Nada más entrar, Bonnie se tumbó en el sofá en busca de acomodarse para poder descansar. Pasaron diez minutos y la muchacha no era capaz de dormir, así que decidió analizar la situación en la que se encontraba. Eran muy pocos los momentos en los que estaba con Jayden, solos. Realmente no eran muy cercanos debido a eso, iban al mismo instituto, pero verdaderamente nunca habían pasado de palabras cordiales. No se conocían lo más mínimo. Decidió intentar volver a dormir, le empezaba a doler la cabeza. Al cabo de cinco minutos lo logró.
Mientras ésta dormía, Jayden se encontraba jugando a algún juego en el teléfono móvil para despejar un poco su mente. Desgraciadamente le llegó el típico aviso automático que advierte que te queda veinte por ciento de batería. Decidió dejar el Iphone de lado, estaba aburrido, así que se dirigió a la cocina para beber algo.
Nada más entrar se topó con la cocina de revista que poseían sus tíos, él no era ningún experto en muebles, pero no hacía falta saberlo, hasta la persona más ignorante se daría cuenta nada más entrar. Lo sorprendente era que todo estaba en perfecto estado, como sí nunca se hubieran utilizado, desde la inmensa isla hasta la mesa unos centímetros detrás. Entre la mesa y la isla, pegada en la pared, se encontraba una nevera preciosa, de esas que tienen para servir agua y hielo en una de sus puertas.
Se decidió por un café americano con hielos. Faltaba una semana para que las clases comenzarán y su último curso, así que el clima todavía era caluroso. Cuándo terminó la preparación del café, lo cogió y fue a la sala para comprobar cómo se encontraba su prima.
La vió, con el rostro relajado, durmiendo plácidamente. Se preguntó a sí mismo desde cuándo era tan guapa y se regañó mentalmente al pensar eso. ¿Cómo se le ocurría pensar eso de su "prima"? Realmente no eran primos de sangre. Es una historia algo larga, pero trataré de abreviarla lo máximo posible, Grace y la madre de Jayden, Esther, son mellizas. Grace se casó y dos años después, tuvo a Bonnie, con 24 años. Pero Esther, era biológicamente estéril. Antes de que Bonnie naciera, Esther y su marido, George, decidieron que cuando la muchacha naciera, adoptarían a un niño recién nacido para que se hicieran compañía. Querían que tuvieran el mismo lazo que sus madres. Gracias a Dios, el plan se llevó a cabo. Jayden era ese niño recién nacido.
Los adolescentes conocían la historia, desde que tienen memoria se han tratado como familia. La diferencia es que con el tiempo se fueron separando, no fue por nada en particular, pero así fue.
El tiempo pasaba y Jayden estaba viendo una serie, hasta que sintió como el sofá se movió un poco. Era Bonnie intentando levantarse. El muchacho se levantó rápidamente para ayudarla, consiguió hacer que se sentara todavía en el sofá.
- ¿Te encuentras mejor? ¿Tienes hambre? Si quieres te puedo traer algo
- Me encuentro mejor, gracias. Estaría bien un vaso de agua- empezó la chica mirándolo a los ojos- claro, solo si no te importa.- siguió mirando esos ojos marrones con doble párpado. Le daba una imagen algo inocente y adorable.
El chico en respuesta negó con la cabeza y fue a la cocina a traerle aquel vaso de agua. No pasó ni un minuto y él ya se encontraba agachado al lado de ella, regalandole una sonrisa mientras le entregaba la bebida. Volvieron a aquel silencio al que estaban tan acostumbrados cuándo se encontraban juntos.
- Mmm… dime Bonnie, ¿qué te gusta hacer en tu tiempo libre?- rompió el silencio Jayden.
- Suelo bailar y leer cuando tengo tiempo libre, me encanta bailar. Tanto que mis padres me apuntaron a un club de baile con Caroline- Caroline era la mejor amiga de la muchacha.- ¿a tí?
- Me gusta el beisbol.
Así siguieron charlando sobre sus aficiones y temas triviales durante un rato. Bonnie se sorprendió bastante, resulta que su primo no era tan aburrido como ella pensaba. De hecho, era bastante interesante. Compartían algunas aficiones y les gustaba la misma comida. Pasó media hora y empezaron a soltarse, estuvieron riéndose y Bonnie parecía estar en bastante mejor estado. El muchacho no pudo evitar sonreír. Se hicieron amigos, habían terminado quedando con unos amigos el sábado para tomar un café y todo, lo cual fue bastante sorprendente para ambos adolescentes.
A las doce del mediodía llegaron sus padres, vieron cómo su hija se encontraba mejor y cómo hablaba animadamente con Jayden. Su madre se acercó a los adolescentes, mientras su padre pasaba de largo para empezar a cocinar.
-Bonnie, cariño. ¿Te encuentras mejor?
Sí, tranquila mamá.
- ¿Jayden ha cuidado bien de tí?- preguntó con una sonrisa, mientras posaba su mirada sobre el nombrado- Jayden, ¿quieres quedarte a comer?
- Muchas gracias por la oferta, pero hoy iba al lobster con mis padres
Pasó un mes desde esa conversación y su relación era bastante buena, incluso se llegaron a contar algún secreto. Jayden se sentía extrañamente feliz cuándo se encontraba con la chica, sí ya de naturaleza era alegre, su felicidad se duplicaba. Ella le echaba de menos cuándo no se encontraba con él, pero le parecía totalmente comprensible. Era su amigo, y como cualquier otro le echaba de menos. Solo que había una pequeña diferencia. Le encantaba ver sus regordetas y encantadoras mejillas sonrosadas cuándo ella le decía algún cumplido, le parecía totalmente adorable.
Las cosas habían cambiado en el instituto, los grupos de ambos adolescentes se juntaron y ahora se paraban a hablar en los cinco minutos libres entre clase y clase. Lo único que no había cambiado eran las notas de la muchacha, seguía sacando todo "A". Hoy era viernes, uno de los días en los que Bonnie y Caroline tenían clase de baile. Ellas iban a una academia a unos cinco minutos andando desde la casa de Bonnie. Tenían clase los lunes, miércoles y viernes, de las seis de la tarde hasta las ocho, Caroline se solía quedar los viernes a casa de la adolescente a dormir.
Se despertó con una sonrisa gracias a eso. Hoy fue un día relativamente normal y corriente. Fue al instituto, atendió a clases, habló con sus amigos, comió y fue a la academia. Pero pasó algo que no estaba en sus planes, en la mitad de la clase de baile, más concretamente en la mitad del ensayo de un baile empezó a sentir un dolor terrible en los pies y manos. No le importó mucho, pensó que era por el esfuerzo que hacía su cuerpo.
Que equivocada estaba.