No era una decisión sabia, para nada. El sujeto en frente de él era tan famoso que un don nadie de orfanato había escuchado su nombre un puñado de veces desde que era pequeño. Como sea, tampoco se le ocurría otra mejor.
Con su primera extensión de terreno el margen de error de su plan dependía de cuánto tiempo más podía sacar. Layd respiró profundo. Diez minutos más, y ese tipo no podrá existir cerca de ellos en absoluto, cuando llegue a su segunda extensión.
Echsos y Natsume se quedaron a la expectativa. Si Garyon intenta llegar a ellos primero tendría que pasar por la zona de Layd. No huirían. Confiaban en él.
—¡¿Te crees la gran/
Layd no dudó en actuar a la primera señal de agresión de Garyon, mientras el viejo cuarentón rugía cual mula bastarda, él retrajo sus brazos con las palmas abiertas hacía arriba, aspiró y expandió su pectoral para invocar su primera técnica; estiró los brazos hacía el centro y los cruzó luego de girar las palmas.
A la orden, estacas fueron desprendidas del suelo directo a los aires, una imitación del granizo que una vez azotó su pueblo. No eran muy precisos, pero Garyon se calló frustrado por tener que moverse para esquivar cada una de ellas al toque.
No le dio tiempo fijarse en la trayectoria de cada una de las rocas puntiagudas por lo que su atención se fue junto con su mirada a los aires, justo como lo tenía planeado el descarado de Layd. Realizó otra postura similar —esta vez con los puños cerrados —, se echó para la izquierda con su brazo derecho en la postura inicial y convocó su siguiente ataque en la forma de un montículo de tierra que fue acumulándose en forma de rueda girando un par de veces a su alrededor para luego ir despedida con el gesto de un batazo de torso completo.
Garyon estaba a más de cinco metros de Layd —para ser exactos a ocho y medio —por lo que Layd perdería el control de la rueda apenas llegar al límite.
Tras asegurarse de que la rueda saliera disparada lo mejor posible de su rango, Layd cambió su enfoque por completo por segunda vez. Extendió las palmas al frente suyo y cerró los ojos; poco a poco la expresión de su rostro mutó a una horrenda mueca de incomodidad producto de una tensión inmensa en sus músculos. Se escucharon crujidos del suelo que llamaron la atención de Garyon que recién percibía la enorme rueda de metro y medio que se le venía encima por la izquierda sin haberse acabado las estacas sobre su cielo. Primero fue el brazo izquierdo de Layd, luego el derecho, de nuevo el izquierdo, repetir el derecho y reiniciar el ciclo. La tierra se elevó pegadas a sus palmas y al bajarlas una ola de tierra se formaba desafiando el estado de la misma, asemejándose a un fluido no newtoniano. Le costó porque su objetivo iba más allá de hacer que el suelo pareciera agua, quería que esas ondas llegaran a los pies de aquel psicópata, que sobrepasará su límite de rango, aunque perdiera el control o duraran poco. Cosa que logró.
Por eso era necesario seguir un plan. Obligar a su oponente a estar a la defensiva, relegarlo a estar preocupado por su seguridad en lugar de notar las debilidades de su resonancia. Crear una situación en la que el mínimo de los errores lleve al enemigo a sufrir severos daños.
Temblores, proyectiles y una maza rodante, los ataques de Layd no eran producto de ira, desesperación o un vacuo deseo de acabar con su oponente. Garyon frunció el ceño, odiaba tener que lidiar con esa clase de personas, las ingeniosas.
Layd no tuvo la ocasión para contarle a Seng, Echsos y Natsume como entrenó su resonancia. La verdad, él siempre fue terrible percibiendo su alma, lo espiritual no iba con él.
Por ello dedicó semanas enteras de su vida a estar sentado en un solo lugar, sentir cada roce de los elementos a su derredor, intentar diferenciar y presenciar los diminutos cambios que existían en este plano terrenal. Por un mes le fue imposible darse cuenta de las pequeñas cosas, detalles minúsculos como las huellas de una hormiga pasaban de él por completo. Sin embargo, tras varios meses en aquel lugar, pudo diferenciar el tamaño de ciertos montículos de arena que habían sido afectados por el viento durante el transcurso del día.
Puede que tuviera suerte. No lo sabe, Layd no es de esos que apoyan el partido de que las resonancias están decididas desde un inicio o que provienen de las experiencias vividas.
No obstante, está agradecido.
Y piensa usar ese don de manipular la tierra a su favor aun le cueste dedicar extensas horas el vincularse con el terreno y unos segundos eternos y dolorosos comandarlo.
El plan de Layd siempre ha sido el mismo. Dedicación y constancia, sin respiros, nada de tiempo muertos, ninguna oportunidad desperdiciada.
Layd ni siquiera contempló bien las olas increíbles que provocó, se enfocó en lo que era necesario: realizar su próximo movimiento, otra técnica.
—"No creas que voy a parar maldito" —resolló listo para una segunda sucesión letal.
———————————————————————————————————
El silbido apacible del viento azotó sus corazones, ese mísero segundo fue todo el descanso que ambos tuvieron. Los próximos movimientos eran los que determinarían el resultado del duelo. Ninguno se había reprimido hasta entonces, solo habían cometido errores cegados por su exceso de confianza, ¿por qué hacerlo ahora?
Eheron no tuvo la oportunidad de apreciar con detalle la figura de Seng, sin embargo, supo que la situación mutó por la extraña sensación de incomodidad que le provocó comezón en los nudillos. Detrás de ese árbol Seng asimiló la forma de un coyote sombrío —producto de su necesidad de visualizar lo que su sombra será para controlarla —dispuesto a arrasar el cuello de Eheron.
Los dos realizaron su primera acción al unísono, las cadenas se retrajeron en la que Eheron determinó era la dirección más probable a la que Seng se movería, Seng apretó los dientes aceptando la cruel realidad que le sobrevenía y prosiguió a rodear los árboles justo como Eheron predijo.
Si hay un fallo o debilidad que se pueda recalcar de las sombras de Seng, es que están atadas a su origen natural; si la luz viene desde arriba están abajo, si viene desde el frente está detrás, por ello sin importar lo mucho que desee usar un par de trucos interesantes tiene que mantenerse en el sendero que sabe que no causará alguna anomalía, para cumplir su objetivo.
Avanzó firme y recibió un fuerte impacto de una cadena, aunque estuvo por esquivarla —esa otra resonancia de Eheron era un dolor en el culo —, ahogó el grito de dolor y de rabia e ignoró la presencia de la cadena para seguir adelante.
—"Ah… Conque eso harás" —El orgullo de Eheron fue estrujado como si alguien hubiera mancillado su esfuerzo, el tiempo que le costó aprender y perfeccionar su técnica. —"¡Púdrete!"
Así es, el plan de Seng era obtener la ventaja al reducir a lo bruto la distancia que había entre ambos. Atacar, no defender. Por eso iba a usar su sombra para obligar a su cuerpo a moverse, claro que no dudará en esquivar los ataques si es posible, pero en realidad le daban igual en este punto.
Y eso hizo enfurecer a Eheron.
Eheron jaló con fuerza las cadenas, rozando con rudeza la espalda de Seng sin lograr detenerlo. ¿Las va a ignorar? ¡PUES QUE LO HAGA!
Se reafirmó en el suelo, no iba a retroceder. Era un desafío que no iba a perder.
Tres metros para que Seng llegue hasta él.
Eheron agitó las cadenas como una bestia. El primer golpe provino por la derecha, Seng saltó creyendo que así la evitaría sin dejar de acercarse, sin embargo, ese ataque era una finta para que conectara el verdadero golpe que llegó de imprevisto por el otro lado a través del suelo. El impacto fue tal que Seng no tuvo opción más que dejar de usar sus músculos y confiar en su sombra para no detenerse, lo cual trajo consigo consecuencias terribles.
Uno, dos, tres, cuatro, cara, cuello, pie, cabeza, brazo, hombro, once, doce, trece, rodilla, talón, pie, pecho, dieciocho, diecinueve… En menos de tres segundos, en lo que le tomó a Seng recorrer solo con su sombra alrededor de dos metros, Eheron le propinó cuantos golpes pudo imaginar.
La sombra de Seng no se despegó de su cuerpo y por el contrario logró hacer que se levantara con una buena velocidad directo al desgraciado de las cadenas.
Le dolía…
Escuchó varias veces que algo dentro de él crujió y lo sintió todavía más.
Ardía…
Sus ojos plateados estaban rodeados de un color rojo gracias a la irritación. Lo había logrado. Estaba frente a Eheron, era el momento por el cual luchó, la oportunidad de devolver los ataques.
¿Por qué no había usado esa táctica de Berserker para huir? Si podía hacerlo para avanzar claro que también era capaz de lo contrario y hasta pudo quedar con menos heridas, quizás incluso reanudar su primer plan. Por más raro que suene, Seng pensó en eso y consiente del significado de su elección no dudó en acortar la distancia por una única razón:
¡¡¡PARA PARTIRLE LA MADRE A ESE IDIOTA!!!
El duelo de resistencia no estaba solo en la mente de Eheron, también en la de Seng. En serio, en serio, en serio no iba a permitirse el huir como un cobarde cuando su rival se atrevió a tomar esa postura engreída y no retroceder.
Al estar a menos de un metro, Seng apartó la sombra de su cara —revelando una risa repleta de furia y cada una de las heridas abiertas de su rostro —y estiró los brazos a la vez que la sombra para atrapar a Eheron, este se mordió la lengua frustrado por fallar en matarle, sintió como pisoteó su orgullo por segunda vez y llevo a cabo su último recurso.
En vez de retroceder y tratar de esquivar a Seng, movió con tal fuerza sus cadenas que estas comenzaron a rodearlos a ambos en una amplia circunferencia.
—"¿Piensa atarnos juntos? ¡Pues que lo haga!" —El cuello de Eheron casi estaba en sus manos, sin embargo, Seng no tardó demasiado en darse cuenta del error que siempre poseyó su plan.
La expresión de euforia de Seng desapareció cuando Eheron estiró sus brazos para abajo y detrás al dar ese leve salto para atrás. Las cadenas se apretaron y cerraron ese círculo de la muerte traspasando a su dueño y dejando a Seng encadenado.