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Chapter 4 - CAPITULO IV

Es lunes por la tarde, Hannah ha salido de clases y va en el auto de la familia, camino al pent-house de Abel, con una clara misión, ha de convencerlo de seguir sus sentimientos y luchar por lo que sienten, pero juntos.

Aunque se muestra segura, sus nervios amenazan con estrangular su garganta y asfixiarla. Respira hondo unas cuentas veces en el camino y se repite para sí misma *tu puedes, tu puedes*. Su destino se encuentra en las manos de Abel, en el fondo tiene un terrible miedo de que él vuelva a rechazarla, Abel sabe contenerse, lo ha hecho siempre, solo ha perdido el control esa noche y ella sabe que solo se ha debido al alcohol en su sangre.

Es el momento de comprobar si sienten los mismo, si él sería capaz de luchar contra sus propios perjuicios y rendirse ante sus sentimientos.

El auto se ha estacionado frente al edificio donde vive Abel. Es un edificio de veinte pisos mínimo, con una entrada enmarcada en mármol y dos jardineras con pequeños arbustos perfectamente podados. En la entrada se encuentra un vigilante, vestido de traje, quien saluda amablemente a las personas que recibe.

Hannah baja del auto, se ha quitado el blazer del uniforme y soltado el cabello que traía en una cola de caballo anteriormente. Saluda con una leve inclinación de cabeza al vigilante y sigue con paso firme a la recepción. Una vez allí, una joven de cabello negro lacio la recibe.

- Buenas tardes, señorita White.- La ha reconocido.

- Buenas tardes, ¿Mi primo Abel se encuentra en el edificio?

- Si señorita, ¿Quiere que la anuncie?

- No hace falta, gracias.- y sigue al ascensor. La joven frunce el ceño ante la negativa de Hannah de ser anunciada.

Ha preferido no anunciarse, teme que éste evite su visita.

Una vez dentro del ascensor, un escalofrió recorre su espalda, está ansiosa. Los anteriores rechazos de Abel vuelven a su mente para atormentarla, empeorando aun más sus nervios.

Ha llegado al pent-house, las puertas se abren y sale del ascensor, al situarse frente a la puerta, hace una pausa antes de tocar, respira hondo y toca el timbre.

- Un segundo.- Se escucha desde adentro, es Abel.

Unos segundos después abre, está sin camisa, solo lleva el mono de su pijama, y el cabello despeinado. Hannah ha enmudecido al verlo casi desnudo. Abel se ve bastante sorprendido de verla y bastante incomodo.

- Hannah ¿Qué haces aquí?- Su tono es cálido.

- He venido a hablar contigo Abel.

Él frunce el ceño confundido.

- No voy a explicártelo aquí afuera. ¿Puedo pasar?

Él parece dudar, pero suelta el aire que parece haber estado conteniendo y la invita a pasar con un leve gesto con la mano, da la impresión de sentirse incomodo con su presencia. Hannah avanza y se queda de pie en medio de la sala. Necesita encontrar el valor para comenzar a hablar.

- Siéntate. ¿Te ofrezco algo de tomar?- Pregunta sin dejar de mirar hacia las escaleras de caracol.

- No, gracias, estoy bien así.- Responde ella, tomando asiento en uno de los sofá individuales.

- ¿De qué quieres hablar Hannah?- Comienza él. Sin tomar asiento, sigue de pie con ambas manos en la cintura, impaciente.

Hannah baja la mirada a sus manos, que mantiene sobre su regazo, buscando inspiración para comenzar, pero es interrumpida por la voz de otra mujer, "Abel, ¿por qué tardas tanto?" levanta la mirada y la ve, es la misma rubia del hospital, aquella que acompañaba a su primo la vez anterior. La chica baja las escaleras, aproximándose, Hannah se paraliza al notar que solo viste con una camisa de su primo, lleva el cabello suelto y viene descalza. *Estaban juntos*, *los he interrumpido*, pensó ella, un profundo dolor se abre paso en su pecho.

Su mente ha perdido conexión. Está enmudecida, una ráfaga de incertidumbres comienzan a invadir su cabeza. Se siente engañada, y terriblemente estúpida, estúpida por creer que esto podría funcionar.

Abel se lleva las manos a la cara, apenado e incomodo con la bochornosa situación, la rubia lo ha hecho adrede. Hannah palidece ante la cruel decepción y se levanta súbitamente, sale disparada con paso firme hacia la salida, Abel trata de tomarla por el brazo y detenerla pero ella lo ha esquivado ágilmente, abriendo la puerta para salir corriendo.

- Hannah espera.- Le grita, pero ya se ha ido.

Presiona los botones una y otra vez, en un inútil intento de hacer que se apresure el ascensor. Las lágrimas comienzan a salir, hace continuas respiraciones para calmarse y no romper en llanto en el pasillo. Al cabo de unos minutos el ascensor se abre y ella entra con prisa, pero se ha tardado lo suficiente como para que Abel le haya dado tiempo de ir por una franela que apenas ha logrado ponerse en un brazo, quien también entra de golpe en el ascensor, las puertas se cierran apenas entró.

Él termina de ponerse la franela, sigue descalzo. Su respiración esta entrecortada por la carrera. Mira a Hannah fijamente a los ojos, que ahora están vidriosos por las lágrimas que han brotado, a pesar de sus esfuerzos por contenerlas, ninguno emite ningún sonido, ambos se miran en silencio por unos segundos. Abel comienza una vez más.

- Hannah, de verdad siento que hayas visto eso.- Su voz es grave.- Quiero saber a qué has venido, por favor.

- Ya no importa Abel, es claro que te he interrumpido.

Y las compuertas se abren, ella llora desconsoladamente. Él cierra los ojos con fuerza al escucharla.

- Eso no significa nada Hannah.

- ¿Y eso que quiere decir?- Pregunta ella confundida con su corta explicación.

- Ha sido un inútil intento de sacarte de mi mente.- Explica él con la voz entrecortada.

Su mirada se ha intensificado, ahora es profunda. Las puertas del ascensor se abren, ambos salen con dirección al lobby del edificio. Abel la toma por ambas manos que sostiene con fuerza.

- Hannah, no me mires así por favor. No quiero que te vayas de aquí odiándome, no lo soportaría.- Le ruega desesperado. Se ve afectado.- ¿Prefieres que hablemos en otro sitio?, has venido a decirme algo, ¿lo recuerdas?

Ella asintió.

- Ok, dame unos minutos. Espérame aquí.

Sale con dirección al ascensor. Hannah lo espera en la sala de estar. Al cabo de unos minutos está de vuelta, se ha quitado el pijama, ahora lleva unos jeans claros ajustados, una franela negra de algodón y unas converses negras. Se ve muy joven, casi de la edad de Hannah. Ella lo ve con atención. De verdad está pérdida por este hombre y lo sabe.

- Le pediré al chofer que se vaya, iremos en mi auto, ¿Si te parece bien?- Espera su aprobación.

- De acuerdo.

Ahora mismo es incapaz de negarse a ninguna petición que le haga.

Se dirigen juntos al lobby, Abel busca su teléfono en su bolsillo delantero y marca.

- Puede irse, la señorita Hannah se va conmigo.- Le informa al chofer de la familia con cortesía, cuelga.- Resuelto, ¿Nos vamos?- dirigiendo su atención ahora hacia ella.

- ¿Qué ha pasado con la rubia?- Pregunta ella.

No ha podido sacarla totalmente de su cabeza.

- Le he pedido que se vaya.- Hannah sonríe al escucharlo.

Salen juntos del edificio en el auto de Abel. Durante el trayecto Abel puso música para combatir el silencio incomodo que se había impuesto al encontrarse a solas en el auto. Minutos después se dejó llevar por la música que escuchaba y comenzó a tararear despacio, se ve jovial, llevaba puestas unas gafas oscuras.

Hannah se permite observarlo en ocasiones, él ha adoptado una actitud serena que le da la confianza de mirarlo sin intimidarse, como de costumbre pasaba. Abel conduce hacia las afueras de la ciudad, que poco a poco van dejando atrás, acercándose a una zona menos concurrida, más montañosa.

Minutos después parecen haber llegado, Abel ha disminuido la velocidad y gira a la izquierda, el camino no está asfaltado, pero logra divisarse las marcas antiguas que han hecho los neumáticos al pasar. Apaga el motor del auto, busca en el asiento trasero una chaqueta de jeans azul oscuro y se la pasa a Hannah, ella la toma y salen del auto. Caminan tomados de la mano entre los altos arboles, ella se deja guiar por Abel, quien parece conducirla a la cima de la colina, la brisa es fría y Hannah agradece haberse colocado la chaqueta.

Al llegar a la cima, la vista es hermosa. Es la cúspide de la montaña, al fondo puede verse el océano, enmarcado por un horizonte naranja. Es el atardecer más hermoso que ella ha visto.

- Esto es hermoso Abel.

Él la mira complacido con su comentario.

- Me gusta venir aquí desde que tengo licencia para conducir.- Sonríe con nostalgia.- Es mi lugar.

- ¿Por qué hemos venido aquí?- Se gira para mirarlo a los ojos.

Él se acerca.

- Querías hablar y creo que aquí estaremos bien.- Le explica.

- ¿Qué sientes por mí Abel?- Se atreve a preguntar, mirándolo a los ojos buscando respuestas.

Él enmudece, su mirada ahora es esquiva, ve a todos lados menos a ella. Su mandíbula se tensa.

- No sé cómo explicarlo Hannah-. Hace una pausa buscando las palabras correctas.- Sé que no está bien lo que estoy sintiendo, y continuamente pongo barreras absurdas para contenerlo, las mismas que tu derrumbas una y otra vez.- Explica con voz nerviosa.

Ella se derrite ante su declaración. Puede que haya esperanzas aun.

- Es como un círculo vicioso y tormentoso, en el que decido alejarme y tú apareces para descontrolarme.- La mira consternado.- Luego está ese idiota, no soporto la idea de verte con él. Quería arrancarle la cabeza esa noche en el bar.- Aprieta los puños con rabia al recordarlo.- No soy la persona correcta para ti, pero él tampoco, de eso estoy seguro.- Afirma recuperando poco a poco la calma anterior.

Ella interviene para calmarlo y disipar sus dudas ante Liam.

- Liam es un buen chico- le interrumpe ella.

- No lo defiendas Hannah, hoy no, no aquí conmigo.- Le pide sosteniéndola por ambas manos.

Se conmueve ante su súplica.

- Abel quiero entenderte, pero eres una persona muy complicada.- Le confiesa, bajando su mirada a sus manos unidas.

Él sostiene con un dedo su mentón, obligándola a mirarlo de nuevo.

- Lo siento, sé que no he sido fácil últimamente. Sabía que algo estaba pasando entre nosotros cada vez que nos encontrábamos, y sentí que debía ser yo el que actuara con sensatez y marcara los límites.- La acerca sujetándole la cara con ambas manos.- Limites que no han servido de nada, porque desde que te bese esa noche no logro pensar en otra cosa que no sea volver a tenerte entre mis brazos.

Hannah se paraliza ante su contacto, sus palabras la han enmudecido una vez más, es increíble lo indefensa y vulnerable que se siente ante él. Él se inclina para darle un casto beso en la frente, para luego perderse en un profundo abrazo, aferrándose a ella con fuerza, hundiendo su nariz en su pelo, aspirando su aroma, parecía estarlo guardando en su memoria.

- No quiero que salgas lastimada con esto, no me perdonaría dañarte… - Cierra los ojos con fuerza al pensarlo. Deshace su abrazo sin soltarla.- Eres tan hermosa.- Le susurra admirándola, mientras con una mano sujeta su mejilla.

Hannah está embelesada, no puede apartar la mirada. Sus palabras la llenan de alegría, alegría pura y emoción porque el hombre que no la ha dejado dormir todos estos días, siente lo mismo.

- ¿Qué vamos a hacer ahora Abel?- Pregunta ella. Ansiosa ante la respuesta que él pueda darle.

Él niega con la cabeza y esboza una enorme sonrisa.

- No tengo idea Hannah.- Y suelta una carcajada nerviosa, que al final se convierte en una pequeña sonrisa, casi imperceptible.

Se vuelven a unir en su abrazo. Absortos de todo, de todas la dudas, de todas las posibilidades o no. Juntos se limitan a aprovechar éste momento único. Dejando atrás las dudas, los peros, los contra, solo importa ahora este momento.

*

Han transcurrido varios días, una semana exactamente. Es el cumpleaños de Hannah, hoy cumple por fin sus dieciocho años. Es mayor de edad, y eso la tiene muy emocionada, la mayoría de edad es un hecho muy importante en la vida de todo individuo, llegar a ella confiere cierta independencia que todos en el fondo desean y Hannah no es la excepción. Megan ha planificado una fiesta en el Club de eventos de la familia, su amiga se ha encargado de invitar a media ciudad. Su tío Albert le ha regalado un auto de lujo color blanco que no dudó ni un segundo en usar.

Ha puesto pausa a su recién vida amorosa, con todos los problemas que la atormentan y ha decidido celebrar su cumpleaños sin cargas emocionales.

Llegó sola al club, disfrutando de su recién independencia adquirida, eligió un vestido negro corto, entallado hasta la cintura, sin mangas y con un sexi escote en toda la espalda, que solo va cubierta con una tela de encaje abierta por completo a la mitad, con un cinturón dorado que da un toque de elegancia, sus tacones son dorados, muy altos, apenas logra dominarlos, pero le encantan, le dan el aire sensual y elegante que buscaba. Ha recogido en un moño alto su cabello y sus labios los ha pintado de rojo. Luce impactante y como toda una mujer, eso era lo que buscaba.

Al entrar roba todas las miradas, algunos se acercan a felicitarla a medida que se adentra en el lugar que está abarrotado de personas, la mayoría jóvenes, Megan ha insistido en que los dieciocho se celebran con tus contemporáneos. La música es ensordecedora y las luces de colores parpadean a su ritmo. Megan la recibe con una margarita que sostiene en alto.

- Por favor brindemos por tu libertad amiga.- Le invita, tendiéndole la copa.

- Salud.- Responde ella al sostener la copa y alzarla.

Hannah decide disfrutar su fiesta y se deja llevar por la euforia de su amiga, que no deja de servirle margaritas apenas nota que se le ha terminado.

Horas más tarde la fiesta está en su punto, Megan ha conseguido al mejor Dj de la ciudad y éste ha puesto a bailar a toda la fiesta. Hannah baila al ritmo de la música animada por los margaritas.

Megan no tiene paradero y una hora después se encuentran en la barra tomando una ronda de shots de tequila. El bartender ha servido tres tragos y Hannah ha sido retada a tomarlos todos.

- ¡Fondo, fondo, fondo!- Gritan todos alrededor animándola mientras Hannah los va tomando uno a uno.

- ¡Urra!- grita Megan al verla terminarlos.

- Lo… lo… logré…- Afirma ella, arrastrando las palabras.

Se tambalea y alguien logra sujetarla antes de que caiga al suelo, es Abel.

- Creo que ha sido suficiente.- Le informa, mientras la sostiene con fuerza a su espalda.

Hannah voltea con torpeza para poder verlo. Su sonrisa se hace enorme al reconocerlo.

- ¡Llegaste!- Dice al momento.

- Si, aunque no haya sido invitado.- Dirigiendo su mirada a Megan que lo mira con los ojos muy abiertos.

- Lo siento, Megan insistió en que no invitáramos a hombres.- Le explicó sonriente.

- De acuerdo, ¿Y ellos que son?- Refiriéndose a los demás presentes.

- Amigos de Megan.- Afirma aun afectada por los tequilas.

Abel asiente y la saca del montón para ayudarla a recuperarse. Sale con ella a la terraza casi llevándola a cuestas, porque le cuesta caminar sin tambalearse. Él la ayuda a sentarse en una silla.

- ¿Cómo te sientes Hannah?- Le pregunta con voz cálida, mientras sostiene su cara para observarla.

- Ma… ma… mareada, creo.- responde ella interrumpida por el hipo.

Ella agradece su presencia. Se siente protegida.

- Entiendo… Espera aquí por favor.- y se va. Segundos después regresa con un vaso de agua.

- Toma esto. Creo que se termino la fiesta para ti.- Le informa preocupado por su estado.- Incluso borracha te ves hermosa.- Agrega con dulzura, sosteniéndole el mentón con la mano.

Ella lo mira y sonríe. Le encanta cuando él le habla en ese tono.

- Vámonos Hannah.- Advierte a la vez que la sostiene para que se levante, al notar que se tambalea decide alzarla, cargándola sin dificultad, sale del lugar y la monta en su auto.

Ella es apenas consciente de los acontecimientos, porque casi inmediatamente se duerme en el asiento del copiloto.

- Creo que he llegado justo a tiempo jovencita.- Dice él al incorporarse en el auto. Enciende el auto y parten del lugar.

Al llegar al estacionamiento subterráneo del edificio, saca a Hannah del auto y la lleva a cuestas hasta el ascensor. Llega hasta el pent-house, sube con tranquilidad las escaleras, al llegar a su habitación, con sumo cuidado deposita a Hannah en su cama.

- Menuda forma de celebrar tu mayoría de edad.- Le dice a la chica que duerme plácidamente en su cama.

La luz del sol comienza a colarse sobre la cama, obligándola a girarse, ha amanecido y despierta con dificultad. Se anima a incorporase y evalúa su entorno.

Nota que está en la habitación de Abel y las alarmas se encienden, *¿qué hago aquí?*, se pregunta, sigue llevando el vestido, pero sus tacones no están, su cabello esta suelto y alborotado, hace una mueca por causa del leve dolor de cabeza que comienza a molestarla.

Abel duerme profundo en un sofá junto a la cama, lleva un pantalón negro ajustado y unos zapatos negros. Sin camisa. Ella examina su torso desnudo con detalle, sus músculos están perfectamente marcados, haciendo notar que hace ejercicio. La ansiedad por sentir su piel con sus dedos apremia.

Es vencida por las ganas de tocarlo y se levanta decidida, frente a él, se inclina despacio, posando una pierna entre las de él, que están totalmente abiertas de un lado al otro en el sofá. Posa su mano con cuidado en su pecho, rozándolo con sus dedos con suavidad, baja despacio hasta sus abdominales, donde es interceptada por la mano de Abel que la sostiene con firmeza, deteniendo su recorrido, da un respigo asustada.

Él ha despertado y la mira con intensidad, sin pronunciar una palabra, ella siente su corazón latir con fuerza, casi puede escucharlo golpear su pecho.

ÉL tira de ella, haciéndola caer sobre él, donde la recibe para estrecharla entre sus brazos, sujetando su cara con una mano para llevarla a sus labios y se pierden en un beso apasionado. La sujeta con fuerza y ella gime en su boca.

Abel se levanta de golpe con ella en brazos, lanzándola en su cama. Hannah entiende de inmediato lo que está a punto de pasar, pero descubre que lo desea, justo ahora, en su propia cama. Él vuelve a su encuentro, lanzándose sobre ella, besándola con pasión, ella siente su deseo, y lo disfruta.

Las manos de Abel recorren con pericia experta su cuerpo sobre la tela de su vestido. Y por ese momento deciden perderse en ese instante, en sus sentimientos, y se dejan llevar sin preocupaciones ni perjuicios. Siendo solo ellos dos y esas ganas de entregarse y convertirse en uno solo.

- ¿Estás segura de esto?- Pregunta él con la voz entrecortada, sin interrumpir sus besos.- ¿Puedo parar cuando quieras?- Insiste.

- No pares, por favor.- Respondió apenas.

Y eso bastó para él, quien continuó sin más obstáculos.

Ambos yacen exhaustos sobre la cama ahora revuelta, todas sus prendas se encuentran regadas por todo el piso de la habitación, ella está boca arriba con las piernas extendidas, Abel esta a su lado, tumbado boca abajo, se levanta sobre sus codos para mirarla.

- ¿Por qué no me has dicho antes que eras virgen Hannah?- Su voz es cálida, pero se ve sorprendido.

- No lo sé, no lo vi oportuno hasta hace un momento.- Explica apenada.

- ¿Estás bien?, ¿Te he lastimado?- Se inclina hacia ella para deslizar su dedo índice por su mejilla.

- Estoy bien, en serio.- Le tranquiliza posando su mano sobre la de él.

Abel se incorpora para sentarse frente a ella.

- ¿Cómo te ha parecido tu primera vez?- Su mirada es picara.

- Genial.- Le suelta ella, con una enorme sonrisa que confirma su satisfacción. Él no puede evitar unírsele.

Él se lanza sobre ella para unirse en un nuevo beso, pero el zumbido de un teléfono sobre la mesita de noche roba su atención. Salta con facilidad sobre ella, para quedar del otro lado de la cama, levanta el teléfono, al observar su pantalla logra ver que se trata de una llamada de su madre. Voltea de inmediato la pantalla hacia ella, al tiempo que le hace un gesto para indicarle que vea de quien se trata. Ella abre los ojos sorprendida y salta de la cama, quedando de rodillas en el medio, él le pide que haga silencio y atiende.

- Madre, ¡Buenos días!

- Abel, hijo. ¡Estamos muy preocupados!, tu prima no ha llegado a casa desde anoche. Del Club han llamado para avisar que su auto sigue ahí… - Él la interrumpe.

- Mamá, no te preocupes. Yo he ido por ella. Hannah está aquí en mi pent-house.- Dice sin más, cerrando los ojos con fuerza para esperar la reacción de su madre.

Hannah lo mira expectante, esperando alguna señal de él que le dé una idea de que ha dicho su tía, quien ha guardado silencio por unos segundos.

- Entiendo. Dile a tu prima que regrese cuanto antes a la mansión.- Su tono es firme.

- Yo la llevaré mamá, no te preocupes.

- No, quiero hablar contigo a solas hijo. Espérame allá, yo enviaré al chofer por Hannah.

- De acuerdo, ya le aviso.- Y cuelga.

Ambos se miran por unos segundos, sin decir nada, Abel baja la cabeza, devuelve el teléfono a la mesita de noche y se escabulle en el baño. Hannah lo ve retirarse confundida, pero se hace una idea del porque Abel ha cambiado de humor.

Nuevamente la frase *no podemos* resuena en su mente. El solo pensar que sus tíos se enteren que han pasado la noche juntos, le eriza la piel, sabe que se pondrán como locos, y el más perjudicado sería Abel.

Ahora las razones de Abel parecen ser más claras, él porque siempre se había resistido. El sonar de la perilla de la puerta del baño le anuncia que él viene de vuelta, aun lo espera sentada sobre la cama envuelta en una sabana. Él ahora trae puesto el mono de su pijama, la mira y se acerca hasta ella, sentándose a su lado y sosteniéndole una mano, con ternura la aprieta, en un gesto que dice mucho por él.

- Van a enviar al chofer por ti. Deberías vestirte.- Le explica con los ojos tristes. Su semblante ha cambiado, se ve preocupado.

- Entiendo.

Guardan silencio por lo que parece una eternidad, al final él parece rendirse y se inclina para acercarse a ella y tomar su cara con una mano, posa su frente sobre la de ella y cierra los ojos unos segundos más, cuando los abre la ve con intensidad.

- Ha sido fantástico Hannah… Eres simplemente perfecta, toda tu.- Confiesa con voz ronca.

Él le da un suave beso en los labios. Al final se aparta y se levanta de la cama.

- Voy a prepararme un bocadillo, ¿Quieres que te prepare algo rápido?, nada complicado por favor, no sabría hacerlo.- Explica con timidez.

- Solo quiero algo de tomar, podría ser un jugo.- Le indica, haciendo a su vez un gesto con la mano.

Él asiente y sale de la habitación rumbo a la cocina. Hannah abandona la cama para meterse en el baño, una vez dentro se incorpora en la cascada de agua tibia que cae de la ducha. Aprovecha este momento a solas para relajarse y apartar tantas dudas que la atormentan.

Han compartido un par de sándwich preparados por Abel, con jugo de naranja. Ambos se mantuvieron en silencio durante la comida. Ella sabía que era lo que lo preocupaba y entendía su silencio. En ocasiones le dedicaba una media sonrisa que él correspondía a su vez.

El chofer ha ido por Hannah y Abel espera impaciente a su madre, quien ha esperado en la sala de estar del edificio hasta que su sobrina política saliera, la ha evitado adrede, al verla salir del edificio, se dirige con paso firme hacia el ascensor.

Abel la espera sentado en un taburete del mesón de la cocina. Se ha puesto una franela y ahora toma un café mientras revisa su correo en el teléfono. Suena el timbre anunciando la llegada de su madre.

- Ok, aquí vamos.- Se dice a sí mismo al levantarse a abrir la puerta, llevando consigo la tasa de café.

Abre la puerta y su madre entra de golpe sin saludar. Esta molesta.

- ¿Qué carajos pasa entre tú y Hannah?- Espeta con voz colérica.

- Buenos día madre, ¿Un café?- Responde él con sarcasmo.

- Responde Abel- le grita.

Él cierra la puerta y avanza hacia la sala, tomando asiento en uno de los sofás individuales.

-Mamá, me gusta Hannah y…

Su madre lo interrumpe.

- ¿Acaso te has vuelto loco Abel?, se trata de tu prima, ¿lo has olvidado?- Reclama ella.

Acercándose a su hijo para sentarse frente a él, en el sofá en forma de ele.

- Técnicamente no somos primos.- Agrega él.

- No me vengas con esas idioteces, son familia y punto. ¿Alcanzas a imaginar lo que dirán nuestras amistades?, la prensa nos destrozará, en especial a ti. Te estás metiendo con la heredera de Abraham White, todos los ojos de la ciudad están posados en ella ahora y ni siquiera se da cuenta. Si sigues con esto todos pensaran que lo haces por su dinero.

Él se siente indignado por el comentario de su madre y explota.

- Ya basta, mamá.- Le grita él, ahora molesto.- Tengo mi propio dinero, no necesito el dinero de Hannah.

Y se levanta molesto.

- Eso lo sabemos tú y yo, pero ante todos los demás quedaras como un oportunista que se ha quedado con la vice-presidencia de uno de los mejores Hospitales del país, y ahora va por el emporio completo. Y no hablemos de tu tío Abraham, no se ha terminado de enfriar su cuerpo y ya te revuelcas con su hija.

La mirada de Abel ahora es triste, las palabras de su madre parecen cobrar sentido en su cabeza y eso lo lastima. Se levanta y deja a su madre plantada en el sofá, quien lo ve retirarse sin emitir ningún comentario, sabe que sus palabras han calado hondo en su hijo.

*

Abel sale del estacionamiento subterráneo del edificio rumbo al hospital, pero antes de incorporarse al tráfico es interceptado por un motorizado, no logra ver de quien se trata hasta que éste se quita el casco, es Liam. Abel tensa la mandíbula al notarlo. Sale del auto, al tiempo que Liam baja de su moto. Abel se recuesta sobre su auto y espera que sea él quien se acerque.

- Tenemos que hablar.- Anuncia Liam con molestia evidente.

- Te escucho.

Su fastidio ahora es palpable. No quiere tener que liar con las niñerías de éste joven.

- ¿Quiero saber si sientes algo por mi novia?- Pregunta haciendo énfasis en la palabra "novia".

Abel levanta levemente la ceja ante esta revelación.

- ¿Son novios?... No lo sabía.- Dice extrañado.- Pero de igual modo, ¿A qué se debe tu pregunta?

Finge desinterés.

- Tu y toda la familia de Hannah me han tratado con desprecio cada vez que nos encontramos, y has sido tú particularmente quien se ha opuesto desde un principio… - Hace una pausa para continuar.- Me pregunto si se debe a que sientes algo mas.- Declara con rabia.

Abel lucha con sus ganas de ponerlo en su sitio.

- No eres tan idiota después de todo.- Enuncia con sarcasmo.- Pues si idiota, si siento algo por ella, lo has entendido, pero no debes preocuparte por mí, no soy un buen hombre para Hannah.- Concluye con tono suave.

- ¿Y eso que carajo significa?- Espeta Liam.

Abel se ha fastidiado sobremanera con ésta conversación.

Liam no comprende a que se refiere. Abel da por terminada la conversación y abre la puerta de su auto, incorporándose para marcharse, Liam ha quedado totalmente perdido ante su declaración, ¿Como un riquillo, que lo tiene todo puede afirmar que no es un buen hombre para ella? Pensaba él mientras regresaba en dirección a su moto.