Era domingo, habían pasado tres días desde que se enteró de su enfermedad.
El viernes no asistió al instituto sintiéndose incapaz de ir. Sus padres estuvieron con ella todo el día. Pero, hoy era domingo, tenía que ir a misa sí o sí, no había elección.
Habían llegado tan solo cinco minutos antes, hoy había atasco. La muchacha de tan solo 17 años se debatía entre contarle su relación a su padre o no, él siempre había sido comprensivo con ella y una vez le contó que cuando era joven salió con un chico, antes de enamorarse de su madre. Así que tal vez, y solo tal vez, no le juzgaría.
Entraron y saludaron a todas las familias como lo hacían siempre, se sentaron con sus tíos y primo y esperaron a que el cura hablará. Todavía faltaban unos minutos, así que Jayden cogió su teléfono móvil y le escribió un mensaje a Bonnie
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El joven sonrió con algo de gracia ante su respuesta y le preguntó la razón de su falta el día anterior.
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Siguieron hablando hasta que el sacerdote hizo acto de presencia.
La misa había acabado, los padres de ambos habían decidido comer juntos en la casa de Bonnie, ya que era algo más grande. El de labios gruesos se preguntaba cómo iba a aguantar sin darle un beso y decirle lo cuanto que la quería en toda la comida.
Después de comer decidió intentar convencer a los padres de la joven de que él la llevaría en su coche al instituto y que se responsabilizaría de traerla sana y salva de vuelta a casa. Bonnie observaba la escena riéndose de las muecas que ponían todos. Su padre se negaba, ya que decía que era muy frágil y que debía llevarla él cómo siempre había sido.
Mientras que Grace intentaba convencer a su esposo de que ya tenía diecisiete años y que no era un chico cualquiera, era su primo, un buen chico, así que todo estaría bien.
Terminaron aceptando y los muchachos felices se dieron un abrazo riendo. Subieron a la habitación de la muchacha para que ésta le contara lo que le sucedía. Al igual que a Caroline, se lo contó todo. Ella ya no lloraba, el muchacho sintió que el mundo se le venía abajo.
- No puede ser, no puede ser, ¿cuándo tenéis cita con el médico?
- Mañana- respondió mirándolo directamente en los ojos.
- No quiero ser un llorón, pero me lo pones difícil- dijo él con los ojos brillosos y un adorable puchero en su cara. En respuesta ella solamente rió.
Cambiaron de tema rápidamente, aunque el muchacho quería seguir hablando de ese tema, ella se rehusó. Empezaron a hablar de que querían hacer cuándo terminarán el instituto, los dos querían ir a la universidad de Yale, estaba a tan solo 10 minutos de su pueblo, así que podrían quedarse en su casa. Ambos tenían las mejores notas, así que no se preocuparon por no llegar a la puntuación que exigía, ambos eran bilingües así que por ese aspecto no tenían problema. Su lengua natal era el inglés, el idioma que hoy en día se considera demasiado importante, Bonnie además sabía francés y Jayden español.
- Yo quiero estudiar derecho. Me gustaría ser abogada.- comentó la muchacha distraídamente.
- Me encantaría ser contable en una buena empresa de entretenimiento.
Siguieron hablando y riéndose, hasta que los padres de Jayden llamaron a la puerta informando de que se tenían que ir ya, instintivamente miraron al reloj del despertador, se habían pasado dos horas hablando.
Ya eran las siete de la tarde y los padres de Bonnie estaban cocinando, siempre cocinaban juntos. Eso a la inexperta muchacha le parecía totalmente tierno. Sus padres llevaban más de 20 años casados y seguían enamorados como el primer día. Era algo realmente admirable.
Bendijeron la mesa y empezaron a comer. Hoy tocaba pollo asado con patatas fritas. Bonnie les comentó acerca del baile que les había mandado el profesor aprenderse. Sus padres se reían de las muecas de la muchacha, mientras ella bufaba, se empezó a reír con ellos.
Bonnie, recuerda que vamos al médico, llegarás tarde a la primera hora- le recordó su madre la mañana siguiente, mientras se ponía sus elegantes tacones. Y se peinaba su ondulado pelo marrón que le llegaba hasta los hombros.
- Cariño, ¿has visto mi reloj Rolex?- preguntó su alto padre a su madre- hoy tengo una reunión y quiero dar una buena impresión.
La elegante y dulce mujer señaló la mesita en la entrada y su padre lo cogió. Su padre era gerente de arquitectura y hoy tendría una reunión con unos inversionistas. Terminaron de prepararse y salieron todos juntos al hospital.
- ¿Estás nerviosa?- preguntó su padre mientras miraba con sus ojos verdes a su hija, ella era una mezcla de los dos. Su abuela solía decir que sacó lo bueno de cada uno. El pelo y pequeña cara de su madre, los ojos y los gruesos labios de su padre .