—En serio lo lamento Natsume —susurró Layd a su hermanastra.
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Eran alrededor de las ocho de la noche, luego de que Seng obligara a Layd a rehacer el escondite con el triple de detalle que antes, al grado de que lo poco que quedaba del día se escapó por el cielo. Al final la falta de coordinación y debilidades individuales cedieron su única oportunidad de llevarse a Echsos.
Ahora tenían claro que no podían hacer mucho en contra de Seng.
—No me interesa lo mucho que quieran a este chico, él y yo tenemos un trato pendiente y no dejaré que se vaya hasta que cumpla su parte —Fue lo que dijo Seng cuando finalizó de explotar a Layd.
—¿Te qué hace creer que nos rendiremos? —Fue lo que Natsume avisó con el espíritu y aliento restaurado.
Seng se sentó en la recién hecha mesa del nuevo comedor, cruzó sus piernas por los tobillos y acarició la mesa con una profunda y melancólica mirada.
—¿Qué te hace creer que podrás conmigo? —enunció este y con el sonido de un crujido que se clavó en el oído de todos los presentes les reveló uno de los rostros más escasos de empatía u odio.
Echsos se paralizó y mordió su lengua para no decir ninguna de las intenciones macabras que recibió del alma de Seng. Layd se limitó a ver a su compañera y esperar su respuesta resuelto a hacer lo que sea mejor para ellos.
Suerte que Airys se perdió esa extraña muestra de sinceridad de Seng porque la había mandado a buscar las cobijas.
—Bien. —Natsume se recostó en el sillón tierra que aparentaba ser cómodo.
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—No, fue culpa mía que no tuvieras apoyo —aclaró ella.
Ellos estaban recostados en contra una de las paredes en el fondo de la cueva, con una manta que apenas los lograba cubrir si se juntaban por completo. Del otro lado, si habrían los ojos lo único que podían ver era la luz de luna que salpicaba la entrada del escondite, la cual bañaba a Airys sobre la mesa de tierra luchando por hallar una posición cómoda.
Pero lo que más llamaba su atención era los penetrantes ojos plateados de Seng que no se alejaban de ellos. Echsos estaba a su lado derecho en dirección a la salida, profundamente dormido con la otra única cobija disponible. Natsume no distinguía del todo bien, sin embargo, para ella estaba claro que él usaba su sombra mientras asimilaba estar sentado.
—Después de todo sé qué tipo de persona es… —dijo sin miedo alguno por Seng. —"También he llevado esa máscara encima" —vagó en su mente mientras caía dormida.
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El alba vino acompañada con un fastidioso dolor de espalda para Layd y una sensación implacentera en general para Natsume, en especial porque lo que lo primero que oyó al tener noción de su derredor fue la voz arrogante de ese sujeto.
—¿Ya van a despertar? —bromeó Seng por usar cual desgraciado su resonancia para aumentar el ruido de su voz para los oídos de los dos.
—¿Qué crees? —Natsume entreabrió un ojo y frunció el ceño como si hubiera si quiera luz entrando en la cueva. —¿Dónde está Echsos? —preguntó apenas se repuso mientras que Layd seguía en un estado semejante al limbo.
—Está practicando la autopercepción con la Mocosa, —Les lanzó un par de bananas y sentó de piernas cruzadas sobre la mesa. —Es mejor en la mañana.
Layd no se despertó en absoluto, pero su cuerpo no tardo en tomar la fruta y comerla. Natsume le vio con cierta rabia por dejarse llevar cerca de un enemigo así que le dio un codazo para apartarlo y se quedó con la cobija; obvio Layd cayó al suelo y —sorpresa— no paró de comer en ese estado.
—Yo venía a charlar con los dos… —Levantó la ceja al ver a Layd haciendo lo que sea que sea eso. —Yo me conformo contigo.
—No me agradas, y no lo sabes, pero llevamos más/
—Sí, sí, yo sé —interrumpió Seng —. Echsos ya me ha contado la situación y lo primero me importa tanto como a Layd comer tierra.
Natsume le miró feo y bufó en contra de su voluntad.
—Bien, ¿qué quieres? —Se acurrucó con la manta.
—Una tregua, —Seng le dio un mordisco a una banaba que cargaba con su sombra. —No es que yo no pueda con ustedes y eso, es que sería un fastidio que trataran de secuestrarlo/
—No podemos SECUESTRARLO nosotros, somos su familia —explicó ella furiosa.
—Como sea, lo importante es que deseo un trato.
—Aja…
—Dos semanas, ni más ni menos, yo me aseguro que él cumpla su parte del trato y cumplo la mía, luego de eso no ayudaré a Echsos en nada más.
Natsume lo meditó un segundo, se tapó la boca y suspiro para calentarse las manos mientras Seng trataba de evitar burlarse de esos cabellos desastrosos. Layd abrió un ojo curioso por lo que decían.
—Bien… —musitó. —aunque debo saber cuál es su trato.
—Le enseñaré a usar su alma a cambio de un favor con su habilidad.
Cuando Seng contestó la duda de Natsume quedó claro como el agua que dejó de ser la chica soñolienta y vulnerable a una víbora experta en devorar a pequeños hermanitos babosos. Layd soltó una pequeña risa y elevó una plegaría por su hermano, que en paz descanse.
—¡¿En serio?! ¡Aarghh! ¡Que pequeño mocoso más idiota! —Se revolvió los cabellos con tanta fuerza como para ahorcar a alguien hasta matarlo. —¡¿No hay problema si lo golpeo, verdad?!
—Claro, —Recién dijo Seng, Natsume se levantó dispuesta a darle una muy maternal paliza a Echsos. —Solo quiero saber algo —Seng le detuvo a mitad de camino.
—¿Qué? —gruñó.
—¿Qué pasó con los que les seguían?
—Ah, —Se acomodó los cabellos con cierta vergüenza porque sintió el caos encima de su cabeza. —los perdimos antes de llegar al pie de la montaña.
—Sí, no creo que nos encuentre —añadió Layd con la cáscara vacía en la mano.
Seng se puso de pie dispuesto a acompañar a Natsume a arriba. No le importaba demasiado que hubieran otros grupos de personas interesados en utilizar a Echsos —parte de ello por lo difícil que es adivinar dónde está y ni se diga en la montaña—, no obstante, Echsos le había comentado que por no poder controlarse reveló su poder a tantas personas que la voz se corrió por todos lados. Por eso tenía esa preocupación en mente, porque si en verdad desean encontrar a alguien, no hay duda que vendrán individuos con ese tipo de resonancia a arruinar el día.
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En la madrugada de ese día Seng obligó a Echsos a despertar de una patada, la verdad no lo pensó y le salió la mala costumbre que llevaba meses aplicando con Airys. Echsos se quejó sobando su trasero y Seng actuó como si fuera parte de su forma de entrenar —teniendo en cuenta que así entrenaba a Airys, pues lo era—y repitió esa acción con Airys para demostrarlo.
La mocosa comenzó a chillar, pero gracias a la tercera resonancia de Seng no despertaron al otro par.
Seng poseía un total de tres resonancias a parte de lo estándar que es con su propio cuerpo:
Puede manipular su sombra siguiendo los límites explicados antes.
Puede crear hielo, sin embargo, el punto inicial siempre es sus manos o pies y de allí en adelante puede ir dándole la forma que desee. En lugar de derretirse el hielo se evapora con el tiempo, dura más de lo que un hielo tarda en volverse agua a cambio de que no es comestible en absoluto y dura menos si lo comparas con el proceso de evaporación tras ser agua.
Y la última resonancia que descubrió a los dieciséis es alterar el sonido, de forma específica alterar por dónde y con qué tanta "fuerza" viaja. El concepto del sonido viajando a través de ondas fue un serio problema —sigue siendo así—al principio para él, no obstante, es capaz de evitar que el sonido se esparza como lo hace con normalidad y lo contrario también.
Por eso es que puede decir lo que sea enfrente de alguien y que otra persona detrás de esa escuche lo que dice sin el primero oír nada.
—Eso es lo que sé de tus resonancias —concluyó Echsos tras hablar de la situación en general y que Seng le pidiera que dijera cada detalle de lo que sabe.
—V-vaya… —Le tomó un minuto a Seng lidiar con la sensación de pérdida y vergüenza que era ser deducido en tan poco tiempo, aunque claro no era porque su rival era un genio, sino que tenía una sino la resonancia más conveniente en este mundo de posibilidades infinitas.
El sol apenas estaba por salir, los tres estaban arriba del escondite renovado.
—¿Y de mí? —preguntó Airys ansiosa.
—Que tu hermano es tu ídolo.
—Me refiero a mi poder, digo resonancia —modificó sus palabras ante le severa mirada de reproche de Seng.
—Que tienes bastantes criaturas para invocar.
—Hmm… —Hizo un puchero que tomó desprevenido a Echsos por estar sentados cerca. —Eso no me sirve, quiero saber mis resonancias —lloriqueó.
—A eso vamos Mocosa. —dijo Seng mientras su sombra lo elevaba para ponerme de pie sin mover un dedo. —Lo primero que hay que hacer es que Echsos sea capaz de detallar su resonancia como las mías.
—¿Y cómo haremos eso? —dijo Airys.
—Autopercepción.
—¡¿Ehh?! ¿Otra vez…? —protestó harta.
—Sí, —Seng usó un tono profundo como el mar porque él también estaba hasta el cuello con esas quejas. —Otra vez.
La práctica de la autopercepción en resumen es meditar. Se usa como táctica para despertar, y en caso de haber despertado ya, como un método de búsqueda de resonancias. Por suerte Echsos había despertado con anterioridad y la obvia consecuencia de ello era su resonancia incontrolable.
Es costumbre realizar la autopercepción en las mañanas porque el sueño y el sereno ayuda a entrar en esa zona entre la pereza del cuerpo y la energía recargada del alma. No hay una postura que sea aceptada universalmente para realizarla —Seng recomienda una postura en la que podías quedar dormido pero que sea inherentemente incómoda—por lo que luego de ordenarles era decisión de ellos.
—¿Qué haces? —cuestionó Echsos al ver como Airys escalaba un árbol.
—Probar —respondió al colgarse de cabeza.
Echsos le observó con curiosidad, su resonancia no le indicó nada que disipara su duda y lo único que supuso es que ella en realidad nunca había logrado entrar en esa tal zona. Se rindió y se recostó en el piso, lo normal es que acostado te duermas fácil y que el suelo tuviera rocas y fuera rígido le fastidiaba lo necesario para no acabar dormido.
Seng se dispuso a irse al escondite para hablar con la pareja de hermanatros.
—Oye Seng, —dijo Echsos con los ojos cerrados y las manos sobre su estómago. —¿En serio bastaran dos semanas?
Seng contempló la salida del sol y con una expresión repleta de decidía y ganas de no estar perdiendo el tiempo en demostrar lo que era obvio.
—Depende de ti chico.
Seng estaba seguro que él era el Elegido.