Es viernes por la noche, Natasha, la madre de Liam, ha preparado una cena familiar por el cumpleaños diecinueve de su hijo. Hannah ha sido invitada por ambos, Liam no para de hablarle de ella, llevan una estrecha relación, así que moría por conocer a la chica.
Hannah se siente algo nerviosa, es una cena formal, así que ha elegido un vestido azul marino, de encaje, corto, manga larga. Con unos zapatos de tacón color beige. Su cabello va suelto, como de costumbre, pero esta vez, escogió llevarlo liso, en lugar de las ondas que siempre usa. Al llegar a la casa es recibida por Liam, quien también va elegante, a su modo, una camisa blanca doblada hasta los codos, un pantalón de vestir gris oscuro ajustado, y unos zapatos negros, sin medias. Eso era elegante para él. Quien le sonríe enseguida.
- ¿Así te ves de traje formal?
- Es lo más elegante que veras de mí.- responde él juguetón.
Los Clark no son muchos, así que juntos incluyendo a Hannah suman seis personas en la velada. El abuelo de Liam, dos tíos y unos primos cercanos. Todos conversan animadamente mientras beben cocteles. Hannah ha optado por un jugo de limón, debido a que aun no toma alcohol. Entre chistes por parte de uno de los tíos de Liam, y anécdotas del abuelo, transcurre la velada. Natasha por su parte, ha dedicado la velada a atender a los invitados. Es una mujer muy hermosa, alta, cabello castaño con reflejos rubios muy actuales. En ocasiones le sonríe a Hannah con cariño.
Liam se aparta un poco mientras sostiene su copa y la hace sonar golpeándola levemente con una cucharilla, llamando la atención de los presentes. El silencio invade la estancia, mientras todos se miran expectantes.
- Amada familia, y el tío Ben.- Agrega juguetón, todos ríen.- Quiero agradecerles a todos por estar aquí, celebrar mis diecinueve por fin, pero también aprovecho para presentarles formalmente a mi novia.- Extendiendo su mano hacia ella e invitándola a acercarse.- Ella es Hannah.
- Hola.- Dice ella con las mejillas sonrojadas.
Todos se levantan a saludarla, lo que le resulta extraño porque ya lo habían hecho a su llegada, solo que no había sido presentada aun *como su novia* pensó aun sorprendida. La noticia la tomó desprevenida, no lo esperaba pero se había dicho a sí misma en muchas ocasiones que lo intentaría.
El resto de la noche transcurre sin novedades. Los primos de Liam no dejan de hacer chistes por el anuncio, él se limita a reírse sin soltar la mano de Hannah ni un segundo. Gesto que no le incomodó en ningún momento.
Hannah decide retirarse, se ha hecho tarde ya. Se despide de todos de manera muy formal y Natasha acompaña a Liam a despedirla. El chofer de la familia ha venido por ella.
- Ha sido un placer conocerla.- Confiesa ella a Natasha al despedirse.
- El placer ha sido todo mío, cariño.
- Adiós.- Le dice a Liam mientras le da un casto beso en la mejilla.
Madre e hijo esperan en el umbral de la puerta, mientras observan a Hannah retirarse.
- Es un amor.- Comenta Natasha con cariño.
Camino a la mansión, Hannah repasa la velada en su mente, recordando con detalle el anuncio de Liam, *su novia*, estaba claro que Liam tenía las mejores intenciones con ella, anunciárselo a la familia ameritaba un compromiso de su parte, y ella debía corresponderle. Liam era un buen chico, y estar con el cada vez era más agradable. *Pero no es amor* pensó ella. Hacia lo posible por centrar su atención en él. El amor vendrá después, se decía en ocasiones. Un zumbido anunció la llegada de un mensaje. Era de Liam.
Que sueñes conmigo pequeña
Tecleo una respuesta rápida.
Eso espero, que descanses.
Y sonrío al ver la fotografía de Liam y ella de hace una hora que mostraba la pantalla de su celular.*Todo irá bien* se dijo a sí misma para animarse.
*
Abel está por terminar su guardia, es viernes por la noche y unos colegas comentan de un nuevo bar en la zona, buena música, buen ambiente, la idea suena bien y Abel acepta acompañarlos.
- Está bien chicos, esperen que me cambie y salimos en mi auto.- Comenta mientras guarda una bata en su locker.
- Por fin convencimos al codiciado Abel White, las chicas nos lloverán esta noche.- Comenta uno de ellos entusiasmado.
Una vez en el lugar Abel se decide por un trago fuerte. Tenía mucho tiempo sin salir a lugares como ese. La música comenzaba a aturdirlo. El lugar era amplio, las luces de colores al ritmo de la música. Todos los chicos de Port Hidden parecían estar ahí esa noche, estaba a reventar. Abel les indicó a los demás que mejor optaran por subir a un privado, para estar más tranquilos. Todos aceptan, ya que la presencia de uno de los solteros más codiciados de la cuidad tenia alteradas a las jovencitas del lugar. No les apartaban la vista ni un segundo.
Arriba en un balcón privado, se sintió más a gusto. Una que otra chica se atrevía a subir y saludarlos de vez en cuando, pero Abel mantenía su distancia. Solo quería unos tragos para relajarse un poco.
Una hora más tarde una joven abajo llama su atención, se trataba de Hannah, quien se encontraba acompañada de Liam. Estaban juntos bailando en el medio de la pista entre el montón de gente. Ella vestía un minúsculo vestido gris plomo, totalmente ceñido al cuerpo que dejaba ver su silueta esbelta, acompañado de unas botas negras de tacón corte bajo, se veía sexi, sin ser vulgar.
Su mirada los seguía atenta a donde quiera que se movieran. El chico la sujetaba por los brazos, mientras ella bailaba al compás de una canción electrónica que sonaba por los altavoces. Una de sus manos se posaba posesiva en su vientre. Ella parecía conforme con su contacto, mientras él se acercaba a su oído para hablarle, ella sonreía animada. Se veía a gusto con él. Esto lo llenaba de furia, quien se descubrió celoso por lo que veía. No podía entender porque esto le molestaba tanto. Tomó lo que restaba de su trago y se levantó de golpe saliendo con paso firme del balcón.
Hannah lo reconoce entre la gente, lo ve escabullirse y salir del lugar, sabe que la estaba viendo. Su corazón latía con fuerza, estaba luchando con las ganas de salir y alcanzarlo. Pero sabía que él la rechazaría, a ella y a cualquier intento de acercarse. Así que saco esa tonta idea de su mente y siguió bailando.
Para Abel era extraño lo que sentía al ver a su prima con ese chico, eran jóvenes, era obvio que tenían algo, y esas muestras de afecto son usuales en las parejas. Pero recordar la mano posesiva de ese idiota sobre ella lo enfurecía. Luchaba con las ganas de regresar y arrancarle la cabeza.
Esperó afuera del lugar unos minutos, mientras decidía si se marchaba a su pent-house o regresaba al lugar.
Adentro, Liam se encontraba algo achispado por el tequila, no dejaba de besar a Hannah en numerosas ocasiones, algunos besos más prolongados, acompañados de caricias bastante insinuadoras. Para Hannah comenzaba a ser incomodo, no estaba acostumbrada a estas exhibiciones, se obligaba a poner barreras para controlar las atrevidas manos de Liam.
- Liam basta.- afirmó ella, tratando de zafarse de su efusivo abrazo.
Él sonríe y parece no entender la incomodidad de su chica, abalanzándose nuevamente sobre ella, sosteniéndola con una mano en uno de sus muslos y la otra aferrada a su cuello, obligándola a besarlo. Ella lucha entre sus brazos para liberarse.
- Liam suéltame, ya.
- ¿Es que no escuchas?
Se escuchó un grito, para luego ver como Abel empuja a Liam con ambas manos, separándolos de golpe.
Hannah se ha quedado boquiabierta ante la aparición de su primo, quien también se encuentra notoriamente afectado por el whisky. En cuestión de segundos son abordados por tres grandes sujetos de seguridad, quienes han venido a poner orden. Unos amigos de Liam se acercan al notar lo que estaba pasando.
- Todo bien señores, no se preocupen- Advierte Abel, recuperando casi de inmediato la compostura.- Tú te vienes conmigo ahora.- Refiriéndose a su prima, tomándola con firmeza por el brazo.
- ¡Qué rayos!- Soltó Liam, aun aturdido.
Hannah es arrastrada por Abel entre el gentío, quien la saca sin problemas del lugar. Megan sostiene a Liam para que no intente seguirlos. Mientras que Hannah apenas logra procesar lo que ocurre. Una vez afuera, ella logra zafarse del apretón que Abel le ha hecho en su brazo.
- ¿Qué pasa contigo? ¿Te has vuelto loco?- Le suelta molesta por su arrebato adentro.
Abel esta rojo y con el cabello alborotado, es una imagen nueva de él.
- Hannah no pongas resistencia, te vienes conmigo.
- Por supuesto que no.
- No me tientes.- Advierte él.
- ¿Qué?- Pregunta aturdida.
Al momento que es alzada en vilo por él, quien se la lleva a cuestas en su hombro hasta su auto.
Hannah se sacude para liberarse, pero sus esfuerzos son inútiles ante la fuerza con que la sostiene él. Todas las personas que esperaban afuera los miraban divertidos. La monta en su auto sin problemas y salen del lugar. Hannah no para de gritarle en todo el camino, pero Abel la ignora.
- Abel, regresa ya. Abel…
Minutos después han llegado a la mansión, donde todos duermen por la hora. Abel estaciona el auto y respira hondo.
- Ve a dormir Hannah.- le indica mientras espera que baje del auto.
Ella duda por un segundo pero abre la puerta del auto para marcharse. Una vez fuera, sin cerrar la puerta aun, vuelve a inclinarse para poder mirarlo.
- Sabes que… No me voy a meter a la casa hasta que me expliques.- Le informa, regresando nuevamente al asiento y cerrando la puerta.
Por primera vez se mostraba desafiante ante él, o cualquier otra persona en realidad.
- ¿Qué haces?- pregunta él sin entender.
- No me vas a dejar aquí Abel sin darme respuestas.
Trató de mostrarse firme.
- Tienes que irte a dormir.- Le advierte con una mirada dominante.
- ¿Por qué me has sacado así del lugar?, no me voy a bajar hasta que no me lo expliques, ¿Qué pasa contigo?
- ¿No te vas a bajar entonces?- La desafía. Su mirada ha cambiado, es picara.
- No.- Le informa decidida.
- Ok.
Abel pisa el acelerador saliendo a toda velocidad de los alrededores de la mansión White. Hannah comienza a dudar de haberse quedado en el auto. Él conduce demasiado rápido, tratando de intimidarla, quien cada vez se hace más pequeña en el asiento, aferrándose con fuerza al cinturón de seguridad.
- Hemos llegado ¿No te bajaras tampoco ahora?- Pregunta sarcástico, cuando se detiene en un estacionamiento subterráneo.
- ¿Dónde estamos?
- En mi pent-house.- Responde él, para luego bajarse del auto.
*Su casa* *¡Dios! ¿Qué hago ahora?*, se dice a si misma ahora asustada aun dentro del auto. Toma valor y sale para reencontrarse con él, quien ahora la espera en el ascensor. Subieron en absoluto silencio al último piso del edificio, él se mostraba tranquilo, ella en cambio se sentía ansiosa de encontrarse en horas de la madrugada a solas con él en su casa.
Segundos después un leve pitido en el ascensor, anuncia que han llegado. Las puertas se abren y caminan juntos por un corredor, al situarse frente a la puerta, Abel la abre con torpeza, sigue afectado por el whisky, entra seguido por ella, quien se queda impresionada de inmediato por el lugar.
Nunca antes había venido, era de dos plantas, con un amplio ventanal de cristal en el fondo, mostrando una impresionante vista de la ciudad. Los muebles eran de colores sobrios, pero sofisticados. Compaginando a la perfección con su primo. En una esquina, a su izquierda, una escalera de caracol de acero dorado subía con discreción a la otra planta. Abel se retiró a su derecha, comenzó a servirse un trago *¿va a seguir tomando?*, pensó ella.
- ¿Vas a quedarte ahí plantada?- Pregunta sarcástico.
- Creo que debería irme a casa.
Abel la mira con los ojos muy abiertos, parece fastidiado.
- Creo que de allá venimos y no has querido bajarte de mi auto.- Responde él.
Abel se deja caer cansado en uno de los sofás individuales, posando el trago en la mesita de cristal del centro para poder sacarse con destreza los zapatos. Se recuesta por completo echándose hacia atrás.
- Siéntate Hannah, mañana te llevaré temprano de camino al Hospital. – Indicándole que tome asiento en el sofá de ele de en frente. - Esto es lo que pasa cuando eres berrinchuda.- Le advierte, señalándola con el dedo.
*¿Berrinchuda?* Pensó ella.
- Te recuerdo que has sido tú quien me saco a cuestas del lugar. Creo que tu arrebato desmedido deja mucho que pensar.- Le acusa con voz firme.
Abel la mira con los ojos muy abiertos por su respuesta, pero no dice nada, se limita a incorporarse para tomar su trago de la mesita. Ella decide cambiar de táctica y se pone a su misma altura, tomando asiento donde le indicó hace un momento.
- Abel, ¿Por qué me sacaste así del club?- Su tono es más tranquilo.
- Ese idiota te estaba manoseando, y si mi vista no falló en ese momento, creí notar que no estabas a gusto.
Hannah tragó grueso, no esperaba que Abel hubiese visto eso, por un momento se había olvidado por completo de la actitud totalmente fuera de lugar de Liam en el club. *Debemos hablar de eso luego* pensó ella al recordarlo.
- ¿Por qué dejas que te toque de esa forma? No estabas a gusto ¿O me equivoco?- pregunta desafiante.
- Eso debo de arreglarlo con él. No es tu problema.
Ella intentaba mostrarse firme, no quería permitirle que opinara de su relación, aunque tuviera la razón, no estaría dispuesta a admitirlo delante de él.
- Por supuesto que sí.- Refuta él, levantándose de golpe del sofá.
- Claro que no.
- No me gusta.
*¿Qué?* Piensa ella.
- ¿Por qué? ¿Por qué no te gusta Abel?- Inquiere levantándose de su asiento y colocándose frente a él.
Abel es mucho más alto, y aunque ahora ella es diez centímetros más alta gracias a sus botas, apenas le llega al borde del mentón, debe inclinar levemente su cabeza para mirarlo a los ojos.
Abel se pasa la mano en el cabello con frustración, meditando su respuesta. Se da la vuelta, huyendo de su mirada. Ella insiste, persiguiéndolo.
- Dímelo.- Lo anima, sosteniéndolo por uno de sus brazos.
- Sé que tú te imaginas porque Hannah.- pasándole el dedo índice por la mejilla, hasta posarlo en sus labios.
Ella respira hondo, la tensión se siente en la atmosfera, que ahora está cargada de adrenalina, su corazón comienza a latir cada vez más fuerte. Ella quiere saber si es lo que piensa e insiste, quiere comprobarlo.
- Dilo.
Insiste una vez más.
Y él se rinde, se rinde ante toda barrera impuesta hasta ahora, ante todos los límites y obstáculos que lo habían detenido antes, y no sabe si es por el whisky en su sangre, pero se atreve a dejarse llevar, tomándola con fuerza entre sus brazos, uniéndose a ella en un beso que ambos han deseado desde esa primera noche que se reencontraron a su regreso a la ciudad.
Ella se aferra a él, tomándolo con fuerza por sus brazos, que la unen a él con fuerza. Es exquisito, ella disfruta su contacto perdiéndose en él. Él inclina con gracia su cuerpo para poder alcanzar sus labios con mayor facilidad, recorre toda su espalda con sus manos, rozándola con fuerza, con pasión, ella disfruta a plenitud sus caricias expertas. Es diferente a su primer beso, éste simplemente es sublime, sensual, exquisito, despertando cada célula de su ser. Alterando cada neurona de su mente. Él la explora, saborea con destreza su boca y ella gime satisfecha. Todo su cuerpo tiembla, es un cumulo de sensaciones nuevas despertando todas a la vez.
Pero Abel parece recobrar la compostura rompiendo el contacto de inmediato. Sus respiraciones siguen alteradas, lo que lo obliga a respirar hondo para recuperarse. Hannah lo mira aturdida.
- Hannah no podemos.- Confiesa.
Ella aun alterada, frunce el ceño confundida.
- Vete a descansar, puedes dormir en mi cuarto si prefieres.- Le indica, marchándose y dejándola en el medio de la sala alterada y confundida.
Hannah no podía entender la actitud de Abel, ella seguía muy afecta por el beso, apenas podía conectar mente y cuerpo. Su cara estaba sonrojada y como acto reflejo llevo sus dedos hasta sus labios, que seguían sensibles, mientras poco a poco sus respiraciones volvían a la calma.
Él nuevamente ponía una barrera entre ellos, pero ahora era diferente, porque ella sabía que sentían lo mismo. Lo sintió en ese beso que no podía sacar de su mente y que se apoderaba de cada célula de sus ser al recordarlo.
Esa noche apenas pudo dormir, estar en su cama la ayudó a conciliar el sueño, su aroma estaba ahí, y poder respirarlo la relajaba. Abel en cambio durmió en una de las habitaciones para invitados.
En la mañana, al despertar, Abel caminaba de un lado a otro en la habitación. Llevaba una bata de baño y olía a champú, eso la hizo pensar que ya se había bañado. Él ignoraba por completo su presencia, salió del guarda ropa con un pantalón, un saco y una camisa, para luego perderse en el baño. *Muy formal para ser sábado* pensó ella al ver la ropa que llevaba él en sus manos.
Abel seguía sin articular palabra. Se preguntaba si debía ser ella quien hablara primero. *¿Y si no recuerda lo que paso anoche?*, pensó al recordar que estaba tomado. *¿Y si fue por el alcohol?*. Las dudas comenzaron a aturdirla. Abel regresó a la habitación ya vestido, haciéndola incorporase de golpe.
- Hannah levántate ya, necesito que desayunes para llevarte a casa y ya es tarde.- Le informa, saliendo con prisa de la habitación.
La está evitando. Era obvio, *¿Pero por qué?* pensaba ella, al no entender las acciones de él. Ella salió de la cama y se metió al baño. Se miró en el espejo, lucía desaliñada y con ojeras, odiaba no tener una muda de ropa limpia, se dio una ducha rápida y cepillo sus dientes, recogió su cabello en una cebolla y entonces recordó que anoche dejó sus cosas en el bar, gracias al numerito de su primo. Minutos después se reencontraron en la sala, Abel la espera impaciente frente a la puerta.
- ¿Nos vamos?
- Ok.
Hannah lucía decepcionada, no podía creer que él estuviera tomando esa actitud. Era frustrante. Asumió la misma indiferencia y no pronunció ninguna palabra al bajar juntos en el ascensor, tampoco en el auto. Abel la mirada de reojo y simulaba revisar su celular. Al salir del estacionamiento él le informa que primero la llevara a desayunar, pero Hannah no respondió.
Abel entendió lo que ella estaba haciendo con esto y siguieron sin hablar camino al café donde Abel acostumbraba a desayunar. Lo mismo pasó al llegar al lugar, el silencio reinó.
El lugar estaba atestado de gente esperando ser atendidos, él pidió por ambos; Un café expreso para él, y dos desayunos americanos con jugo de naranja para ambos, esperaron unos minutos, al llegar la orden él se rinde.
- ¿Seguirás sin hablarme?
Hannah se limita a comer sus huevos con pan tostado, sin mirarle siquiera. Está hambrienta.
- Ok. Quieres que hablemos de lo que paso anoche ¿No es así?
- Si- Responde al fin. Dejando su plato a un lado.
Abel no puede evitar sonreír, pero su mirada se nubla al meditar lo que va a decir a continuación.
- Hannah quiero pedirte disculpas por mi atrevimiento anoche. Sé que no estuvo bien y te prometo no se volverá a repetir.
- No tienes que disculparte, está claro que ambos queríamos y…
Él la interrumpe.
- No volverá a pasar Hannah.
La decepción la invade al escuchar esas palabras.
- ¿Por qué? – Pregunta confundida por su determinación.
- No está bien, ¿Cómo no puedes verlo?
Él la mira irritado.
- ¿Es porque somos primos?
- Por supuesto.- Ella lanza un bufido sin dar crédito a su respuesta.
- Abel ni siquiera somos familia. Técnicamente no, y lo sabes.
Él se tensa al notar la posición que adopta su prima. Dulcifica su tono e intenta explicarse de manera más calmada.
- Hannah, no está bien, no es correcto. Tú apenas eres una niña y yo… Soy tu primo, debo cuidar de ti. Le prometí a mi tío que cuidaría de ti, no puedo hacerle esto. – Ésta vez sus ojos se nublan con tristeza al recordar a su tío.
Él se levanta súbitamente, ella comprende de inmediato sus intenciones.
- Abel, no te vayas así, por favor… - Le ruega.
Él la ignora saliendo del lugar, dejándola nuevamente plantada con una conversación a medias.
Todos los presentes giran a verla, ha subido la voz unos niveles y ha llamado la atención de algunos. Hannah reprime las ganas de llorar, mientras su mente gira procesando todo lo que acaba de pasar.
Estaba enamorada de Abel, y él después de todo parecía corresponderla por fin, todo el panorama parecía haber cambiado, pero la determinada negativa de Abel le parecía injusta, sus argumentos no eran suficientes, no eran más que perjuicios por las promesas que le había hecho a su padre. No entendía como alguien como él podía cerrarse de ese modo. Ella sabía que de estar vivo su padre la apoyaría al saber que se querían de verdad.
Debía pensar en el asunto, meditar que iba a hacer ahora con lo sucedido. Abel parecía decidido a dejar las cosas así. Ahora era su turno de decidir si ella también lo dejaría pasar. *por supuesto que no* pensó ella, al momento que un mesonero se acerca.
- Señorita White, su primo ha pedido que se le informe que en unos minutos vendrá el chofer de la familia por usted.
Ella asiente y decide esperar. *¿Como pudo dejarme aquí?*, pensaba al recordar su conversación hace unos minutos. Definitivamente Abel era un hombre complejo, cerrado y difícil de entender. Deseaba poder entrar en su mente y descubrir cuáles eran sus verdaderos miedos.
Llegando a la mansión resuelve subir a su habitación a cambiarse de ropa, acción que es interrumpida por su tía Isabella, quien la esperaba impaciente en la sala de estar de la casa.
- Un momento, jovencita.
Hannah se detiene de golpe ante la sorpresa.
- ¿Dónde estuviste toda la noche y que horas son estas?
- Salí con unos amigos tía, Abel ha ido por mí y nos hemos quedado en su pent-house.
Su tía frunce el ceño intrigada con su respuesta.
- ¿Con Abel?, ¿Por qué Abel ha ido por ti? ¿Te has metido en problemas nuevamente?- Inquiere encarnando una ceja.
- No, resulta que él estaba en el lugar y decidimos venirnos juntos.
Sigue confundida e insiste.
- ¿Y por qué no te ha traído aquí? No entiendo.
- Pregúntaselo a él tía. Creo que se sintió un poco mal y era más cerca su casa.
Hannah intenta zafarse del interrogatorio, pero su tía sigue impidiéndoselo.
- De igual modo no me parece correcto que te quedes a dormir en el pent-house de un hombre soltero. No es bien visto querida. Por suerte se trata de mi Abel, que es tu primo y siempre te ha respetado. Pero no debería repetirse.- Anuncia en un tono muy tranquilo.
- Ok tía.
*Si supieras* pensó ella al retirarse a su habitación.
Ese domingo por la tarde, Hannah bajó a la piscina a nadar un rato. Su mente había estado intranquila todo el día. Recordar los últimos acontecimientos era agotador, y la serenidad que le brindaba el agua en ese momento resultaba ser un verdadero alivio.
La reacción de su tía al enterarse que se había quedado con su primo la inquietaba, no era buen pronóstico. *Quizás a eso se refiere Abel*, *Ellos se opondrán*, divaga en su mente mientras se sumergía en las tibias aguas de la piscina. Quizás no era tan sencillo después de todo. Los perjuicios de su familia se impondrían ante cualquier intento de ellos de alguna relación.
Hannah sale del agua aun inmersa en sus pensamientos, un sirviente se acerca para informarle que tiene una visita.
- ¿De quién se trata?
- Ha dicho que se llama Liam.- Le informa el sirviente.
*¿Qué hace aquí?*, pensó de inmediato.
- Hágalo pasar por favor.- Ordena inquieta.
Toma una toalla que posaba en una de las tumbonas que se encuentran distribuidas alrededor de la piscina, para enrollarla alrededor de su cintura. Liam se acerca acelerando su paso al encontrarla con la mirada. Ella lo espera de pie junto a la piscina.
- Hola Liam.- Le saluda con voz cálida.- Por primera vez usas la puerta principal ¿Eh?- Agrega disimulando su incomodidad.
- Creo que ahora que soy tu novio no tiene sentido ocultarme.- Su tono es frío, está molesto.
- ¿Quieres sentarte?- Lo invita, señalándole las tumbonas a su derecha.
- No Hannah, he venido a traerte tus cosas.- le informa, a la vez que le tiende su teléfono, una chaqueta negra y un bolso de mano.
Ella nota su mal humor y tiende la mano para recibir sus cosas.
- Tu primo me tiene fastidiado Hannah, he venido a hablar con el.- Le informa decidido- Quiero que deje de meterse entre nosotros y nos deje en paz.- Agrega subiendo la voz unos niveles.
Ella trata de calmarlo. Pero comprende por completo su molestia.
- Liam baja la voz por favor.
- ¿Por qué? ¿Está aquí ahora?- Ahora grita.
Hannah mira a todos lados, preocupada de que sus tíos noten que Liam está en la casa, sabe de sobra que se molestaran.
- Liam no puedes estar aquí, hablaremos el lunes cuando salga de clases.
- ¿Por qué quieres que me vaya? ¿Te avergüenzas de mí?
Liam está en un plan insoportable, se porta de forma infantil. Ella adopta una posición más calmada para poder mediar.
- No quiero que mi tío cumpla la promesa de demandarte, por favor.- Explica en un tono conciliador.- Además con tus antecedentes…
Él la interrumpe.
- ¿Mis qué?... ¿Ahora soy un delincuente?
- No, no he dicho eso.
Su tío Albert se aproxima con prisa a la piscina.
- ¿Qué hace este delincuente en mi casa?- Espeta Albert, refiriéndose a Liam.
- Tío, por favor, el ya se va.- Interviene ella, colocándose frente Liam como acto reflejo.
- Liam vete ya.- le pide ella.
- Soy tu novio Hannah, díselo.- Le ordena él con decepción en su mirada.
- ¿Qué has dicho?- Inquiere Albert enfadado.
Ella enmudece y Liam asiente. Sus ojos dejan ver lo que parece ser una lágrima. Aprieta la mandíbula y se marcha con paso firme. Ella lo ve marcharse con tristeza, sabe que lo ha lastimado y lo lamenta, Albert insiste.
- ¿Ese Don nadie ha dicho que es tu novio?
- No quiero hablar eso ahora tío, pero si así fuera tendrías que respetarlo.- Agrega molesta, marchándose a su habitación.
No está dispuesta a lidiar con las impertinencias de su tío ahora.
- Hannah- Le grita, pero ella ignora por completo su llamado.
Al entrar a la casa Abel ha llegado, su tía se ha encargado de ponerlo al tanto y éste no duda en confrontar a Hannah al verla entrar.
- ¿Has permitido que ese idiota entre a esta casa?- Le reclama con furia.
Hannah se detiene y lanza sus cosas con fuerza sobre un mueble. Su paciencia ha sido rebasada y explota.
- Ese no es tu problema Abel.- Refuta con rabia.
- Por supuesto que sí, no entiendo tu afán en seguir viéndote con ese abusador, irresponsable.
Isabella se posiciona en medio de los dos jóvenes para intentar mediar.
- Chicos por favor, ese no es el modo de arreglar las cosas.
Ambos la ignoran por completo.
- Lo que yo haga con mi vida no debería ser asunto tuyo.
Ella lo mira desafiante, él le sostiene la mirada sorprendido por la actitud que ella ha asumido ante él.
- Lo seguirá siendo mientras te comportes de forma tan irresponsable y te empeñes en seguir viendo a ese idiota.- Aseguro apretando la mandíbula.
- ¿Y quién eres tú para opinar nada de mi vida?
Ella no entiende el descaro de Abel, no comprende cómo puede venir y meterse en su vida de ese modo después de haberla dejado plantada en el café esta mañana.
- Pues soy… - Y él parece haber perdido las palabras, se enmudece y su actitud cambia de inmediato. Su cara se relaja y pasa de estar molesto a quedar descolocado.
- ¿Qué? ¿Qué eres Abel?- Insiste Hannah desafiante.
- Es tu primo- Se escucha desde atrás, Albert ha intervenido, uniéndose a la discusión.- Y al igual que nosotros se opone a que sigas viendo a ese maleante, jovencita, ¿Lo has entendido?
Hannah y Abel se miran fijamente, en un duelo de miradas desafiantes y altivas. Ambos han quedado absortos en las últimas palabras no dichas. Hannah es la primera en rendirse y romper el contacto visual. Se voltea y corre a las escaleras para esconderse en su habitación.
- Abel, encárgate de que esa jovencita no vuelva a ver a ese maleante, si lo hace tomaremos medidas más definitivas.- Le ordena Albert a su sobrino.
Abel asiente.
- No creo que sea necesario ser tan drásticos, ¿Cuál es el problema con el joven?- Interfiere Isabella acercándose a su hijo.
- Es un idiota y un abusador- Espeta Abel, y la rabia ha regresado.
- ¿Por qué estas tan molesto Abel?- Inquiere ella notando algo más en la reacción de su hijo.
Ella nota que le esconde algo. Él se voltea, evitando su mirada inquisidora.
- Solo cuido que no cometa mas estupideces mamá.- Y se marcha de la sala.
Hannah esta tirada en la cama, las lagrimas no paran y la tristeza la invade. Recuerda la mirada de decepción de Liam y se desploma. *Él no merece esto* piensa con inmensa tristeza, *no debí dejar que las cosas avanzaran mas*. Su cabeza está hecha en un caos ahora, debe hablar con Liam, eso es un hecho, pero ¿Qué puedo decirle? Se pregunta a sí misma, al tiempo que recuerda su discusión abajo con Abel.
No entiende como se planta en esa posición tan despectiva con Liam, *no me quiere con él, pero tampoco con mas nadie* divaga confundida. Decide que necesita a su amiga para desahogarse. Tiene muchas cosas en las que pensar y una opinión imparcial no estaría demás.
Esa noche Megan accede en quedarse en casa de Hannah, una "noche de chicas" en pro de la vida amorosa de su amiga. El chef de la mansión ha preparado para ellas un menú diferente, han pedido pizza, helado y frituras, y él las ha complacido. Megan se devora hambrienta una bolsa de frituras tirada boca abajo en la cama de Hannah, ella en cambio, está sentada con las piernas cruzadas sobre unos cojines que lanzo al suelo, mientras juguetea con la cucharilla, apenas ha probado el helado que le han servido.
- No puedo creer que te haya besado.- grita Megan emocionada.- Es irreal imaginar que ese hombre tan perfecto te haya besado. ¿Cómo fue? – Inquiere curiosa por saber los detalles.
- Ha sido diferente.
Hannah se pierde en el recuerdo de aquel beso. Su piel se eriza sensible aun.
- ¡Hey! Regresa aquí amiga.- Replica Megan al ver que su amiga se ha perdido.- Obvio que es diferente, ese es un hombre amiga. Sabe lo que hace.- Le informa con suspicacia.- Yo me hubiese rendido por completo. Ese hombre es un sueño.- Agrega fascinada refiriéndose a Abel.- ¿Cómo pudiste controlarte?
- Ha sido él quien se ha arrepentido de repente.
Ella se entristece al recordarlo.
- ¿Por qué?- Pregunta su amiga intrigada.
- Dice que no está bien, que no podemos.- Recuerda con tristeza.- Quisiera decirle que no me interesan los demás, que quiero vivir esto que siento.
- Díselo, hazle saber que no te has rendido. Que lucharas por lo que sientes, tal vez verte decidida y firme lo convenza de una vez.
Hannah parece entender a que se refiere su amiga.
- ¿Qué piensas hacer con Liam?
- Tengo que ser sincera con él lo antes posible, no debí permitir que esto avanzara tanto.