Está acabado.
Eso afirmaría cualquier persona que viera a Seng recibir ese cruel cadenazo en su mejilla. Seng abrió los ojos de par en par producto de la inmensa impresión que le causó su dolor, quizás había impactado en algún nervio y por ello sintió una descarga recorrer su ser.
Pero Eheron no es un novato, no señor, ese segundo ataque era apenas el comienzo de la tortura.
Reposicionó su brazo y de una potente sacudida redirigió la cadena. Seng por reflejo creó un pequeño muro de sombras que le sirvió tanto como la primera vez. La rodilla, la espalda, el hombro… cada uno de los ataques de Eheron lograron alcanzar a Seng para provocar un espeluznante crujido que se esparcía espantando a las criaturas del bosque.
Eheron no tenía intenciones de matarlo, todavía.
Le bastaba con dejarlo fuera de combate, pero…
La sombra de Seng no paraba de moverse y cambiar de forma. Seng está sufriendo, debería haber perdido la concentración y ser incapaz de usar sus resonancias, en lugar de seguir proyectando esas fútiles barreras, tendría que parar.
Por su bien.
—"No me obligues" —pensó Eheron. No era la primera vez que presenciaba esa clase de conducta.
Aquellos que son hábiles con sus resonancias, los que han entrenado incontables días, que se han dedicado a poder usar su habilidad hasta en la peor de las situaciones, tienden a hacer con exactitud lo anterior… Usarlas.
Como seres de hábitos, resulta casi imposible huir de ellos. En las otras ocasiones, los que hubieran sido grandes rivales y amenazas para él y Garyon se convirtieron en criaturas predecibles cuando llegaban a una situación así. Resonancias increíbles que de haber superado el dolor y enfocado su alma en exterminar a la fuente de sus heridas quizás hubieran preservado su vida.
Seng estaba cubierto con sus brazos, quieto a merced de las cadenas.
Las resonancias de Seng no entraban en la categoría de las anteriores, a menos que su sombra sea capaz de viajar cinco metros —más del doble de su rango eficaz —Eheron puede dedicar su esfuerzo en diezmar la salud de Seng y invalidar cada táctica de huida.
En el décimo primer ataque de Eheron, el que iba dirigido al hueco poplíteo se rompió el patrón.
Seng clavó sus ojos en Eheron y en lugar de interponer su sombra en medio como barrera defensiva de Berserker, la acumuló debajo de sus pies para impulsarse hacia arriba y evitar el golpe.
Eheron apretó la cadena sorprendido, al parecer Seng no era como los últimos tres y no se rindió a sus instintos, tan solo tardó un poco en comprender bien la situación.
Igual no importa, esquivar uno no le salvaría.
Eheron apuntó su siguiente ataque al cuello de Seng en pleno aire, la precisión era exacta y la técnica impecable. Fallar se sintió tan horrible para él cuando Seng lo evitó jalando sus pies que seguían conectados a la sombra y agachándose.
¿Qué pasaba? ¿Acaso fue él quien cedió a sus costumbres?
—Como quieras —musitó sin querer al activar su segunda resonancia.
La energía cinética y la fuerza de gravedad que afectaban a las cadenas desaparecieron. Eheron agitó las cadenas desde el principio y como una ola se tornaron en una dirección irrealista directo hacia Seng. La de la derecha logró impactar ligeramente sobre la cabeza de Seng, no obstante, la siguiente que iba dirigida al pecho falló.
Eheron no se detuvo. Apenas movía los brazos en comparación a la singular manera en que las cadenas permanecían en la mitad del aire.
Era un duelo de adaptación.
¿Quién ganará? La increíble habilidad de Eheron para controlar sus cadenas mejor que una bailarina veterana a sus lazos, o Seng que llevaba medio minuto desafiando el concepto de terreno para salvar su trasero.
La respuesta es obvia. Ambos lo sabían.
El que está a la ofensiva nunca perderá sin recibir daño y el que defiende no ganará sin causarlo.
Por mucho que Seng use su sombra para jalarse de un lado a otro, saltar en el aire creando una pared, empujarse de lado, arrastrarse por el piso mientras se mueve… no conseguirá darle su merecido a Eheron en ese estado, sobreviviendo.
Qué difícil.
Lo único que se le ocurría para cerrar la brecha que existía entre ellos era arremeter con todo, ignorando el dolor y el quejido de su cuerpo. No era un gran plan.
En ese momento, tras eludir el último ataque Seng apoyó la espalda contra un árbol y Eheron manipuló la cadena de su mano izquierda con el fin de acabar el combate. Seng supuso que la misma que trataría de clavarla en su pecho o cara, por ello se asustó de sobremanera cuando vio que no iba directo a él.
Ya lo he dicho y lo repito, da igual que se haya adaptado para recibir uno de cada diez golpes, en algún momento Seng cederá.
Y ese momento es cuando sea inmovilizado.
La cadena pasó a su lado y giró con una velocidad asombrosa por el árbol. Seng estaba confundido.
—"¿Acaso no lo atravesaban todo? ¡Tonto!" —Se dijo a sí mismo cuando se dio cuenta que atraviesen o no, si se enrollan alrededor de él será el fin.
Justo antes de que la cadena completará su trayectoria circular, Seng se aguantó un golpe directo de la otra cadena en la frente y usó su sombra para impulsarse hacia arriba y luego saltó usando de base al árbol que por poco no fue su tumba.
En el aire era vulnerable. Estar a más de un metro y medio del suelo, del lugar de donde surge su sombra la mayoría de las veces, le recordó las heridas que cargaba encima y lo terrible que se sentiría su cuerpo una vez la adrenalina abandonara su sistema.
Él ya estaba jodido.
¿Así que por qué no intentarlo? No hay nada de que arrepentirse.
Al caer con las manos y rodillas al piso llevó acabo el primer paso para ser el dueño de la ofensiva, rodearse de su sombra… por completo.
¿Que quizás no sirva para nada porque las cadenas atravesarán e impactaran igualito? ¡Eso no le interesa!
Su objetivo al rodearse de su sombra era sobrepasar el limitador al que llegaría dentro de poco.
Porque, aunque su resistencia sea enorme, en un instante dado se agotará y Eheron lo rematará. Por lo que debe abandonar la percepción de su cuerpo como la fuente de moción de su existencia y entrar en el concepto de que su alma es quien obliga a esa máquina de carne y huesos a actuar.
Y tiene la suerte de poseer un segundo método para cumplir ese cometido.
Usar su sombra como un traje y usarla para mover todo su cuerpo —si hace falta —quebrándolo en el proceso.
—¡Jajajajajaja! —Se carcajeó Seng como un psicótico y arrancó su acometida salvaje contra Eheron.