes ponerte algo.- Señala sin voltear a mirarla.
- Claro.- responde apenada mientras toma un cojín de la cama y tapa sus piernas.
- Te espero abajo.
- Si.
Sale de la habitación. Hannah respira hondo para recuperarse de lo que sea que acababa de pasar.
*
Todos los días al salir de su guardia en el hospital, Abel pasaba por la mansión a revisar a Hannah. Se había encargado personalmente de su recuperación. Ésta cercanía estaba confundiendo a Hannah, quien estaba comenzando a sentirse muy a gusto con los cuidados de Abel. Luego de examinarla para evaluar su recuperación, hacían algo juntos, compartir sus impresiones de un libro, comían bocadillos en el jardín, o solo hablaban por horas. Abel tenía una actitud nueva ante ella, era más cercano, incluso hacía bromas y chistes. Algo no muy propio de él.
Habían transcurrido dos semanas desde el accidente. Ya le habían retirado los puntos y le había permitido nadar. Éste sería el último fin de semana en casa. Era viernes por la noche, Hannah no se había levantado en el día. Solo leía tirada en su cama. Se escuchó que alguien tocaba la puerta.
- Adelante.
Anunció ella sin recibir respuesta alguna. El sonido se repite, pero era diferente. No venía de la puerta de la habitación, por el contrario, el sonido venia de la puerta del balcón. Hannah se levanta asustada, pues en la cortina se reflejaba la sombra de una persona.
- Hannah, soy yo- Se escuchó como un susurro. Era Liam.
Ella corrió a abrir la puerta, Liam entró de golpe y cerró la puerta tras él.
Hannah estaba muy impresionada por su presencia, se preguntaba muchas cosas a la vez, ¿cómo había logrado llegar hasta ahí sin ser visto?, ¿cómo supo que esa era su habitación? Pero lo más alarmante era que no sabía si le alegraba verlo.
- Te he estado llamando todos estos días.- Soltó Liam mientras la atrajo hacia él y la envolvió en un fuerte abrazo.- Tu teléfono suena apagado.- Continuó con voz preocupada.
- Me lo han quitado Liam- Explica, mientras se libera del abrazo.- Como castigo por lo que paso.- Explica mejor.
- Lo imaginé. Tu tío pagó los gastos médicos de todos con la única condición de que no te buscáramos más. Amenazó con demandarme si no me alejaba.
- ¿En serio?- Pregunto sorprendida.
- Si, no ha sido fácil colarme aquí. Hoy por fin lo he logrado, la incertidumbre me estaba matando.- Le cuenta, a su vez extiende su mano para posarla en su hombro, lo estrecho con cariño.
Hannah responde a su contacto posando su mano sobre la de él. Dedicándole una tierna sonrisa. Liam se acerca aun mas, colocándose frente a ella. Con su otra mano toma a Hannah por la cabeza para acercarla, dándole un tierno beso en los labios. Alguien entra sin tocar. Es Abel.
- Hannah.- Reclama.
Liam reacciona enseguida soltándola de inmediato, Hannah como acto reflejo se posiciona delante de Liam.
- ¿Qué hace este idiota aquí?- Pregunta Abel con rabia notoria.
- Abel, Liam ya se va… Por favor no grites.- Intercede Hannah colocándose entre ambos.
- Este idiota tiene nombre, estirado.- reclama Liam a través de Hannah.
Abel es poseído por una rabia desmedida. Se ve decepcionado y sale sin decir ni una palabra más. Hannah, voltea hacia Liam.
- Debes salir de aquí ahora.- Le advierte, para luego salir corriendo tras su primo dejando a Liam desconcertado en el medio de la habitación.
Hannah sale en su búsqueda, corre descalza y en pijama por el corredor, pero Abel parece haber salido corriendo, porque no logra alcanzarlo ahí tampoco. Corre hasta las escaleras donde puede verlo abajo dirigirse a la puerta de en frente.
- Abel, espera- Grita en un inútil intento de detenerlo.
Pero la furia se ha apoderado de él y no escucha. Hannah logra alcanzarlo antes de que entre en su auto.
- Abel, por favor espera.- Tomándolo por el brazo para evitar que suba al auto.
- ¿Qué quieres Hannah?, ¿Vienes a pedirme que no te delate con Albert?- Su tono era brusco y hostil.
- No, no lo sé.- responde confundida.
Hannah en ese momento no entendía que la había hecho correr tras él, solo lamentaba encontrarse nuevamente en esa situación, donde parecía haber hecho algo estúpido y él la reprendía.
- Creo que quiero disculparme por lo que viste.- Aclara.
- ¿Qué?, ¿Eso?, no me interesa en lo absoluto Hannah, no te preocupes.- Respondió con cruel indiferencia.
Y de nuevo era el frío y distante Abel. Dejándola ahí plantada, se monto en su auto y se marcho. Un nudo en la garganta la obligó a respirar hondo. Habían retrocedido otra vez al punto de partida. Era desesperante.
Esa noche ella no pudo dormir, se encontraba en una confusa nube de sentimientos. Abel la descontrolaba totalmente. Era evidente, sentía algo por él. Ya no era platónico como antes. Era real, tangible. El solo pensarlo la ponía nerviosa, intranquila. Pero también era cierto que Abel no le correspondía, se lo había dejado claro esa noche, frente a su auto, con su indiferencia habitual. Los últimos días solo fueron un espejismo, haciéndola albergar esperanzas infundadas.
Por otro lado estaba Liam. Él representaba todo lo contrario, era su zona de confort. Con él podía ser ella misma, incluso atrevida, sin temer ser juzgada. Él le proporcionaba tranquilidad, seguridad. Pero no era lo mismo. Debía aclarar sus sentimientos. Liam lo merecía.
El lunes Hannah regresó al Instituto. Su tío Albert concedió que no regresara en calidad de interna. Podría regresar a casa los fines de semana. En el fondo, Hannah agradecía no tener que regresar todos los días a casa. Ahí podría ver a Abel y ahora mismo le resultaría incomodo.
Esa tarde, Megan acompaña a Hannah mientras ensaya su rutina en el auditorio de la Academia, logró que le permitieran participar en el Musical de primavera. Faltaban dos semanas, así que debía ensayar. Su mente estaba pérdida, así que repetía frustrada una y otra vez la rutina.
- ¿Qué te pasa? Andas en las nubes- Pregunta Megan al ver lo despistada que estaba su amiga.
- Lo sé.- Responde ella frustrada, lanzándose de golpe al suelo. Cubriendo su rostro con sus manos.
- ¿Puedo saber que te ocurre?, ¿Qué tienes Hannah?
Hannah se incorpora para tomar valor y contarle a su amiga su dilema. Respira y hondo y comienza.
- Estoy enamorada de mi primo Abel.
- ¿Qué cosa?
Megan parece no creer lo que escucha. Ha abierto la boca dramáticamente, su gesto preferido.
- Siempre me ha gustado, pero antes era platónico, podría decirse que hasta infantil, pero ahora es real, me gusta y mucho.- confiesa con lágrimas en los ojos.- Éstos últimos días han sido muy confusos. El verlo todos los días me no ayudó. Me gusta mucho.
Hannah rompe a llorar.
- Amiga no llores.- Megan la abraza para consolarla un poco.- Ok, te gusta, pero no entiendo por qué lloras.- Inquiere Megan intrigada por la reacción de su amiga.
Hannah se libera del abrazo y toma una bocanada de aire, buscando las palabras que describan el porqué de su reacción.
- Abel nunca va a mirarme de otro modo, Megan.- Afirma ella, como si eso bastara como explicación.
- ¿Lo dices porque son primos?- Pregunta Megan aun confundida.- Porque yo se que técnicamente no son familia.
- Abel me ve como una chiquilla descarriada que no deja de hacer estupideces, jamás me vería de otro modo, soy totalmente invisible para él.- Explica Hannah con tristeza.- Su indiferencia ya es dolorosa.- Agrega ente sollozos.
- Ese hijo de puta.- Suelta Megan de golpe.
Hannah la mira a los ojos y suelta una risa liberadora. Megan no tarda en unirse. Escucharla decir improperios en ese momento fue muy cómico. Megan se queda mirando a su amiga e insiste en saber más.
- ¿Qué hay de Liam?- Inquiere- Es un chico que obvio, está buenísimo. Es súper relajado, rebelde y de lejos se le nota que se muere por ti. Es perfecto nena.- Anima Megan a su amiga.
Hannah la mira ceñuda, parece no convencerse del todo de lo que escucha.
- Liam es un chico tierno y hasta cierto modo creo que me gusta.- Hace una pausa- Pero no dejo de pensar que le estoy mintiendo, que lo estoy usando.
Megan se levanta del suelo, inmersa por unos segundos en sus pensamientos. Cuando parece haber encontrado la solución para su amiga se voltea y afirma.
- Amiga, Liam es tu solución. Olvídate de Abel. Es negativo para ti pensar en él. Céntrate en Liam, déjate llevar, a ver qué pasa.- Propone Megan.- Tal vez resulte ser él el primer amor que has esperado tanto.
Hannah procesa poco a poco las palabras de su amiga y considera tomar en cuenta su consejo, además de agradecer su ayuda.
Cameron, su pareja en el musical, ha llegado al auditorio. Es alto y atlético. Atrae por completo la atención de su amiga Megan.
- Hola Hannah.- Saluda Cameron a Hannah al llegar.
- Hola, gracias por venir a ayudarme.
- No te preocupes por eso, me alegra que puedas participar en el Musical.
Megan carraspea la garganta para hacerse notar.
- Oh… Disculpa.- Dice Hannah al recordar a su amiga.- Ella es Megan.- Al tiempo que la acerca a Cameron.
- Claro, mucho gusto Megan, soy Cameron.- Él se presenta con entusiasmo, es muy carismático.
- El gusto es mío, Cameron.- Responde insinuadora, Hannah conoce esa faceta de su amiga a la perfección. Se da cuenta de sus intenciones y la corta de inmediato.
- Ok, Cameron. ¿Comenzamos ya?
Cameron asiente y deja sus cosas a un lado para comenzar.
Al final de la tarde, al culminar los ensayos. Hannah se siente más tranquila luego de hablar con su amiga, parece haber soltado una pesada carga. Le queda claro que su relación con Abel no es posible ni siquiera en sus pensamientos, pero también es cierto que seguirán siendo familia, así que decide ir a verlo al hospital. La última vez que se vieron, él se fue molesto y quiere arreglar las cosas, *pero solo eso* se repite para sí misma. Toma un taxi y embarca camino al White Memorial.
Minutos más tarde ha llegado a su destino, conoce el Hospital a la perfección, así que sabe donde ubicarlo. Al entrar a la recepción, todo el personal la reconoce de inmediato, Hannah se limita a saludar con un leve asiento de cabeza. No se detiene a tomar información, y sigue su camino a los ascensores. Una vez dentro, marca el piso y espera ansiosa. Al abrirse las puertas logra encontrarlo rápidamente con la mirada. Está a la mitad del pasillo con una chica rubia, alta, Hannah los observa con atención mientras se acerca.
Ella deduce que también es médico, porque también lleva uniforme. Ambos se encuentran inmersos en la conversación, parece divertida, porque la chica sonríe sin parar, él en ocasiones se acerca a ella y le dice cosas en susurro, con una complicidad que altera a Hannah, nunca lo había visto así. En plan de conquista. Esto no le gustó para nada.
A unos escasos metros de distancia, Abel nota su presencia, arruga el ceño y hace una pausa para recibirla.
- Hannah, ¿Qué haces aquí?- Su tono era frío y distante, como siempre.
- ¿Podemos hablar?- Pregunta ella, mirando a la rubia a su lado, quien parece entender la situación y se despide enseguida.
- Luego me sigues contando.
- Ok, yo te busco.- Refiriéndose a la rubia. Luego voltea hacia Hannah, y extiende su mano indicando el camino.
Hannah no puede evitar seguir a la rubia con la mirada, parece de la edad de Abel, y se mueve con seguridad.
Caminan juntos por el pasillo sin hablar, al llegar al cubículo de descanso, Abel la hace pasar, tras ellos, cierra la puerta y se reclina sobre una camilla, con un gesto casi imperceptible le indica que comience. Hannah se siente muy nerviosa ahora y las palabras parecen habérsele escapado de la cabeza. Pero la rubia sigue causándole gran curiosidad.
- ¿Quién era ella?- Abel parece no entender de quien habla- La chica con quien hablabas cuando llegué. – Explica mejor.
- Una colega Hannah.
- ¿Es tu novia?- Soltó sin más. Estaba celosa.
Abel comprende la situación y agacha la cabeza cerrando los ojos unos segundos, como si meditara la respuesta a continuación.
- ¿A qué has venido Hannah?
- No me has respondido…
Él la interrumpe.
- Porque no es tu problema Hannah- Alzando la voz irritado.
Hannah se sobresalta ante su respuesta, respira hondo y se centra en el motivo de su visita.
- Creo que te debo una disculpa por lo de la otra noche. Te has ido molesto y…
Él vuelva a interrumpirla.
- Hannah, basta. Lo que hayas estado haciendo con ese idiota en tu habitación me tiene sin cuidado. Solo agradece que esa noche fui yo quien entró y no Albert.- Se levanta para dar por terminada su conversación.- Ahora por favor, necesito que te vayas. Estoy trabajando.
Un nudo en la garganta impidió que Hannah le respondiera. Ella solo se limitó a respirar hondo y salir de inmediato de ese lugar, salvando el poco de dignidad que le quedaba. Abel la ve retirarse y lanza con fuerza un objeto pequeño que posaba sobre un escritorio para descargar su ira.
Al salir del hospital, ella tomó un taxi, al sentirse a salvo de la mirada de Abel, fue inevitable comenzar a llorar. Era innegable que fue una terrible idea ir a ver a su primo. *idiota* se dice a si misma mientras seca sus lagrimas. Era definitivo, tenía que poner distancia entre ella y Abel, por ella, no podía seguir así, llorando desconsolada cada vez que la rechazaba. El zumbido de su celular en su bolsillo la sobresalta. Al mirar la pantalla, se da cuenta que es Liam.
- Hola.
- Hola pequeña riquilla. ¿Tienes planes?
Minutos más tarde se encontraba en la entrada de la casa de los Clark, es una quinta sencilla de madera de dos plantas, con un pórtico en la fachada con mecedoras y un pequeño jardín en frente, el vecindario está ubicado en una zona residencial de la ciudad, de casas similares, con ambiente familiar, Liam la había invitado a ver una película y comer comida chatarra. Hace sonar el timbre para luego ser recibida por Liam.
- Que rápido has llegado.- La recibe, con una gran sonrisa, como de costumbre.- Pasa ya.
Hannah entra y se despoja de sus cosas, las que Liam recibe enseguida, su chaqueta y un bolso de mano. Adentro huele a palomitas recién hechas. Él la invita a subir pero Hannah sigue inmóvil junto a la escalera.
- ¿Te vas a quedar ahí?, vamos sube.
Hannah dudó al darse cuenta que irían a su habitación.
- No muerdo Hannah, sube ya.- Insiste él, subiendo y dejándola atrás.
*Ok, hagámoslo* se dice a sí misma. Al llegar a la habitación Liam habla por teléfono, la ve en el umbral de la puerta y le hace un gesto con la mano, indicándole que se siente en la cama. Hannah entra y toma asiento. Toma unos segundos para detallar la estancia.
Su habitación es acogedora. No tan grande como la de ella, pero si es espaciosa, la luz es tenue, hay una amplia cama en medio, rodeada de cojines tirados por todos lados. La cama está llena de golosinas, lo que parece serán sus bocadillos. Tiene un televisor plasma inmenso, lo que la hace pensar que Liam es un consentido. Está un videojuego en pausa y un control inalámbrico sobre una de las almohadas, *estabas jugando*, pensó. Esto último la hizo sonreír. Al girar a su derecha nota que una guitarra posa sobre un mueble. Entonces recordó cuando se conocieron *Me gusta tocar la guitarra, canto muy bien de hecho* eso lo comentó esa noche. Liam termina su llamada y corre a la puerta.
- Ya vuelvo, faltan las palomitas.- Explico al salir.
Pocos minutos después está de vuelta.
- Dime que te gustan las películas de terror.- Anuncia al entrar, dejando la tasa que traía en sus manos en la mesita de noche y sentándose junto a ella.
- En realidad las odio.- Responde ella haciendo una mueca.
Él cierra los ojos haciendo un gesto que refleja decepción fingida.
- ¿Jugamos entonces?- La invita, sosteniendo el control que estaba sobre la almohada.
- Ok, pero no sé hacerlo.
- Una novata, no importa. Puedo enseñarte.- Responde entusiasta.
Hannah sonríe ante su entusiasmo contagioso.
Dos horas más tarde, resultó que era muy buena. Había derrotado seis veces a Liam en combate. Liam no lo podía creer y gritaba sin control en cada partida. Estaban de pie frente al televisor, inmersos en el juego.
- No puede ser ¿Cómo lo haces?- La frustración de Liam era cada vez mayor.- Tomemos un break.- Anuncia, lanzando el control a un lado y dejándose caer en la cama.
- No, no… Otra partida y ya. – Le pide ella, al tiempo que hala su mano para obligarlo a levantarse, pero su esfuerzo es en vano.
- No, déjame recuperar mi orgullo. Me has aplastado toda la tarde.- Responde incorporándose en la cama. Hace un gesto para invitarla a sentarse junto a él.
Hannah lo sigue, sentándose junto a él. Él la mira por unos segundos sin decir nada. Toma su mano y se acerca lentamente. Con su mano libre sostiene su cara, acercándola poco a poco a sus labios. Liam la besa despacio, Hannah corresponde, perdiéndose lentamente en él. Éste se levanta y se posa sobre ella con cuidado, obligándola a dejarse caer por completo en la cama. Juntos emprenden un beso más apasionado. Sus respiraciones se entrecortan y las manos de Liam comienzan a descender por los muslos de ella.
Ella se deja llevar por las recién exploradas sensaciones, pero luego, sin avisar, la imagen de Abel se coló en su mente. Acto seguido, Hannah se detiene de golpe, rompiendo su contacto y levantándose de un brinco de la cama, sin decir una palabra salió de la habitación. Liam la sigue de inmediato.
- Hannah espera.- grita él, al verla tomar sus cosas.
- No puedo quedarme.- Dice ella al salir corriendo.
*
Ha pasado una semana desde la última vez que Hannah y Liam se vieron, ella no había atendido sus llamadas por más insistentes que habían sido. Hace tres días recibió un mensaje *Lo siento Hannah, hablemos* pero no le respondió. Era obvio que su idea de centrarse en Liam no estaba siendo tan efectiva.
- No entiendo porque lo evitas, eres una cobarde.- Megan la reprende mientras la ve maquillarse frente al espejo.
- No quiero hablar de eso.
- ¿Lo invitaste al Musical?
- No, pero algo me dice que igual vendrá.- Asiente, mientras termina de colocar el labial rojo.
- ¿Y Abel vendrá?
- No lo sé.- Su rostro se endurece al escuchar su nombre.
- Si viene debes ignorarlo e irte a festejar con Liam.
- No quiero hablar con Liam tampoco.- Espeta con rabia y se levanta para comenzar a vestirse.
- No seas necia, solo tienes miedo porque será tu primera vez.
Hannah la mira sorprendida y le hace una mueca indignada por decir eso delante de todos los que están allí. Pero apenas notan su presencia ya que corren de un lado otro, nerviosos por el Musical.
Toda la familia ha acudido al Musical, Albert White, Isabella, incluido Abel, quien espera expectante la salida de Hannah. Mientras los demás asistentes toman asiento, Abel nota la presencia de Liam también varias filas atrás, ignora la molestia que esto le causa y se mantiene tranquilo en su asiento.
Una elegante anfitriona les da la bienvenida a todos y anuncia que ya va a comenzar el Musical. Las luces se apagan y la música se hace escuchar en los altavoces del auditorio, abriéndose poco a poco el telón.
Cinco bailarines entran al compás de la música. Segundos después entra Hannah, acompañada de dos chicas más. Unidas en una secuencia perfecta. La mirada de Abel es exclusiva para ella, observa con atención la gracia con que realiza cada pirueta, cada salto, cada giro. Está fascinado ante su destreza. Ella luce hermosa, su cabello totalmente recogido deja ver su hermoso rostro. Su traje es rojo, igual que el de las demás chicas y el de ellos es negro.
Cuando la música alcanza el clímax, Hannah es alzada en vilo por Cameron, quien la sostiene en alto con una mano en su espalda, mientras ella posa erguida con sus piernas extendidas a plenitud. La pose es sublime y el público se levanta para unirse en una ovación. Ella desciende con la ayuda de Cameron en una maniobra sutil y perfecta para llegar al final. Se cierra el telón.
Todos están de pie. Abel aplaude emocionado.
Tras el telón todos los chicos se abrazan emocionados y felicitándose unos a otros por la actuación.
La señorita April Stone, su instructora hasta ahora, se acerca emocionada a su encuentro.
- Hannah, los directivos me han informado que tu actuación ha sido impecable. Me han dicho que has sido preseleccionada para la admisión del próximo año escolar.
Ambas se unen en un efusivo abrazo. Hannah sale emocionada a encontrarse con los demás.
Megan la ve salir y corre hacia ella. Emocionadas gritan y se unen en un abrazo interminable. Albert, Isabella y Abel se levantan para reunirse con ellas.
- Sobrina, tu actuación de hoy ha sido digna del apellido White. Nos han dicho que estas dentro de la pre-selección - Anuncia Albert al llegar.
- Gracias tío.
- Felicitaciones querida.- Dice Isabella al abrazarla.
- Felicitaciones prima.- Dice Abel, haciendo un gesto con la cabeza.
Hannah se limita a sonreírle.
- Saldremos a cenar todos en familia, en honor a tu logro esta noche.- Propone Albert.
Hannah se queda callada al notar a Liam esperando varios metros atrás, quien se ha quedado lejos esperando su turno para felicitarla.
- Lo siento tío, pero tengo otros planes.- Lo rechaza Hannah, abriéndose paso para llegar a Liam.
Abel la ve atónito. Acción que lo enfurece de inmediato y lo hace retirarse sin decir una palabra.
- Abel cariño.- Grita Isabella sin ser escuchada.
Hannah apenas se da cuenta de su salida.
- Así que además de jugar bien, también sabes bailar.- Comenta Liam burlón.
- Eso intento.
- ¿A dónde quieres ir?
- Dímelo tú.
Liam la toma por la mano y salen juntos del auditorio.
Esa noche compraron unos hot-dogs y se fueron al mirador. Hablaron por horas en el capó del cadillac de la madre de Liam, él se disculpó por lo sucedido, se sentía apenado. Hannah acepto que no era para tanto y que quizás exageró. Juntos decidieron ir despacio en su relación.