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Chapter 2 - Capítulo 1

Beep Beep Beep

Bonnie pestañeó ante el sonido de su despertador. Se sentó sobre su cama y se frotó los ojos, revisando la hora que marcaba el despertador. Las 7:35 am.

- Domingo por la mañana, hora de ir a la iglesia- pensó ella.

Se duchó y vistió con su ropa de domingo. Al salir del baño después de vestirse, se contempló en el espejo. Observó cómo su pelo castaño relucía con suaves ondas que caían desde la raíz hasta casi su cintura. Al bajar la mirada apreció su vestido color amarillo pastel, se ceñía a su cintura y se posaba de una manera adorable hasta unos centímetros por encima de sus rodillas. La parte más visible de la tela era un delicado bordado que se extendía desde la cintura hasta su pecho, pero la parte que sin duda había cautivado a Bonnie era el cuello: dos simples tiras sostenían el vestido creado por la abuela de la adolescente. Las tiras bordadas estaban unidas creando una perfecta curva y la parte del torso también bordada daba una imagen elegante.

Al terminar de contemplarse en el espejo, bajó donde se encontraban sus padres, su padre se mantenía ocupado leyendo el periódico del día mientras su madre estaba con el teléfono móvil.

- Buenos días- dijo Bonnie bajando las escaleras.

- Buenos días, cariño- respondió su padre levantando la vista del periódico y regalándole una sonrisa.

Bonnie se acercó a la cafetera y empezó a prepararse un cappuccino, durante el proceso se acercó a su madre y le dió un beso en la mejilla.

- ¡Estás muy guapa Bonnie!- exclamó su madre con admiración al mirarla, ella adoraba aquel vestido, le encantaba cómo le quedaba. Al fin y al cabo se lo había creado su madre, la abuela de Bonnie.

Como respuesta, ella sonrió con agradecimiento, miró la cafetera y se acercó al ver que su café ya se había preparado. Al finalizar el desayuno se aproximaron al coche y se dirigieron a la iglesia de la ciudad. En cinco minutos ya estaban ahí, vivían en una ciudad pequeña.

Salieron del coche y se encaminaron hacia la iglesia. Al llegar vieron a su primo con sus tíos, se acercaron a ellos y charlaron amigablemente hasta que llegó el cura. La muchacha estaba confusa, su mejor amiga no había venido a la misa de hoy. Se sentaron juntos y escucharon atentamente todo lo que decía el recién llegado.

Bonnie mantenía la vista en frente, sin escuchar completamente lo que el sacerdote recitaba. Ella creía en Dios, pero no le gustaba mucho la idea de levantarse temprano los domingos y escuchar a un sacerdote recitar cosas de hace siglos y de mente tan cerrada.

Las únicas veces en las que disfrutó la misa fue cuando venía el Papa Francisco, él sí que sabía cómo entretener a la gente, además era de mente bastante más abierta, cosa que creía importante. Dicho de otro modo, a ella le aburría, y bastante. Sólo iba a la misa para contentar a sus padres, desde siempre su única meta fue ser la hija perfecta y que de esta manera sus padres estuvieran orgullosos de su única descendiente. Y no solamente con la religión, si no que también con los estudios. Se encargaba de ser la mejor alumna, costase lo que costase. En cambio, su primo era algo diferente. A él le apasionaba la iglesia, ella siempre se cuestionaba el porqué, pero nunca llegó a preguntar. Le parecía algo demasiado personal.

Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Jayden le estaba llamando. Giró su cabeza con disimulo para mirar hacia su dirección y bajó su mirada para ver cómo su suave mano tocaba su brazo con cuidado.

- ¿Te encuentras bien Bonnie?- musitó algo preocupado- Estás algo pálida.

- ¿Qué?- preguntó un poco confundida, a los segundos reaccionó, cogió su teléfono móvil y se miró en el reflejo de éste- La verdad es que me siento un poco sofocada, saldré un segundo.

Como respuesta Jayden simplemente asintió con la cabeza algo inquieto. Bonnie miró a su madre y le susurró que iba ir a refrescarse, su madre, Grace, le respondió algo preocupada si se encontraba mal, ella le respondió que sólo un poco mareada y Grace la dejó irse.

Se disculpó con todo el mundo y fue hasta el baño. Dentro de éste se refrescó la cara y se examinó en el espejo, se dió cuenta que Jayden tenía razón, su piel algo bronceada, se encontraba bastante pálida, como si de un vampiro se tratase. Se refrescó la cara algo asustada al verse de esa manera. No sabe cuándo pero empezó a llorar desconsoladamente.

Se quedó ahí parada unos minutos, lo cual preocupó a su familia y por esa razón el padre de Bonnie, Frank, mandó a Jayden a buscarla para que comprobara si se encontraba bien. Él se levantó velozmente de su asiento, pidió disculpas a los presentes y salió en su busca. Cerró las puertas de la iglesia y la buscó alrededor de ésta para comprobar si se hallaba en algún lugar cercano a la catedral. Dio una vuelta entera, pero no la encontró. Al estar de nuevo en frente de la parroquia, se dedicó a observarla. Le encantaba contemplar el edificio, aunque nunca había sido sometido a ningún cambio en su corta vida, siempre se sorprendía de su belleza.

Se golpeó mentalmente al recordar porqué estaba ahí. Volvió a centrarse en buscar a su prima, se paró a pensar dónde podría estar. Pensó que podría estar en algún banco cercano, fue hasta los tres bancos más cercanos. Pero nada, Bonnie no se encontraba en ninguno. Consideró que podría estar en el baño, así que volvió a salir en su busca. Como era el baño de mujeres, se quedó un minuto en la puerta, quieto, para ver si salía. No fue así, se preocupó por tercera vez en el día y la llamó.

- ¿Sí?- respondió una débil voz.

- ¿Te encuentras bien?

- Como una rosa- ironizó ella.

- Voy a entrar- avisó Jayden antes de hacerlo.

Cuando la vió en el suelo del baño llorando, se acercó más veloz que la luz para abrazarla. Al sentir los brazos del joven, dejó de llorar y le devolvió el abrazo debilitadamente. Jayden se dio la vuelta para darle la espalda. Cogió a Bonnie para colocarla ahí y llevarla hasta la entrada de la iglesia, para avisarle a sus padres que la llevaría a casa para que pudiera descansar y obviamente para pedir las llaves de la casa. No tardó ni cinco minutos, al salir rápidamente la volvió a dejar en la anterior postura.

Ella estaba bastante cómoda y agradecida de tener un primo tan maravilloso como el que tenía. También agradecía todo el tiempo que Jayden pasó en el gimnasio este verano, si no, le hubiera sido imposible tener la fuerza para llevarla y tendría que haber ido andando.

Estuvieron callados durante todo el pequeño recorrido, no era un silencio incómodo.

Llegaron en aproximadamente diez minutos. Abrieron la puerta principal y se adentraron en la acogedora vivienda.